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la soberanía de la patria y entregarlos á la

acción de la labor civilizada.

Muchos millones lleva ya gastados e! país en esa tierra, que sólo á bien alto precio quiere entregar al hombre los productos de su fecundo suelo.

Pudiendo decirse que hoy, la naturaleza y el salvaje, han sido ya vencidos después de la lucha secular con ellos, y que el esfuerzo paraguayo ha terminado su misión de entregar al trabajo una zona más de los primitivos desiertos de América.

Estos hechos son de notoriedad mundial; y, no necesitan comprobación.

Ocurre pensar, en presencia de ellos, si sería justo y posible, que el Paraguay, hubiera conservado y cuidado ese territorio, al través de los siglos, para que otro país viniera al presente á recoger el fruto de sus vigilias.

Hacia los años de 1540, quedó terminada la conquista del Imperio de los Incas; dedicándose entonces Francisco Pizarro, á reglamentar la administración de sus dominios, como Adelantado y Capitán General de España que era.

Poco trabajo le quedaba á hacer: por cuanto, había caído en sus manos un imperio admirablemente gobernado y mejor organizado. Tan fué así qué, hasta las ciudades en lugares elegidos, las encontró fundadas, como sucedió con Arequipa y otras; de modo que, su Lugarteniente D. Pedro de Anzures, no tuvo más trabajo que confirmar las fundaciones

y tomar posesión de ellas, fijando allí los asientos de las autoridades sufragáneas que creyó conveniente establecer.

Otra de ellas fué Chuquisaca ó Charcas, como la llamaron los conquistadores. La que fué dada en encomienda á Gonzalo Pizarro, hermano del conquistador, el que la tuvo en usufructo hasta la rebelión de 1544, en que se hizo dueño del Gobierno, con la deposición de Blasco Núñez de Vela, primer Virrey de América.

Los españoles encontraron también en el Perú, todo lo que ambicionaban: riquezas fabulosas, como no se tiene noticia de haber existido iguales en el mundo.

Por esta razón, los conquistadores de ese Imperio, no tuvieron necesidad de ir más allá de las fronteras conocidas, ni de aventurarse en las regiones pobladas por las tribus bárbaras é indomables. Dejando esa obra reservada al esfuerzo de los conquistadores del Sud.

Agitado fué el período de gobierno que siguió á la conquista en esa parte de Amé

rica, (como en casi toda ella), hasta la venida de D. Pedro de la Gasca, que logró pacificar y dejar cimentado el orden por algún tiempo.

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