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tante esto, su ánimo no desmayó, y mostrando mas que nunca una constancia, una sagacidad y una diligencia heriocas, formó su proyecto, y sin comunicarlo, ni á sus mismos soldados, se apresuró á ponerlo en práctica. Usó primero de la astucia, por ver si con dádivas y promesas lograba atraerse á su partido á los soldados de Narvaez, y aun al mismo Narvaez; mas viendo que esto era infructuoso y no atreviéndose á admitir el socorro de Mocteuczoma, suplicó al senado de Tlaxcala que le aprontase cuatro mil soldados, envió á Tobilla, inteligente en la materia, á Chinantla para que pidiese 2.000 hombres y 300 lanzas, y á principios de mayo de 1520, dejando el mando de las tropas que quedaban en México á Pedro de Alvarado, salió él con setenta Españoles. Al llegar á Cholula se unió con el capitan Velasquez que volvia de Goazacoalcos, recibió víveres y provisiones de Tlaxcala, mas no los cuatro mil hombres; poco ántes de llegar á Zempoalan, se le unió Tobilla con las trescientas lanzas de Chinantla, y en un pueblo, distante tres millas de Zampoalan, los alcanzó el bizarro Gonzalo de Sandoval. En traron de noche à la ciudad, asaltaron el ejército, lo obligaron à rendirse, Sandoval se apoderó de las personas de Narvaez y Salvatierra, á quienes despachó Cortés á Veracruz cargados de cadenas; se hizo reconocer este por capitan general, y al dia siguiente, 27 de mayo, se vió dueño de diez y ocho buques, dos mil soldados Españoles, cien caballos, con gran número de provisiones de guerra, y victoreado por sus tropas y por los dos mil Chinanteques que no habiendo asistido al asalto, solo habian llegado á ser testigos de su triunfo. Con tales fuerzas, pensaba ya Cortés en nuevas espediciones á lo largo de las costas del golfo, cuando llegó á frustrar sus designios la noticia de grandes trastornos ocurridos en México. Durante su ausencia, los Mexicanos habian tenido que celebrar la fiesta de la incensacion de Huitzilopochtli, una de las mas solemnes que tenian en el año, y que se celebraba con baile del rey y de las demas clases de la corte; y habiéndose dirigido al capitan Tonathiu (1) para que permitiese salir al templo á Mocteuczoma, este se negó á ello, y á lo mas que accedió, fué á que el baile se celebrara en el pátio del cuartel en que ellos habitaban con él. Convenidos en esto los Mexicanos para evitar disturbios, se dirigieron allí, y reunida casi toda la nobleza, comenzó la fiesta, enmedio de la que mandó

[1] Así le llamaban los Mexicanos á Pedro de Alva. rado, porque era rúbio: Tonathiu, quiere decir, Sol. TOMO I.

Alvarado á sus soldados que se apostasen en diversos puntos, y que cuando los nobles Mexicanos estuviesen mas distraidos, los atacasen y acabasen con ellos. Así lo hicieron; multitud de nobles Mexicanos indefensos fueron allí víctimas de la crueldad de un aventurero, y desde este momento se declararon las hostilidades entre Mexicanos y Españoles. Irritados aquellos justamente, cargaron al dia siguiente sobre el cuartel de estos; mas contenidos por la presencia de su rey, determinaron no combatirlos sino por el hambre. Abrieron fosos al rededor del cuartel, y prohibieron que se les llevase ninguna clase de víveres, á aquellos que ya miraban como sus mas mortales enemigos. En este terrible apuro, escribió Alvarado á Cortés, quien al saber las nuevas ocurrencias de México, aceleró su vuelta de manera, que el 21 de junio entró en esta ciudad con noventa y seis caballos, mil y trescientos soldados Españoles y dos mil Tlaxcaltecas, que se le unieron al pasar por aquella república. Se dirigió al cuartel en donde salió Mocteuczoma á recibirlo; mas, segun dicen los historiadores, el soberbio capitan no se dignó fijar siquiera los ojos en el soberano de México, lo que lo apesadumbró en estremo: reprendió agriamente á Alvarado por su imprudencia; mas no lo castigó, como debiera, por no hacerse un enemigo de un hombre de quien tanto necesitaba; y se dirigió luego á ver á Mocteuczoma, á quien hizo terribles amenazas si no mandaba en el acto que se les proporcionasen todos los víveres de que carecian. Mocteuczoma le contestó que no tenia á quien fiar aquella comision, pues la mayor parte de las personas de quienes podia valerse, se hallaban como él, sin libertad, por lo que Cortés puso luego en libertad à Cuitlahuatzin, quien en vez de desempeñar la comision de proporcionar víveres á los Españoles, tomó el mando de las tropas Mexicanas, y al dia siguiente embistió el cuartel de Cortés, lo que obligó á este á mandar á Diego de Ordaz que hiciese una salida para dispersarlas, como en efecto sucedió. El 26 del mismo mes se volvió á empeñar el combate entre Mexicanos y Españoles; y viendo Cortés la obstinacion de aquellos salió del cuartel, se encaminó peleando por una de las calles principales, se apoderó de los puentes, quemó algunas casas y se volvió á su cuartel con cincuenta Españoles heridos, despues de haber hecho un estrago formidable entre los Mexicanos. Desde la torre del palacio habia observado Mocteuczoma tan sangrientos combates, y lleno de dolor por las calamidades de sus súbditos, llamó á Cortés, y 13

le suplicó de nuevo que partiese cuanto antes. rechazados, se determinó á asaltar el templo Cortés contestó que partiria, si sus súbditos de- él mismo, á pesar de una herida que habia rejaban las armas; resolucion que se inclinaba á cibido en la mano izquierda en los combates tomar el general viendo lo escaso de viveres anteriores. Se dirigió á allá con parte de sus que se encontraba, pues apenas habia los ne- soldados, y despues de grandes dificultades locesarios para que sus soldados mantuviesen la gró llegar al átrio superior, en donde se trabó vida, y no para que adquiriesen las fuerzas una reñida contienda en que los Mexicanos tusuficientes para la pelea; mas al determinarse á vieron una pérdida considerable de gente, y salir de México, no pensaba abandonarla para Cortés marchó á su cuartel victorioso tras hasiempre. Con aquella respuesta, un dia en que ber pegado fuego á algunos de los santuarios. se habia empeñado un obstinado combate en- del templo (1). Al dia siguiente pensó Cortés tre Mexicanos y Españoles, habló el rey á sus retirarse por el camino de Iztapalapan; mas súbditos, y les dijo: que si peleaban por su li- habiendo sido rechazado, difirió aquella retibertad, libre era él, pues estaba en su mano sa- rada que le era preciso verificar ya á toda coslir de allí cuando quisiese, si porque aquellos ta, para el 1.o de julio, en que despues de haestrangeros abandonasen la ciudad, que dis- ber consultado á sus soldados sobre la hora en puestos estaban ellos á hacerlo; que así, pues, que convenia hacerla, se adhirió al parecer de dejasen las armas; mas uno de los de la mul- uno llamado Botello, que entre ellos tenia fatitud levantó entonces la voz, y llamándole coma de astrólogo, y en cuyas predicciones fiabarde y afeminado, tendió su arco y le disparó ba Cortés demasiado, el que fué de opinion una flecha (1), visto lo cual por el pueblo, co- que se retirasen por la noche, lo cual ocasiomenzó á llover tal número de piedras y flechas nó quizá el mal éxito de la retirada. Ordenasobre el infeliz monarca, que á pesar de estar do ya todo se dirigieron por el camino de Tlacubierto este por dos rodelas, recibió, segun copan (Tacuba) (2): pasaron en buen órden el aseguran los historiadores, una pedrada en la primer puente; mas vistos luego por los sacercabeza, otra en una pierna y una flecha en un dotes que velaban en el templo y que dieron brazo. Cortés tuvo entónces algunas conferen- el grito de alarma, fueron rodeados por todas cias con los nobles, conferencias que todos los partes por los Mexicanos que introduciendo el historiadores callan, y concluidas tres máqui- desórden, hicieron en ellos la mas espantosa nas de guerra que el general habia mandado carnicería que hasta allí se habia visto: les construir, salió el 29 de junio por la mañana cortaron los puentes, de suerte que los soldapor una de las calles principales, con casi todos de Cortés unos caian al agua y otros sucumdas sus tropas y su artillería; y llegado que hu- bian á los golpes de los enemigos (3), quienes bo á uno de los puentes, mandó que se acercasen á las casas las máquinas, y que comenzaran á obrar; mas la multitud de piedras que de las azoteas arrojaron sobre ellas las despedazó pronto, y despues de haber combatido los Españoles hasta el medio dia, sin haber podido pasar el puente, tuvieron que volverse turbados á su cuartel con un muerto y gran número de heridos: no obstante esto, el ánimo de Cortés no desmayaba; por el contrario, los reveses acrisolaban cada dia mas su constancia. Orgullosos los Mexicanos con esta victoria, cobraron brio; quinientos nobles se refugiaron en el templo mayor que dominaba el cuartel de los Españoles, y desde allí los comenzaron á combatir, ayudados de las tropas que por todos lados rodeaban el palacio de Axayacatl. Viendo esto Cortés, y despues de haber mandado un capitan con cien soldados que fueron

(1) Acosta asegura que este fué Quauhtemotzin su sobrino, á quien despucs eligieron rey: Clavijero no lo cree así, aunque no alega ninguna razon para ello.

(1) Comenzando por la que ahora llamamos calle de

Tacuba, siguiendo el camino derecho hasta el pueblo de Popotla, cercano á la que entonces era la corte del señor de Tlacopan.

(2) No faltan historiadores que para hacer sin duda mas trágica la posicion de Cortés en este asalto, asegu ren que se vió próximo á perder la vida entre las manos de dos soldados mexicanos, que habiendo logrado asirlo, se iban á arrojar con él para libertar á su patria de un tirano tan odioso; mas á quienes ántes arrojó Cortés con su estraordinaria fuerza. Como ni Cortés, ni Bernal Diaz, ni Gomara, hacen mencion de esto, opino con Clavijero que esto no pasa de invencion de algunos historiadores amantes de novedades.

(3) Parece que lo mas probable es que murieron en esa noche 500 Españoles y 1.000 Tlaxcaltecas, y que se perdió la mayor parte de los bagages, lo cual causó el hambre espantosa que despues padecieron en el camino.

Esta noche fué tambien cuando Pedro de Alvarado, viéndose por todas partes rodeado de enemigos y sin es peranza de salvarse, sino saltando un canal de una estension muy considerable que tenia delante, apoyó su pica dentro de él, y usando de una fuerza prodigiosa, dió

los persiguieron hasta cerca de Popotla, á donde llegaron los pocos que quedaron, casi sin vida, y en donde Cortés sentado en una piedra y debajo de un árbol, derramó lágrimas amargas por tantos valientes compañeros, como en esa noche perecieron. En estremo consternado Cortés con los sucesos de aquella noche, de eterna memoria para ellos, à la que despues llamaron noche triste, por la melancólica impresion que dejó en sus ánimos, trató de apresurar su marcha á Tlaxcala con los pocos soldados que le habian quedado, para reponerse de pérdida tan considerable. Siguió su camino por Tlacopan, Atzcapotzalco y Otoncalpolco (1), y tomando luego el rumbo de Quauhtitlan y Citlaltepec, llegó á pocos dias á la llanura de Tonampoco, en donde estaba situada la ciudad de Otompan, en que le esperaba con los brazos abiertos la victoria para hacerle cobrar ánimo y seguir adelante con su empresa.

En esta llanura descubrieron un ejército numerosisimo que se dirigia sobre ellos, el que si no era de Mexicanos, era de aliados suyos, y que, segun el mismo Cortés, en una de sus cartas, era de doscientos mil hombres. Al verlo la mezquina division de Cortés, hambrienta y sin fuerzas ya para combatir, juzgó que aquel era el último dia de su vida; mas habiendo oido la voz del general, siempre arrojado, siempre resuelto, animándolos en una arenga breve, pero enérgica, recobró en parte su valor y entró al combate, como si en los dias anteriores no hubiera padecido hambre, sed y cansancio. Naturalmente los enemigos habian comenzado á arrollar á los Españoles, quienes sin una sola chispa de esperanza de triunfo, sentian que sus fuerzas se postraban cada vez mas, infundiendo gran desconsuelo en el pecho del general, quien viendo que un acto de arrojo podia, ó acabar con ellos completamente, ó asegurarles la victoria, y recordando que aquellos pueblos huian despavoridos tan solo con perder al general y su estandarte, su ingenio presto en sugerirle medios prontos, le inspiró el de arrojarse él mismo enmedio de los enemigos, dirigirse al general, derribarle y arrancarle el estandarte. Así lo hizo; y despues de haber encomendado á Alvarado, Sandoval, Olid y Avila, que le guardasen la espalda, se precipitó él enmedio de los enemigos, acompañado de otros cuantos de sus soldados, des

el terrible salto que ha dado su nombre à aquel lugar, y que hizo que sus compañeros en memoria de él lo lla. maran en lo succesivo, Pedro de Alvarado del Salto. (1) Los Remedios.

truyendo cuanto à su paso encontraba hasta que dió con el general, á quien derribó de un lanzaso, despues de haber recibido una gravísima herida en la cabeza. Salamanca, uno de los soldados que lo acompañaron, veloz como el relámpago, echó pié á tierra, y arrancándole el penacho se lo presentó á Cortés, con lo que viendo las tropas Mexicanas muerto á su general y perdido su estandarte, echaron á huir, y los Españoles cantaron victoria, gracias al denuedo y arrojo de su impertérrito caudillo y de un simple soldado. Tal fué el éxito de la célebre batalla de Otompan, dada el 7 de julio, en la que perdió Cortés gran número de su gente, y de la que se puede decir que decidió de la conquista, porque menguando la excesiva confianza de los Mexicanos, aumentó el brio desmayado de sus enemigos: Cortés dió en ella la mayor prueba de su ánimo constante, de su ingenio fecundo, y de su valor indómito. En el campo del combate durmieron aquella noche, en la que Cortés mismo, á pesar de su herida, hizo la guardia para mayor seguridad.

Al dia siguiente, 8 de julio, continuaron su marcha y llegaron á Tlaxcala, en donde acabó de sanar Cortés de la herida, que poco ántes lo habia puesto en la puerta del sepulcro, y en donde se vió en peligro de ser abandonado por sus soldados, quienes teniendo presentes aun los funestos acaecimientos de la noche del 1.° de julio, trataban de persuadir al general que pasaran á Veracruz á aguardar socorro de España, ó de las islas. Cortés, con su elocuencia y persuacion, logró disuadirlos de su empeño. De Tlaxcala pasó á hacer la guerra á Tepeyacac, Quaquechollan, Itzocan, Talatzinco, Tecamachalco y Tochtepec; y domeñadas estas provincias, emprendió su marcha á Tezcoco acompañado de sus pocos soldados Españoles y de multitud de tropas de los aliados. (1) En este tiempo grandes ocurrencias

habia habido en México: Mocteuczoma habia

muerto y los Mexicanos habian elegido por su rey á Cuitlahuatzin su hermano: este habia comenzado á fortificar la ciudad y á reparar lo destruido; habia mandado un mensage à los

(1) Llegó Cortés á Tezcoco con cuarenta hombres de caballería, divididos en cuatro partes, y qui nientos cincuenta de infantería española divididos en nueve compañías armadas de mosquetes, ballestas, de espadas y rodelas y de picas: salió tambien con 150,000 aliados, segun Ojeda que los mandaba, entre los que se contaban las tropas de los Tlaxcaleses, los Huexotzin. ques, Choluleses y Tepeyaqueses.

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Tlaxcaleses, invitándoles á que se aliaran con ellos contra los Españoles, á que aquellos republicanos contestaron con una negativa, y habia muerto á los cuatro meses de su reinado atacado de viruelas, enfermedad desconocida hasta allí en aquellas comarcas, é introducida en ella por un negro esclavo de Narvaez, y á su muerte, en fin, habia sido elegido rey su sobrino Quauhtemotzin, jóven de veinticinco años, poco avezado aun á las batallas; pero dotado en cambio de una energía y de un valor que asombraron á sus mismos enemigos.

Cuando Cortés salió de Tlaxcala para Tezcoco el 28 de diciembre de 1520, dispuso que se condujesen á esta ciudad las velas, jarcias, clavazon y otros materiales que habian quedado de los navios que habia destruido en Chalchiuhcuecán, para que se comenzase la construccion de los bergantines con las maderas y resinas que ya se habian mandado sacar de los montes. Resuelto á emprender cuanto ántes la conquista de México, objeto de todos sus afanes, entró en la corte del rey Acolhuacán, y habiendo notado algunas novedades en el pueblo, en la nobleza y aun en el rey mismo, que le indicaron que los ánimos estaban predispuestos en su contra, destronó al monarca reinante, y puso la corona al príncipe Ixtlixochitl, su adicto, á quien mandó traer de Tlaxcala, en donde le tenia detenido. Se dirigió luego sobre Iztapalapan, de donde volvió á Tezcoco, sin haber hecho cosa de importancia; se confederó con la ciudad de Otompan, y á pocos dias salió con gran pompa á recibir á los Tlaxcaleses que volvian con los restos de los navíos destruidos que sirvieron para los trece bergantines que se construyeron despues. A principios de la primavera de 1521 salió de Tezcoco con veinticinco caballos, trescientos cuarenta infantes, seis cañones, treinta mil Tlaxcaltecas, gran parte de la nobleza, y se dirigió á Jalcotan, y de allí por Quahtitlan á Tlacopan, de donde despues de algunos dias volvió á Tezcoco; pues su objeto habia sido entablar desde allí negociaciones con los Mexicanos, ó si no lograba esto, imponerse de sus designios respecto de él. De aquí mandó á Sandoval contra Huaxtepec y Xacapichtla, y promovió nuevas negociaciones con los Mexicanos que le salieron infructuosas; y habiendo salido el 5 de abril con treinta caballos, trescientos infantes Españoles y veinte mil aliados, caminó por el Mediodia, sujetando todos los pueblos que encontraba al paso, hasta llegar á Quauhnuhuac, (1) cuya conquis(1) Cuernavaca.

ta empezó; y habiéndola concluido y dirigiéndose por el Norte emprendió la de Xochimilco, ciudad situada en las orillas del lago de Chalco y la mayor del valle despues de México. De aquí pasó á Coyoacán, de donde prosiguiendo su rodeo por los lagos, fué á Tlacopan, luego á Tezcoco, y de vuelta por tercera vez á esta ciudad reprimió una conjuracion en que algunos partidarios del gobierno de Cuba trataban de acabar nada menos que con su vida y con la de sus principales capitanes. En fin, el 28 de abril se botaron al agua los bergantines; hizo Cortés revista de sus tropas, en la que vió con satisfaccion que contaba ochenta y seis caballos, mas de ochocientos soldados Españoles, tres cañones de hierro grandes, quince de cobre menores y multitud de balas y saetas, aumento que habia debido al socorro que últimamente habia llegado de España: les arengó enérgicamente á sus tropas y mandó excitar á todas las ciudades aliadas para que le mandasen las mas tropas que pudiesen, con lo que quedaron concluidos los preparativos del asédio de México.

El 20 de mayo hizo Cortés la distribucion de sus tropas para proceder luego al asédio de México que debia asegurarles la conquista de estas tierras; dió á Pedro de Alvarado treinta caballos, ciento sesenta soldados Españoles, con tres capitanes, veinticinco mil Tlaxcaleses, dos cañones y veinticinco mil aliados; y le mandó que ocupase á Tlacopan á Gonzalo de Sandoval con veinticuatro caballos, ciento sesenta y tres soldados Españoles con dos capitanes, dos cañones y mas de treinta mil aliados, lo destinó para que se apoderase de Iztapalapan y acampase alli; y él mismo tomó el mando de los bergantines, en los que distribuyó el resto de sus tropas españolas. Concluida esta distribucion, todos salieron de Tezcoco para dirigirse á sus respectivos puntos: Alvarado y Olid marcharon para Tlacopan, en cuya marcha ocurrió un incidente que motivó el suplicio de Xicotencat el jóven, noble Tlazcalteca, mandado ahorcar por órden de Cortés: Sandoval partió para Iztapalapan, y Cortés en sus bergantines á auxiliarlo en la toma de esta ciudad, atacándola por la parte que estaba situada en el agua. Alvarado y Olid trataron luego de cortar el acueducto de Chapultepec; mas fueron rechazados hasta Tlacopan, de donde partió Olid para Coyoacán el 30 de mayo, que segun Cortés fué el dia en que comenzó el asédio. Rindióse Iztapalapan por los esfuerzos de Cortés y Sandoval; mas antes de que se rindiera del todo, aquel determinó dirigirse

con sus bergantines, la mitad de las tropas de Coyoacán y cincuenta infantes escogidos de Sandoval, sobre México. Así lo hizo en efecto, y habiendo hecho una salida, rechazó á los Mexicanos hasta dentro de la ciudad, se acercó á los arrabales y quemó algunos de ellos. En esto notó Alvarado que por la calzada del Norte les entraban á los Mexicanos socorros: dió parte de esto á Cortés, quien mandó luego á Sandoval que se dirigiese con sus fuerzas á aquel punto, quedándoles de este modo interceptada á los Mexicanos toda comunicacion con la tierra firme.

Con quinientos Españoles y ochenta mil aliados y las fuerzas de Alvarado y Sandoval, hizo Cortés su primera entrada en México, de la que despues de haber hecho un grande estrago, se retiró por el camino de Iztapalapan, quemando las casas que á su lado se encontraban. El número de las tropas auxiliares ascendió entónces á 200.000 por la confederacion que cada dia hacian nuevos pueblos con los Españoles; y Cortés con todas estas fuerzas hizo tres dias despues su segunda entrada, en la que hacién dose dueño de las trincheras y de los fosos, llegó hasta la plaza mayor en que estaba edificado el templo, y de aquí volvió á retirarse con las tropas de Alvarado y Sandoval que le auxiliaron en aquella espedicion. Nuevas entradas hizo luego en la ciudad, y los combates se repetian diariamente, porque Cortés verificaba siempre su retirada, no queriendo ni dejar guarniciones en las trincheras de que se apoderaba, por no esponerlos á la saña de los Mexicanos, ni acampar dentro con todo su ejército, por no quedar espuesto á sus ataques nocturnos, y sobre todo porque así les entrarian socorros, cuya llegada impedia él tambien desde su campamento de Joloc. (1) Cada dia eran mayores las ventajas del ejército de Cortés sobre el de los Mexicanos: la mayor parte de las ciudades del lago que en sus continuas entradas en la capital, pudieran haberlo atacado por la retaguardia, ó por la vanguardia en sus retiradas y haberle causado grande estrago, mientras las tropas de la capital se lo causaban por el lado opuesto, vinieron á confederarse con él aumentando el número de los aliados y proporcionándole mas de dos mil barcas para que auxiliasen á los bergantines en sus operaciones. Con estas nuevas fuerzas hizo Cortés nuevas entradas en la capital, no consiguiendo en ellas si

(1) Era una altura especie de fortificacion de que desde el principio del ataque de Iztapalapan se habia a poderado.

no únicamente el medio de comunicarse libremente con Alvarado que acampaba en Tlacopan. Este por su parte hizo una entrada en Tlaltetolco de donde fué rechazado con gran pérdida por las hazañas de un Tlaltelolqués que inflamaron el pecho de los soldados Mexicanos, haciéndoles desplegar un denuedo inaudito. Veinte dias se pasaron sin que los Españoles hicieran otra cosa que repetir entradas y salidas infructuosas en la capital, al cabo de los cuales, instado Cortés por sus soldados á dar un golpe decisivo, mandó á Sandoval y á Alvarado que hiciesen una retirada falsa de su campamento de Tlacopan, para que empeñados los Mexicanos en seguirlos, él pudiese entrar por otro lado con su ejército. Alvarado y Sandoval fingieron levantar su campo: Cortés, distribuidas todas sus fuerzas, emprendió su marcha, y los Mexicanos que muy bien comprendieron aquel ardid, abandonaron al principio las trincheras, para que los Españoles se apoderaran de ellas, y cargando luego sobre ellos, les hicieron tal estrago, que los obligaron á retirarse. En su retirada, el ejército Español dió con un foso que á la vista cegado, no lo estaba sino por débiles juncos que cubrian su superficie. Se precipitó en él, se hundió, y en aquel conflicto en que unos soldados se ahogaban, otros medio muertos salian de él á nado, y otros retrocedian espantados, entregándose en manos de los enemigos que los seguian, Cortés con voz robusta los animaba en vano; volvia á los Mexicanos, se introducia entre ellos, y con la fuerza de un Alcides los derribaba. En medio de esta confusion, un soldado Mexicano logró apoderarse del caudillo Español, á quien habrian podido haber dado ya muerte, mas de quien querian apoderarse vivo para sacrificarlo á sus Dioses; y en gran triunfo lo conducia ya para el templo, cuando Olea, intrépido soldado de Cortés, descargó sobre su brazo tal golpe, que separándoselo del cuerpo, dió tiempo al general para que desprendiéndose se salvara, impidiendo así que los Mexicanos obtuvieran una victoria completa: á salvar á Cortés de aquel peligro contribuyeron tambien eficazmente Ixtlixochitl príncipe de Tezcoco y Temacatzin, esforzado Tlaxcalteca. Los Españoles se retiraron confusos, con su general herido en una pierna, y los Mexicanos volvieron victoriosos y con grande ánimo para nuevos combates. (1)

(1) La pérdida que tuvo Cortés, segun Bernal Diaz del Castillo, en ese dia, fué de siete caballos, gran número de armas y barcos, un cañon, mas de mil aliados

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