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erau de ladrillo cubierto de esmalte. En los de Neron habian introducido el mar hasta ellos; y en los de Caracalla se refiere habia 200 columnas de mármol y 1600 asientos de lo mismo, siendo de una extension tal, que segun LipIsius, podian bañarse á la vez cómodamente 1800 personas. Habia baños de oro y de plata primorosamente trabajados, de preciosos jaspes, y con mágnificas estatuas, tanto, que Séneca se quejaba de que los baños de los plebeyos estuviesen llenos de bombas de plata, y de que el piso de los que servian á los libertos fuese de piedras preciosas. Aun existen en el dia muchos de estos baños que bacen una de las mayores curiosidades de Roma, y se conservan muchas estatuas muy hermosas, cuyas descripciones demuestran haber servido para adornar estos edificios.

Las tres de la tarde llamada por Plinio hora octava et nona, era la señalada para bañarse, y se llamaba hora del baño, hora balnei, que en estío era á la octava y en invierno á la nona. Los baños públicos se abrian á toque de campana, y siempre á la misma hora. Alejandro Severo fué el primero que permitió se abriesen de noche en tiempo de calor. En ellos solian bañarse los grandes del imperio y aun el mismo emperador con el resto del pueblo.

Comenzaban por tomar un baño caliente durante el cual solian rociarse la cabeza con agua fria, y se hacian raer la piel con una especie de cuchillo ó cuchara de madera, de cuerno, de hierro, plata ú oro, llamado strigil, para quitarla grasa y el polvo. Los hombres que se ocupaban en esto eran llamados fricatores. En seguida respiraban el aire fresco en el frigidarium, y se hacian rociar el cuerpo con agua fria ó se daban un baño frio en la piscina natatilis, en la que se ejercitaban en nadar: finalmente, se hacian untar el cuerpo con aceites y sustancias aromáticas, yéndose despues á comer. Otras ocasiones en vez de comenzar con un baño de agua caliente, se daban uno seco ó de vapor en sus estufas, succediendo las maniobras ya descritas.

Como ya se ha dicho, tenian los romanos horas destinadas para bañarse, y estas eran án tes de comer: tambien acostumbraban hacerlo siempre que se cargaban el estomago de alimentos, y despues de cualquiera fatiga ó viaje: pero despues de la época de Pompeyo, el furor de bañarse llegó á tal extremo, que muchos uo podian tomar alimento ninguno sin haberse bañado de antemano, y Adriano tuvo que reprimir este abuso, espidiendo un edicto por el que prohibia bañarse antes de la hora octa

TOM. 1.

va. Entre los romanos habia algunos que se iban ȧ bañar de noche al Tiber, esperando supersticiosamente que los dioses les descubriesen algun tesoro escondido, ó les hiciesen adquirir alguna herencia.

Entre las naciones célticas no eran desconocidos los baños; los antiguos germanos acostumbrabau bañarse diariamente en agua caliente en tiempo de invierno, y fría en el verano, y los ingleses parece que se bañaban en Somersetshire, 800 años antes de Jesucristo. Los turcos de la misma manera que los griegos y los romanos han hecho de sus baños un objeto de lujo: no hay ciudad ó pueblo en que no haya por lo menos un baño público: he aquí segun los viajeros como están dispuestos y el modo de bañarse.

Al entrar en un baño, lo primero que se encuentra es una gran sala redonda que tiene un estrado á su rededor alfombrado y con divisiones, en donde se desnuda uno y deja sus vestidos, poniéndose un lienzo en la cintura y unas sandalias. Es conducido uno en seguida por un pasadizo estrecho en que se comienza á sentir el calor, y cuya puerta se cierra apénas se ha entrado en él. No bien se han andado veinte pasos, cuando se abre otra puerta que conduce á otro pasadizo, en el que aumenta cada vez mas y. mas el calor, y que termina en un salon de mármol, en el que se detienen los que temen esponerse de pronto á un grado elevado de temperatura.

El baño propiamente dicho, es un gran salon abovedado, cubierto totalmente de mármol, al rededor del cual hay cuatro gabinetes: el vapor se está desprendiendo continuamente de una fuente colocada en su medio, mezclado con agradables perfumes cuando lo desea la persona que se baña. Esta se recuesta en unos lienzos dispuestos á propósito, descansando la cabeza sobre una almohada, rodeado de vapores calientes y aromáticos. Despues de haber reposado algun tiempo, cuando comienza el cuerpo á cubrirse de sudor, se acerca un criado, oprime con suavidad todas las partes del cuerpo, voltea á uno del lado opuesto, le hace la misma operacion, y cuando los miembros se han puesto bastante flexibles, hace tronar todas las coyunturas, despues de lo cual comprime y parece que amasa toda la carne sin producir la menor sensacion desagradable; poniéndose, finalmente, un guante de lana, con el que da una friega por largo tiempo, desprendiéndo entretanto, con sumo cuidado, unas como escamitas que se levantan de la piel, y aun las mas imperceptibles porciones

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de polvo. Entonces, cuando la piel ha tomado la suavidad del raso, es uno conducido por el criado á uno de los gabinetes, donde se encuentra una tina con dos llaves, una para el agua caliente y otra para la fria, y derrama sobre la cabeza y hombros, la blanca espuma de un jabon perfumado y se retira. Allí se da uno un baño de agua caliente, y á pocos momentos aparece de nuevo el criado con una pomada llamada rusma, por los orientales, y nouret, nure ó nuret por los persas y árabes, la que aplicada durante dos ó tres minutos, hace caer el pelo de los puntos en que se ha untado, sin producir el menor dolor.

Terminado esto, es uno enjugado con una sá bana caliente y conducido por transiciones insensibles del calor al frio, á la pieza donde se habia desnudado, en la que encuentra una cama dispuesta para recibirlo, y un niño que con sus dedos delicados acaba de enjugarlo, le presenta otra sábana seca y raspa con suavidad con una piedra pomez las callosidades de los piés. Entonces le presentan á uno una pipa y café de Moka.

Las mugeres despues del baño de agua, acostumbran lavarse con agua de rosa, especialmente la cabeza, y al hacerse sus trenzas, mezclan entre el pelo esencias preciosas. Allí mismo se pintan las pestañas de negro y dan un color dorado á las uñas de las manos y pies con las hojas de una planta. Finalmente, hacen zahumar sus vestidos con el palo del acíbar.

No se pueden describir, dice Savary, la multitud de agradables y nuevas sensaciones que se esperimentan despues de un baño de esta clase. La respiracion se hace con libertad, la sangre circula con rápidez y facilidad, los miembros se sienten flexibles y lijeros como si hubiesen sido desembarazados de un gran peso: y el alma participando del bienestar del cuerpo, se extasía en pensamientos alegres y risueños que se succeden con una rapidez increible.»

la cabeza muchos cubos de esta, ó metiéndose en la nieve ó en un estanque frio. El criado despues de haber estado en la estufa sirviendo á su señor, sale corriendo al campo á revolcarse en la nieve.

Los groenlandios, los exquimoxes y los samoiedes, tienen sus estufas húmedas enhuecadas en la tierra.

Los naturales del Indostan se bañan de un modo muy semejante á los turcos, con la diferencia que despues de los papachos, estrujones, frotaciones, y de hacerles tronar todo el espinazo, les dan grandes golpes en las partes mas carnudas, les enjabonan todo el cuerpo y los afeitan, no dejándoles un pelo en todo su cuerpo, untándose finalmente con aceite de sésamo.

Los antiguos moros es natural que tuviesen en sus baños el lujo que se descubría en todas sus cosas, y aun en el dia se conserva en la Alhambra en el magnífico patio llamado Mesuar, enlozado de mármol blanco y adornadas sus paredes de estucos y arabescos, trabajados con esquisito gusto, un estanque hermoso, rodeado de rosales, otras flores y naranjos, en el que los dependientes hacian las abluciones prescritas por el Alcoran.

Los baños de los antiguos habitantes de América, se han perdido casi completamente y casi no se conserva hoy sino el temazcali. Sin embargo, en las ruinas del Palenque parece se conservan grandes salones á cuyos lados hay gran número de tinas de piedra.

Késtanos hablar del temazcali ó hypocausto de los mexicanos, quienes bien que se bañaban en los rios, lagunas y estanques, y muchos de ellos diariamente, tambien usaban de su baño de vapor especialmente en circunstancias particulares, costumbre que se conserva hasta el dia y que se ha introducido aun en la clase elevada de la sociedad, acostumbrando muchas señoras darse un baño de esta clase despues del parto, como medio higiénico. El temazcali, semejante á una media naran

Esta es la manera con que se bañan actual- ja, tiene la figura de un horno de pan, con la mente los egipcios del Cairo.

Los demas pueblos con modificaciones mas ó ménos notables han usado de baños semejantes á los ya descritos.

Los rusos y los finlandeses se bañan con estufas húmedas, en las que evaporan el agua, echándola sobre unos guijarros hechos ascuas, acostados sobre tres gradas cubiertas de esteras; saliendo de la estufa se hacen azotar y restregar fuertemente con unas ramas de álamo blanco; en seguida se bañan en agua tibia y luego fria, y terminan haciéndose echar por

diferencia que se encuentra un poco bajo el nivel del suelo, y tiene el piso algo abovedado. Su mayor diámetro es de cerca de tres varas, y su mayor altura de dos: la entrada en forma de arco y de una altura de cerca de una vara, capaz de que entre un hombre de rodillas é inclinado, se semeja tambien à la boca de un horno. En el punto diametralmente opuesto á la entrada y por la parte de afuera, se encuentra un hornito de piedra ó ladrillo que se abre tambien al esterior, y con un agujero en su bóveda para dejar salir el humo. La par

te en que se une el horno al resto del temazcali, es una abertura de dos tercias en cuadro que está cerrada con una piedra porosa llamada tetzontli. Finalmente, en la parte mas elevada de la bóveda del hypocausto, se encuentra una abertura pequeña para dar salida al vapor en caso necesario. He aqui una estufa sencilla que puede usarse como húmeda y como seca. Hay otros temazcalis que tienen simplemente la forma de un cuarto pequeño.

Para bañarse, se introduce primero un petate ó un colchon, un manojo de hojas de maiz y un jarro de agua; se enciende el horno, y así que se ha calentado lo suficiente, entra la persona que va á bañarse sola ó acompañada de un criado y se acuesta; se cierra entonces la entrada y se tiene destapado por algun tiempo el agujero superior para que salga el humo que pueda haberse introducido, despues de lo cual se cierra tambien. Entónces se comienza á echar agua con las hojas de maiz sobre el tetzontli que se ha hecho ascuas, y se empieza á desprender un abundante vapor de agua que se eleva á la parte superior y que se procura hacer bajar agitándolo con el manojo de hojas. Al mismo tiempo se salpica de agua todo lo que rodea al que se baña, y con las hojas mojadas comienza á golpearse todo el cuerpo y especialmente la parte enferma. Entónces se presenta un sudor abundante que se aumenta o disminuye à la voluntad; concluido esto se abre la entrada, y muy abrigada la persona es conducida á otra pieza á reposar.

Basta de baños, y no se asuste el lector si le avisamos que no mas por ahora, pues que lo principal se nos ha quedado en el tintero, y le ofrecemos dar en uno de los números siguientes la parte verdaderamente higiénica de los baños tales cuales los usamos nosotros.—RR.

LA QUEJA.

Bastó de silencio, beldad orgullosa,
No mas ocultarte la pena cruel,
Que justos temores de crudo desvio
Guardada en el seno me hicieron tener.

Si no te movieron mis pobres suspiros,
Ni el alma rendida que en ellos te fué,
Perdona que al cielo de tu alta hermosura
Eleve la queja de tanta altivez.

Audaz intentando volar á tu esfera,
Merezco tu enojo, bastante lo sé;
Y sé que si quieren tus ojos airados

Hundirme en el polvo podrán otra vez.
Pues es menos duro, la vida cansada
Rendir á los filos de injusto desden,
Que ver en tus manos henchida la copa,
Y estarme abrasando en ávida sed.

No, no, ya no puedo sufrir de tus ojos,
La dura mirada si à dicha me ven,
En tanto, Señora, que humildes los mios
Con súplica muda te piden merced.

Ni ver cual se pierde mi débil gemido,
Cobarde mensaje del ánima fiel,
Allá entre las quejas de tantos esclavos,
Que á llanto condena tu bárbara ley.

De amarga agonia, mis últimos ayes,
Por fin á tu oido que llegen haré;
No temas ingrata, la muerte ó tus iras
Un sello en el labio pondranme despues.

Tal vez mi querella suspenda importuna
La plática blanda del tierno doncel,
Que supo venciendo en lid amorosa
Ganar de tus manos dulcísima prez.

Tal vez, con el brazo ciñendo su cuello,
Con ósculo ardiente quemando su sien,
Ni turbe tu gozo la queja del triste
Que ya de la vida traspasa el dintel,

Mas no, caprichosa, escucha siquiera,
Tranquilo á tus ojos despues moriré,
Si al fin ha podido decirte mi labio
Que yo tus luceros adoro tambien.

No quiero, tirana, que en lance dudoso
Con fieros desdenes batalle mi fé;
Jamas he creido legal un combate
En que eres el premio, la parte y el juez.
Tampoco pretendo que en lúbrico rapto
Pronuncie tu labio de rojo clavel,
Palabra amorosa que halague mi oido
Y rasguen las nubes que cubren mi Eden.
No, virgen hermosa, tamaña ventura
En pechos humanos no puede caber:
Piedad de mis ansias tan solo te pido:
Si aun eso me niegas, ignoro porqué.

Con débil quejido su próxima muerte
Lamenta la cierva cojida en la red,
El rústico tiene sobre ella el cuchillo
Mas antes de hundirlo piadoso la ve.

Y tu con la dulce sonrisa en los labios
¿Serás por desgracia mas dura que él?
Ah ¡no! solo espero tu blanda mirada,
Y luego de gozo morir á tus pies.
Puebla, Mayo 21 de 1843.

MANUEL M. DE ZAMACONA.

GALERIA DE LOS VIRREYES DE MÉXICO.“

DON LUIS VELASCO.

(1550)-Despues de las borrascosas tormentas que sucedieron á la caida del imperio de Quautimotzin, no satisfecha aun la codicia de la multitud de aventureros que desabordaban á bandadas en el mundo poco hacia incógnito decididos a hacer fortuna sin sujetarse á la maldicion de la raza de Adan, tomando posesion de sus feráces terrenos y apropiándose hasta las personas indígenas de cuyo trabajo se servian, sin derramar una sola gota de sudor, recogian abundantes y ópimos frutos.

Gravados los indios con todo género de vejaciones que se les hacian sufrir, llevando sobre sus endebles hombros toda suerte de cargas por pesadas que fuesen, labrando las tierras para alimentar á señores estraños, dando onerosísimos tributos, y sujetos en fin, á una ominosa esclavitud, cuando apareció por primera vez un virey que algo los alivió, aunque no del todo, no debian verle separarse sin dolor. El soberano sin embargo, que conoció bien el carácter filantrópico de D. Antonio de Mendoza supo nombrarle un sucesor digno de serlo. Así es, que desde luego confirió tan importante puesto á D. Luis de Velasco, y no fué por cierto desacertada la eleccion. Velas co, de la casa del Condestable de Castilla, se habia distinguido en la corte de Cárlos V, y este hallándose en Ratisbona cuando le fueron comunicados los acontecimientos del Perú, resolvió que pasase á aqui Mendoza, y para sustituirle en la Nueva -España, no vaciló un momento en escoger á aquel, encargándole que si no marchaba Mendoza al Perú fuera él en su lugar. Tal conocia su cordura y prudencia y su sábio manejo en el gobierno. Ni fué necesario que se le diesen muy largas instrucciones respecto de la administracion que se ponia á su cargo, se limitó el emperador á que en cuanto es tuviera de su parte procurara hacer á los indios su gobierno suave y paternal, y disminuyera los impuestos si los consideraba graVosos, aunque fuese con perjuicio de la hacienda pública; lo demas lo confiaba á su tino y discrecion,

1551.-En mil quinientos cincuenta, el cinco de diciembre, desembarcó en Veracruz el nuevo virey y á poco tiempo se unió en Cholula á Mendoza que le salio à recibir, y con quien tuvo en el mismo lugar algunas conferencias relativas, como debe suponerse, á asuntos del gobierno, terminadas las cuales Mendoza se mar chó al Perú y Velasco á México cuyos habitantes lo recibieron con las mayores demostraciones de júbilo, esperando que seria bien reemplazado el primer virey, y en efecto que sus esperanzas no salieron fallidas.

La audiencia y demas autoridades, así generales de la Nueva-España residentes en la capital, como las muuipales de esta, acompañaron al virey á su entrada que fué magnífica, y á muy pacos dias hizo llamar á los oidores á su presencia y les dirigió una breve pero enérgica alocucion, que manifestaba muy de luego la humanidad de los sentimientos que abrigaba su espíritu y en la cual les decia, que así como estaba puesta (la audiencia) á semejanza de las chancillerias de la Península, de la misma manera que ellas se esmerara en administrar bien justicia y aun que procurara aventajarlas. Los indios, no acostumbrados à alhagüeñas promesas (por que es preciso confesar la ingenuidad española mal que nos pese concibieron un porvenir muy dichoso que les aguardaba bajo el gobierno de D. Luis.

En efecto, apenas empuñó el baston, y sus primeras providencias tendieron ya á favorecerlos. Mendoza habia ordenado que se les exhonerase de las cargas y de los tributos personales, que no fueran molestados tampoco con el duro laborio de las minas; pero encontró grande resistencia por parte de algunos españoles que consiguieron del rey que fuera suspendida esta determinacion y Mendoza no pudo, ó no se halló en áni

[1] A pesar del esmero con que se ha solicitado la firma de cada uno de los vireyes, con el objeto de poner su fac simile en el retrato, no pudo conseguirse la de Mendoza pero pondremos las de los demas como lo hemos hecho ya en este, siempre que pueda encontarse.

mo de llevarla al cabo. Velasco, no obstante lo resuelto por el soberano, mandó cumplirlo al momento sin escusa ni pretesto y al fin hubo de ceder la pérfidia á la humanidad. Muchos, y muy repetidas veces, representaron à Velasco haciéndole patentes los males que iba á resentir la hacienda pública por sus últimas providencias, singularmente por la que habia dado libertad á los indios (que á excepcion de las mugeres y los niños la habian conseguido cien to cincuenta mil varones) dejando á las minas sin quien explotase de ellas los metales. El virey contestaba á todo “que mas importaba la libertad de los indios que las minas de todo el mundo, y que las rentas que de ellas percibia la corona, no eran de tal naturaleza que por ellas sc habian de atropellar las leyes divinas y humanas." No obran ni piensan de la misma manera los políticos modernos, quienes sacrifican aun la vida de los hombres al mal entendido bien-general.

(1552.)-Velasco halló ademas de los referidos, multitud de abusos que no podia corregir de pronto sin gran riesgo, y sin embargo logró atacarlos de raiz. Sucedia que el clero, gran protector de los indios á quienes habia procurado suavizar muy mucho su dura condicion, por cuya causa, ciertamente justa, tenia gran valimiento entre ellos, cometi aalgunos excesos que solo podrian tolerarse con grande escándalo de la poblacion, y que por otra parte se hacia imposible reprimir sin sujetarse al resentimiento universal, ó acaso á mas; pero con todo arrostró el virey á quien no servian de tropiezo las mayores dificultades que nunca lo fueron para él los inconvenientes que se oponian á la felicidad pública. Con este objeto, pues, consiguió del soberano órdenes, no solo dirigidas á la Nueva-España, sino aun å las autoridades de puertos de la Península, para el bien de aquella.

No bastaba á los infelices hijos de la NuevaEspaña el temor de ser acometidos por los pueblos que aun no se habian sujetado à la dominacion peninsular: no solo tenían por enemigos á naciones indomitas ó á pueblos rebeldes, si se quiere, à la corona de Castilla, ó mas bien celosos de su libertad, que cuando podian intentaban sacudir el yugo; sino que ademas olra causa hacia los caminos intransitables, y hasta las mismas poblaciones inseguras, la multitud de ladrones que los infestaban. Velasco procuró remediar este mal, formando el tribunal de la Santa Hermandad, tan afamado en España por los buenos efectos que habia producido, el cual habia de presidirse por los

dos alcaldes de la mesta, (2) y al que despues de algun tiempo le fué sustituido el terrífico de la Acordada que casi llegó á nuestros dias.

(1553.)-No se limitó Velasco únicamente á estos actos, sino que conforme à las instrucciones que Cárlos V. le habia dado, y al deseo de engrandecer la colonia que le tenia confiada, trató de plantear establecimientos de instruccion pública. Con tal objeto, bajo sus auspicios se abrió y bendijo la Universidad de México, que todavía existe en la misma forma, como monumento de la antigüedad mexicana, y para gloriosa memoria de Velasco, aunque solo de ella se conserva el edificio, el claustro y el nombre, mas no las cátedras, que poco á poco han ido caducando, hasta el 18 de agosto de 1843 que se dejaron sin objeto alguno por un decreto del gobierno. Para estrenar y bendecir la Universidad, celebrada una misa solemne en el colegio de San Pablo, entonces cdmo ahora, de religiosos Agustinos, salió de él una procesion, en la cual marchaban primeramente los catedráticos del nuevo plantel, que acababan de ser nombrados, en seguida las personas mas acreditadas en la carrera de las letras, los tribunales, la municipalidad, la audiencia, y por último, el virey que presidia: al llegar á la Universidad, conjetura el padre Cavo que se pronunció un discurso latino para dar fin à la funcion. Todo esto se verificó el 25 de enero, y aun ahora se celebra todos los años una misa solemne en este dia en la Universidad. La cédula de su ereccion fue espedida en 25 de setiembre de 51, y la bula de confirmacion de Paulo, IV en 55, dándola los mismos privilegios que á la de Salamanca en España. Fué promulgada la bula con gran pompa y aparato como se acostumbraba hacer con todas las de su clase.

El año de 53, funesto para México, dió á conocer á los habitantes de la Nueva-España hasta donde se estendia la actividad de su virey. Una gran sequía fué el principal hecho que marcó este año y la primera inundacion de la capital, que acaeció despues de la conquista, á consecuencia de un fuerte aguacero que duró veinticuatro horas, lo que aterrorizó en gran manera á los españoles, no acostumbrados, pero no á los indios que por la historia sabian que desde tiempos anteriores afligia este mal á México. Tres dias permaneció la ciudad anegada, en tales términos, que era ne

(2) Habia en el ayuntamiento de México dos al. caldes, que se llamaban de la mesta, porque estaban encargados de ejercer jurisdiccion en negocios de ga¬ nados, que es lo que espresa la palabra mesta.

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