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Así me quejaba con un amigo cierto dia, y él me respondió; hermano, el desgraciado no eres tu solo, sino todo habitante de México, pues no hay persona que no se queje de encontrarlo, por lo menos seis veces al dia; y para que confirmes mas y mas esta verdad, te contaré un suceso que me acaeció hará dos semanas. Monté á caballo, y me dirijí á Tacubaya; mas en el camino tuve que acudir al ruido de unas voces lastimeras que demandaban socorro, y que se ahogaban entre los ladridos de muchos perros; llego, y encuentro al pobre de D. Claudio, nugando por desasirse de un can maldito que le tenia afianzado de la casaca, con los an

teojos y el sombrero en el suelo, y temiendo que por momentos le acribillaran los demas perros que acompañaban al que lo tenia bajo su jurisdiccion. Con mil trabajos logré que el mastin soltara su presa, aunque haciéndole un largo giron á la pobre casaca; respiró D. Claudio en cuanto se vio libre de su fiero adversario, dióme las gracias, y se vino con el faldon enredado en el brazo y murmurando su cancion de costumbre.

Acabó mi amigo, y me convencí de que está de Dios que encuentre yo á D. Claudio por todas partes.-EL Lic. Vidriera.

HERACLITO

Y DEMOCRITO.

000

EN

achaque de filosofia tengo para mí por cierto y verdadero y evidente é indudable, que el mas filósofo es el que filosofa menos, y esto he llegado á aprenderlo despues de largas y terribles meditaciones filosóficas. De aquí es que el método, ó sea sistema que mas me agrada, es el sistema de la buena vida y el método de la holganza; y firme en mis principios, me sostengo contra todos los que me contradigan, que sé de cierto que ellos nada saben en achaque de holgorio y de buen gusto; y esto aunque me pongan por ejemplo al tristisimo Heráclito, que es como si dijéramos que me ponian de ejemplo á todos los escritores y filósofos llorosos y llorones de todas las épocas, inclusos los románticos. Porque, diga V., ¿qué fruto le sacaba el buen anciano á su cara rugosa y á sus ojos viejos y preñados siempre de lágrimas? Nada, sino ponerse feo y chusco y con una cara de ascos que es una gloria, y que à creer á la estampa ó si quier retrato, es cara de vieja regañona á quien se ha muerto el último nietecillo de quien ella tenia esperanzas de que fuera músico ú orador ó poeta, ó al ménos artillero, cuando habia nacido sordo-mudo y sin ojos y manco. Y en verdad sea dicho, que el tal Heráclito, á pesar de sus muchos años y de la esperiencia que á tan larga vida es consiguiente,

segun me predica una tia sexagenaria, que ya no puede tener mas prentensiones que de esperimentada, era un hombre medio sabio y medio nécio; figúreselo V. al pobre comiendo raices y bebiendo agua pura, viviendo allá á lo léjos y zampuzado en no sé qué breñales, que no parecia sino animal fiero y regañon: figúrese al buen hombre echando la culpa á los demás hombres porque hacian necedades y tonterías, y porque no eran tan buenos como el santo varon se habia imaginado que habian de ser, sin acordarse de que el mundo era mundo, y los hombres hombres, y mugeres las mugeres, y niños los que tenian pocos años; y empeñado en corregirlos á fuerza de lloros, que maldito el gusto que le han de haber dado, siendo lo mas curioso del caso, que con derramar tantas lágrimas, que parecian mares sus ojos, hubo de morir hidrópico, que cierto es cosa admirable porque para tanto llorar debió de convertirse el todo de su cuerpo y el mismísimo filósofo Heráclito en lágrimas, vaciando su piel que el sol de esos mundos tendria bien seca, de toda clase de humores acueos que pudieran debilitar sus vasos. Pero en fin, el lloroso vejete hubo de morirse sin vivir mucho que digamos sin dejar mas que unos libros que escribió, inútiles de puro oscuros, segun

asientan autores de nota; bien que es fama que presentándole un dia una pocion de leche, dijo

era afecto á hablar por enigmas el triste anciano, del cual se cuenta que habiéndose entrado por la ciudad á consultar á los médicos en tiempo en que ya estaba enfermo, les preguntó gimiendo y llorando y sollozando, segun entiendo, si podrian cambiar el tiempo húmedo en seco; y oyendo que no alcanzaba á tanto (aunque yo creo que á nada alcanza) el poder de la medicina, les contestó con aire sentencioso y grave quiza, que entonces ya no los habia menester; despues de lo cual, volvióse á la huronera y se zambulló en un mare magnum de estiercol para morir con honores de lombriz. ¡Puf y que mal gusto tuvo el hombre! Vea V. que remedio tan desagradable fué á escoger, porque por tal lo tomó; de donde yo colijo que no debia de tener el mismo gusto que yo, que soy afecto á los blandos lechos y á los siropes y á las pastillas, todo por medicamento se entiende, lo que juzgo le sucederá á V. y á todo hijo de vecino, sin que se crea que hablo con esos que tienen la humorada de cortarse una pierna ó un brazo, ó las dos piernas y los dos brazos, que algunos de este jaez he visto. Y con esto y con no ser útil para nada, dobló la efigies el lloroso anciano y aquí acabó la historia de uno de los maestros de los maestros de nuestros maestros; por que yo me sospecho que nada nuevo se ha hecho en artículo de filosofia, sino copiar y discurrir con poco ó mucho donaire sobre el tema que nos dejaron los pobres hijos de Adan que en aquellos tiempos vivieron y murieron. Por cuyas razones ó motivos y discutida sabiamente la cosa he venido en acomodarme ya que es forzoso que cada hijo de madre tenga su filosofía, á la filosofia del buen Demócrito que es el reverso de la medalla. No hay mas que vea V. la estampa. ¡Oh, y que cara de gozo que parece una pascuas! ¿Diga V. si con tal aire no cautivará mi corozon y mas cuando sé que el chusquísimo y graciosísimo filósofo hubo de vivir 110 años, lo que no consiguió el Heráclito y lo que en mi concepto es cosa muy agradable, porque 110 años son lo mismo que ciento y diez años; ya V. me comprende. Y luego me parece muy buen negocio reir de todo como él lo hacia, diciendo que todas las obras de los hombres eran locuras; y le salió tan bien su sistema, que llegó, segun dicen autores graves, á distinguir cosas muy confusas, es à saber que alcanzó á conocer la inmortalidad del alma, descubrimiento admirable en su tiempo, y era tan entendido en achaque de cosas humanas, que aseguran los escritores que llevo dichos, á cuya autoridad me refiero, que

el filosofillo, que la hè era deļuna cabra negra que no habia parido mas que una vez, lo que salíó cierto; y en cierta ocasion encontrando á una su conocida le dijo a Dios doncella,,y tornándola á encontrar ál siguiente dia la saludó diciendo,,a Dios dueña” y fuè cosa averiguada que la tal conocida en el intermedio de los saludos filosóficos, de doncella convirtiose en dueña, y aunque esto no me hace tanta gracia porque veteranos he visto que pretenden hacer esta adivinacion, cierto es cosa admirable, por lo cual soy sectario de Demócrito; mas como yo tengo mi cabeza y él la suya, no estoy de acuerdo con él, en eso de la miel por dentro y aceite por fuera, porque eso de aceites por fuera no me acomoda mucho; ni menos convengo en quebrarme los ojos como dicen que él hizo, porque los ojos son muy filosóficos y sirven para ver á las bellas, cosa que él aborreció y por cuya causa se hizo ciego, en lo que no anduvo muy cuerdo, á lo menos segun mi parecer, porque es puntualmente una de las grandes razones que yo tendria para no quebrarme los ojos, es à saber quedarme sin ver á las hermosuras vivas que se pasean por esos mundos. Mucho menos convengo con él en lo de contar las locuras de los hombres por los dedos, como muestra la estampa ó retrato adjunto, porque sobre ser mal método de contabilidad, ese modo es trabajo bien pesado y no es muy afecto al trabajo el comodin.—ANÓNIMO.

Cuando reflexiono, dice Diógenes Laercio, en las ciencias y artes observó que el hombre es casi igual á los dioses; mas cuando considero la supersticion, lo juzgo inferior á los brutos.

Las malas traducciones son como el revés de las alfombras que nos presenta la imágen estampada en ellas, pero tan borrosa y confusa que aun se duda si es la misma.

Se preguntaba á Zenon, si el amor se estendia á los sabios, y contestó, "Muy desgraciadas serian las bellas, si el caudal de sus triunfos solo se compusiese de los necios, gente que ni sabe amar, ni deja de aborrecer."

Fastidiado el Emperador Segismundo de las adulaciones de un palaciego, le dió una fuerte bofetada. El adulador le preguntó: ¿Porqué me hieres?-Porque tú me muerdes, y la defensa es natural.

El que à alguna obra da principio, tiene becho mas de la mitad de ella.

DESTRIPCION Y USO

DE UN NUEVO GRAVIMETRO

INVENTADO

POR J. M. BUSTAMANTF.(1)

1.

SE sabe que para usar la balanza de Nicholson es necesaria una coleccion de pesitos muy bien arreglados, y que exige sumergirla en el agua hasta un mismo punto, esto es, colocarla en su índice tres veces durante la operacion; para esto es necesario ir al tanteo, añadiendo ó quitando pesitos, segun que aquel punto está encima ó debajo del nivel del agua, cuyo procedimiento es largo: además, en los viages, en que generalmente se carece de las comodidades que se tienen en el gabinete, es muy fácil perder alguna de las pesitas del granatario, con lo cual se inutiliza un instrumento tan necesario al mineralogista viagero; para evitar estos inconvenientes, facilitar el transporte de la balanza, y simplificar la operacion, me sirvo del instrumento representado en el adjunto grabado, que da muy facilmente los datos necesarios para calcular el peso específico de los minerales, sin necesidad de pesos, y con bastante exactitud.

2. La parte acb del instrumento, que puede ser de hoja de lata, de laton etc., se compone de dos conos inversos, huecos y unidos en de, como

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(1) Tenemos la satisfaccion de insertar este artículo, escrito por mi maestro, el Sr. D. Andres del Rio, conoci do en el mundo literario por sus trabajos científicos y por sus obras de Orictognósia y Geología, tan útiles á los mi neros y á todos los amantes de las ciencias, y que bastará cualquiera de ellas para inmortalizar el nombre de un ilustre autor, de ese hombre sabio y virtuoso como Franklin, querido y respetado por todos los mexicanos, por todos los que conocen su mérito y saben que su vida sin mancha, la ha consagrado entera al estudio y al trabajo, con poquísimas utilidades pecuniarias, solo por tener la envidiable satisfaccion de servir á nuestra República, difundiendo entre sus hijos esos conocimientos sólidos y llenos de prestigio, para los que saben comprenderlos, los conocimientos científicos, que influyen de una manera tan directa en el adelantamiento de las sociedades y en la felicidad de las naciones.

Bastaria decir que el artículo que nos ocupa, que publicamos con el consentimiento de su autor, es escrito por el Sr. del Rio, para que se le apreciara en su verdadero valor, si á este título respetable de estimacion no se agregara el de tratarse en él de una invencion hecha por uno de nuestros compatriotas, por D. J. M. Bustamante, jó. ven mineralogista, cuya temprana muerte siempre lamentarán las ciencias, que tanto tenian que esperar de su ta. lento y dedicacion. Aun á este nuevo título de aprecio se agrega todavía el de tratarse de un instrumento uti lísimo al mineralogista, al físico, al viagero y á toda persona estudiosa y aplicada.

Sabemos que este artículo pertenece a varias memorias interesantes con que el Sr. del Rio trata de enriquecer la segunda edicion de su obra de Orictognosia, que piensa reimprimir corregida y aumentada, obra utilísima, como ya indicamos, y cuyo mérito nadie ha puesto en duda; pero que exige algunas correcciones indispensables, porque el adelantamiento de las ciencias ha sido estraordinariamente rápido en estos últimos tiempos, y la obra del Sr. del Rio tiene catorce años de impresa.

México marzo 9 de 1844,

SEBASTIAN CAMACHO Y ZULUETA.

digones delgados; en el primer caso se pega y adapta muy bien á las paredes del cono inferior, pero en los otros dos es necesario sujetarlo con una tapa de hoja de lata al mismo cono, con lo cual no varia de lugar, y se conserva siempre en la parte mas baja.

3. En cuatro puntos de esta base opuestos en ángulo recto, se sueldan dos arcos de alambre ab y gh, que atraviesan y sostienen la vi rola m, la cual recibe el estremo de un tubo de cristal mn, que se afirma con lacre: en el interior del tubo se coloca una escala de líneas de milímetro, ó de partes iguales arbitrarias, trazada en papel, y cuyas divisiones se cuentan desde cero de abajo á arriba. En vez del tubo de cristal se podria usar uno de laton ó plata, del grueso correspondiente, y bien calibrado por su esterior, que lleve señalada la escala de partes iguales: entonces se suprimirán las vírolas, y tanto los arcos como el platillo se afirmarán mejor al tubo, y el instrumento quedará ménos espuesto á maltratarse.

4. Finalmente, en el otro estremo del tubo se ajusta por medio de una vírola y lacre el platillo rs, que sirve para poner los minerales cuando se pesan en el aire.

5. La figura 2. es una caja cilíndrica de hoja de lata con su tapa, cuyo largo es igual al del instrumento, y cuyo diámetro interior es un poco mayor que el de aquel: en la parte inferior del fondo se suelda de firme la porcion cónica x, en la cual se acomoda una parte del cono dec, y como el diámetro del platillo superior debe ser muy poco menor que el de la caja, el instrumento se coloca adentro sin que tenga movimiento que lo pueda deteriorar; así es que se transporta con mucha comodidad y seguridad. Esta caja es tambien la mejor vasija para usarlo, porque se echa en ella la cantidad de agua suficiente, para que sumergiendo á fuerza todo el instrumento, llegue solo á su borde sin derramarse.

6. Cuando se pone el instrumento en el agua y se deja en libertad, solo se sumerge hasta muy cerca de la base ab, como hemos dicho, y es necesario para que el cero de la escala llegue al nivel del agua, cargar el platillo superior con granalla de plomo, con perdigones, ó mejor con una chapita de plomo, cuyo peso se ajusta de una vez, para que siempre produzca una inmersion precisamente hasta el punto indicado, y esta nueva carga la llamaremos peso adicional.

7. Si estando en este estado ponemos en el platillo un cuerpo cualquiera, la inmersion es tanto mas grande, cuanto mayor es el peso del

cuerpo, y no hay duda que este nuevo peso equivale al de un cilindro de agua igual à la porcion del tubo que ha hecho sumergir, porque el espacio que esta ocupa en el líquido, es igual al que ocupaba el cilindro de agua que desalojó, y el esfuerzo del líquido para sostenerla, es tambien igual al que hace el peso del cuerpo para tener sumergida aquella porcion de tubo: así pues, si el instrumento se sumerge una de las divisiones de la escala, podemos decir que el peso de que está cargado es igual al de una rebanada cilíndrica de agua, cuya base es la seccion del tubo y la altura es una division: un peso mayor lo hundirá 20 divisiones, v. g., y equivaldrá al peso de 20 rebanadas iguales á la anterior; luego sabiendo el número de adarmes ó granos que pesa cada una de estas rebanadas, podremos conocer el peso de los cuerpos que pongamos en el platillo.

8. Despues diremos como se determina el peso de cada rebanada, aunque no tenemos necesidad de saberlo, porque las divisiones de la escala nos manifiestan las relaciones en que están los pesos que pongamos en el platillo, así como no tenemos necesidad de saber cuanto pesa el mercurio contenido en el tubo de un barómetro, para conocer y comparar las diversas presiones del aire: nos basta pues, fijar con exactitud los puntos de la escala en que está el nivel del agua, ántes de cargar el instrumento, y aquel en que se sumerge en virtud de la carga que le pongamos, y á esto solo está reducido su uso.

9. Supongamos que estando cargado con su peso adicional, el nivel del agua llega justamente al cero de la escala; si en este estado ponemos en el platillo superior un fragmento de caliza espática, v. g., cuyo peso produce una inmersion tal, que el nivel del agua señale la division 54, este número nos manifestará el peso del fragmento en el aire § 7. Si trasladamos despues el fragmento al platillo inferior, la inmersion solo llega á la division 34, y esta division nos indica el peso del mismo fragmento en el agua; luego la diferencia 20 entre ambos pesos, es cabalmente el peso del volúmen del agua desalojada por esta inmersion, ó el peso que perdió el fragmento en la segunda operacion. Basta dividir 54, peso del fragmento en el aire, por 20, que es lo que perdió en el agua, el cociente 2, nos manifiesta el peso específico de la caliza espática: de este sencillo modo se procede en los demas casos.

10. Facilmente se nota que el peso adicional puede ser mayor de lo que hemos supuesto,

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