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siempre en sus manos un recurso de salvacion ó de esperanza, pero jamas el instrumento de tentativas que reprueban con igual severidad el arte y la moral.

El hombre fué siempre para él, lo que debiera ser para todos los médicos, un objeto sagrado, cuya salud es un depósito inviolable al que no es lícito tocar sin hollar los deberes del honor y la conciencia: no ha hecho nunca de la salud una mercancía, ni de la medicina un tráfico miserable. Comprendia en toda su magnitud el noble ministerio y el sublime destino que está llamado á ejercer un médico en la tierra, y lleno de estas ideas rectas y grandes, despreció constantemente la vil seduccion del interés, los rastreros artificios de la calumnia y de la envidia, las desacordadas quejas de la ignorancia, y el frio olvido de la ingratitud. Sus enfermos eran sus amigos: no contento con prodigarles los socorros de su arte con inteligencia y esmero, derramaba á torrentes sobre ellos los consuelos de una religion que amaba y de una filosofia pura y persuasiva: penetraba en los senos del corazon, para estudiar en ellos las pasiones y combatirlas por esos medios, precarios tal vez, pero dulces y gratos, que solo la mano de la amistad sabe aplicar al corazon lacerado; y efectivamente, víctima del infortunio sabia comprenderlo y aliviarlo. La práctica de la medicina ofrece el teatro mas vasto para desarrollar esas virtudes eminentemente expansivas, que forman el atributo exclusivo, y el mas bello ornamento de la raza humana.

Así es como la caridad era amplia y magnánimamente ejercitada por D. Pedro Escobedo, sin que se entienda que se reducia à curar gratuitamente á los pobres y à proporcionarles los recursos indispensables, no: cierto es que ocupaban un lugar preferente en su alma estos serés que la sociedad desprecia y aun se avergüenza de tener en su seno, porque sabia que en el corazon de esos infelices encontraria una recompensa mil veces mas sincera y significativa que el insultante y vil oro del magnate; pero su caridad no consistia únicamente en el desinteres: consistia en el cariñoso desvelo, en el afan paternal, en la tierna compasion con que miraba y remediaba sus necesidades: viviendo incesantemente en medio del dolor y la desgracia, los en dulzaba con palabras insinuantes y balsámicas, con acciones tiernas y espresivas que contrastaban singularmente con ese aire austero y esos modales genialmente francos, que tanto desfiguraban su carácter á los ojos de los que no le conocian de cerca: yo recordaré siempre con

placer y vosotros tambien, algunas escenas hermosas en que D. Pedro Escobedo, parecia mas bien que todo, el ángel de la paz y de la beneficencia. ¿Por qué los que insultan y desprecian nuestra noble profesion, no asisten á estas bellas escenas en que el médico es el ministro y la imágen de la Providencia divina?........ ¡Entónces verian, que aquí, en el corazon, podemos sentir placeres inefables que recompensan suficientemente esta larga cadena de sacrificios y penas que constituyen la prática de nuestro arte!... Ya veis, señores, que D. Pedro Escobedo no era ménos grande como médico inteligente, que como filósofo y filantrópico.

La noble y dificil profesion del magisterio público, le ocupó desde los primeros años de su práctica. Por el de 24, un cirujano célebre y amigo de la juventud, Don José Ruiz, para dar el primer impulso á la medicina operatoria, fundó de su propio peculio una cátedra en que se enseñase esta ciencia: el voto público, tan justo y fundado siempre, de los estudiantes de aquella época, y la eleccion especial de un hombre tan respetable como el útil fundador de aquella cátedra, dispensaron de consuno al Sr. Escobedo el honor y la justicia de servirla. No es fácil que nosotros, educados en tiempos mucho mas afortunados para la medicina, nos formemos una idea cabal de lo dificil y penosa que le fué aquella enseñanza. Poseyendo apenas el idioma frances, en que estaban escritas las principales obras de cirujía en aquella época, sin haber practicado nunca, ni visto practicar la mayor parte de las operaciones de importancia, sin mas guia que su estudio incansable y las felices inspiraciones de su genio, se lanzó en aquella carrera sembrada de laureles y de espinas. ¡Miradle allí á los 25 años de edad, maestro de nuestros maestros! ¡Honrad á la vez su memoria y la del cirujano que fundó tan útil plantel! No era D. Pedro Escobedo de los hombres que estiman en poco la gloria: no, que este pensamiento es el norte de todas las almas grandes: así es que con esfuerzos constantes, consiguió conservar ilesa la reputacion que habia afanosamente conquistado, hasta el año de 33 que un médico justamente ilustre por mil títulos, echó los cimientos de la escuela en que nos hemos educado. D. Valentin Gomez Farías, es una de esas almas rectas que no ceden á otro sentimiento mas que al de la justicia: así que, cualesquiera que fuesen las opiniones políticas de D. Pedro Escobedo, se la hizo á su mérito y le colocó al fundar el sexto establecimiento en la cátedra de medi

cina operatoria. Yo me complazco en recordar aquí un rasgo que honra igualmente á los dos médicos que tal vez han sido en México los mas celosos y desinteresados amigos de la instruccion y protectores de la juventud.

El año de 38, al restaurarse el colegio de Medicina, bajo el ministerio del Sr. D. J. J. Pesado, D. Pedro Escobedo fué nombrado catedrático de Patologia esterna. Allí es donde casi todos nosotros hemos escuchado por primera vez en público las lecciones de este hombre célebre: allí donde nos cautivaba, no ménos su trato afable y cariñoso, y su tono de amistad y libertad, que el encanto mágico de que sus palabras revestian los mas áridos preceptos de la ciencia: alli donde nos admiraba igualmente su profunda instruccion en los principios fundamentales de ella, y el tesoro inmenso de su práctica, cuyas arcas abria ante nosotros, no para hacer ostentacion de su riqueza, sino para que nos lo apropiásemos: allí donde hemos recibido esas primeras y profundas impresiones, cuyo indeleble recuerdo nos acompañará hasta la tumba. Sí, amigos mios, el nom bre de nuestros maestros, sus preceptos, su ejemplo, su grata memoria, no podrán abandonarnos mientras tengamos que ejercer la honrosa y noble profesion de médicos. El año siguiente al de la restauracion del colegio de Medicina, dejó la cátedra que habia servido en el anterior, y pasó á otra que ha dejado viuda, Dios sabe por cuanto tiempo: á la de medicina operatoria. Este era en efecto, el teatro, donde sin rival podia desplegar la inmensa fuerza de su genio. La rapidez y la elegancia, la seguridad y la destreza brillaban en todos sus movimientos: la elocuente voz de la verdad con el tono imponente de la esperiencia hablaba por su boca: la sinceridad y la buena fe pintadas en su noble frente, inspiraban á la vez un sentimiento de admiracion y de respeto, de tal modo profundo, que ni la íntima franqueza, ni la benévola jovialidad con que nos trataba, fueron partes á destruir ni á desvanecer. Señores, ¿hay alguno de nosotros que no se honre de llamarse su discípulo?.... Yo por mi parte, tengo placer en confesarlo: cuando á mis solas me asalta el pensamiento de mi insuficiencia, y me siento desconsolado y abatido al considerar los huecos inmensos de mi educacion literaria, me anima y aun me envanece pensar, que no puede ser enteramente ignorante el que recibió por tanto tiempo la luz brillante de ese fanal que se ha estinguido hace pocos dias en el sepulcro; me parece que puedo presentar al mundo una recomendacion ir

recusable con solo decirle: D. Pedro Escobedo fué mi maestro. ¡Pluguiese al cielo que así fuese realmente; pero al ménos es una ilusion escusable, porque es hija del cariño!

¿Ni cómo podia dejar de inspirarlo el hombre infatigable en promover nuestro adelantamiento, nuestro bienestar y nuestra gloria; que se complacia en llamarnos sus hijos y en dispensarnos los beneficios de padre; que sacrificaba modesta y silenciosamente, las pretensiones de su vanidad, las exijencias de su orgullo, sus intereses personales, su salud y hasta su vida por el colegio de Medicina?...... Olvidar todo esto seria una vil ingratitud con que no pagarémos nunca á D. Pedro Escobedo, ni á sus nobles cooperadores.

Sus afanes por sistemar la educacion médica, han ocupado la mitad de su vida. El y el Sr. Olbera, fueron quienes el año de 1833, promovieron mas activamente la fundacion del establecimiento de medicina: él, quien despues de que el desastroso vértigo de los partidos derribó este bello plantel, no perdonó medio de promover su restauracion. Se necesitaba un carácter de temple fuerte y un corazon altamente filantrópico, para soportar con paciencia y aun con esperanza, los desengaños y las injusticias, la indolencia y las supercherías con que correspondian ó eludian sus nobles esfuerzos tantas y tantas administraciones como para daño y oprobio de la república han pesado sobre ella. Será un rasgo que haga eterno honor á sus virtudes saber, que cuando un concurso fortuito de circunstancias le colocó cerca del poder omnimodo, él semejante á un reverbero purísimo, solo recibia la influencia de ese poder, para reflejarla íntegra sobre el tierpo objeto de su predileccion.

Fácil le hubiera sido en estos tiempos de prodigalidad y bancarrota, adquirir las distinciones del favoritismo y la opulencia del peculado; pero no, murió como habia vivido, puro y sin tacha: sin mas oro que el adquirido con el sudor de su frente, sin mas distinciones que las que otorga la ciencia y la virtud. Fundador de muchos de los cuerpos científicos, literarios y artísticos de la república y sócio de casi todos ellos y de varios de los de Europa, miembro de casi todas las sociedades de beneficencia pública, relacionado con todas las personas eminentes en cualquiera ramo, respetado de sus enemigos, querido de sus amigos, amigo de los hombres de bien, adorado de la juventud, llorado por la república entera, ha terminado su vida oscura, pero fecundante, el Sr. D. Pedro Escobedo.

Tu muerte, maestro adorado, ha sido tu apo- mas propicios al tuyo, que la pompa de los granteosis: la envidia ya no alzará la losa de tu tum- des: ellos pagaban un tributo á la justicia, noba, para derramar sobre tu corazon su letal sotros obedecemos á las inspiraciones de nuesponzoña: héla allí muda, inmóvil, confundida tro cariño: el olvido sepultará mañana la meal escuchar el voto público que unánimemente moria de tus honores fúnebres en ese mundo te pregona sabio y bueno: ese clamor universal que se rie de todo: la gratitud perpetuará tu resuena tambien en este recinto oscuro, donde nombre en estas almas donde tu mano benefacuna docena de esos tus hijos que tanto amaste tora imprimió recuerdos indelebles: nosotros en vida, se reunen para llorarte en muerte: los éramos tu esperanza aquí en la tierra; tú eres suspiros que salen de sus corazones donde no la nuestra allá en las regiones de la inmortahas sembrado mas que flores de bendicion, serán lidad.-Dije.

CONTESTACION

DEL PRESIDENTE DON FRANCISCO ORTEGA DEL VILLAR.

Señores: Nada mas justo á la vez que sensible es el tributar á nuestro amado maestro esta muestra de gratitud. El colocó en nuestras manos el primer libro de su ciencia, de su boca oimos las primeras lecciones, puso à disposicion nuestra sus libros é instrumentos, sin exigir otra recompensa que nuestro propio aprovechamiento, difundió entre nosotros con su ejemplo y sus consejos el amor á su profesion y á hacer el bien: en suma, no nos miró como á hombres estraños, sino como á sus hijos: á él debemos la existencia de nuestro establecimiento médico, y sin su proteccion no hubiera subsistido esta sociedad, que no es en cierto modo sino un pequeño arbusto nacido de las semillas que sembraba por todas partes. Mas ¿cómo me atrevo à enumerar los beneficios que hemos recibido de su bondad? A donde quiera que volvais los ojos encontrareis se

ñales de su beneficencia; por donde quiera que escucheis, oireis las alabanzas del hombre sabio, honrado y caritativo, y los suspiros que se exhalan en pos de su memoria. Felices nosotros que escuchamos su voz y estrechamos su benéfica mano entre las nuestras, y desgraciados hoy que no podemos gozar de igual placer. Mas ¿qué haremos pobres y débiles que no podemos detener el curso del tiempo, ni suspender los acaecimientos señalados por el dedo de Dios? ¿Darémos rienda suelta á nuestro pesar y desconsuelo?.... Derramemos, sí, lágrimas sobre la tumba de nuestro amado maestro, amigo y protector; pero no olvidemos su voluntad que tantas veces nos espresó, y procuremos contribuir con nuestro grano de arena á conservar y levantar el edificio, que segun sus palabras dejaba confiado á sus discípulos. -Dije.

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BAÑOS.

Historia. Nada hay que sea tan variado como los baños, pues no hay sustancia en que no hayan inventado los hombres bañarse, ya como medio de conservar la salud, ya para curar las enfermedades. Así entre los líquidos se pueden enumerar el agua, ya simple, ya salada ó mezclada con diversos sólidos á que sirve de disolvente: cocimientos de diversas sustancias; el caldo, el aceite, el vino, la sangre, la leche, y todo cuanto le vaya ocurriendo al lector puede colocarlo en el número de aquello en que se han bañado, se bañan, ó se han de bañar nuestros prójimos, y en prueba de ello les contaremos que á madama de Genlis le agradaba mucho bañarse en una tina (por supuesto que no habia de ser olla ó jarro) llena de leche, en la que deshojaba rosas de castilla (1): á la vista sin duda seria

[1] Traducimos áquí lo que refiere Dumas en sus Impresiones de viaje, le pasó en Weissenstein.

....pregunté si seria posible que me preparasen un baño; madama Brunet [mi huéspeda,] me respondió que era la cosa mas fácil del mundo y que no tenia mas que de. cir si lo queria de agua ó de leche.

En las disposiciones de sibaritismo en que me encontraba se adivinarán fácilmente los deseos que despertó en mí esta proposicion; desgraciadamente un baño de leche debia de ser un bocado de padre maestro que solo podria proporcionárselo un banquero. Recordé las medidas de leche parisienses que se entregaban á mi puerta por las mañanas y que mi criado sumaba mensualmente unas con otras á razon de sctenta y cinco centésimos cada una; y calculé que sobre todo para mí se necesitarian cosa de mil doscientas á mil quinientas, y esto, por lo menos: ahora bien mil doscientas veces setenta ciny co centésimos no dejan de hacer una suma. Metí la ma. no á la bolsa de mi chaleco, haciendo deslizar, una des pues de otra, entre el pulgar y el índice las últimas monedas de oro que me quedaban para ir á Laussane; y con. vencido de que no podrian bastar ni para una-cuenta, pedí sencillamente un baño de agua.

-No teneis razon, me dijo madama Brunet; el baño do leche no es mucho mas caro, y es infinitamente mas saludable.

Tuve entonces un temor, y es que á esta altura el mismo baño de agua no estuviese fuera de los alcances de mis medios pecuniarios.

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muy bello ver sobrenadar en la blanca superficie del líquido, los rosados pétalos de la flor, pero á decir verdad yo temeria mucho se extendiese en México el método de madama de Genlis, porque la limpieza no es la prenda principal de nosotros los mexicanos y agregue V. un poquito mas de manteca, puf qué horror!.. Pasemos á otra cosa y no se espanten nuestros lectores cuando les contemos que tambien se bañan las gentes en ceniza como si hicieran penitencia, en arena á guisa de gallinas, y en otra porcion de polvos. Finalmente en vapores de todas especies, y no se crea que este es un descubrimiento moderno por andar el vapor en boga, pues que ya los romanos los usaban y nosotros hemos heredado de nuestros antecesores los astecas el temazcalli, que no es otra cosa sino un baño de vapor; es cierto que hoy la ilustracion ha hecho mejoras importantes sobre esta materia y con la mayor facilidad del mundo le

-¿Cómo? dije vivamente y cual es pues la diferencia? -El baño de agua cuesta cinco francos [un peso] y el de leche diez [dos pesos].

—¿Como, diez francos? exclamé, diez francos un baño de leche!

—Qué, señor, me dijo mi buena huéspeda equivocándosc sobre mi intencion, ahora son un poco mas caros porque las vacas vuelven á bajar; en los meses de agosto y de setiembre no cuestan sino seis [diez reales escasos].

-Cómo? pero, madama Brunet, yo no me quejo de ninguna manera de su costo; hacedme calentar un baño de leche prontamente.

-¿Lo tomará V. en su cuarto?
-¿Se puede tomar en el cuarto?
-Como V guste.

-¿Comiendo?
-Sin duda..

-¿Cerca de la ventana?

-Maravillosamente.

-¿Mirando ponerse el sol?

-Perfectamente.

-Y podré comer con todo esto?...... Vaya, vuestra posada es un paraiso, madama Brunet......"

El lector dará la fé que quiera á esta relacion: yo solo le recuerdo las propensiones generalmente reconocidas de los viageros.

hacen sudar á uno la gota gorda física y moralmente; y si cae uno en manos de un médico, le dá un baño de azufre en vapor y sale uno item mas oliendo á condenado. Mas los hombres no se han contentado con darse baños, sino que les han agregado algunos adminiculos probablemente para hacerlos agradables, como el rociarse la cabeza y la cara con agua fria, los papachos (massage), el arrancarse las barbas, los azotes, y no será dificil que mejorando el procedimiento, en algunas partes usen de pelliz cos, bofetadas, etc. etc. y lleguen á gustar el máximum del placer. Figúrese el lector una reunion de hombres bañándose cada uno se gun las diversas maneras que hemos descrito, y díganos si no le pareceria mejor una reunion de locos suicidas, que de hombres que procura, ban conservar su salud.

Dejando á un lado muchos de estos modos de bañarse que no suelen usarse sino como medicamentos, véamos cuales han sido los que se han empleado por las diversas naciones como medio higiénico.

Entre las naciones antiguas los baños se tomaban en los rios, el mar etc. Los griegos parece que fueron los primeros que usaron del agua caliente, derramándola sobre la cabeza y hombros estando sentados en una tina: en seguida se untaban el cuerpo con aceite.

Los romanos entregados al principio á la agricultura, acostumbraban antes de sentarse á comer, lavarse los brazos y piernas, y cada nueve dias que tenian que ir á la ciudad al mercado ó que asistir á las asambleas del pueblo, tomaban un baño en el Tiber. He aquí los baños en su mayor sencillez. Despues, tanto los griegos como los romanos modificaron de diversas maneras sus baños, hasta el grado de llegar á bañarse mas bien por lujo que por otros motivos.

Los primeros tenian sus baños junto à la palestræ ó gymnasia: y en los que estaban separados de ella, eran dobles, un departamento destinado á los hombres y otro á las mugeres, pero tan próximos, que el mismo horno servia para calentar ambos. Se componian de siete departamentos, que eran: 1.o El baño frio frigida lavatio. 2.o El claeothesium ó pieza en que eran untados de aceite. 3.o El frigidarium ó cuarto para refrescarse. 4.o El propnigeum ó entrada al hypocaustum ó estufa. 5.o La pieza abovedada para sudar ó baño de vapor, llamada concamerata sudatio ó tepidarium. 6.o El laconicum ó estufa seca. 7. El baño caliente llamado callida lavatio.

Los griegos no tenian una hora señalada pa

ra bañarse como los romanos, pero si parece que seguían el mismo órden en sus prácticas que estos últimos, tanto por tener los mismos departamentos en sus baños, como por lo que se encuentra descrito en los autores que refieren se untaban el cuerpo con aceite despues de bañarse. Cuando Telémaco estuvo en la corte de Nestor,,,la bella Polycasta, la mas hermosa de las hijas del rey de Pilo, condujo al hijo de Ulises al baño, lo lavó con sus propias manos, y untándole despues el cuerpo con esquisitos aceites, lo cubrió con ricos ropages y una capa magnífica." El mismo Telémaco y Pisistratro, despues de haber admirado las bellezas del palacio de Menelao,,,fueron conducidos à un estanque de mármol donde estaba preparado un baño. Hermosas esclavas los lavaron; y despues de untarlos" de aceite, los cubrieron con ricas túnicas y soberbias pieles."

Entre los espartanos se bañaban mezclados hombres y mugeres, costumbre que existió entre los romanos, bien que tenian divisiones en sus baños para ambos sexos, y que no se estirpó del todo sino hasta el reinado de Constantino.

Los baños de estos tenian casi las mismas divisiones que los de los griegos. Lo primero que se veia al entrar en ellos, era un gran estanque llamado piscina natatilis. En el medio del baño se encontraba el hypocastum que tenia una hilera de cuatro piezas de cada lado, llamada balnearia, estas eran la estufa, el baño caliente, el frio y el tepidarium ó estufa húmeda. Las estufas eran unas piezas con el suelo abovedado, debajo de las cuales habia un horno para comunicarles el calor; enmedio de la estufa húmeda colocaban unos vasos llenos de agua ó un caldero, cuya tapa levantaba un esclavo de cuando en cuando, y en el techo de ella habia una tapadera de bronce que se levantaba para dejar salir el vapor cuando era necesario.

En nada se descubria mas el lujo de los romanos que en sus baños. Se dice que en Roma habia 856 baños públicos, siendo costumbre que los emperadores fundasen muchos para atraerse el amor del pueblo, y que los ricos particulares al morir dejasen sumas considerables para construir baños para el uso de los pobres. Agripa, siendo edil, construyó 160 lugares públicos en que podia el pueblo bañarse en agua fria ó caliente gratis. Los mas magníficos eran los de 'Tito, Paulo Emilio y Dioclesiano, habiéndose ocupado en la construccion de este último por espacio de muchos años, ciento cuarenta mil hombres. Los de Agripa

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