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ros de la industria las maneras mas nobles y los mas agraciados cumplimientos para adhagar el amor propio de las personas que quieren chasquear. Por esto, acaso, ha dicho un célebre autor, que la urbanidad no es sino el arte de engañarse á sí mismo por el aparente sacrificio de la voluntad propia á la agena, de manera que no es raro el que los hombres mas urbanos sean los mas pérfidos. A cuyas razones puédese contestar con las reflexiones siguientes.

Es claro, por lo espuesto, que la urbanidad, ta la China, cada uno advierte en los caballeconsiderada en su objeto y medios, no difiere de la moral, sino en la gradacion. Quien dá, por ejemplo, un vaso de agua á un sediento, hace un acto de misericordia; y quien presta la llave de su palco al que desea asistir á una representacion teatral, ejecuta un acto de urbanidad. En uno y otro caso hay cesacion de Pun dolor, ó satisfaccion de una necesidad; y este dolor cesado es lo que constituye el mérito principal de la accion. En el primer caso hay un dolor mas fuerte que en el segundo; pero ya se sabe que el mas y el ménos no mudan la especie. Uno que me niega veinte pesetas que me debe, es acusado de injusticia, porque me priva de los placeres que podia procurarme con esa cantidad; pero si escribiese, sin un motivo poderoso, cinco gruesas cartas á un hombre pobre, obligándole á pagar cuatro pesetas por cada una, de manera que el daño que resintiera subiese á cinco pesos, todos lo tacharian de indiscrecion é inurbanidad, no por convencion, sino por el indicado daño, que es igual en uno y otro caso, o tal vez suele ser mayor en el segundo, pues que el desplacer de desembolsar, en circunstancias iguales, es mayor que el de no recibir.

Las virtudes vencen en grandeza, ó por mejor decir en peso, á la urbanidad; pero esta las vence en la frecuencia de sus actos. No es posible, ni á todos ni siempre, el ser generoso; pero siempre y á todos es posible ser urbanos. Muchas veces al dia se renueva la ocasion de ejercer modos nobles y atentos, de suerte que la frecuencia suple á la importancia. En suma, la urbanidad es la flor de la moral, la gracia que la embellece, el color que la hace amable y amena. Un escritor muy recomendable ha dicho, mas poética que filesóficamente, que las reglas de la urbanidad no son fijas como los preceptos dados por Dios sobre el Sinai, y que cada nacion y en cada tiempo se pueden adoptar las que parezcan mas convenientes. Si la moral es hija de esos preceptos, y si la afinidad, como se ha visto, es tan grande entre ella y la urbanidad, tan ciertos son para todo el género humano los principios esenciales de la una como los de la otra, y pueden servir los primeros como piedra de toque para calificar la bondad aquilatada de los segundos.

Es preciso confesar que la urbanidad no siempre se presenta abrazada con la moral, y el hombre mas cortés no es siempre el mas morigerado. El pueblo chino se dice que es el mas ceremonioso, y al mismo tiempo se cree el mas falso de los que pueblan la tierra; y sin ir has

1.o Una hermosa pintura puede subsistir sobre una pared delesnable y ruinosa; mas esta combinacion de cosas ¿disminuye el mérito general de la pintura? La moneda falsa que aparece en el mercado ¿destruye acaso la necesidad y utilidad de la legítima? Porque la víbora se esconde á veces entre las flores ¿dejaremos de dar á estas todo nuestro aprecio? Despojándonos de los modales corteses, y revistiéndonos con la apariencia ó realidad de la ordinariez y groseria ¿nos alejamos de la perfidia? ¿Se hace un vicio ménos nocivo á medida que se muestra con mayor descaro é impudencia?

2. Hay muchos de nuestros sentimientos que si se hacen manifiestos, ofenden á los circunstantes, ó nos hacemos objeto de su murmuracion: el arte que nos enseña á encubrirlos, ¿no será muy estimable? En efecto, muchos litigios que dividen las familias, tantos odios que abrigan en su pecho los ciudadanos, la mayor parte de los duelos que acaecen diariamente, no reconocen otro origen que un dicho ofensivo, un acto descortés, ó un simple mal modo. Pues sea que se corten estos actos con un ánimo sincero ó fingido, será siempre indudable que con huirlos nos libertamos de los indicados males. Poca aprobacion merece el uso de los Espartanos que acostumbraban á los jóvenes á llevar las manos guardadaş dentro de la túnica; mas cierto es que esta habitud refrenaba los puños, cuando la cólera inflamaba su ánimo.

3.o La mayor parte de los hombres no conciben una alta idea de sus semejantes sino por los modos esteriores.

Siempre por la apariencia uzga el mundo. Por tanto, jamas se presentará el verdadero mérito tal como es, si se reviste de una áspera corteza y se desnuda de toda flor de urbanidad. Una muger hermosa, pero sin garbo, grosera y villana, interesa mucho menos que una que no lo es tanto, pero sí afable y atenta. Por esto los poetas representan á Vénus, acompañada de las gracias, dándonos con ello á enten

der, que la misma belleza no puede pasar sin ellas; porque en efecto, se puede ser bello solo de una manera; pero agraciado de mil.

4. Tal es hoy de desdeñosa la índole de la opinion pública, que con mas frecuencia perdona un vicio que una indecencia; y por esto las maneras, el discurso, el aire, el continente, los gestos grotescos é inurbanos, ademas de acarrear el título de despreciables á los que los usan, son tal vez la única causa porque tales personas no son admitidas á una concurrencia de esparcimiento y agrado, ó no es aceptada su compañía para un viage, ó se les escluye de una tertulia, y quizá hasta de una asociacion mercantil ó industrial, de que pudiera sacarse grande provecho y utilidad. Por tal motivo, cualquiera que pide un favor suele hacer uso de maneras nobles y atentas, con que se quita á la mala voluntad del que es rogado el pretesto de falta de gallardía y miramiento: y en general, la virtud misma indispone los ánimos en su contra, cuando se viste de una apariencia agreste y salvage.

5.

Nuestra urbanidad sirve no pocas veces de estímulo á otros para ser mas honestos de lo que quisieran naturalmente aparecer. El mismo delito, por una especie de pudor, que le sirve de conciencia, no osa desmentir las virtudes que se le atribuyen: así, cuando digo á alguno, por ejemplo: me fio en vuestra honradez, suscito en su ánimo un sentimiento agradable, que en igualdad de circunstancias, disminuye en él la gana de hacerme traicion. El respeto esterior es una barrera que puede oponerse con buen resultado á una familiaridad perniciosa.

Su decoro es un freno,

Al hombre mas osado.

6. Finalmente, ninguno está exento de defectos; y bien, disimulando, cuando conviene, los agenos, logramos se disimulen los nuestros, y el arte de disimular oportunamente es un ramo de la urbanidad.

En suma, el deseo de hacer á otros contentos de sí mismos y de nosotros, cebando, sin faltar á lo justo, su amor propio, y, con mas razon, absteniéndonos de agriarlo indebidamente, nos procura su estimacion y afecto; es decir, que con un corto capital, logramos una fuerte ganancia.

Pero como es mas fácil hacer reverencias, que sacrificios; dar buena actitud à la cabeza y al cuerpo, que cultivar los afectos del ánimo; ser profusos en protestas vacias de sentido, que prontos á ejecutarlas; no es estraño que mu

chos hagan consistir la urbanidad comun en solo los actos esteriores; de suerte que crean que la máscara sea buen remedio para la fealdad porque la esconde algunos momentos. Leyes y reglamentos se dan en muchas partes para ordenar las mas pequeñas acciones, las fórmulas del discurso, la especie de reverencias y su número, las preguntas y respuestas, los movimientos é inclinaciones que deben hacerse á cada persona y en cada instante del dia; con lo cual se priva de un tiempo precioso, que seria mejor empleado en el ejercicio de las virtudes sociales, y evitar que, en vez de personas decorosas y atentas, se las vuelva cómicamente ceremoniosas y ridículas. En general, la escrupolosa atencion á fruslerías, pequeñeces y frivolidades, y á los demas actos indiferentes socialmente, comprimo el espíritu, ofusca el juicio, y hace olvidar al hombre sus deberes mas esenciales.

Bastará decir dos palabras sobre aquella parte de la urbanidad que se refiere al aseo y compostura de la persona, para recordar los vínculos que la ligan á la moral. Nadie ignora al presente que la limpieza sirve de escudo á la salud, y es capaz de librarnos de mil especies de males. Así, por ejemplo, no se picará tan prontamente la dentadura al que tiene el hábito de lavarsela cada mañana; se reprime el desarrollo de muchas enfermedades cutáneas con el uso de lienzos limpios en la cama y en nuestro interior: no se vicia el órgano de la respiracion con el aire infecto de la noche, cuando se tienen las habitaciones secas y limpias de toda suciedad; y en suma, todos los preceptos de la Higiene nos prolongan el bienestar y la vida. Pues bien, la limpieza, conservando nuestras fuerzas físicas, nos habilita para ejecutar los deberes sociales y ser útiles á los demas; mientras que el desaseo, destruyéndolos, vuelve incómoda y gravosa nuestra existencia á la sociedad. Anudando secretamente la idea de la limpieza á la de la salud, se prepara el alma al ejercicio de muchas virtudes; y por esto Cook se persuadia de que el hombre á quien desde temprano se inspiraba el gusto por el aseo, con el tiempo se hacia mas sobrio, mas reglado y mas activo para desempeñar las propias obligaciones. Y realmente, el solo hábito de la limpieza fisica nos indispone contra el gloton que ensucia el pavimento y las paredes con sus manjares indigestos, ó contra el ébrio que como un animal, yace revuelto en el fango. La sola sociedad de los burdeles y las asquerosas enfermedades que se contraen por quien los frecuenta, pueden bastar muchas veces pa

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ra huirlos con horror; y la atencion à desviar objetos que difunden malos olores, quita del medio muchas ocasiones de litigios, y mantiene la paz entre la vecindad. Dificil es formarse favorable idea de la salud y hábitos sociales de nuestros mayores, cuando se ve repetida en tantos estatutos la órden de tener cerradas las cloacas. La necesidad de recomendar este deber á los habitantes, prueba en ellos la ninguna atencion que ponian á las causas insalubres y su total indiferencia á las incomodidades de otros. Por esto se difundian tan rápidamente las enfermedades contagiosas en los siglos pasados, y los descuidos privados se hacian fatales á toda una nacion.

La filosofia, recomendando la salubridad en los hospitales, la cuarentena en los puertos, la desecacion de los pantanos, la necesidad de alejar los cadáveres de los templos, los arrozerales de las ciudades, las fábricas insalubres en los centros poblados, inventando máquinas y métodos para desinfeccionar el aire de los barcos, cárceles y hospicios, ha logrado libertar á los paises civilizados de la lepra, de la peste y de tantos contagios que tan frecuentes y grandes estragos causaban en tiempos pasados. Ella puede gloriarse de haber mejorado la salubridad pública, destruyendo tantas causas perniciosas y adelantado la moral, obligándose á mirar los males agenos como propios.

Para no dejar incompleto el argumento de este escrito, no se ha descuidado tocar aquella parte de los actos esteriores que mas generalmente incomodan y desagradan; procurando para no recargar demasiado la memoria con el fárrago de menudos preceptos, demostrar que la libertad de nuestros actos esternos debe cesar desde el punto en que comienzan á privarnos de la estimacion y afecto de otros. Pero esta es la mas pequeña parte de la presente obrilla, que se dirige principalmente á ennoblecer los afectos del ánimo.

Cuanto tiene de fácil reunir materiales para construir un edificio, otro tanto es dificil hacerlo completo, cómodo, seguro, placentero y elegante. Por igual motivo, mientras pululan cada dia tantas obras de moral con que se rellenan las librerías, son muy pocas las que no se nos caen de la mano á su primera ó segunda lectura. Acaso el fondo de su asunto no está esclarecido con ninguna idea de órden, de modo que en vano se fatiga la mente del lector para concebir sus partes: acaso las frecuentes repeticiones y la profusion de palabras hacen desagradable y mas evidente la escasez de los

principios: generalmente se nos indica á la naturaleza como absoluta legisladora, sin que se nos esplique claramente lo que sea, ó se interpretan caprichosamente sus oráculos. Los lazos que debe imponer la moral á los afectos, indisponen por sí mismos nuestros ánimos, y si una severidad importuna viene á derramar sus espinas, fallece todo deseo de virtud; fuera de que la moral no puede presentar máximas al lector que lo estimulen con la apariencia de la novedad.

Por tales consideraciones, se ha procurado amenizar el argumento con algunos trozos históricos, para que el placer de su lectura y la utilidad puesta en evidencia por los hechos, bagan agradables à la juventud las máximas que de ella resultan, y se liguen las unas á los otros en su memoria con los mas estrechos vínculos.

Ademas, presentando los usos de varias naciones relativamente á la urbanidad, se ha pensado dar, por decirlo así, mayor estension al juicio de los jóvenes, y quitarles de la mente la falsa y natural suposicion de que todo el resto del globo se asemeja al pais que habitan, y que ha hecho como un proverbio nuestro vulgar el dicho de que todo el mundo es Popayan, ó como en mejor version decia, en Virgilio, Titiro á Melibeo.

Aquella ciudad que Roma es nombrada,
La juzgué, yo necio, tal como la nuestra,
Donde los Pastores tenemos en guarda
La nacencia pingue de nuestras corderas

Así á cosas grandes algunos comparan Las que son pequeñas y de poca cuenta. En consecuencia de esta suposicion, los jóvenes dificilmente se pliegan ó ejercen con torpeza aquellas combinaciones sociales diversas de las que les han sido familiares en los primeros años de su vida. Al contrario, cuando conocen los varios usos, hábitos y costumbres de los pueblos, no se hallan tan espuestos á la ridícula presuncion de la ignorancia, á tantas sorpresas estúpidas, ni tan fácilmente se dejan imponer por las apariencias, ni se fatigan en adoptar los modales mas conformes á los gustos de las personas con quienes llevan un trato mas frecuente.

Parece, en efecto, que no se debe enseñar á los jóvones el esqueleto de esta ó la otra historia, sino el estracto de muchas historias, ó bien la union de muchos hechos análogos, de donde proceden sublimes y luminosos principios, y resplandecen sobre una larga série de fenómenos.

EL

Cox estrañeza habrán visto los suscritores mascu- que solo se mueve por el impulso que recibe de

linos del Liceo, que ni una sola línea nos han me-
recido hasta la fecha, por lo tocante á modas. Un
proceder tan indigno debe haber exitado su justo
enojo; mas nosotros que tratamos de cohones -
tar todos los intereses, vamos á satisfacer una
deuda tan sagrada. Hay mas; este artículo no
entra en cuenta, y al cabo del mes presentaremos
la estampa y descripcion correspondientes, sin
darnos por entendidos del regalo que ahora ha-
cemos á nuestros barbudos suscritores.
¡Hijos de la generacion floreciente del siglo
XIX! Lechuguinos inocentes que pasais los
dias de vuestra mision sobre la tierra, arreglán-
doos el nudo de la corbata! ¡Venid y contem-
plad el místico figurin que va á la cabeza de es-
te artículo! ¡Miradle con atencion; su forma os
revela una de las invenciones mas profundas
del arte sartórico, y al mismo tiempo es vuestro
símbolo el mas perfecto!

Miradle con atencion,
Petimetres perfumados,
Y admirad entusiasmados
Esa sublime invencion.
Miradle bien la cabeza,
Y notaréis con asombro
Que de la frente hasta el hombro
Todo es borrical flaqueza.

¡Qué mala salió esa última redondilla! Lo de borrical flaqueza, se conoce que vino á hacer solamente una visita (y muy fuera de lugar) al primer verso que concluye con cabeza. Ya se ve, con razon decia el buen Arriaza:

Y si el terceto ha de acabar en bronce
Consonante ha ser Alonso Ponce.

Pero dejemos eso y vamos al asunto principal. ¿Veis ese apuesto doncel, que abotonado hasta la nuca, y con el baston metido en la faltriquera á guisa de palo mayor de buque, se pavonea y marcha impertérrito mirando á todos lados y mendigando aplausos? Pues bien; ese... ese es lo que llaman vulgarmente un elegante. ¿Sabeis lo que quiere decir un elegante? Un individuo anfibio en lo móral, una máquina

los sastres y peluqueros, un autómata, un...... ¡Dios ponga tiento en mis lábios! Disimulad mi cólera, lectores mios; el trage que representa esa viñela, me ha causado un derrame de bilis. Ese trage se llama SAC. Ese trage es el mas desairado, el mas feo, el mas prosáico y el mas caro de cuantos se pueden imaginar. Decidme, ¿qué figura mas triste puede darse que la de un hombre envainado en un Sac? En vano se busca en él un talle, un rasgo de la bumana naturaleza; todo lo envuelve el Sac, con su fatídico capuz.

Ganas me dan de decirle á un pelimetre cuando lo encuentro con esa desgraciada vestidura: Ah, Dandy, Dandy, quod te Sac cepit?

Aqui llegaba mi filípica contra los Sacs cuanmi mozo me avisó que el diestro sacerdote de la moda, Mr. Cussac, me esperaba en la antesala. Salí á verle, y se entabló entre nosotros el diálogo siguiente.

"Mr. Cussac, ¿qué buenos vientos traen á V. por acá?"

"Vengo á entregarle á V. el Sac que me mandó hacer."

"Heu pietas, heu prisca fides! dije para mi coleto. "Invectivas contra los Sacs, ¿adónde ha

beis volado?"

Cussac en el desempeño de la obra que le ha

Admiré, como era debido, la maestría de Mr.

bia encargado, y se despidió.

En la tarde de ese mismo dia tenia yo que salir á la calle. Hacia frio y el Sac, colgado enfrente de mí, producia en mi mente una sensacion semejante á la que Baltasar debió haber sentido al ver la mano misteriosa que le anunciaba su próximo fin. Vacilé por algun tiempo; mas al fin me decidí, lo tomé, me establecí en él lo mejor que pude, y marché impávido en medio de los comentarios de cuantos fijaban en mi los ojos.

habia dicho el otro: Entonces me convencí de la exactitud con que

"Video meliora proboque: deteriora sequor." VV. disimulen el mucho latin.-ASMODEO.

ARQUEOLOGIA MEXICANA.

Por el favor de uno de nuestros colaboradores hemos tenido el placer de leer la preciosa obra que acaba de publicar, el año pasado de 43, Mr. John Stephens, con el título de,,Incidents of travel in Yucatan" 2 tomos 4.o, con ciento veinte grabados.

Este célebre escritor, autor de otras dos obras,,,Relacion de un viage à Egipto, Arabia Petrea y la Tierra Santa” y,,Relacion de un viage á Centro-América, Chiapas y Yucatan" (aunque de este último departamento no habla con la estension que lo hace en la obra que tenemos á la vista), este escritor, digo, es el viagero que ha hecho observaciones mas interesantes sobre las antigüedades que tanto abundan en Yucatán.

ciones sobre las bellezas y defectos de su arqui

tectura, y sobre el uso á que se sabe, ó se supone, se consagraban estos soberbios edificios; ha encontrado en ellos varios idolos y figuras humanas colosales, algunas que pueden presentarse como modelos de escultura; ha descubierto, en algunas escavaciones que ha practicado, vasos esculpidos en sus superficies interior y esterior con esquisito primor; ha admirado las inmensas cavernas artificiales para la custodia de víveres, los depósitos de aguas, y otras obras destinadas para el mejor régimen económico de los antiguos habitadores de aquellos lugares (1).

Por no hacer largo este artículo, pues estamos convencidos de que no es muy general el gusto por las antigüedades, y por lo que decimos en la nota anterior, nos contentarémos con referir sucintamente la descripcion de dos de los principales edificios de que Mr. Stephens habla en su Viage.

Mr. Stephens pertenece al catálogo de los viageros juiciosos y sensatos, que se hacen estimar de cuantos leen sus viages. Muy al contrario del petulante Waldeck, á quien refuta en varios lugares de su obra. Mr. Stephens muestra en toda ella que posee en sumo grado la El primero, cuyo grabado acompaña este armodestia, esa preciosa virtud, uno de los ca- ticulo, ha recibido, posteriormente á la época racteres propios únicamente del verdadero sa- de la conquista, el nombre de Casa de las Monbio: en toda la obra no se encuentra una sola jas. Hemos preferido este grabado á todos los espresion que redunde en alabanza de nuestro demas de la obra de Mr. Stephens, por ser en ilustre viagero. La gloria, ese fanal de las al- el que está mejor marcado el hermosísimo realmas grandes, el adelantamiento de la arqueo-zado de las piedras que forman las paredes de logía, ciencia que se conoce que ha sido siempre la pasion favorita de nuestro autor, la confirmacion de las opiniones de los escritores de nuestra historia antigaa: he aquí el objeto que parece haberse propuesto Mr. Stephens al escribir su,,Relacion de un viage ú Yucatan." Amenizada con descripciones pintorescas, desnuda de términos técnicos, y acompañada de observaciones científicas muy curiosas, la obra se lee con sumo agrado; y buscando en su lectura solamente un rato de disipacion, se adquiere insensiblemente una regular instruccion sobre la arqueología de nuestro pais, y se admiran las grandes obras de nuestros antiguos progenitores, tan dignamente elogiados por sus historiadores.

la fachada, cuyo realzado se halla frecuentemente en aquellos edificios antiguos. El de que hablamos se encuentra en un lugar llamado Chichen, cerca de Valladolid.

La fachada que presenta la lámina está formada de piedra muy dura, toda labrada en su superficie con el hermosísimo realzado que presenta el dibujo. Sus dimensiones son: 25 piés de altura y 35 de anchor. Sobre la puerta se hallan seis adornos, que en el grabado no se vé exactamente su figura, por estar de frente, pero que tienen la de una trompa de elefante;

(1) Sabemos que la obra á que se refiere este artícu lo, se está traduciendo del inglés al español en Yuca. tan, y que se trata de imprimir y espender por suscri cion. Por nuestra parte ofrecemos á los empresarios de

Mr. Stephens ha visitado en Yucatan ruinas de palacios en nada inferiores á los justamen- tan laudable proyecto, reunirles un regular número de te celebrados del Palenque; ha hecho observa-scritores.-RR.

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