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Hacer reir, es propio de grandes ingenios, dijo Cervantes; y quizá á su imitacion dijo tambien no sé quien en el Prólogo al Quijote, que hacer reir era mas dificil que hacer llorar: yo ciertamente no me atreveré á hacer una asercion tan avanzada, pues tan dificil me parece que le serán ambas cosas á todo el que carezca del ingenio que ellas requieren, como fácil á Cervantes arrancar la risa, y á Shakespeare y Calderon, aterrorizar y conmover. Mas lo que sí me parece de todo punto cierto, y por consiguiente digno de asegurarse, y en esto opino con el autor de quien he sacado mi epígrafe, es, que mas ventajas reales y positivas le resultan al que se propone reir de los caprichos y debilidades humanas, que al que toma á su cargo el echarse una cadena al cuello, y cargar sus hombros con un pesado yugo para ir lamentando de calle en calle las inconsecuencias de sus semejantes. Sabida de todos es la vida de los dos filosofós griegos, Heráclito y Demócrito, de quienes es fama que el espectáculo del mundo social hacia llorar á uno y reir á otro; ¿cuál fué, pues, el fin de estos hombres, que con coloridos tan opuestos consideraban el espectáculo de las miserias de la vida humana? Heráclito, si hemos de creer á Liogenes Laercio, murió entre el estiércol que le recetaron contra la hinchazon é hidropesía, que le provino de tanto comer las yerbas y beber el agua pura de los lugares á donde le habia arrastrado su misantropía, mientras que Demócrito, siempre alegre, y riendo de buena gana de todo, vivió ciento y nueve años entre los mismos hombres, de quienes constantemente se burlaba. Ahora bien, esta manía ó locura de reir, como la llama el erudito Pedro Mejía, me parece que puede tener mas influencia, si no en el arreglo total de las costumbres, al ménos en la moderacion del vicio, que la de llorar, pues el hombre fácilmente se fastidia, y aun se burla del que le reprehende en tono lloron y sentimental, y casi nunca queda insensible, cuando la sátira y el ridículo, estas armas que á veces nada prueban, pero que tanjo pueden siempre, se encargan de patentizarles sus vicios; y el que toma en sus manos uno de esos libros escritos con tal estilo, siempre rie de buena gana de las estravagancias que en ellos se pintan; pero sin dejar de conocer que él mismo ha incurrido en ellos; y si no se confiesa en voz alta culpado, sí advierte que le viene el saco, y que tiene necesidad de moderarse al menos para no ruborizarse, y creerse á cada paso señalado por los demas.

Yo no quiero decir, por otra parte, que este

sea siempre el resultado necesario de tales escritos; mas sí, que en la suposicion de que la literatura ejerza una influencia directa en las costumbres, considero á los escritos de la citada naturaleza, como mas capaces de ejercerla que otros; y varios ejemplos pudiera yo citar de autores que cuando se han propuesto arrancar de raiz abusos y preocupaciones, en tal ó cual materia, han recurrido à ese estilo satírico y burlesco, sin el cual quizá no hubieran conseguido el buen éxito, que con el tiempo han alcanzado. Mi objeto tampoco. ha sido decir que el mérito sea mayor en unos que en otros, pues cada uno á su vez es digno de mayor ó menor predileccion, segun el estado del espíritu; y tan dignos de nuestra admiracion son los que logran conmovernos, cuando este fué su fin, como los que excitan nuestra risa, aumentándonos las fuentes del contento y la alegría. Acreedor, pues, á esta admiracion de nuestra parte me parece D. Anastasio Ochoa y Acuña, de cuyo ingenio festivo, puede asegurarse, que mas de cuatro negros y misantrópicos humores ha de haber contribuido á disipar.

Nació este en el pueblo de Huichapan, perteneciente al departamento de México, el domingo 27 de abril de 1783 y fué bautizado el 30 del mismo mes, segun consta en la partida de bautismo que tengo à la vista; fueron sus padres D. Ignacio Alejandro de Ochoa, y D.a Ursula Sotero de Acuña, ambos españoles de nacimiento, y vecinos del citado pueblo. Recibió allí mismo, á lo que he podido averiguar, su educacion primaria y pasó su niñez al lado de su padre, quien debió de darle las primeras nociones de gramática castellana, é inspirarle suma aficion al estudio de los poetas clásicos castellanos, sin que nada mas pueda decirse sobre los primeros años de su vida, por no existir documento ninguno.

A fines del pasado siglo comenzó á estudiar gramática latina en un estudio público de ella que en Mèxico tenia el Dr. D. Juan Picazo, en cuyo curso obtuvo el primer lugar, dando una prueba de su grande inteligencia de todos los autores clásicos latinos en el exámen á que se sujetó, ora vertiéndolos allí mismo al castellano, ora presentando escritas algunas traducciones en prosa y verso de Salustio y de Tácito, de Virgilio, Horacio, Ovidio, Juvenal y Marcial. Concluido este estudio pasó luego á San Ildefonso á estudiar la filosofía; y siendo en esta época sus recursos muy pocos para poder subsistir, se vió obligado á solicitar una beca de merced, la cual le fué

dió

En el Diario de 23 de noviembre de 1807, á luz uno de sus mejores sonetos, que despues con algunas correcciones insertó en la coleccion de sus poesías, y es el siguiente:

LA VISITA DEL CURRUTACO.

dada en el acto por unánime consentimiento despues en este género hizo su autor. Siguió de todos los catedráticos, quienes estaban con- luego publicando una que otra composicion en vencidos de sus claros talentos. En este estudio el mismo periódico firmadas unas con las inise distinguió igualmente, obtuvo dos actos pú- ciales de su nombre, otras con el pseudónimo blicos y el primer lugar del curso entre sus de El Tuerto, y otras en fin con el nombre de condiscípulos. Al estudio de la filosofia, si- Anastasio de Achoso. guióse el de los cánones en la entonces Real y Pontificia Universidad, en cuyo tiempo desempeñaba á la vez el destino de Maestro de niños, ó de aposentos en el citado estudio del Dr. Picazo; y esto era ya por los años de 1803, ó 1804. Sucedió entonces tambien, que el dicho Dr. Picazo fué nombrado Rector del colegio de San Juan de Letran, lo cual le obligó á cerrar su estudio público, y á despedir por consiguiente á Ochoa, quien se vió entonces obligado para subvenir á su subsistencia, como él mismo dice: "å servir con la pluma en el juzgado de capeIlanías del arzobispado, y en otros destinos semejantes, sin abandonar por eso el estudio y aplicacion á la literatura, como lo prueba el haber adquirido en ese tiempo sin auxilio de maestros, y solo en virtud de una constante aplicacion, la inteligencia de los idiomas frances, italiano, portugues y gran parte del ingles, sin olvidarme entre tanto del estudio de la mas pura latinidad y gramática de nuestro castellano."

Tiempo es de que hablemos ya de sus trabajos poéticos: habia leido y estudiado á Horacio, Persio, Juvenal y Marcial entre los latinos; conocia á fondo á todos los poetas castellanos, especialmente á Quevedo, Góngora, Baltazar de Alcazar, é Iglesias; habia leido detenidamente á los poetas italianos, franceses y parte de los ingleses, y habia adquirido ya bastante esperiencia en el mundo á fuerza de adversidades, y del estudio que en medio de ellas habia hecho de las costumbres de la sociedad; él mismo, en fin, se dijo, como Corregio: anche io son pittore; pulsó su lira, y en el Diario de México del dia 17 de mayo de 1806 apareció su primera letrilla satírica, la única quizá de este género que remitió á dicho periódico, que no insertó en la edicion que hizo de sus poesías y que comienza del modo siguiente:

¿Con una tinta que venden
Esquisita en el portal,
Dizque se curan su mal
Los que de cisnes se ofenden
Con presuncion estremada?

No sé nada. etc.

Y si no se encuentra en esta letrilla la gracia y la crítica finísima de las posteriores, no deja de ser por eso una buena prueba de lo que

Leyendo estaba yo cierta mañana
Y á casa entró cantando un caballero,
Prosiguió sin quitarse el gran sombrero,
E hízome con los piés la caravana.

¡Contradanza! gritó con voz insana:
Taran, taran diciendo, y muy ligero
La bailó, luego un vals, luego el bolero
Dando fin á sus brincos la jarana.

Veme el libro y esclama: ¡que empanada!
¡Perder el tiempo con Horacio Flaco!
Su Eneida, cher ami, no vale nada.

¡Que hermosa caja tengo de tabaco! Dijo, y salióse al son de otra tonada. Tal la visita fué del currutaco.

En el que se publicó en el Diario, dice el segundo verso del segundo cuarteto.

Y talareando la bailó ligero

mas en la época en que hizo la revision de sus poesías para corregirlas, época en que eran conocidas ya en México las reglas de la prosodia castellana, que antes, como ya en otra parte he dicho, se ignoraban totalmente, lo varió del modo que ahora se ve, para evitar sin duda el que resultara una sola sílaba del ea de ta

lareando.

Por los años de 1810 6 1811, fué admitido Ochoa en la Arcadia Mexicana; y desde entonces siguió escribiendo en el dicho Diario algunas anacreónticas y odas amorosas, y algunas traducciones tambien del latin de Horacio y de 0vidio, del frances de Bertiny de Boileau, y del italiano de Petrarca, bajo el nombre del Pastor Antimio. En este mismo año de 1811, se representó en el teatro Principal de México, una tragedia titulada Don Alfonso, puesta en verso por D. Anastasio María de Ocha, tragedia cuyo manuscrito original he leido últimamente, y que me parece que á tal cual interés dramático reune una versificacion y un estilo dulces elegantes.

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Por el año de 1813, acogió con calor la idea de recibir las órdenes sagradas, lo cual le obligó á entrar al Seminario conciliar de esta capital, en donde obtenida una beca de merced, se dedicó al estudio de la teologia moral, hasta que al fin se ordenó de presbítero en el mes de diciembre de 1816, siendo ya de 34 años de edad; y á principios de 1817 fué á encargarse, por fallecimiento de su padre, del curato de la Divina Pastora de Querétaro, en cuyo encargo permaneció mas de un mes. El 10 de agosto del mismo año, fué nombrado para desempeñar el cargo de cura interino del Pueblito de Querétaro, de donde al año y cuatro meses pasó á desempeñar el mismo cargo á la parroquia del Espíritu Santo de la misma ciudad, cuyo curato le fué dado al fin en propiedad en 1820. Permaneció en él hasta 1827, entregado completamente como lo habia estado en los demas, al puntual desempeño de las funciones de su ministerio, procurando la instruccion por todos los medios posibles, especialmente á los indios, aliviando sus necesidades y sus miserias, y procurándoles en fin, todos los consuelos, así espirituales como temporales que el espíritu de su mision y su propia caridad le inspiraban; y sin dejar por esto de entregarse en los ratos que le quedaban libres para descansar, á los alegres y festivos placeres de su ingénio, con lo cual iba insensiblemente aumentando su coleccion. En fin, en abril de 1827, abandonó á Querétaro, cuyo clima perjudicaba sobre manera su salud, y pasó á México, en donde renunció el curato del Espíritu Santo, alegando motivos justos de enfermedad, y en donde se dedicó desde entonces esclusivamente al cultivo de las bellas letras.

Algunos años despues de la independencia, apareció en México la Prosódia castellana de D. José Sicilia, cuyos ejemplares, que poco á poco fueron pasando de las librerías á las bibliotecas de los curiosos, causaron una revolucion tal en nuestra poesía, que los que entre nosotros habian pulsado la lira, avergonzados de haber incurrido por tanto tiempo en defectos tan leves, se apresuraron á beber aquellas lecciones, á corregir faltas tan de poca monta en sus composiciones pasadas, á precaverse de volver á incurrir en ellas en lo sucesivo, y á tributar elogios al que habia derramado una luz tan viva sobre un punto que tanto hace ganar á la versificacion en suavidad y dulzura, de cuyos elogios, aun nos queda una hermosa oda del Sr. D. Francisco Ortega. D. Anastasio Ochoa fué pues, si no el primero, uno de los primeros Томо 1.

que tuvieron en sus manos á Sicilia y que se penetraron de sus ideas, fué su sostenedor mas acalorado, y aun tengo noticias de cierta polémica literaria que sostuvo en defensa de las doctrinas prosódicas del mismo Sicilia; y con estas nuevas luces, á su vuelta de Querétaro, se dedicó á escoger entre sus composiciones, las mas dignas de ser publicadas, las revisó, las corrigió, de manera que hoy pueden citarse como modelo de buena locucion y de excelente versificacion; formó una coleccion de ellas, y mandó hacer su edicion en dos tomos á Nueva-York, edicion hecha en 1828, y que á poco apareció en México. Esta coleccion dividida en dos tomos con el título de Poesías de un Mexicano, que anda en manos de toda clase de personas, y que tanto ha contribuido á popularizar el nombre de su autor, contiene en el primero sus anacreónticas, sus odas amorosas y patrióticas, sus sonetos del mismo género, sus traducciones de Horacio, de Ovidio, de Bertin, de Petrarca, etc., todo sobre asuntos sérios, y aun algunas veces filosóficos y morales, en todos los que el mérito de Ochoa es medianísimo, y en los que si se tratara de darle fama, equivaldria á querer inmortalizar por su Polifemo á Góngora, bien que en este último punto, Ochoa es cien veces mas ilustre que el corruptor de la poesía castellana. En donde debe buscarse el mérito, el ingénio sin par hasta ahora entre nosotros de D. Anastasio de Ochoa, es, en su segundo tomo que consagró esclusivamente á sus poesías satíricas y jocosas, género esclusivamente suyo, en el que arrancaria la risa del mismo Timon, y al que no se dedicó esclusivamente por aquella tendencia inherente al hombre, de creer, que á medida que mas ramos se abrazan, mas se sobresale. Al abrir el libro, al ponerse á leer sus letrillas, sus epigramas, sus sonetos, todo se olvida para no pensar mas que en aquello que se propone satirizar; la risa viene por sí sola, y no se piensa ya en mas que en hacer las alusiones picarescas que naturalmente se ocurren, interrumpiendo á cada paso la lectura con estrepitosas carcajadas que son la mayor alabanza del que las promueve. Lo fácil de la versificacion, lo salado de las ideas, lo fino y burlesco de la critica, todo, todo nos saca de nosotros mismos y nos hace esclamar involuntariamente que tenemos un poeta popular, un poeta que describiendo nuestros usos y costumbres, y valiéndose de nuestras espresiones y adágios mas triviales, ha sabido agradar á todas las clases de la sociedad. A la vista tengo sus poesías, y es tal el mérito que encuentro en todas ellas, que

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á la casualidad dejo la eleccion de las que voy á citar en prueba de lo que he dicho. ¿En qué aventajan, por ejemplo, las celebradas letrillas de Góngora y de Quevedo, á las siguientes de nuestro poeta?

VI.

Cuando á la correa
Juegas con los linces,
Si la ensartas pierdes,
Y si no, perdiste.

Segun los que rabian
Porque somos libres,
Y que amarnos mucho
En público fingen,
Aunque allá á sus solas
El diente rechinen;
Muy mal va la patria
Afloje ó estire:

Si la ensartas pierdes,
Y si no, perdiste.

Si despachan pronto
Las cámaras, dicen:
,,Todo se atropella;
Esa ley no sirve."
Si espacio discuten:
,,Esto es insufrible!
Jamas de este asunto
Veremos los fines."
Si la ensartas pierdes,
Y si no, perdiste.

Si activo el gobierno
Averigua el crímen:
,,Adios libertades!
¿Quién seguro vive?"
Si no lo averigua:
,,Somos infelices,
Pues los criminales
Ya no se persiguen."
Si la ensartas pierdes,
Y si no, perdiste.

Si el juez cuando puede Acelera un lítis: ,,Las fórmulas huella; ¡Déspota terrible!" Y si lo retarda Por árduo y dificil, ,,;Cielos, que apatia! ¿Cómo ha de sufrirse?" Si la ensartas pierdes, Y si no, perdiste.

Si algo del gobierno
Llega á traslucirse:

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Si no se trasluce,
Se mofan, se rien:
,,Todos son misterios
Y velos horribles."
Si la ensartas pierdes,
Y si no, perdiste.

Si entre dos materias
La cámara elige:
,,¡Oh! de lo importante
Se olvida y prescinde."
,,Si la otra prefiere:
¡Es cosa bien triste
Que asuntos superfluos
Tan solo se agiten!"
Si la ensartas pierdes,
Y si no, perdiste.

Si las alcabalas
Corrientes se exigen:
,,¡Infeliz comercio!
Cayó pues lo oprimen."
Y si se moderan:
,,La patria que gime
Sin rentas, ni erario
Fuerza es que peligre."
Si la ensartas pierdes,
Y si no, perdiste.

Tales son las mañas
De Campa te dije,
Desacreditarnos

Y no desistirse;
De lo que proviene,
Segun sus melindres,
Que aunque mas la patria
Se esfueree y camine,
Si la ensartas pierdes,
Y si no, perdiste.
VIII.

Por si teneis miedo
Muchachas, de oirlo,
Yo no he de decirlo,
Dígalo Quevedo.

Si debo de Lice,
De Lice la bella,
Creer que es doncella
Porque ella lo dice,
Bien que lo desdice
Su inhonesto trage,
Su libre lenguage
Y continuo enredo,
Digalo Quevedo.

Si la niña alienta
Con sus atractivos
Blandos y lascivos
Al que amor la cuenta:

Si en esta tormenta
Se está creyendo ella,'
Que porque es doncella
Se ha de estar él quedo,
Dígalo Quevedo.

Si se hace Marica Bonita aunque es fea Sin pensar que emplea Espejo y botica;

Que si á esto se aplica
Suela resistir
Del terco al pedir,
Del dar al denuedo,
Dígalo Quevedo.

Cuando divertirse
Quiere algun maceta,
Si con la coqueta
Ha de introducirse,
O ha de dirigirse
A la honesta esquiva,
Que al necio reciba
Con semblante acedo,
Dígalo Quevedo, etc.

XII.

La mi Talía,
Toda alegría,
La voz levanta,
Y pica y canta,
Asaz burlona:
¡Mira qué mona!

El currutaco,

Que el aire y taco

De pierna y talle
Luce en la calle,
Muy del gran tono:
¡Mira qué mono!

La jovencita,
Que de bonita
Presume tanto,
Y un tierno canto
Lasciva entona:
¡Mira qué mona!

El falderillo
Que en el carrillo
Besa de su ama,
Y está en su cama
Cual en un trono:
¡Mira qué mono!

La currutaca
Que los piés saca
Y en el paseo
Dobla el meneo
De su persona:
¡Mira qué mona!

Aquel arillo
Que de zarcillo
Lleva en la oreja
Y jamas deja
Don Homobono:
¡Mira qué mono!

La trasparencia
Que lleva Méncia
La coquetilla
En la mantilla
De forlipona:
¡Mira qué mona!

El dulce hechizo
De tanto rizo,
Que don Marcelo
Lleva en el pelo
Con grande entono:
¡Mira qué mono!

La complacencia
De su presencia,
Con que en sí misma
Toda se abisma
Doña Simona:
¡Mira qué mona!

Aquel don guapo Todo hecho un zapo.

Que armando riñas

Ante las niñas

Jacta su encono: ¡Mira qué mono!

Y esta letrilla

Tan picarilla,

Tan disonante,
Que á cada instante

Se desentona,
¡Mira qué mona!

XIV.

Así mi musa suele
En ocasiones,
Jugar, por divertirse
Pares y nones.

A la doncella de trece
Que ya de novelas gusta,
Y el padre Parra la asusta,
Si la madre se lo ofrece;
Y que si el chulo aparece
Cortando allí la lectura
A cantarle se apresura
Apasionados cantares,
Digole pares.

Al jóven ocioso y tuno
Que mimado se educó,
Y luego á estudiar lo envió

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