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Entretanto los israelitas ordenaban sus escuadrones à muy corta distancia de los muros de Gabaa, esperando que los benjamitas saliesen á combatir con ellos. Jonás no se hizo esperar mucho tiempo, y salió á buscarlos á la campiña; pero no ya con la impetuosidad con que habia salido en el anterior combate para sorprender á los israelitas que estaban desapercibidos; sino con toda la precaucion necesaria para combatir con unos soldados que no se dejarian tan fácilmente arrollar despues de haber recibido una leccion tan fuerte en la anterior campaña.

Jonas condujo á sus benjamitas con el mayor órden hasta una colina, desde cuyo punto comenzó á molestar al enemigo, descargando sobre él una densa nube de dardos y de flechas. Los de Israel avanzaron sobre la colina y atacaron con el mayor impetu á los que la defendian, pero fueron rechazados vigorosamente con pérdida considerable de gente; no por esto desmayaron, antes bien, volvieron de nuevo à la carga, corriendo la misma suerte que la primera vez. A pesar de la pérdida que ya habian sufrido, quisieron hacer el último esfuerzo, y se precipitaron sobre los benjamitas con tanta furia, que estos apenas pudieron contenerlos; pero en este crítico momento, Jonás ordenó á la caballería que saliese de las emboscadas en donde estaba oculta, la cual flanqueó á los enemigos en todas direcciones; y no pudiendo ya entonces sostenerse los hijos de Israel, se desordenaron completamente y apelaron por último recurso á la fuga. Los benjamitas los persiguieron largo trecho y volvieron para recoger los despojos del enemigo.

Jonás volvió á Gabȧa al frente de su ejército victorioso, y al entrar, gozó del bermoso espectáculo de ver á todo un pueblo entregarse entusiasmado al regocijo, por el nuevo triunfo que acababa de obtener. No quiso admitir la parte del botin que le correspondia como gefe, contentándose únicamente con los laureles que habia recogido en el campo de batalla, y lisongeándose de poderlos ofrecer algun dia á los piés de la hermosa que habia cautivado su co

razon.

Jonás, que conocia la tenacidad de sus enemigos, estaba seguro de que tan luego como se repusieran un tanto de su derrota, no dejarian de volver á emprender la campaña. Por lo tanto pensó en prevenirse, y al efecto mandó que todas las tropas se ejercitasen de continuo en el manejo de sus armas, y que estuviesen prontas á marchar como si tuviesen al enemigo á las puertas de la ciudad. Pero los benjaTOMO I.

mitas que se habian enriquecido con los despojos de los hijos de Israel, ya no querian esponerse á los peligros de una nueva campaña, y comenzaron á insubordinarse: Jonás era firme por carácter, y quiso obligarlos á volver al órden; y de aquí tomaron pretesto los envidiosos de sus glorias para acusarlo de querer mandar al pueblo como soberano absoluto, queriéndolo oprimir con el peso de su poder. Aquel pueblo, siempre celoso de su libertad, sin atender á los consejos de la razon y de la justicia, depuso á Jonás, y confirió el mando del ejército á Zabulon, jóven inesperto, orgulloso y tenaz.

IV.

Presto llegó á Silo la noticia de la nueva derrota de los hijos de Israel, la consternacion fué general, y no habia familia que no llorase la pérdida de algun pariente ó de algun amigo. Los ancianos se rasgaban las vestiduras, se vestian de cilicios, y se cubrian de ceniza la cabeza, dando muestras del mas profundo dolor. Otros salian de sus casas llorando y mesándose los cabellos; porque el Señor los habia abandonado y los entregaba en poder de sus enemigos. ¡Cómo es posible, gritaban, que una sola tribu triunfe de la fuerzas reunidas de Israel! ¡Dios de Abraham y de Moisés, esclamaban, tú que libraste á tu pueblo escogido del yugo de los egipcios, que lo condujiste por el desierto y lo alimentaste milagrosamente ¿por qué ahora apartas tu vista de nosotros, y nos entregas en manos de aquellos que se han separado de tí poniendo en olvido tus santas leyes?

La tristeza y el desconsuelo eran generales en Silo, y mas se aumentó cuando vieron entrar los restos del ejército, tintos de sangre, cubiertos de polvo y estenuados de fatiga. El anciano que volvia á ver å su hijo, creia que la tumba se lo devolvia: la esposa abrazaba al esposo, y como asombrada y temiendo que no fuese un sueño, lo tocaba por todas partes, le pasaba la mano por el rostro y esclamaba: ¡sí, él es, él es! ¡vive todavía! y lo estrechaba de nuevo entre sus brazos.

Zara entretanto vivia retirada en su aldea de Jesser, orando dia y noche por la conservacion de la vida de Jonás; de vez en cuando llegaban á sus oidos los triunfos de Benjamin sobre Israel; pero estos triunfos, léjos de consolarla, la afligian mas, porque consideraba los raudales de sangre que se estaban derramando entre sus hermanos.

Algunos dias despues de la catástrofe que habian sufrido las armas de Israel, y cuando es21

CORO.

De tu estrellado solio
Jehová, mira á tus hijos,
De sus males prolij ́s,
Ten, ¡ch Señor! piedad.

Da á tu Israel querido
Valor y fortaleza,

Y bumilla la altiveza
De su enemigo audaz.

los pudieron recobrarse un poco de su espan- Los niños y las virgenes, elevando al cielo su to, la calma fué renaciendo poco a poco en los tiernas é inocentes manos, cantaban en con corazones. Los ancianos y los gefes de la na- al Dios de sus mayores las siguientes estrofa cion pensaron en reunirse y deliberar sobre el partido que se debia tomar en semejantes circunstancias. Con tal motivo, Ruben, tuvo que ir á Silo para asistir al consejo, y llevó consigo á su interesante hija. Reunidos que estuvieron los ancianos se abrió la discusion, la cual fue muy acalorada, pues unos querian que se prosiguiese la guerra, y otros estaban por la paz y porque se restituyesen todos á sus hogares, dejando á la tribu de Benjamin como segregada de la nacion hebrea; pero Booz, que era un anciano á quien todo el pueblo miraba con veneracion y respeto, levantándose de su asiento, dijo:-¿Qué es lo que escucho, hijos de Israel? ¿será posible que antes de que tomeis una resolucion, no penseis primero en consultar al Señor, sobre lo que se debe hacer en circunstancias tan angustiadas? ¿Pensais que podeis obrar arbitrariamente sin licencia del Dios de nuestros padres? Consultémosle, roguémosle que nos dé á conocer su santa voluntad, y obremos segun sus deseos: tal vez será ya tiempo de que nos entregue á nuestros enemigos; pero si es su voluntad que nos volvamos en paz á nuestros hogares, lo haremos, pero será con su consentimiento.

Toda la asamblea fué del parecer de Booz, é inmediatamente pusieron en obra el consejo de este anciano. El gran sacerdote entró en la tienda en que estaba el Arca de la Alianza, y penetrando hasta el Sancta Sanctorum, lugar á donde no era permitido entrar sino al sumo pontifice, este se postró delante del tabernáculo, y despues de una ferviente oracion, espuso el deseo que tenia el pueblo de saber cual era su voluntad res cto de la guerra con Benjamin: el Señor le re ndió.-,.Que salgan mañana á combatir con jamir., que yo lo entregaré en sus manos." La respuesta fué comunicada inmediatamente á los caudillos de Israel, y estos se prepararon inmediatamente á la guerra, con aquella confianza que les inspiraba la proteccion de Jehová. Todo el ejército mezclado con el pueblo se postró delante de la Arca santa, é hicieron oracion porque el Señor los protegiese y los hiciese triunfar de sus enemigos.

Ya no son aquellos soldados orgullosos que en la primera campaña confiaban tanto en sus propias fuerzas, son los guerreros de Israel que ponen toda su confianza en el Señor, en aquel Gran Ser que dá y quita los imperios, y concede ó niega la victoria segun su voluntad.

De tu estrellado solio etc.

Del benjamita fiero
Que de amargura y pena
El corazon nos llena
Libra á tu pueblo ya.

De tu estrellado sólio etc.

De tu esforzado brazo
Sienta el furor potente,
Y humillese su frente
Que empaña la maldad.

De tu estrellado solio etc.

Y de Jacob al pueblo
Que en tan infausto dia
Sus súplicas te envia,
Perdona, Jehová.

De tu estrellado sólio etc.

Zara descollaba enmedio de las vírgenes que cantaban al Señor, como descuella la erguida palma en medio de un bosque de limoneros: apenas podia sostenerse en pié, y estaba pálida y meláncolica, temia un nuevo desastre, temia no volver á ver á su Jonás, y que este sucumbiese bajo el poder formidable de Israel.

Marcharon inmediatamente los israelitas, y dos horas despues de puesto el sol, llegaron á las inmediaciones de Gabaa é hicieron alto, emboscándose durante la noche parte de las tropas, mientras el resto del ejército aguardaba impaciente la venida del nuevo dia.

Apenas los primeros rayos del sol doraban las cumbres del Líbano, cuando un trozo de israelitas avanzó sobre la ciudad en actitud hostil. Zabulon, que como hemos dicho, era el gefe que habia reemplazado á Jonás, luego que

los apercibió formó sus escuadrones y se precipitó al encuentro de sus enemigos: estos cuando vieron que se aproximaban los de Benjamin echaron á huir; Zabulon creeyendo que el temor se habia apoderado de Israel, cargó con mas confianza sobre ellos y los fué persiguiendo un |_ trecho; cuando los israelitas observaron que los habian alejado bastante de la ciudad volvieron caras y dieron principio á un terrible y sangriento combate; al mismo tiempo salieron las tropas que estaban emboscadas y atacaron á los de Benjamin por la retaguardia; la rabia se apoderó de sus corazones al verse cercados por todas partes, y resolviéndose á vender caras sus vidas, se renovó el combate con mas furor que antes. Los habitantes de Gabáa que lo habian estado presenciando desde lo alto de las murallas, vieron cercado á Zabulon, y suplicaron á Jonás que olvidase todo resentimiento, y que saliese con la poca gente armada que habia quedado en la ciudad á socorrer á sus compatriotas. Jonás, que amaba á su patria tanto como á Zara, no dudó un momento en salir al auxilio de sus conciudadanos y marchó apresuradamente al campo con la poca gente que pudo seguirle. Antes que llegara al lugar del combate, los benjamitas habian logrado romper la línea que los cercaba y se retiraban desbandados y perseguidos por los israelitas: Zabulon habia sucumbido bajo los golpes enemigos. Jonás contuvo á los hijos de Israel y aun los hizo retroceder un buen trecho; pero volviendo de nuevo á la carga auxiliados por nuevas tropas que habian estado de reserva, trabose de nuevo la batalla. Por ambas partes peleaban con un furor frenético, la carnicería era atroz, los combatientes no anhelaban mas que matar, cuidándose muy poco de defenderse. Jonás hizo prodigios de valor, animaba á sus compañeros con la voz y con el ejemplo: ¡pero cómo contrarrestar un ejército protegido por el brazo de Dios! En lo mas recio del combate observó que los benjamitas que poco antes habia encontrado perseguidos por Israel y que se habian dirigido á la ciudad, retrocedian espantados hacia donde él estaba, gritando: ¡Gabáa ha sido tomada, ningun recurso nos queda ya. Parte de los israelistas que se habian apoderado de la ciudad salieron á reforzar á los que todavía combatian con Jonás, y muy pronto se vió este cercado por muros inaccesibles de lanzas que le cortaban por donde quiera la retirada. La sangre corria á torrentes y los soldados no pisaban sino sobre montes de cadáveres y de moribundos: casi todo el ejército de Benjamin yacía tendido en el campo

de batalla; Jonás tinto en sangre, cubierto de polvo y roto en mil pedazos su casco y armadura, se introducia por en medio de los escuadrones enemigos en donde sembraba el terror y la muerte; pero á pesar de sus proezas, conoció con dolor que era imposible ya sostenerse, y reuniendo como pudo los pocos compañeros que le quedaban, que eran en número de seiscientos, hizo un formidable empuje por una parte, y abriéndose paso por en medio de las picas enemigas, tomó con sus compañeros el camino del desierto.

Los de Israel no quisieron emprender su persecucion, y volvieron toda su rabia contra la ciudad de Gabȧa que incendiaron, y á cuyos habitantes pasaron á cuchillo, sin respetar edad ni sexo.

V.

¿Por qué, Israel, en vez de levantar la frente orgulloso y cantar tu triunfo, dejas caer lánguidamente la cabeza hasta tocar el pecho con la barba, y sollozas, y lloras y no encuentras consuelo? ¿Dónde está tu brio en los combates, tu furor en el incendio y los estragos de Gabáa? ¡Cuán tarde te has arrepentido de tu crueldad para con tus hermanos!

Habian pasado cuatro meses desde que fué destruida Benjamin, cuando el pueblo de Israel postrado delante de la casa de Dios, en Silo, levantaba la voz hasta el cielo, diciendo, ¿cómo es posible, Dios de Jacob, que permitas que perezca una de nuestras tribus? Verdad es que seiscientos varones se han escapado del filo de nuestros aceros, los cuales se hallan refugiados en la Peña de Remmon; pero hemos hecho un juramento, por el cual nos comprometimos á no dar á nuestras hijas por mugeres á los benjamitas, y sin embargo es preciso conservar á toda costa 1 Tribu; ¿mas cómo podrá ser esto? A1 efecte onvocaron de nuevo á los ancianos para de decidiesen sobre lo que se debia hacer con los refugiados en Remmon, los cuales resolvieron la destruccion de la ciudad de Jabes-Galaad por no haber querido contribuir para la guerra de Benjamin, y pasar á cuchillo á todos sus moradores, dejando con vida únicamente à todas las doncellas para dárselas á los benjamitas que habian quedado, y de esta manera poder conservar la tribu.

Mientras se ejecutaban las órdenes del consejo, respecto de la destruccion de Jabes-Galaad, Jonás, favorecido por las sombras de la noche habia bajado de la Peña de Remmon internándose en el pais de Israel hasta llegar & Silo, que

era en donde vivia la jóven Zara; y presentándose á ella en el momento en que esta se hallaba sentada á la puerta de su casa, triste y me lancólica pensando en Jonás, sin saber todavía qué suerte habia corrido en la destruccion de su tribu, oyó aquella una voz débil que la llamaba; pero que reconociendo al momento ser la de su amante, quiso levantarse; mas las fuerzas le faltaron: Jonás hincó una rodilla en tierra le cogió una mano y la estrechó contra su corazon.-Zara, le dijo, hermosa Zara, no temas, yo soy, tu Jonás, á quien haz jurado una fé eterna, Jonás, á quien la desgracia persigue; pero que te ama aun con mas ardor que nunca; dime que todavía me amas, dimelo, hermosa Zara, que oiga yo de tus lábios aquellas encantadoras palabras que en dias mas felices me repetiste tantas veces.-¿Que si te amo? respondió Zara, con trémula voz: ¿y has podido dudarlo? toca mi corazon, él palpita, ¿y por quién? ¿por quién? sino por tí á quien amo, á quien siempre he amado con todo mi corazon, ¿por quién, dime, he sufrido tantos pesares durante esta guerra fratricida? ¿por quién? por tí, por Jonás, por aquel jóven que supo conquistar mi corazon, y que ha sido mi primero y será mi último amor. -Basta, mi bien; basta, ya no temo la miseria de que me hallo agobiado; la hambre, la sed, las fatigas, todo lo desprecio, pues me queda tu amor, tu amor que es el solo bien que me queda sobre la tierra.-Pero dime, repuso Zara, ¿estás oculto en alguna parte? ¿corres algun peligro? dimelo, no me ocultes la verdad, tu Zara te lo suplica.-No temas nada, querida mia, estoy refugiado con otros compañeros que pudieron salvarse, en la Peña de Remmon: los ancianos de Israel han dispuesto la destruccion de Jabes-Galaad, y que sus doncellas sean distribuidas entre mis hermanos; pero yo no seré de otra mas que de tí, yo no sé como podré conseguirlo; pero lo conseguiré, el corazon me dice que lo conseguiré.-Parto á reunirme con mis hermanos antes de que amanezca, ten confianza en el Señor, que él no nos abandonará: adios, Zara mia, muy pronto volveré á unirme contigo para no separarme jamas. La estrechó entre sus brazos, le besó la frente y partió con la celeridad del relámpago.

ver å restablecer su tribu. Bajaron en efecto, en número de seiscientos que eran los refugiados; pero como las doncellas no eran mas que cuatrocientas, doscientos benjamitas quedaron sin mugeres: para cubrir esta falta los ancianos les aconsejaron que se escondieran en las viñas que estaban en las inmediaciones de la llanura de Bethel, en donde las doncellas de Silo acostumbraban formar danzas para celebrar el dia de la solemnidad del Señor, que estaba muy próximo: y que saliesen repentinamente y cada cual cogiese una doncella y que esta fuese su muger, marchándose inmediatamente al pais de Benjamin. Así lo hicieron, y viniendo à querellarse los padres y los hermanos de las doncellas robadas, los ancianos los aplacaron, diciéndoles:-Tened lástima de ellos, pues no las han tomado como los vencedores, cautivas, sino para esposas: vosotros teneis la culpa, no quisísteis concederlas cuando os las pedian con ruegos y con lágrimas en los ojos.

En cuanto á Jonás no quiso seguir el consejo que los ancianos les habian dado, sino que se presentó al padre de Zara y le dijo:-Respetable Rubén, yo amo á tu hija desde ántes que estallase nuestra fatal guerra: cuando Zara entregó su corazon, aun no habíais hecho ese fatal juramento, y por consiguiente ese juramento en cuanto à vos es malo: sin embargo, yo he podido llevarme å vuestra hija por la fuerza cuando danzaba con sus compañeras en Bethel; pero no be querido afligir al padre de la que amo mas que mi existencia: tu esclavo soy; pero concédeme á tu hija, yo te serviré lo mismo que nuestro padre Jacob sirvió á Labán por obtener á la hermosa Raquel; estará siempre sumiso á tus mandatos Jonás, aquel que hizo temblar tantas veces à las huestes de Israel.-Generoso jóven, respondió Rubén, tú pudiste arrebatarme á mi hija, á mi único tesoro, y no lo hiciste: el dolor hubiera desgarrado mi corazon y hubiera bajado al sepulcro cubierto de vergüenza, y tú no lo has querido: esta es una deuda que te debo y que es mi deber pagar; pues bien yo quiero pagarte: tuya es Zara, no serás mi esclavo, serás mi hijo, vivireis ambos conmigo el poco tiempo que me queda de vida, y cerrareis mis ojos cuando el Señor me llame á descansar con mis antepasados. Zara, da la mano de esposa á Jonás, hazlo feliz practicando las lecciones de virtud que te enseñó tu madre Nohemí y que ahora yace en paz en el sepulcro.

Pocos dias habian transcurrido despues de la entrevista de los dos amantes, cuando se vieron entrar en Silo cuatrocientas doncellas que habian sido tomadas en Jabes-Galaad. Se dispuso inmediatamente el mandar una comision á los benjamitas, concediéndoles la paz, y que bajasen á Remmon á tomar las doncellas que les estaban destinadas para que pudiesen vol- un paso.

A. RODRIGUEZ.

De la envidia á la crítica no hay mas que

GALERÍA DE LOS VIREYES DE MÉXICO.

INTRODUCCION.

primera vista parecerá inútil recomendar el estudio de la historia patria, pues apénas puede concebirse objeto mas interesante á cualquiera amante de las letras, que conocer los diversos acontecimientos que se han succedido en el pais donde vió la primera luz; con todo, no podemos lisongearnos por desgracia de que esta verdad sea tan manifiesta cual quisiéramos, pues por unos cuantos que se dedican á tan útiles como curiosas investigaciones, el comun de las gentes ignora totalmente lo que mas le importara conocer. Así vemos jóvenes de claros talentos y de suficiente instruccion, que pudiendo muy bien ser los dignos cronistas de su patria, consumen su tiempo y sus tareas en el estudio de la historia de otras naciones, que aunque provechoso y necesario, no debiera absorver esclusiva sino secundariamente su atencion.

Afortunadamente este mal comienza á ser menor, y se nota con el mayor placer el ahinco de muchas personas, de todas clases y condiciones, por saber cuanto hace relacion á su patria México, á la parte mas hermosa del nuevo continente.

Nuestra historia, por otra parte, así la antigua como la moderna, no es conocida en Europa con alguna exactitud, sino de unos cuantos literatos distinguidos; y todos los otros, no saben mas de lo que refieren algunos viajeros ignorantes y algunos historiadores embusteros, que se han complacido siempre en envilecernos, pintandonos con los coloridos caprichosos que les ha sugerido su desvariada fantasía. Confesaremos tambien en obsequio de la verdad, que aun en Europa, si no tienen muchos conocimiento de nuestra historia, han aprendido por lo menos á desconfiar de las mismas relaciones á que antes daban ciega creencia.

Motivos tan poderosos nos han determinado á dar un lugar preferente en nuestro periódico á cuanto concierna á la historia de México, tanto antigua como moderna, y á no perdonar trabajos de ningun género que se encaminen á

popularizar la aficion á estudio tan importante. Mas queriendo ser lo mas útiles que nos fuese dable, y juzgando que lo conseguiriamos emprendiendo un trabajo, que aunque penoso, diese á conocer un periodo mas largo de nuestra historia; despues de pensar con madurez, de recoger los documentos mas preciosos que nos ha proporcionado nuestra diligencia y la de nuestros apreciables colaboradores y amigos; y finalmente, despues de haber consultado con personas respetables por su saber, nos resolvimos á escribir una GALERIA DE LOS VIREYES DE MEXICO por órden cronológico, lo que será indudablemente mas provechoso que la historia aislada de cualquiera de ellos. Mas nos parece indispensable dar una breve noticia del método que nos hemos propuesto seguir, para que así sepan nuestros lectores lo que deben esperar y no se engañen aguardando mas o menos de lo que les tengamos ofrecido. Es necesario recordar el carácter de nuestro periódico, que lo mismo que cualquiera de su clase, tiene por objeto difundir la instruccion entre algunas personas, y servir de pasatiempo á todas; es pues indispensable procurar que no resulte tan árido, que solo despierte la curiosidad de los iniciados en las ciencias, ni tan frívolo que pueda servir solo para personas que ni saben nada ni apetecen salir de su ignorancia. Esta reflexion indica suficientemente el camino que deberemos seguir. No escribiremos cuantos hechos sepamos, sino los mas notables por cualquiera razon, evitando de este modo una cansada prolijidad; y un artículo de este género podrá ser muy útil, siempre que el escritor tenga tino en la eleccion de lo que calla y de lo que refiere.

Como nuestro objeto único es la historia de México, no pondremos una biografia de cada virey, sino una relacion de su gobierno, que mostrará el estado de nuestro pais, en aquel tiempo, las intenciones que tenia respecto de él la metrópoli de Castilla, los adelantamientos, que aunque lentos, iban haciéndose en las

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