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THE NIW

PUBLIC L.FEMEY

ASTOR, LENOX AND TILDEN FOUNDATIONS.

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ENCONTRAMOS á veces en la poesía lírica algunas composiciones sueltas de tan relevante mérito, que aun sin entrar en mas indagaciones, damos en medio de nuestra admiracion el título de poetas, digo mas, de grandes poetas, á aquellos que las escribieron. Otro tanto acontece en el género dramático, en el cual, un cuadro aislado que se entresaca de los demas que forman el conjunto, ó mas claro, una escena por sí sola puede contener primores de tal naturaleza, que por poco versado que uno esté en materias de buen gusto, no puede ménos de reparar que tal pintura precisamente ha sido concebida por un génio profundo, y trasladada al lienzo por una mano maestra.

Cuan importante sea escudriñar, analizar una por una las bellezas que encierran las inmortales obras de los grandes ingénios, despues de haber esperimentado el admirable efecto que en nuestra alma produce el todo de cada una de ellas, es una verdad tan manifiesta, que no perderemos el tiempo en inculcarla. Sí, nos será lícito decir, que semejante estudio sube al mas alto grado de interés cuando recae sobre un escritor, que como Shakspeare, ha dado tanto que meditar, tanto que escribir y aun que adivinar á los mas sabios críticos modernos, y cuyas inmensas concepciones, tan

varias é inagotables como la naturaleza misma que las inspiró, darán materia abundantísima de estudio, no ya al presente siglo por mas analitico que se le suponga, sino tambien á las generaciones venideras. Båstenos, en suma, recordar que Goethe, el poeta de la inteligencia, ha dicho hablando de Shakspeare,,,que una mente creadora no debia estudiar mas de una pieza suya cada año.”

Traducida directamente del original inglés, presentamos hoy à los lectores una escena de aquellas en que el hombre que mas ha creado, segun Alejandro Dumas, se muestra mas inimitable y mas profundo conocedor del corazon humano. Es la pintura que el Lord Byron mismo temió bosquejar en su Don Juan, por temor de una comparacion; baste finalmente, anunciar, que es la escena del Otelo, en que el trágico inglés nos hace ver lo que son

LOS CELOS.

Recámara.- Desdémona durmiendo en la cama, una luz Entra Otelo.

Otelo. Esta es la causa, esta, ¡oh alma mia! Mi labio no os lo dirá, castas estrellas; pero sí es la causa. Con todo, yo no derramaré su san

gre, ni haré una cicatriz en ese cuerpo mas
blanco que la misma nieve, y que tan terso es y
tan pulido, cual monumento de alabastro. (De-
pone la espada).-Pero ella debe morir, que si
no, engañará á otros hombres.-Por ahora ma-
temos esta luz, y luego.... luego apagaremos
otra llama, la llama de una vida.—Si yo estin-
go la luz de esta lámpara flameante, y me duc-
le de haberlo hecho, en mi mano está volverle
á dar su brillo primitivo; mas si la tuya apago,
¡oh dechado de hermosura, en que naturaleza
se excedió á sí misma! ignoro dónde encontra-
ré aquel fuego que sirvió á Prometeo, con que
yo pueda volverte la luz que te hubiere roba-
do. Si yo arranco esa rosa, no podré conse-
guir que viva y crezca; por fuerza ha de poner-
se mustia y marchitarse.-Sorberé, pues, su aro-
ma, mientras que permanece unida al tallo. (La
besa).-Oh! aliento embalsamado, bastante po-
deroso casi á persuadir á la justicia misma, que
rompa la espada-uno mas.... otro todavía.
Consérvate a sí despues de muerta, y entonces
si te arrebato la vida para volverte mi amor,
un beso mas te doy, es el postrero. Beso tan
dulce, jamas fué tan funesto.-Se me saltan las
lágrimas: ¡hay lágrimas tan crueles!-Este do-
lor que siento, hace lo que el cielo, aquello que
mas ama, aquello atierra.-Ya despierta.
Desdemona.-¿Quién está ahí-Otelo?
Otelo.-Ay, Desdemona.

Desd.-¿Deseais venir al lecho, señor?
Otelo.-¿Te has encomendado á Dios esta no-
che, Desdémona?
Desd.-¡Ah!-Señor!

Otelo. Si allá en tu mente encuentras algun crímen que el cielo no te haya perdonado, -¡impetra su misericordia, luego, al punto! Desd.-¡Ay de mí!--¿Qué me quereis decir, señor?

Otelo.--Hazlo, y se breve;--yo entretanto me estaré paseando.-No quiero, no, aniquilar tu espíritu desapercibido.

Desd.-¿De matar hablais, señor?
Otelo.-¡Ay de mi!-Si tal.

Desd.-Mi única culpa es haberos amado. Otelo.-¡Ay! que tienes de morir por ello! Desd.-Es inhumano, es cruel, dar á alguien la muerte, tan solo porque ama.-¡Ay de mí! ¿por qué os mordeis el lábio? ¿qué sangrienta pasion hace temblar vuestras carnes?Siniestros son á fé estos indicios, mas yo espero que a mí no me traen mal. Otelo.-Sosiégate, y escúchame. Desd.-Así lo haré, ¿qué quereis de mí? Otelo.-Aquel pañuelo de que hacia yo tanto aprecio, y que te di,--lo has presentado á Casio.

Desd.-Por vida mia que tal no hice, por mi salvacion lo juro. Haced llamar á ese hombre y preguntádselo. Otelo.-Guárdate del perjurio, guardate, alma cándida; haz cuenta que estás en tu atahud. Desd.-Mas no para morir aún, lo espero. ¡Ay mísera de mí!

Otelo.-Sí, para morir, y en breve.-Así pues, confiesa abiertamente tu pecado, porque negar con juramento un solo ápice, mal puede oscurecer, mal puede destruir la evidencia que tengo de la verdad, de esa verdad que me hace dar gemidos. Desd.-Entónces, ¡Dios mio, tened misericordia de mí!

Otelo.-Yo repito un amén.

Desd.-Vos mismo no os apiadais de mi?-Yo nunca os he ofendido, en mi vida, jamas amé yo á Casio; de ese culpable amor que el cielo reprueba, jamas le di yo muestras. Otelo.-¡Por Dios vivo!-Ese pañuelo mio, lo he visto yo en sus manos.-Ah! perjura muger! tú vuelves mi corazon en duro mármol, tú haces que lo que voy a ejecutar, me paręzca á mí mismo asesinato, cuando lo juzgué expiacion y sacrificio.-En ageno poder he visto ese pañuelo.

Desd.-El lo tomó entonces, pues yo no se lo di.-Venga, pues, y hable la verdad. Otelo.-Ya la ha confesado.

Desd.-¿Pues qué dice? señor!

Desd.-Pues no hay remedio.-Ten piedad de Otelo.-Lo que dice es: que tú le favoreces.

mí ¡oh Dios!

Otelo.—¡Amén!-De todo corazon lo digo.
Desd.-Si tales palabras pronunciais, yo espe-
ro que no me matareis.
Otelo.-¡Hum!

Desd.-Y sin embargo os temo, porque sois ter-
rible siempre que vuestros ojos centellean,
así, como ahora; mas ¿por qué he de temer?
yo en mí no hallo culpa alguna;-á pesar de
todo, me siento sobrecogida de terror.
Otelo.-Piensa ya en tus culpas.

Desd.-¿Cómo así? ilícitamente?
Otelo.-¡Ay Dios!

Desd.—No lo volverá á decir.

Otelo.-Claro es que no, pues ya su boca es muda. El buen Yago ha tomado al efecto sus medidas.

Desd.-Fundado es mi temor.-¿Y qué ha muer

to?

Otelo.-Si una vida en cada cabello hubiera tenido, otras tantas le habria arrancado mi venganza.

Desd.-Vendido fué-¡ay Dios! y yo perdida. Otelo.-¿Y te atreves á llorarle en mi presencia? aparta! infame!

braré delante de vosotras, castas estrellas; por no ofender vuestro pudor,

"La presuncion de su siglo y la manía de pú

Desd.-Desterradme de vos Señor, mas no me lirlo todo, indujo al célebre autor del Abufar,

deis muerte.

Otelo.-A tierra! prostituta!

Desd.-Matadme mañana; dejadme la vida es-
ta noche siquiera.

Otelo.-No.-Por mas que bagas-
Desd.-Tan solo una media hora.-
Otelo.-Demos fin á la duda.-
Desd.-Una oracion diré,-solo una.
Otelo. Ya es muy tarde.- (la sofoca).
Nuestro caro amigo D. Ignacio Rodriguez Gal-
van, que al melancólico númen con que à Dios
plugó dotarle, reunia un gusto finísimo y un cri-
terio nada comun en materias literarias, es
quien por mero pasatiempo estampó en una
carta escrita muy de prisa las atinadas observa-
ciones que siguen, sobre las bellezas que en-
cierra la anterior escena. Tenemos un placer
sumo en copiarlas aquí, aunque nos consta que
son solamente algunas de las infinitas que en
vista de la traduccion del original le ocurrie-
ron, y que habria él amplificado con la atin-
gencia que solia; pero que nosotros por respe-
to á su memoria, nos contentamos con repro-
ducir sencillamente.

L. M. de c.

"Laroche dice: "Se abre la escena en medio del monólogo de Otelo; el poeta no nos da mas que su última parte. Estas palabras, ¡hé aqui la causa! se refieren á alguna cosa dicha ántes. Es probable que Otelo se haya preguntado qué causa ha podido producir la inconstancia de su muger, y se detiene en la idea de que la causa es su color. ¡Hé aquí la causa! esclama entonces. Los comentadores se han fatigado en congeturas; creemos que nuestra esplicacion es la mas natural y sencilla." A lo que responde el comentador de nuevo cuño.-Otelo dice: "¡Hé aquí la causa, la causa oh alma mia! no la nombraré delante de vosotras, castas estrellas." Decir que un hombre es negro no ofende la castidad de nadie; ademas, me parece la idea demasiado frívola en este momento. Otelo no comienza por la mitad del monólogo, sino por donde debe comenzar; viene distraido, fija en la mente la idea de que va á quitar la vida á una muger que ama entrañablemente, lo cual se le hace muy duro; pero reflexiona que ella tiene la culpa habiendo cometido adulterio; y ¡esta es la causa, oh alma mia! y no tu ferocidad; la causa es, pues, el adulterio que no nom

Ducis, á destrozar el Otelo. Comenzó por sustituir nombres poéticos á los prosaicos de Shakspearé, à Cassio le llamó Loredano, á Brabancio, Odalberto, á Desdémona, Hedelmone (Edelmira); á Emilia, Hermancia,* á Rodrigo, Pésaro, y arrancó el personage de Yago, que es, como dice Vigny, arrancar del Génesis la serpiente. Le pareció demasiado plebeyo un pañuelo y lo convirtió en diadema; en fin, convirtió al áspero africano Otelo en Monsieur Otelo, caballerito francés muy elegante en el decir, y muy ajustado á las reglas del buen tono. En el drama de Ducis que es el que se representa entre nosotros, llega Otelo con firmes intenciones de no matar á Edelmira, y concluye diciendo, que bueno será que él muera. Despierta la jóven sobresaltada diciendo: "Cielos! ¿qué es lo que veo? ¿sois vos, Otelo? y este responde friamente: "Calmaos, yo soy." ¡Qué diferencia de esto al original! Sigue una helada altercacion sobre la diadema y una carta; en fin, celos á la parisiense, y por fin la mata, despues que la otra se ha disculpado bastante, contándole una larga historia. Han sido desechados como de mal tono é indignos del coturno trágico, la causa, los besos, el terrible amen, los lábios mordidos, el ¡Hum! etc. etc, etc. Porque, en efecto, figurémonos á un actor declamando en aquel consabido tono, y luego salir con ¡Hum!. La sencillísima espresion: "¿Hablais de matar?Deso hablo," está sustituida en la imitacion de Ducis, por: "Preparaos.—¿A qué?—Os lo dice este acero. (Ce fer doit vous instruire)" Aquí hay mas elegancia que en lo otro, no cabe duda. Quien desechó por rudo aquello, ¿cómo habia de llamar prostituta á Edelmira?”

"Así como los malos poetas tienen cierto aire de familia que nunca desmienten, los poetas gigantes lo tienen tambien. Calderon y Shakspeare, sin conocerse, coincidieron mas de una vez.-,,No quiero matarte sin que estés preparada; no quiero matar tu alma.”—(Shakspeare),,Salva tu alma, que tu vida es imposible." (Calderon.-El médico de su honra).

(*) De intento no se podian haber elegido nombres mas impropios que los sustituidos por Ducis, pues todos son enteramente góticos aplicados á personages venecia. nos, al paso que los otros son lo que deben ser, nombres

italianos.

L. M. de c.

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