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do sobre los retraidos de San Francisco (1), por lo que Fr. Martin Valencia, juez eclesiástico, fulminó entredicho sobre la ciudad y salió para Tlaxcala de donde volvió presto, pues los gobernadores, intimidados, lo llamaron. Eslas turbulencias hubieran continuado, si Cortés no hubiera acelerado su vuelta á México, á consecuencia de haber tenido noticia de ellas por el capitan que con pliegos de Zuaso mandó á Honduras la Audiencia de la Isla Española que habia sabido la noticia falsa de su muerte. Mas antes de pasar adelante, diremos, que Cortés en su viage á Ibueras dió muerte á Quauhtemotzin, juntamente con los reyes de Tezcoco, Tlacopan y Atzcapotzalco (2). Salió Cortés de Ibueras en el mismo buque que le llevó noticias de México, habiendo enviado antes á Sandoval por Quauhtemalan, y á Dorantes su page con pliegos en que revocaba el nombramiento de Salazar y Chirinos; y él se embarcó en el mismo buque que le habia llevado noticias de México; mas el mal tiempo alargó estraordinariamente su navegacion, retardando su llegada. Entretanto la noticia de la sublevacion de Oajaca, obligó á Chirinos á abandonar á México y dejar solo à Salazar en el gobierno. El pueblo se amotinò al ver que quedaba con el mas cruel de los dos; los retraidos de San Francisco formaron luego el proyecto de quitarle el mando, proyecto que llevaron á cabo despues de varios motines. Salazar fué puesto preso, y Estrada y Albornoz volvieron á apoderarse del gobierno.

Llegó en fin Cortés á México, donde se encontró con nuevas gracias que sus procuradores en la corte habian solicitado del Emperador para él; deshizo cuanto Salazar y Chirinos habian hecho, y el 2 de julio de 1526, recibió á Ponce de Leon, á quien el Emperador le mandaba de juez de residencia con órden de examinar todas sus acciones, movido á ello por los informes que los anteriores gobernadores le habian dado de Cortés. Recibió este al nuevo juez con agrado y le hizo dimision de su cargo con buena voluntad; mas Ponce de Leon murió á poco, dejando su cargo al Lic. Márcos

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de Aguilar, quien habiendo muerto tambien muy pronto lo depositó en manos de Estrada. Este, (1526) viéndose ya con el mando supremo, le declaró una guerra encarnizada á Cortés; lo acusó en la corte de haber envenenado å Ponce de Leon; puso en libertad á Salazar y á Chirinos, é incansable su odio contra Cortés, le hacia nuevas imputaciones. Cansado el Emperador de tantas quejas, nombró, en fin, una Audiencia, cuya jurisdiccion se estendiera á todo lo que hasta allí era llamado Nueva-España. En esto llegaron á México bajeles de Es-paña, en que salieron procuradores de los émulos de Cortés con nuevas acusaciones contra él, de tal naturaleza, que se trató en España de mandar á Pedro de la Cueva, hermano del conde de la Siruela à que le cortara la cabeza; mas dió la casualidad que en ese tiempo llegara á Sevilla Pedro de Alvarado, que junto con Fr. Diego Altamirano y Pedro de Salazar, pasó á desmentir cuantos cargos se le hacian al conquistador. En esto Nuño de Guzman, que era ya poseedor de la provincia de Pánuco, por resentimientos particulares contra Cortés y Estrada, mandó á la corte á Samaniego con nuevas acusaciones, de las que resultó que lo nombraran presidente de la nueva Audiencia.

Asi pasó el año de 1527; en el siguiente, el Emperador, que no hallaba medio para sacar á Cortés de México y hacerlo pasar á España, para cerciorarse de si en lo que decian los otros tenian justicia, le mandó que pasase á la corte para acabar de arreglar el gobierno de NuevaEspaña. Así lo hizo Cortés, y despues de prevenida una embarcacion soberbia, salió de Veracruz, y ántes de que los nuevos oidores se hicieran á la vela entró él en el puerto de Palos, donde murió Sandoval. Alli concurrió con Pizarro, y allí le atacó una fiebre violentísima que lo puso en las puertas del sepulcro y retardó su llegada á la corte. El Emperador lo visitó en su enfermedad, de la que restablecido, le presentó sus memoriales; se le confirmó en la capitanía general, mas no en la gobernacion, pues se negó á ello el Emperador alegando que ni á Gonzalo de Córdova se la habian concedido sus abuelos en Nápoles: se le concedió el 6 de julio de ese año el marquesado del valle de Oajaca y la duodécima parte de lo que en adelante conquistase; se le ofreció ademas el reino de Michoacán; mas él rehusándolo se contentó con el señorío de los lugares siguientes: Quauhnahuac, Huayaxic, Tecoantepec, Coyoacán, Matalzinco, Atlacupaya Itzocan, Huaulepec, Ullatepec, Etlan, Xalapan, Texquilapa, Coyoauán, Calimaya, Antepec, Te

poztlan, Cuitlapan, Acapiztlan é Ixcalpan. Hizo otras muchas peticiones á Cárlos V, todas las cuales le fueron otorgadas.

La nueva Audiencia habia llegado á México y se habia declarado luego contra las disposiciones que en favor de Cortés diera el Emperador, embargaron sus bienes so pretesto de que debia grandes sumas al erario, y habiendo sabido entonces la buena acogida que le habia hecho el Emperador, convocaron en 1529 una junta, á la que vinieron los procurado res de todo el reino, y que tenia por objeto impedir la vuelta del marqués. Reunida esta junta comenzó sus sesiones; mas viendo Nuño de Guzman que los partidarios del marqués todo lo retardaban, entró un dia á la sala en que se reunian, y habiendo echado á aquellos, nombró á Bernardino Vazquez de Tàpia y Antonio Carbajal procuradores de México, con lo que hicieron luego una representacion al Emperador, en que entre otras varias peticiones, le hacian la principal que era que impidiese la vuelta del marqués, cuyos bienes habian vendido ya apresuradamente. Mas por otro lado los obispos de México y de Tlaxcala informaron al Emperador de que todo aquello no era mas que enemistad que le tenian al marqués, y de las tropelías sin número que estos comètian diaria mente. Con todo esto, el Emperador se desengañó de que la mayor parte de las acusaciones que se le habian hecho contra Cortés no habian provenido sino de envidia: le dió nuevas muestras de su agrado; mandó disolver la nueva audiencia; le concedió la duodécima parte de las islas que se descubrieran, y le hizo nuevas donaciones. El marqués por su parte solicitó nuevas mercedes, las que habiéndole sido concedidas, se encaminó para Sevilla con su esposa Doña Juana de Zúñiga, hija del conde de Aguilar, pues se habia vuelto á casar esta vez, muerta ya su primera muger Doña Catalina Xuarez.

Era ya tal el número de las acusaciones que contra Nuño de Guzman, presidente de la Audiencia, y contra los otros oidores llegaban al Emperador de casi todos los puntos de la Nueva-España, que le determinaron á disolverla; mas como en este tiempo estaba para partir á Flándes, dejó aquel encargo á la Emperatriz. Esta señora, nombrada la nueva Audiencia, cuyo presidente lo era D. Sebastian Ramirez de Fuenleal, obispo de la isla española, mandó que se estableciese un vireinato en Nueva-España, para el que nombró á D. Antonio de Mendoza, hermano del marqués de Mondejar, y dió órden al marqués del Valle para que no aban

donara á España hasta la salida de la nueva Audiencia. El marqués no obstante esto, volvió antes á México, en donde Guzman y los oidores seguian gobernando tiránicamente, y su vuelta causó gran júbilo.

Por esta vez el marqués tuvo nuevas disensiones con la Audiencia que habia entrado en México ya sin su presidente; mas à la llegada de este y del virey D. Antonio de Mendoza, calmaron aquellas. Desde entónces Cortés se ocupó esclusivamente en mandar espediciones á nuevos descubrimientos; mandó una al descubrimiento de las islas de la mar del Sur, la cual se perdió, y habiendo mandado luego otra en su busca, cuyo éxito fué casi tan infeliz como el de la primera, se determínó á salir él mismo. Se embarcó en Tehuantepec, y despues de una navegacion penosísima, descubrió las Californias y entró en su golfo, por lo que este tomó el nombre de mar de Cortés. De aquí volvió á México instado por D. Antonio de Mendoza, y por los ruegos de su esposa la marquesa Doña Juana de Zúñiga; y viendo que con el establecimiento del nuevo gobierno su autoridad era ya casi nula volvió á España en 1540 con su hijo el mayorazgo, y con D. Martin Cortés su hijo natural habido en Doña Marina, fastidiado y casi obligado á hacer aquel viage, con el objeto de interesar al comendador Cobo y á Loaiza para que solicitasen del Emperador nuevos ensanches à su autoridad en la NuevaEspaña. Estando allí concurrió á la espedicion de Argel, de vuelta de la cual, y ya por los años de 1547, abandonó la corte, cansado ya de no conseguir nada en ella. Con el designio de volver á México se dirigió á Sevilla; mas á una legua de distancia de esta, en un lugar llamado Castilleja de la Cuesta, murió el 2 de diciembre de 1547: así acabó el mayor conquistador del Nuevo-Mundo, devorado por el fastidio y el despecho, y dejando una sucesion que se ha perpetuado hasta nuestros dias. De su testamento hablaremos en otro lugar.

Mandó que sus cenizas se trajesen á su muy amada villa de Coyoacán: así se efectuỏ, y de aquí pasaron al Hospital de Jesus de esta ciudad, en donde permanecieron, hasta que un Mexicano fué à turbar su reposo para mandarlas á Europa: ignoro si la accion de este mi compatriota dimanaria de odio al conquistador ó de amor á su descendencia.

Bernal Diaz del Castillo, nos ha dejado el siguiente retrato de Cortés, á quien no solamente conoció, sino que trató desde su salida de Cuba hasta su segunda vuelta a España: "Fué (Cortés), dice, de buena estatura y cuerpo, y

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bien proporcionado y membrudo, y la color de la cara tiraba algo á cenicienta, é no muy alegre: y si tuviera el rostro mas largo, mejor le pareciera; los ojos en el mirar amorosos, y por otra graves: las barbas tenia algo prietas, y pocas y ralas, y el cabello que en aquel tiempo se us aba, era de la misma manera que las barbas, y tenia el pecho alto, y la espalda de buena manera; y era cenceño, y de poca barriga, y algo estevado, y las piernas y muslos bien sacados; y era buen ginete, y diestro de todas armas, ansí á pié, como á caballo, y sabia muy bien menearlas, y sobre todo, corazon y ánimo, que es lo que hace al caso. Oi decir que cuando mancebo en la Isla Española, fué algo travieso sobre mugeres, é que se acuchillaba algunas veces con hombres esforzados y diestros, y siempre salió con victoria, y tenia una señal de cuchillada cerca de un bezo debajo, que si miraban bien en ello, se le parecia, mas cubriánselo las barbas: la cual señal le dieron cuando andaba en aquellas cuestiones. En todo lo que mostraba, ansí en su presencia y meneo, como en pláticas y conversacion, y en comer, y en el vestir, en todo daba señales de gran Señor...

Era muy afable con todos nuestros capitanes y compañeros, especialmente con los que pasamos con él de la Isla de Cuba la primera vez. .

Cuando juraba:,,en mi conciencia," y cuando se enojaba con algun soldado de los nuestros sus amigos, le decia: O mal pese á vos; y cuando estaba muy enojado, se le hinchaba una vena de la garganta y otra de la frente, y aun algunas veces de muy enojado arrojaba una manta, y no decia palabra fea ni injuriosa á ningun capitan, ni soldado; y era muy sufrido, porque soldados hubo muy desconsiderados, que decian palabras muy descomedidas, y no les respondia cosa muy sobrada ni mala; y aunque habia materia para ello, lo mas que le decia era; callad, ó idos con Dios, y de aquí adelante tened mas miramiento en lo que dijéredes, porque os costará caro por ello, é os haré castigar. Era muy porfiado, en especial en cosas de la guerra.

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