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THE NEW YORK PUBLIC LIBRARY.

ACTOR, LENOX AND TILDEN FOUNDATIONS.

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PEDRO ESCOBEDO.

Cox pompa no usada y completamente espon- cipulos del Sr. Escobedo, pronunció uno de

tánea, en medio de una concurrencia inmensa y escogida, y de los gemidos de un dolor universal, ha sido sepultado el dia 15 del corriente en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, A cadáver de un ciudadano virtuoso y filantrópico, cirujano hábil y protector decidido de la juventud estudiosa, el Sr. D. Pedro Escobedo. Este espectáculo tan triste y doloroso por sí, ha servido, sin embargo, para mostrar que el espi. ritu público, aunque muerto al parecer, está solo adormecido, que nuestra sociedad no ha caido en el abismo de degradacion moral en que á primera vista parece sumergida, y que todavía sa-be hacer justicia al verdadero mérito de sus hijos, honrar su ciencia y amar su virtud. No hay, pues, que desesperar de una nacion en que aun queda admiracion por el saber y la moralidad. Amantes de las glorias de nuestra patria, sinceros admiradores de los ciudadanos que la honran, los redactores del Liceo participamos del duelo universal que ha causado la sentida y temprana muerte del Sr. Escobedo, y vemos en ella unac alamidad nacional. Para dar un alivio á nuestro dolor, y contribuir por nuestra parte á los homenages públicos de amor y respeto que ha recibido su memoria, quisimos al principio presentar en unos rasgos biográficos el bello cuadro de esa vida, empleada toda en hacer el bien, en aliviar al enfermo, en socorrer al necesitado, en estimular con sus ejemplos y consejos á la juventud médica, en protegerla y encender en ella la misma llama de ciencia y virtud que ardia sin cesar en su alma universalmente benévola. Pero supimos despues que el Sr. Otero se propone escribir la biografia del Sr. Escobedo, y no hemos querido manchar con nuestros borrones el bello cuadro que tan bien sabrá pintar el maestro pincel de nuestro primer orador parlamentario. Nos limitamos, pues, á insertar á continuacion el sentido y vigoroso discurso que en una academia privada de medicina, (1) formada en su mayor parte de dis

(1) Esta sociedad, bajo el nombre modesto de filoiátrica, amante de la medicina, lleva tres años de existir

Том. 1.

ellos, D. Joaquin Navarro é Ibarra, honor de nuestra juventud, y una de sus mas bellas esperanzas, y la contestacion del presidente de dicha reunion, D. Francisco Ortega, hijo. Creemos que nuestros suscritores leerán con placer y ternura estas dos piezas con que han favorecido nuestras columnas sus autores, y que les será grato, como á nosotros, ver que la juventud no olvida los favores que recibe, y sabe recompensar la proteccion que se le dispensa, con un agradecimiento ardiente y sin límites. Acompaña á estos discursos un retrato, copia de una hermosa litografia del Sr. Mata, quien animado por una sincera amistad, ha sabido reproducir con una fidelidad bien rara, aun en un retratista tan distinguido como él, los rasgos de un hombre presente por sus cualidades á la memoria de todos los que tuvieron el honor de conocerlo, y en cuyo corazon se abrigaba todo lo noble y generoso que puede elevar á los individuos de la especie humana. México febrero 19 de 1844.-RR.

en la obscuridad, con notable provecho de los individuos que la componen, y para lo futuro podrá llegar á ser muy útil al público. Se cursan en ella las mate. rias mas importantes de los estudios médicos, y se ha dado un lugar muy preferente á los prácticos: se presentan tambien periódicamente memorias y tésis de que van ya formados cerca de once tomos manuscritos. Estos trabajos son en su mayor parte recopilacion de lo mejor que se encuentra en los autores mas dis. tinguidos sobre cada materia, de manera que hay poco original; pero no por eso es ménos útil encontrar sobre cada punto reunido un cuerpo de doctrina selecta, y que se hallaba ántes esparcida. Sabemos ademas que entre lo poco original que existe, hay algunas memorias de gran mérito, y entre ellas se nos ha hecho particular mencion de una sobre el mal conocido vulgar. mente con el nombre de San Lázaro, fruto de algunos años de trabajos y observaciones constantes, formada por el facultativo D. Ladislao Pascua, discípulo querido del Sr. Escobedo, y enlazado con una persona de su familia. Sabemos igualmente que los sócios de esa academia se proponen elegir y dar á la luz pública con el tiempo, sus mas importantes trabajos: nosotros los exci. tamos á realizar cuanto antes un proyecto tan útil, y que cederá en honor de nuestra querida patria.—RR.

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PRONUNCIADA

PORD. JOAQUIN NAVARRO E IBARRA.

EL DIA 17 DE FEBRERO DE 1844, EN LA SOCIEDAD FILOIÁTRICA.

Ex el horizont

horizonte de las ciencias como en el del cielo, nacen y mueren sin cesar astros brillantes y benéficos; y es dulce y consolador en los momentos de dicha, fijar el pensamiento en esta idea; pero hay otros de abatimiento y amargura en que la pérdida de un grande hombre nos arrastra á creer que al bajar al sepulcro, ha cerrado tras de sí, la puerta que conducia á los adelantamientos y á la gloria. Este triste pensamiento os domina en este instante: lo adivino porque lo siento á la par vuestra, y porque sé que hay dolores que como el espacio, parecen mas profundos, mientras mas fijamente se les contempla. No temais que con lo que voy á deciros, distraiga vuestra atencion del deplorable objeto que la ocupa: no olvidaré que al preparar esta solemnidad fúnebre, quisísteis à un tiempo hacer caer sobre una tumba reciente mente abierta, un rayo de la inmortalidad que la inundará para siempre, y proporcionar una hora de tregua y de solaz á nuestro corazon despedazado. Me sentiria sin valor y sin fuerzas para corresponder à vuestra honrosa confianza, si este débil esfuerzo de mi voz balbuciente no fuese tambien un tributo de mi gratitud y una efusion de mi corazon; si no supiese que para conmoveros, para arrancar de vuestros párpados la lágrima que ya asoma á ellos, solo necesito pronunciar un nombre puro y querido, emblema ayer de nuestras mas venturosas esperanzas, símbolo hoy de la amargura y el dolor: el de D. Pedro Escobedo.

No os hablaré de cómo en esta vez se vieron de nuevo sentarse el infortunio al lado de la cuna y la gloria sobre la tumba de un hombre; del desvalimiento de su infancia, de su precoz orfandad; ni de las penas y obstáculos de sus primeros estudios, para que veais que no estaba reservado á Pinel y á Velpeau, á Béclard y a Dunpuytre abrirse en medio de la indigencia el camino que habia de conducirles al respeto y admiracion de sus semejantes; nada os

diré tampoco de los últimos años de su vida, porque sabeis lo mismo que yo, que en ellos esa vida fué como el arroyo manso y tranquilo que corriendo sin estrépito, fertiliza y embellece todos los sitios que riega con sus aguas purísimas; y finalmente, por piedad à vuestro corazon, por piedad al mio propio, correré un velo de luto sobre esos últimos instantes en que una enfermedad destructora devoraba sus entrañas, mientras el pesar devoraba su alma, y entrambos conjurados cruelmente en contra nuestra, le arrastraban con rapidez à un lugar que no debiera abrirse nunca para ciertos hombres. Grato seria para mí, honroso á su memoria y útil para vosotros, trazaros línea á línea el grandioso y bello modelo de virtud que ofrecia D. Pedro Escobedo; pero la naturaleza de este discurso y el carácter de la sociedad á cuyo nombre lo pronuncio, me obligan igualmente á omitir los rasgos biográficos y el elogio de todas las virtudes del maestro que rido a cuya memoria tributamos este sencillo homenage: su alma, por otra parte, semejante al encantado prisma que de cualquier lado que se vuelva al sol, reproduce los hermosos colores del íris, es bella bajo cualquier aspecto que se la considere.

Era por los años de 18 y 19 cuando en un oscuro rincon del Hospital de San Andres, un estudiante sin proteccion ni recursos se preparaba á sus solas á ser uno de los mas ilustres cirujanos de nuestra patria. Los principios fisiológicos de Bichat y el sistema, hijo suyo, de Val-de-Grâce, dominaban entonces esclusivamente el mundo médico; hoy, veinticinco años de esperiencia han hecho justicia á Broussais y á sus obras; se ven, si no con risa, (porque jamas la despiertan los estravíos de los grandes hombres,) al menos en su verdadero valor sus exageraciones sobre la localizacion y el tratamiento de las enfermedades; pero entónces era otra cosa: habia restaurado la es

cuela anatomo-patológica, habia echado por tierra la teoría de las fiebres esenciales, habia formado la historia mas completa de las flegmasías, y todos estos eran otros tantos títulos justos à la consideracion y al respeto de sus contemporáneos; admiracion y respeto que él con su lógica seductora y su estilo mágico, llevó hasta la mas deplorable fascinacion, haciendo admitirá toda una generacion, como dogmas sagrados, hasta sus mas profundos errores. Basta considerar todo esto, los efectos que lo nuevo produce en un ánimo inesperto, y lo profundo y duradero de nuestras primeras impresiones, para esplicar cómo y por qué D. Pedro Escobedo conservó hasta lo último, apego á la doctrina fisiológica. Pero seria una injusticia llamarle médico sistemático en el sentido odioso de la palabra: no, profesar ciertas doctrinas, ó mejor dicho, tener ciertas tendencias, no es negar lo que puede haber de cierto en las contrarias, y vosotros sabeis bien que los interesantes trabajos de Andral y Chomel, Cruveilhier, Louis, Rostan y Piorry, no le eran desconocidos. No era él de esos médicos que son un arcaismo de su época, para quienes son perdidas las lecciones de la esperiencia, inútiles las investigaciones de los sabios, ignorados los adelantamientos de la ciencia: lo que él no hizo jamas, fué renunciar del todo á sus principios primitivos para arrojarse de un golpe en los contrarios, convertir el desengaño en injusticia, olvidar todo lo que habia aprendido para quedarse sin saber qué creer; desertar de una escuela para alistarse en la contraria, y desde ella calumniar y pagar con la ingratitud al maestro ilustre que presidia la primera. Eso es lo que no hizo, lo que no podia hacer tampoco, porque tenia un talento demasiado profundo, un discernimiento felicisimo, y una instruccion muy sólida, para aceptar indistinta y ciegamente todas las innovaciones: esta versatilidad que suele ser el defecto de los médicos inespertos ó de los amigos de las especulaciones, habria sido raro que fuese el de un hombre tan eminentemente práctico y positivo como D. Pedro Escobedo.

Mas principalmente quiero hablaros de él como cirujano. Cierto, como lo estoy, de no decir mas que la verdad, sin exageraciones ni suposiciones propias, lo estoy aun mas, de que no podreis ménos de llamar estraordinario y singular al que reunia à la vez tantas prendas raras y eminentes. Sus sentidos esquisitos, su percepcion clara, su juicio recto, su talento de induccion, su tacto quirúrgico, en fin, le hacian fijar con una exactitud y facilidad asombrosas el diagnóstico mas os

curo y embrollado: vosotros sabeis, y no tengo necesidad de recordároslos, los triunfos espléndidos que repetidas veces adquirió en este género: donde médicos instruidos, despues de un exámen prolijo y de acaloradas discusiones, nada podian aventurar mas que hipótesis imaginarias, él con una mirada penetrante como la de la àguila que ve desde el cielo su presa, fijaba irrevocablemente el diagnóstico, y lo confirmaba á menudo con una operacion audaz é inteligente. Ese talento de la indicacion, tan raro y tan estimable, era tal vez lo que distinguia al Sr. Escobedo mas especialmente, y lo que le colocó en ese apogeo de reputacion y de gloria á que le hemos visto elevado. A una práctica larga é ilustrada, al estudio reflexivo de los autores clásicos de cirujía, en especial de Hunter, Dupuytren, Begin y Sanson, y sobre todo, á su genio, (porque no se puede poner en duda que nada puede suplir esa aptitud natural é innata que se llama el genio), debia ese conocimiento exacto y preciso de los medios curativos mas apropiados, del momento oportuno de emplearlos, de sus ventajas y de sus inconvenientes, de sus consecuencias etc.

Señores, es necesario decirlo, y yo lo hago con orgullo, D. Pedro Escobedo no tenia nada que envidiar al mejor operador del mundo: su pulso era firme y su mano rápida, pero sobre todo, nadie de vosotros habrá dejado de admirar aquella sangre fria imperturbable, aquella impasibilidad indescriptible que le hacia permanecer en medio de los horrores del dolor y la sangre, sin que se agitara su pulso, sin que una sola arruga en su fisonomía revelara la conmocion de su alma verdaderamente grande. ¡Cuán distante, sin embargo, estaba esa alma de ser insensible á los sufrimientos de sus semejantes! ¿Olvidareis aquellos momentos solemnes en que su voz tranquila mezclaba á los ayes de la desesperacion, los dulces acentos del consuelo y la benevolencia, en que aun armado del instrumento de los dolores, ofrecia mas bien que la imágen del ángel esterminador, la de un ángel de paz y de ventura?.... El valor quirúrgico de D. Pedro Escobedo tan distinto de la audacia ciega que todo lo intenta, era esa fuerza de alma que inspira una operacion arriesgada, pero despues de haberla calificado posible, indispensable y útil, despues de calcular todas sus dificultades para vencerlas, todos sus peligros para arrostrarlos. La naturaleza que ha puesto en todas las cosas el abuso ilegítimo de ellas, junto á sus mas útiles empleos,no hizo, sin embargo, que D. Pedro Escobedo abusase de sus grandes calidades como cirujano: el cuchillo fué

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