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envidiada de todos, y este no cesará de bendecir al ser benéfico que con la existencia le dió una salud sin quebranto. El padre, solicito de la felicidad de sus pequeñuelos, fortalecerá sus delicados órganos con el trabajo, desarrollando á la vez su físico y su inteligencia, habituándolos desde temprano á prácticas saludables, inclinándolos á aquellas ocupaciones que podrán soportar en lo de adelante. Sí, esta es una obligacion sagrada de los padres, porque, ¿qué desgracia mayor para un hombre que encontrarse cuando ya no es posible retroceder, obligado à dedicarse à una especie de trabajo superior á sus fuerzas, y que indudablemente lo arrastrará á la tumba ó lo condenarà à la mendicidad? Este hombre infeliz volverá la cara por no ver á la vida y será del número de los que sonrien à la muerte. ¿Y habrá alguno que despues de mirar esta pintura, no se dedique à esta ciencia bienhechora y descuide de la salud de los seres que dependen de él? ¡Qué desconsolador es tener que responder á una pregunta de esta clase con un amargo sí! Porque existen hombres que olvidando la especie á que pertenecen, se imaginan criados para atormentar à los demas, que cegados por las pasiones no se acuerdan sino de satisfacer sus deseos, aun cuando sea con menoscabo de sus semejantes, finalmente que disipan la felicidad de sus descendientes, de que son depositarios, por gustar de momentáneos placeres. Mas afortunadamente un número no corto oirá con interes nuestros avisos, y dedicándose à la higiene recibirá desde luego el premio debido à sus desvelos, y llenará el objeto de los que esto escribimos.

La higiene, por tanto, deberia enseñarse al mismo tiempo que la moral, porque despues de formar la parte intelectual, nada llama la atencion mas que el desarollo del cuerpo, que está tan intimamente unido con el espíritu, que no puede este dar un paso si aquel está débil y es tenuado. El hombre no puede cultivar su entendimiento si su cuerpo no está sano; un dolor, una molestia física de cualquiera especie es enemiga del pensamiento; la imaginacion, la memoria, todo se entorpece con los padecimientos corporales. He aquí otra poderosa razon que impele á estudiar los medios de conservar nuestra salud.

Si acaso hemos insistido demasiado en demostrar la importancia de la higiene, es porque deseamos ser útiles à nuestro pais, en donde, pasando de un estremo á otro, se cultiva hoy casi esclusivamente la inteligencia con menos cabo del cuerpo y de ella misma. Se cuida de TOMO I.

enumerar las ciencias que deban aprenderse, las horas que se hayan de ocupar en el estudio, y no investigar los ejercicios mas convenientes para el desarrollo del cuerpo, ni menos se señala el tiempo que deberia uno emplear en ellos. Todos los pueblos sábios han estado de acuerdo en el interes que presenta esta ciencia, y salen por garantes de esta verdad los usos y costumbres de ellos y las leyes que protegian ciertas prácticas saludables. Mas hoy los gobiernos, mirando su bien particular, y olvidándose del general, no cuidan de robustecer las generaciones, y parece que se complacen en verlas abatidas física y moralmente.

Finalmente las religiones y en especial la cristiana, que no ha olvidado nada de lo que podia hacer feliz al hombre, tienen muchos preceptos cuyo objeto no es otro sino la salud de sus sectarios.

Alguno creerá acaso que los elogios que hacemos á esta ciencia son exagerados: se equivoca, y diariamente tenemos pruebas indudables de sus ventajas. ¿Quién es el que no ha visto á una persona destruida por una enfermedad ó por desórdenes de todos géneros, volver por su medio á adquirir la salud que creia perdida para siempre? ¿Quién el que no ha sentido en sí mismo los resultados de un desórden, en sus costumbres ó en sus hábitos? no necesitamos otra prueba: sin embargo, un hecho entre muchos llama la atencion, y no podemos ménos de referirlo, para concluir, por el interes que presenta.

Luis Cornaro veneciano, de una familia distinguida y poseedor de bienes de fortuna considerables, nació en 1467; de una constitucion débil, y entregado desde su juventnd enteramente á la disipacion y al ardor de las pasiones, su salud se destruía de dia en dia, y se vió atacado de largas, frecuentes y dolorosas enfermedades: en vano le aconsejaban los médicos la templanza, como el único medio de salud, hasta la edad de cuarenta años, en que encontrándose en un estado deplorable y amenazado de una muerte próxima, resolvió someterse à una excesiva sobriedad. Redujo su nutricion, à la cantidad de doce onzas de alimentos sólidos y catorce de vino por dia, eligiendo entre aquellos los que su estómago digeria mejor. Cornaro mismo se admiró de la rapidez con que se restableció su salud, hasta entonces lánguida, en el espacio de algunos meses, en los que quedó libre de todas las enfermedades que lo habian atormentado. En lo de adelante, libre de padecimientos, completamente feliz y dedicado á las bellas artes y otras ocupaciones agra

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dables, vivió cincuenta y nueve años despues de su feliz resolucion, habiendo escrito al fin de su vida varios tratados sobre las ventajas de la vida sóbria: murió el 26 de abril de 1566, de noventa y nueve años de edad. ¿Quién se atreveria á negar la benéfica influencia que tuvo sobre Cornaro la observancia de las reglas de la higiene?-RR.

ISIDORO LOWENSTERN

Y SUS MEMORIAS SOBRE MÉXICO.

Es liiagt der Sclave....
Miente el Esclavo....
Coxemauns.

¿No
ò os parece, carísimo lector, que es un
absurdo imperdonable el confundir, aunque so-
lo sea en el nombre, al humilde pintor de fri-
sos y fachadas, con el ingenioso artista, que
estudiando continuamente la naturaleza, la re-
trata en un pulido lienzo, cuya contemplacion
nos arrebata luego, y engendra en nuestras al-
mas varias y delicadas sensaciones? Esto no
obstante, el comun de las gentes suele dar á
entrambos individuos el nombre de Pintores,
con notorio agravio de la sana razon.

Pues igual injusticia se comete, en mi humilde concepto, apellidando indistintamente viageros á todos los que viajan, pues si bien se mira, viageros hay como Winckelmann, Forster, Heinse y Humboldt que en su linea pertenecen, por decirlo así, á la verdadera clase de pintores, puesto que han demostrado con sus obras, que supieron estudiar con fruto la naturaleza y la especie humana, al paso que existen otros, y no son pocos, que á semejanza de los pintores de brocha, tan solo saben pintar de blanco lo que era negro y mas frecuentemente lo contrario. Nuevo linage de correvediles son estos, que hacen profesion de traer y llevar nuevas, unas veces demasiado añejas y otras falsas.

México á fan espantadizo frison? ¿Viajaba por ventura en caballos encantados como Fausto y Mefistófiles ó tan espiritual era que no se le podia ver ni palpar? A mí me consta, era hombre que media mucho mas de ocho cuartas y ya usted vé, señor lector, que por su tamaño, ya que no por sus tamaños, pudo haber llamado algo la atencion.

Para esplicar por qué no sucedió esto, tengo de denunciar aquí al malévolo que desprestigiaba á mi héroe, y que ni á sol ni á sombra le dejaba, para que algun dia, aunque remoto, llegue á persuadirse de los flacos servicios que le ha hecho en su dilatada peregrinacion.

Pues señor, no fué otro el culpable del menosprecio con que se miró aquí al célebre viandante, que su misero sombrero. Las recias nevadas y continuas llúvias del Norte de Europa, donde es fama que ladran los perros al sol la tal cual vez que asoma, juntamente con el intenso calor y los aguaceros tropicales, le dejaron tan mal trecho, que solo se habria recuperado de la fiebre amarilla, que ya trajo al pisar nuestro suelo, si á dicha le hu-biese dado el vómito prieto en Veracruz. Si al sombrero susodicho, que ya necesitaba para ejercer sus funciones naturales, de que una mano amiga auxiliase sus movimientos por detras, añadís alguna otra menudencia que yo sé y que por elegancia es bien callar, os formaréis tal cual idea de lo que debia interesar el peregrino aleman á todos cuantos con la debida atencion le mirasen, y vendréis en conocimiento de las cartas de recomendacion que á este pais trajo,

¿Mas quién creeyera que este colosal anticuario, en lugar de ver y dejarse ver en plazas y mercados, tuviese la inaudita ocurrencia de encerrarse en un cuarto de la posada sita en la calle de Vergara, durante los pocos meses que en México estuvo, á acepillar su sombrero y ensuciar pliegos de papel? Y adviértase que este recoleto, metido todo el dia en su celda, no puede haber formado sino juicios temerarios de los mexicanos, puesto que ni fué jamas admitido en la buena sociedad de estos, ni sabia una palabra de español; por manera que no habiéndonos conocido sino de vista, por decirlo así, afecta haber tenido con nosotros grande intimidad. De viageros como el susodicho, que aunque visitan paises estrangeros, solo se asocian en ellos con sus compatriotas, se mofa el ingenioso Colton con sobrada razon, pues como observa, no consiMas ¿cómo sucede que casi nadie conoció en guen los tales, despues de mil fatigas, sino camTM

Pero volviendo al símil; á mí al ménos me parecerá siempre una profanacion el confundir á madama Stael, ó á Lady Montagne con madama Calderon, y sobre todo á Humboldt con Isidoro Lowenstern.

Si es cierto que una obra es el mejor retrato de su autor, yo tengo para mí que este ha de ser igualmente parecido à aquella; lo cual digo, porque si solamente en estracto he leido las consabidas Memorias, en cambio conocí personalmente à su autor.

biar de clima y meridiano. Hay mas: el carnívoro ludesco, de quien voy hablando, no ha escrito el mismo la obra que bajo su nombre ha visto la luz, pues hablaba tan imperfectamente el idioma francés, que á pesar de la osadía que le caracteriza, no creo se haya atrevido à escribir en esta lengua un párrafo siquiera destinado al público. ¿Qué crédito, pues, merece una obra en que se juzga magistralmente á toda una nacion y á sus mas distinguidos ciudadanos, con una severidad de que apenas hay ejemplo, y cuyo autor ignoraba de todo punto la lengua del pais que ha querido malignamente infamar, que tan solo ha permanecido en él unos cuantos meses, y esto sin haber tenido en todo ese espacio de tiempo comunicacion alguna con los nacionales? Las ,,Memorias de un viagero" han sido redactadas en pais estraño por algun individuo que probablemente sabia ménos todavía de lo tocante á la nacion que describió en su gabinete allá en Paris, que el celebérrimo austriaco que le dió el tema y que encerrado constantemente en su aposento de la calle de Vergara, solo podia saber por induccion si hay ó no ratones y pulgas en las posadas de la capital de esta República.

Tanto como el infame pintor Waldeck, que tambien blasona de observador y de político, ha mentido en sus fantásticas descripciones arqueológicas, (y es mucho decir) tanto así ha abusado de la verdad el austriaco en sus apasionadas relaciones.

A propósito de Waldeck, es decir, de ese miserable metesillas que por un par de pesos, ¡hermosos geroglíficos! consentia en estar horas enteras sin moverse, cuando se daba en nuestro teatro el Don Juan, ópera en que hacia el dificil papel de estàtua: quiero contar aquí un rasgo suyo por estremo característico, y que segun creo es ignorado. Refiriendo cierto dia á un amigo suyo como habia acompañado á Egipto á Bonaparte, y llegando á la descripcion de la batalla de las pirámides, en que pretende haberse hallado, dijo:,,así que dió el general varias disposiciones para el ataque, se acercó á mí y poniéndome suavemente la mano en el hombro dijome: ,,Waldeck! je compte sur vous!!!" Pues este mismo individuo, que solo es capaz de engañar á los que no le conocen, cuando se escape de su boca ó su pincel un rasgo de verdad, es miembro de algunas sociedades científicas de Europa, merced à una obra en que ha estampado sus pesadillas arqueológicas.

Pero volviendo á mi tudesco, es obligacion mia imponer á los lectores de lo que acerca de él decian y pensaban los poquísimos estrangeros que le conocieron. Aseguraban algunos fisonomistas que es de estraccion hebrea (tal vez el judío errante); otros, no sé con qué fundamento, querian que fuese bastardo de un baron Aleman, y yo juzgando por los hechos y siguiendo el proverbio aleman que dice,,los pensamientos son libres de derechos." (Gedanken sind zollfrey), me inclino á creer que los unos y los otros pueden tener razon.

Haciendo á un lado la genealogía de tan Santo Varon y pasando al tono serio, pregunto: ¿podrá ser imparcial al tratar de una República del nuevo mundo, un miserable esclavo, nacido en un pais tan despótico como la misma Rusia, que es cuanto se puede exagerar? Esto no lo digo yo, sino viageros de diversas naciones que han recorrido últimamente los dominios de Austria, y que ademas describen de tal modo la miseria, el atraso, en suma, la infeliz situacion de la Hungría, la Bohemia y otras provincias del imperio austriaco, que mal que pese al retrogrado viagero, y por deplorable que fuese nuestra suerte, no la cambiariamos á fé por la de aquellos pueblos desgraciados, á quienes parece haber negado el cielo aun el bálsamo consolador de la esperanza. El republicano mas indigno siente que su corazon rebosa en hiel, cuando vé que un siervo abyecto, que tales compañeros tiene en su abominable esclavitud, se goza en zaherir á los hijos de un pais libre, que aun en medio de la lucha fratricida y de las turbulencias á que los arrastra el destino comun é inevitable de todos los pueblos de la tierra, pueden levantar la frente y decir con orgullo. "Aunque desgraciados, somos libres, y nuestros hijos serán á un tiempo libres y felices" Posible es que el misionero monarquista ignore lo que en su misma patria acontece, pues es digno de saberse, que en Austria está prohibido que se hable ó escriba sobre el estado del pais ni en bien ni en mal, y que se niega la entrada á toda obra que de ello trata, ora sea escrita por nacionales ó extrangeros.

Los esclavos se regocijan de ver caer á sus semejantes en las redes de la servidumbre; depravada propension es esta de que hasta cierto punto participan los cuadrúpedos, pues todos saben que los hombres que en Asia se ocupan en la caza de elefantes, se sirven de los ya domesticados para atrapar á los demas. Este hecho explica hasta cierto punto la tendencia que es fácil descubrir en la obra, leyendo el extracto analítico que de ella se ha hecho, y no es o

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tra en mi concepto que inculcar la necesidad de una intervencion extrangera en la gobernacion de la República es decir, la intervencion del lobo en un rebaño de ovejas. (*) Ademas no se necesita cavilar mucho para llegar á conocer que una buena parte de la animosidad del austriaco contra los mexicanos es enteramente artificial y estudiada, porque en efecto, el ménos avisado sabe que no hay medio mas fácil y seguro de congraciarse con los soberanos y las cortes de Europa, (señaladamente con la de Austria que es por excelencia servil y aristocrática) que tirar al degüello á las Repúblicas. Claro está, pues, que Lowenstern espera, y obtendrá probablemente de su gobierno, alguna muestra de agradecimiento por el rabioso empeño que manifiesta en que la Europa nos haga una visita.

Al hablar Lowenstern, ya que no sea el que sobre su tema compuso tan disonantes variaciones, de los vicios que en esta ciudad tuvo la perspicacia de descubrir al través de las paredes de su aposento, debió tener presente que la espantosa relajacion de costumbres de la capital de su pais, ha escandalizado á la Europa toda, hace ya muchos años. El que lo dude no tiene mas que leer la descripcion que de Viena hizo Lady Momtagne. La palabra honra, segun esa ilustre viagera, tiene entre las damas de Viena una significacion enteramente contraria á la que se la da en Inglaterra y aun en el resto de Europa, con la agravante circunstancia de que los inauditos ejemplos de corrupcion que ella menciona, fueron tomados de la clase mas ele vada de aquella sociedad; ¿cual no sería pues la de las inferiores? La desmoralizacion de las clases superiores, segun se explica un juicioso autor ingles, es comparable, á aquellos terribles aguaceros que aunque se engendran en las regiones altas de la atmósfera, hacen todo su estrago en las bajas, y frecuentemente las inundan.

Para que se vea aun mas claramente la preocupacion con que el austriaco habla de todo cuanto dice relacion á los mexicanos y á su pais, voy á traducir algunos trozos que estan en perfecta contradiccion con lo que él dice, y son tomados de una obra de bastante mérito, escrita en aleman por C. C. Becher, cuyo título es:,,Mexico in den Ereigniszvollen Jahren 1832 und 1833, ó sea México en los memorables años de 1832 y 1833. Esta obra que, como se vé, fué

(*) El juicio crítico de la obra de Lowenstern escrito por el Sr. Tornel ha circulado tanto y su publicacion es tan reciente que me ha parecido excusado el insertar aquí de nuevo los párrafos de dicha obra á que hago alusion.

escrita algunos años hace, es enteramente desconocida entre nosotros, acaso por el idioma en que está.

Comenzaré mis estractos, que protesto abre→ viar cuanto sea dable, dando la descripcion que Becher hace de la ciudad de Veracruz, pues conjeturo que por aquí empieza á desahogar su espacioso buche Lowenstern.

Hablando Becher de dicha ciudad, cuyo solo aspecto dió desde luego en cara á Lowenstern, dice:,,Pareceme esta ciudad muchísimo mas hermosa de lo que me habia yo figurado, y de un aspecto mas agradable tambien, por su alegre cielo y su claro sol. Las calles son anchas y tiradas á cordel, muchas de ellas espaciosas; las casas hermosas por dentro y fuera, cómodas y construidas con arreglo á lo que el clima exige" etc. etc. etc. Léase la descripcion de Lowenstern, y se notará un contraste inesplicable ciertamente.

Describe en una de sus cartas Becher, las mejoras que ya en 1832 se advertian en cuanto al modo de viajar en nuestro pais, y ponderando las ventajas que deriva Puebla de tener comunicaciones mas seguras y violentas con la capital de la República, pregunta: ¿á quién sino á los extrangeros debe el pais estas ventajas? y sin embargo se les odia en Puebla (1832). Con todo, tambien entre nosotros se han visto cosas semejantes.”

En una escursion que el propio autor hizo á la Ferrería llamada el Sitio, tuvo ocasion de visitar una hacienda de azúcar, con cuyo motivo hace presente que este pais ofrece una prueba de que tales haciendas pueden ser perfectamente cultivadas por trabajadores libres, y luego dice:,,Sean pues cuales fueren los defectos de la constitucion de México, en una cosa es superior å la decantada norte-américana, conviene å saber: en que acata los derechos del hombre y no tolera ningun género de esclavitud. Grande placer recibió mi alma, (continúa), al ver como se presentaban centenares de hombres libres à recibir la compensacion de su trabajo, pues era justamente dia de raya en la hacienda de que hablo."

Al referir el asesinato que cometió un criado en su amo, que era extrangero, se espresa Becher en estos términos:,,Lo que probablemente indujo al criado á perpetrar el crimen, fué el temor que le sobrevino de ser luego descubierto, pues absolutamente tuvo parte la po lítica ni el fanatismo, sino únicamente el deseo de robar." El desgraciado amo entró en su casa á la sazon precisamente en que se estaba cometiendo el robo.,,Por horroroso que este

caso parezca, no puede negarse que tambien entre nosotros han ocurrido sucesos semejantes, y ademas, la general indignacion que ha excitado, demuestra que aquí (Veracruz) son raros.”

En otra de sus cartas habla Becher así:,,Mañana parto de esta famosa ciudad del Nuevo Mundo, á la cual llegué hace año y un mes....... Muchas cosas nuevas y curiosas he tenido oportunidad de observar aquí, he renovado algunas amistades, contraido otras nuevas, he sido recibido en todas partes con tal cortesanía, y se me ha tratado con tal bondad, que jamas se borrará de mi alma el grato recuerdo que en ella está grabado. Ni del pais, ni de sus habitantes, tengo pues que quejarme, y sí únicamente de los acontecimientos, los cuales penden de la suerte."

Refiere el mismo escritor, en una de sus primeras cartas, que á su venida de Veracruz á esta capital, encontró en el camino á un regimiento de infanteria, que se dirigia al citado puerto, y cuyo equipo y apariencia, segun él dice, no eran de lo mas brillante, pero añade Juego:,,No quiero juzgar precipitadamente, ni tampoco deducir falta de valor de la parcial carencia de calzado, etc. etc."

No es por cierto Becher de los que neciamente intentan desfigurar á los héroes de nuestra gloriosa independencia, y disminuir su acrisolado mérito. Hablando de ellos se espresa de este modo: "En la historia de este grandioso acontecimiento (la emancipacion absoluta de México) no faltan ejemplos del mayor desprendimiento y la mas sublime generosidad, ni tampoco rasgos comparables con los mas bellos que la historia ha conservado, y que darán algun dia á México una gloria que las pasiones, no amortiguadas aun le quieren disputar. ¿Qué hay de mas sublime, que denote mayor grandeza de alma y un desinteres mas patriótico que el proceder de un Bravo y la vida de un Victoria?" En seguida pasa el autor á describir menudamente la heróica accion del general Bravo con los prisioneros españoles, y las inauditas penalidades y sacrificios del general Victoria, durante la obstinada lucha de la independencia, y concluye así la carta. "Otro sublime rasgo he de contaros, que con tanta ménos razon debo omitir, cuanto que concierne y honra al bello sexo. La Señora Rayon tenia tres hijos, que en calidad de generales servian entre los insurgentes y que pelearon con grande valor contra los dominadores. La madre y uno de ellos cayeron en manos de los españoles, quienes la propusieron escribiese á sus otros dos hijos, (que á la sazon defendian

tenazmente un punto fortificado) para que lo entregasen, pues así y solo asi salvaria la vida del hijo que con ella habia caido prisionero. A semejante proposicion contestó la digna matrona con la grandeza de alma de una espartana. "Que no queria comprar la vida de uno de sus hijos con la infamia de los otros dos;" y vió en seguida fusilar al desventurado hijo con indecible dolor, mas con firmeza heróica." Terminaré este cansado artículo advirtiendo no se crea, por los sucintos estractos que acaban de leerse, que las cartas sobre México por C. C. Becher, son un panegirico de los mexicanos.-Nada menos que eso; contienen críticas justas asi como otras fundadas en gravísimos errores; pero se echa de ver muy fácilmente, leyendo la obra entera, que ni en estos ni en a quellas ha tenido parte el odio á esta nacion ni à sus instituciones democráticas, que ha guiado la maligna pluma de algunos menguados escritores.-MALA-ESPINA Y BIEN-PICA.

ENTOMOLOGÍA.

LAS HORMIGAS.

İL instinto, voz vaga, fútil, que nada significa, y que ha sido ridiculizada por muchos filósofos, he aquí la causa que se nos quiere dar de los fenómenos que nos presentan los animales irracionales en varias funciones de su vida. Si preguntamos ¿por qué la primera vez que en su vida un gato ve á un raton ha de cazarlo? se nos contesta que por el instinto; si nos admira ver que cuando un gavilan pasa gritando sobre algun gallinero, las gallinas tiemblan y corren á esconder sus hijos, como si supieran que les amenaza un inminente peligro, se nos esplica esto, diciendo que el instinto les enseña que aquel pájaro apetece la carne de sus polluelos; y si nos sorprende ver que un asno que ha vivido algunos años bajo la férula de su amo, y lo deja de ver algunos dias, lo decubrirá entre mas de cien personas, aun cuando se disfrace, y lo acariciará, se nos dice que este animal obra únicamente por instinto. La dificultad aumenta cuando oimos definir al instinto, diciendo que es el sentimiento y sagacidad natural de los animales; pues si se pregunta cual es la causa de esta sagacidad, se nos contesta que el instinto. Para mí es muy probable la opinion de los que admiten en los irracionales un alma, no idéntica, pero algo semejante à la nuestra; y así ya se puede com

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