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sin que esto altere los datos, porque si en vez de sumergir el instrumento hasta el cero, lo hubiese llevado hasta la division 8, v. g., entonces el mismo fragmento de caliza espática lo habria sumergido, no hasta el 54, sino hasta el 62, y siempre su peso en el aire seria el mismo que antes, esto es, 62-8=54: lo mismo se verifica en el peso dentro del agua: en este caso, la inmersion no seria hasta el 34, sino que subiria al 42, y la pérdida tambien seria igual á la anterior, esto es, 62-42=20; esta es una de las ventajas del instrumento, que no necesita llevarlo á un punto determinado, sino solo notar las divisiones de la escala que señala el nivel del agua, como dijimos en el § 8.

11. Si quitamos del platillo superior no solo el cuerpo que se ha pesado, sino tambien el peso adicional, el instrumento se levantará hasta dejar fuera del nivel del agua el platillo superior, y de esta construccion resulta la comodidad de poder colocar el cuerpo en este platillo sin sacar todo el instrumento del agua, y sin esponerse á que en la segunda inmersion se le peguen algunas ampollas de aire, que no habia en la primera, como suele suceder en la balanza de Nicholson, lo cual altera los resultados. 12. El nivel del agua deja siempre alguna incertidumbre en la determinacion del punto preciso (de la escala) à que llega, principalmente cuando le toca señalar partes de una division, y en su lugar podemos emplear otro indice mucho mas exacto, y cuya sencillez lo recomienda para usarlo constantemente; consiste en colocar dos hebras de seda (fig. 3.) ab, cd, bien estiradas, ó mejor de alambre, que llaman de pelo, en puntos opuestos, del borde rs de la caja, de manera que abracen el tubo de cristal sin forzarlo, y pueda andar libremente en medio de ellas, para lo cual sirven los botoncitos mn, soldados de firme en la caja, y las pequeñas ranuras ac bd, hechas en el mismo borde: entonces observando por el hueco rz, que tiene de alto cerca de dos líneas, y de largo una pulgada, el plano de las hebras al mismo tiempo que la escala, la hebra de esta del lado del observador señala las divisiones y partes de cada una á que llega la inmersion, y por este medio si la escala es de milímetros, se puede apreciar á simple vista la quinta parte de cada una ó de dos en dos milímetros, lo que equivale en el instrumento de que me sirvo á un peso de 0, 3 de grano. Es cierto que este medio señala el punto de partida un poco mas arriba del cero de la escala; pero como hemos visto, (párrafo 10,) esto no altera en nada los resultados.

Том. 1.

13. Hasta aquí solo hemos hablado del modo de pesar cuerpos, cuya gravedad específica es mayor que la del agua; nos resta, pues, considerar otros dos casos que puedan ocurrir, y son aquellos en que la gravedad específica del cuerpo es igual á la del agua, ó menor. Si conociendo el peso de un cuerpo en el aire, v. g., 24, lo pesamos en el agua, y la inmersion llega cabalmente al cero, en este caso diremos que ha perdido todo su peso, ó que este es igual al volúmen de agua que desaloja, porque la diferencia entre cero y 24, es 24, y su gravedad específica es igual á 24 dividido por 24=1= gravedad del agua. Pero si en vez de llegar la segunda inmersion al cero se hubiese quedado 6 líneas debajo de este punto, suponiendo que la escala tuviese divisiones negativas, esto es, que se continuasen debajo de cero, esto nos indicaria que el volúmen desalojado de agua pesa mas que el cuerpo, porque no solo pierde los 24 de su peso, sino que ademas hace perder 6 al instrumento, con quien forma un todo, y la diferencia entre +24 que obpesa en el aire, y — 6 que pesa en el agua, servando las reglas de los signos, es + 30: dividiendo, pues, 24 por 30, se tiene 0, 8, esto es, que la gravedad específica del cuerpo es menor que la del agua.

No hemos puesto en la escala divisiones negativas, porque se aumentaria mucho el cuello del instrumento, y ademas de otros inconvenientes, traería el de hacerlo mas voluminoso; no hay, pues, necesidad de estas divisiones, si atendemos à que aumentando el peso adicional, se puede sumergir la mayor parte de la escala, para que despues la haga salir el cuerpo que ponemos en el agua, y por este sencillo procedimiento podemos decir que sin alterar el tamaño de nuestra escala, la hemos duplicado. Un ejemplo aclarará este caso.

Supongamos que un pedasito de madera de encino pesa en el aire 36: quitándole del platillo superior y aumentando el peso adicional con otra chapita de plomo, haremos hundir la escala hasta el 60, v. g.; notando este punto, que podemos considerar como si fuera el cero de la escala, y pesando despues la madera en el agua, la inmersion solo llega al 48, esto es, ha hecho salir 12 divisiones, las cuales ciertamente corresponden debajo del cero: la diferencia, pues, entre 36, peso del encino en el aire, y 12 su peso en el agua, es + 48: dividiendo 36 por 48 resulta al cociente 0, 88, que es la gravedad específica del encino, y este procedimiento se observará en los demas casos. Si estando el instrumento en cero le carga

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mos pesos conocidos, como adarmes y granos, podremos saber el peso á que corresponde cada division de las que se han sumergido, dividiendo el número de adarmes y granos por el de divisiones. Así, pues, si con tres adarmes

ó 108 granos se sumerge 54 divisiones, cada una corresponderá á 2 granos, y por este medio sabremos á cuanto asciende la mayor carga que podemos pesar con el instrumento.

AVENTURAS NOCTURNAS.

TENGO
yo un libro de memorias curioso, si los
hay, libro sin hojas, y por consiguiente, sin le-
tras: libro que leo cuando quiero y donde quie-
ro, y que tengo precisamente en mi mollera y
en las molleras de todos los hijos que haya pa-
rido madre; libro chusco, gracioso, picante,
anónimo, libro mejor que todos los libros.-
Pues señor, de este libro á fól.... el fólio no nos
importa, de ese libro, digo, tomé una historia
que voy á espetar al que quiera leerla; historia
de este año, aunque se duda si es de este siglo--
en fin, historia curiosa y divertida de lo que
pasó entre un elegante y un viejo camandule-
ro y la hija del vecino y la planchadora del
barrio y la espada del sereno.

Voy al cuento: es el caso, que frente á mi casa vive un señoron, (ya V. dirá donde vivo, que será precisamente frente à frente del señoron á quien V. caritativamente aplique el cuento), ya entrado en años, de esos señores que pasan su vida pasando la vida, que no hacen ni á Dios ni al diablo, y que tiran cada año los dos tercios de sus rentas y guardan sin pensarlo el otro tercio, y la fuente de estos tercios para el graciosísimo heredero, que en nuestro caso es como si dijéramos que los guardaba para una hermosísima sirena y un apuesto doncel, cuyos jóvenes eran la succesion que al buen señor le habia dado la gentil y escrupulosa Doña kita, que es su esposa. Y con estos jóvenes acontecia lo que de ordinario acontece à todos esos fijosdalgos, suponiendo que estos algos son dineros ó talegos henchidos de dineros; digo que les acontecia, á él, al mozo, al elegante Julio, al hermoso tipo de las modas y del buen tono, y å ella, ála sentimental, patética y romántica Elena, que son los hijos del señor camandulero, lo que es muy frecuente en tales criaturas, y es hallarse con diez y ocho ó veinte años encima, sin tener mas instruccion que una lectura mala, peor escritura y la aritmética que basta

para saber que 8 reales de entrada y un real de cojin en el teatro, suman nueve reales, con otras operaciones semejantes que dejo á la curiosidad de V. para que las indague ó invente.-Aquí pudiera, segun es costumbre, poner en letra gorda con un número 1 encima, esta palabra, Julio, fatídica y terrible como el Analek de Victor Hugo en Nuestra Sra. de Paris; pero haciéndole á V. gracia de todas estas fórmulas, le diré cómo el jóven seguia en un todo las costumbres de los elegantes, y era desvergonzado, y jugaba al billar, y concurria al teatro para lucir la casaca, y saludaba á todos, y afectaba (esto es lo principal) estar enamorado y correspondido de la hermosísima Leonor, la hija del ex-ministro de á la vuelta, porque debe V. saber que estos jóvenes, por el bien parecer dicen y afectan, y dejan sospechar y traslucir que tienen amores, y tal vez dicen que son positivos con fulana y citana, con el cristianísimo fin de aparecer como veteranos, término de una fuerza y signo, de una idea admirable; con lo que consiguen un famoso resultado y es menoscabar lentamente la opinion de fulana y citana.--Tienen tambien por costumbre tener una segunda querida, querida carnal y prosaica, de la que hacen tambien gala y á la que no aman, segun se esplican, aunque para mí tengo por cierto que es la señora de sus pensamientos, y tal vez de sus pesetas. El buen Julio, pues, conformándose con el uso, tenia su querida alta y de tono, y su querida de prosa y corriente: la primera ya he dicho quien es, y la segunda he de decir que se llamaba Leonarda; cuya hermosura de segunda gerarquía y la heroina si se quiere del chusquisimo drama que el apuesto doncel se habia forjado en su mente, es de oficio lavandera y la planchadora del barrio; artista, segun algunos que à los artesanos llaman artistas, cortejada por todos los guapos de seis calles à la redonda, ado

rada de los barberillos de la jurisdiccion y servida por el sereno de la cuadra, que era el preferido entre toda esta turba amorosa, que lo miraba con envidia y le queria mal, por ser el pichon de la inocente paloma que á hurtadillas y en silencio le hacia unas cuantas infidelidades con Julio, al enamorado sereno.

Un escritor novelizante, segun he oido decir, pondria aquí un número 2 romano; por epígrafe un verso terrible, y por título Elena con sus correspondientes admiraciones; cuya division en actos y capítulos me parece oportuna, y sin embargo, entre esta moda y la de los viejos escritores castellanos que ponian en lugar de todos esos adornos tipográficos un sequísimo,,,mientras esto pasaba en tal parte" yo no sé por cuál decidirme, y V. pondrá lo que guste, que yo prosigo con mi cuento.--Elena es una muchacha inocente que sabe todas las exigencias del mundo, que tiene un corazon sensible y una alma ardiente, que cifra su felicidad en el amor, porque añada V. las novelas al fuego del corazon y á una imaginacion acalorada, y ya verá V. qué misto sale de tales ingredientes. Digo, pues, que Elena apasionada, sin regla para vivir, porque la buena de Doña Rita la hacia rezar novenas y el complaciente papá la llevaba al teatro, y el amoroso Julio la pintaba.... lo que V. quiera; pero ni la mamá Rita, ni el papá cuadragenario,[ni el jóven Julio le daban un consejo saludable ni le esplicaban mas deberes que los de la moda. Y esto hacia que ella hiciera lo que hacen cien muchachas conocidas mias, tener un amante, que por lo regular es intrépido, y darle citas para el cuarto del portero á la hora que hay visitas, por la noche; en fin, cuando no hay peligro de que los sorprenda algun curioso impertinente.-Ponga V. un número 3; por título los dos esposos y el aguacero, y vamos adelante. El camandulero señor y la rezandera esposa habian salido, como lo tenian por costumbre todas las tardes, dejando á la preciosa Elena el cuidado de la casa y al buen Julio el cui dado de su hermanita, y á entrambos el cuidado de lo cuidable. Aconteció, pues, en esta tarde, una ocurrencia frecuentísima en julio y agosto, ocurrencia admirable sin embargo y digna de admiraciones, es á saber: que cayó de los cielos tal cantidad de agua, que puso intransitables las calles é impidió á todo hijo de vecino andar por esos mundos en mas de cuatro horas; cuyo inconveniente impidió á la curiosa y conyugal pareja volver á casa á la hora regular.La noche estaba oscura; era una de esas noches en que nos sentimos aterrados, en que

deseamos estar acompañados; una noche de esas que por las impresiones de terror que causan, excitan los nervios y acaloran la imaginativa; noche en fin, admirable y á pedir de boca para la entrevista de una jóven romántica y un amartelado amante. Efectivamente, á eso de las siete de la noche, un jóven envuelto en una capa de hule que se embozaba con mucha gracia, con un sombrerillo de hule tambien y unos zapatos de hule, que no habia venido en su coche por no llamar la atencion, se paró frente al balcon de la hermosa Elena, fumando un cigarrillo que solo alumbraba su delicada mano y que servia de contraseña para los amantes.-Acontecia pues, que el azorado Julio, aterrado por la tempestad, maldecia de los rayos y del agua y se lamentaba de no ver en esa noche á la buena Leonarda que le habia ofrecido con toda la formalidad posible aguardarle esa noche en el zahuan fronterizo, para irse juntos despues á dar un paseo por las calles de otros barrios. Paséabase el pobre Julio en la pieza oscura en que estaba un balcon; vió el bulto, alegrósele el ojo, y comenzó á discurrir sobre la fidelidad heroica de su bien amada Leonarda. A la sazon entró Elena, paróse en el balcon del aposento contiguo, vió aquel cigarro ardiendo, su corazon dió un vuelco, voló á la candela, encendió otro cigarrillo, y haciendo con él una cruz de fuego, corrió á la luz y la sopló. Al moverse el bulto del cigarro, Julio toció, y creyendo que era Leonarda y que se impacientaba, hízola una seña juzgando que en la oscuridad podria ser visto, díjole en ella que se entráse por la puerta de la calle, y metióse él con grandes precauciones para no ser notado de la hermana. Buscóla diligente, y hallando à una criada le preguntó.-¿Dónde está la niña?-En la dispensa preparando.... -Bien, voy abajo á ver qué tal están las calles, dijo, y se marchó mas que de prisa. Habrá entrado en el cuarto del portero, se dijo para sí, y sin mas comentarios dirigióse allá. Sus pasos sonaban, y en ese cuarto que servia entonces de un templo, hubieron de soplar la luz y de escabullirse la tierna Elena que ya estaba abajo y su apasionado amante.

El uno bajo la cama, la otra trás el tinajero de la honrada muger del incorruptible portero. Entra Julio, y perdido en la oscuridad tiende sus brazos sin hablar, busca con las manos á la bella Leonarda, da unos pasos.... El silencio era sepulcral, el jóven no es muy valiente y se queda sin habla.-Oyense pasos, los tres actores de tan terrible drama se estremecen; alguien ha entrado; es la buena Leonarda á

quien sin saber que estaban Elena y su querido ha permitido que entre la señora portera.Quédase en pié sin respiracion; de nuevo se abre la puerta y ha entrado alguno, los ocultos hacen ruido, una persona entra dando pasos desmesurados, luego otra.... ¡Están perdidos!-Y aquí pudiera dividir mi capítulo y ha cer capítulo nuevo y aun distinto tomo, para conseguir dejar suspensa la curiosidad impertinente del que queriendo saber vidas agenas se empeña en averiguar el paradero de mis héroes.-Marchemos, que ya estoy fastidiado y protesto no volver jamas à enarrar historias tan largas magüer que curiosas.-Suponga V. que dice aquí: El sereno del barrio. Conclusion luego un número 3 y pax-Christi. Escuche V. El penúltimo que entró en el cuarto tremendo del portero, fué precisamente el buen hombre, que viendo llegar á su amo, iba como fiel servidor á dar un aviso prudente á los niños interesados; mas notólo el viejo, y socarronamente atrapó al criado y cubrióle la boca, y mandó al lacayo que con ellos venia, que cuidase; y á su muger que mirase, por que se temió que fuesen ladrones de la honra de sus hijos, y él voló á traer el sereno y á pedir auxilio bastante. Cuando entró el lacayo y la varonil Rita, Julio se escabulló bajo la cama, y encontrando un rostro y una mano, la apretó y pegó sus labios á los de la vecina, y se quedaron muertos de pavor y sin respiracion; el lacayo que habia entrado, sintió junto á sí á una muger, y creyendo que era la Leonarda, tomóla en sus brazos, aprovechando como sábio aquellos momentos, y la pobre muger viendo que era su pareja, estrechóse con ella y agrupose con él, y presentó su frente, en la que recibió un ardiente beso: otra persona se ocultó tras el tinajero. La pobre vieja Rita que oyó ruidos tan estraños y tan temerosos, corria hacia la puerta, al tiempo que el sereno y el viejo señoron y otras gentes venian aprestados al combate; junto à la puerta estaba el tinajero, y à sus piés un pavo ó siquier guajolote, que confuso de tan raras escenas, estremecióse y tendió las alas, lo cual visto por el sereno que a pesar de su oficio no es un héroe

en achaque de valor, imaginándose que era cabeza humana, tiró del sable, y descargó tal golpe, que hizo caer el tinajero, rodando las cazuelas y las ollas, de cuyo centro salió un grito terrible que obligó á abrir tamaños ojos á toda la comparsa de este desenlace espantoso, y hallóse el elegante Julio junto á su presunto cuñado, apretando la mano del amante de Elena, y con sus lábios cocidos en la hermosa cabellera del enamorado; vióse Elena en los brazos de su lacayo, que desmayada de placer, conservaba aun la boca sobre la frente de su linda ama, y la vieja Rita y el camandulero señor azorados con el tajo terrible y el chillido agudísimo, dieron un paso atrás, colocándose tras de la puerta, y la infeliz Leonarda, víctima de las descomunales uñas del azorado pavo, saltó en pié lijera como un gamo, quizo huir, tropezó con el sereno, que asustado tiró el farol, matándole la luz; y temiendo quizá una ofensa grave del atrevido que le habia asaltado, se asió de él fuertemente y dió un grito; el señoron pedía luz, la anciana Rita clamaba por el confesor, el sereno soplaba en su agudo pito, y Elena.... Elena se escabulló sin reñir al lacayo, y el amante se escurrió por una ventana y Julio se hizo paso por entre el sereno y su presa, y la presa del sereno le dió un beso y echó á correr calle arriba, y mientras volvió Julio con los criados y con luces, su padre le habló: ¿Y Elena?-Está arriba.-Nos han querido robar, Julio.-¿Es posible?—Sí, mañana comprarás un par de cajas de fierro para guardar las alhajas y el dinero....

De entónces acá el lacayo á solas estrecha la mano de la niña entre las suyas, y se ha unido con el portero y con la esposa del portero, con el piadoso objeto de engañar á los cuidadosos y diligentes padres; Julio ha traido de recamarera á su casa à Leonarda, y es fama que desde esa noche no ha vuelto á notarse jamas ruido ni cosa ninguna que altere el sosiego de la familia; es fama tambien que todo ha quedado en silencio, aunque yo me sospecho y me creo que no han acabado las citas y las aventuras, ní los lances de portero y de planchadora que le ha contado á V. el hablador.-ANÓNIMO,

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