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-Señor, he visto al emperador Alejandro y he pasado oculto veinticuatro horas en su habitacion.

-Vah! y bien....

-El emperador de Rusia no es enemigo de V. M., (se le advirtió un gesto de duda) no señor, en él solo la causa imperial encontrará

apoyo.

—Al hecho, qué es lo que quiere? Qné desea? -Señor, V. M. está llamado á grandes sacrificios, para asegurar á su hijo la corona de Francia.

-Es decir, replicó Napoleon con terrible acento, que no se quiere tratar conmigo, que se me quiere arrojar del trono que he conquistado con la punta de mi espada, y que se quiere hacer de mi un objeto de burla y de piedad. Se paseó algunos instantes bastante violento, despues deteniéndose delante del duque y cruzando los brazos le dijo.

-Y sois vos, vos, Caulaincourt, el que habeis sido encargado de semejante mision cerca de mí? ¡Ah! Y arrojándose á su asiento se cubrió la cara con ambas manos. El duque se hallaba consternado y guardó silencio. Napoleon se volvió hácia á aquel:

-No teneis valor de continuar? Veamos, señor, que es lo que vuestro Alejandro os ha suplicado pedirme.

--Señor, dijo el duque, desanimado y lleno de desesperacion, V. M. no tiene piedad, ese golpe que os afecta, ha destrozado mi corazon ántes que el vuestro.

-No tengo razon, Caulaincourt, soy injusto, mi amigo, le interrumpió con aire de dolor. Continuó llevando la mano á su frente: lantas desgracias me hieren sin intermision...; Yo dudar de vos, Caulaincourt! De todos los que me rodean, vos sois solo, lo entendéis? el solo en quien tengo confianza.... Unicamente en medio de mis pobres soldados y en sus ojos entristecidos es en donde encuentro escrito: fidelidad, decision. Venturoso, creia conocer á los hombres, desgraciado, es cuando comienzo á conocerlos... y quedó con la vista fijada en el suelo, entregado á sus reflexiones.

Como el duque estaba bien fatigado y estenuado de sueño, le pidió permiso de retirarse, para despues instruirle mas detenidamente de todo, y hacerle las reflexiones que las circunstancias exigian. Cuando volvió el duque, advirtió en el semblante de Napoleon, retratada la ansiedad: le impuso fielmente de cuanto habia pasade, y de la intencion que habia de llamar á los Borbones. La relacion de cuanto

pasaba exaltó su cólera, y espresó despues de otras cosas lo siguiente.

-Los Borbones son antipáticos á las nueve décimas partes de la nacion. Y el ejército que ha batido á sus emigrados, ¿qué harán con él? Mis soldados no lo serán jamas de ellos. ¿Olvidarán que han vivido veinte años á espensas de los estrangeros, fuera de la patria, en guerra abierta con los principios é intereses de la Francia? Los Borbones en Francia! es el colmo de la demencia, es querer atraer al pais todo género de calamidades.... El duque no le omitió todas las maquinaciones que tendian á ese objeto. Siguió el emperador hablando de las diferentes posiciones que guardaria la nacion, de los inconvenientes que se presentaban, y de la diversidad de circunstancias, por las que él ocupó el trono vacante de Francia, á las en que los Borbones querian volverlo à ocupar, pues que las dignidades actuales todas los habian rechazado, y existian entre ellas quienes arrastraron al cadalso á Luis XVI.

Despues continuó con alguna tranquilidad. -Entremos en la cuestion. Se exije mi abdicacion: á este precio, que se deposite la regencia en la emperatriz, y la corona en mi hijo. Yo tengo todavía cincuenta mil hombres á mis inmediatas órdenes. Mis valientes, mis admirables tropas me reconocen aún. Mis soldados llenos de ardor y de decision, me piden con grandes gritos que los conduzca á Paris: el estruendo de mi artilleria despertará á los parisienses, electrizará su amor propio nacional, insultado con la presencia del estrangero que está formando grandes paradas en nuestras plazas públicas: el pueblo de Paris es valiente: él me secundará; y despues la victola nacion, juez, entre las pretensiones de los ria.» Agregó animándose todavía. „Haré á

aliados y mi persona, y no descenderé del trono si no es que los franceses me arrojen de él. Venid conmigo, Caulaincourt, es medio dia y voy a pasar revista."

El tiempo que vuela le faltaba! Visitó la linea de avanzadas: á cada instante el ejército se aumentaba con los cuerpos esparcidos que llegaban. Los soldados al ver á Napoleon con exaltacion esclamaban: Paris, Paris. Los oficiales blandian sus espadas, y rodeando al emperador repetian:-,,Señor, conducidnos à Paris.»>-Sí, hijos mios, volarémos á Paris: mañana comenzará el movimiento,» vivas y aclamaciones se elevaban en los aires.

Al bajar en el patio del castillo le dijo á Caulaincourt.—Qué tal?

--Señor, le respondió, es vuestro último al

bur, V. M. solo debe decidir.

--Vos me aprobais: esto es claro, y pasó con la frente elevada por los salones llenos de personajes cubiertos de bordados y condecoraciones. Allí se discutia sobre los negocios. Los jóvenes generales querian la guerra hasta arrebatar á los estrangeros la capital: los que ya tenian hecha su fortuna temian y murmuraban. Cuando se supo la noticia de que se exigia la abdicacion, las murmuraciones de esos hombres pasaron á la exasperacion, y de ahí á las amenazas. Señalóse un amigo antiguo de Napoleon, y otros, como él, cometieron bajezas é infamias: decian:,,Su abdicacion conviene á todos».... Los corazones generosos y leales se inflamaban de indignacion al oir aquellas espresiones.

Las órdenes se habian dado el 3 de abril para pasar el cuartel general el 4 entre Ponthiery y Essonne. Los dignatarios del imperio ninguna medida tomaron. Napoleon lo toleraba: bajó á pasar la revista, y todos los que sabian los sucesos estaban llenos de ansiedad. Despues de la parada es conducido á su habitacion por los mariscales y oficiales generales que allí se hallaban: comenzaron por insinuaciones respetuosas, despues representaciones, inconvenientes hasta llegar a las reacriminaciones, y por último, protestar que no se marcharia à Paris....

Calcúlese lo que Napoleon sufriria en aquel momento: dirigió una mirada sombría á todos aquellos ilustres señores à quienes habia hecho grandes en su mayor parte, sacándolos de las filas de los regimientos, y se separó de ellos. Su figura estaba espantosamente alterada; pero su fisonomía era tranquila y su continente lleno siempre de dignidad. Tomó un papel y escribió en él con su mano y lo presentó al duque de Vicencio.

--Veed mi abdicacion, Caulaincourt, llevadla á Paris.

Caulaincourt tomó el papel, abrumado de dolor, las lágrimas inundaban sus ojos. Bravo, bravo, mi amigo.... los ingratos, agregó con terrible espresion, me sentirán algun dia, y se arrojó en los brazos del duque.--Partid, Cau

laincourt, partid al momento.

El duque le pidió que para ese acto tan solemne y tan grave, se le uniesen dos grandes oficiales del imperio.

Napoleon dijo:,,Ragusa y Ney."

--Señor, el duque de Ragusa no está aquí, el duque de Tarento representará dignamente al ejército.

Napoleon se decidió. Ney, Macdonald y

Caulaincourt llevaron poderes suficientes. Una sombría tristeza se retrató en el semblante de Napoleon, sus plenipotenciarios marcharon, llegando á Paris en la noche del 4.

Al ver Alejandro á Caulaincourt, le dijo:--
Ah! volveis muy tarde....

--Señor, no ha dependido de mí.
--Esto es una grande desgracia.
--Las disposiciones de V. M. no han cam-
biado?

--Os habia dado mi palabra, pero yo no puedo sujetar los sucesos à mi voluntad: caminan con tal precipitacion, que lo que era posible ayer, hoy no lo es.

--Pero Sr. yo traigo la abdicacion del emperador Napoleon, á favor del rey de Roma: los mariscales Ney y Macdonald me acompañan como plenipotenciarios.

Alejandro contestó al duque que deberia haber regresado con prontitud: que las circunstancias habian cambiado para Napoleon, porque si antes se le temia por su habilidad y audacia, ahora todo lo contrario: agregó que el senado y todos los demas cuerpos del estado, se habian apresurado por los manejos del gobierno provisional á llevar adelante la caida de Napoleon; y que la mayor parte de los mariscales y generales participaban de los mismos sentimientos. El duque oponia diversas consideraciones, y manifestaba la decision de las tropas: que eran muy pocas las deshonrosas excepciones entre los militares, especialmente cuando los soldados estaban irritados y ardientes por el combate. Alejandro replicó.

--Os alucináis todavía, en el momento en que hablamos, Fontainebleau está descubierto y Napoleon á nuestra discrecion.

--Qué decis Sr.? esclamó el duque, todavía nuevas traiciones?

--Las personas que quieren que triunfe una causa diversa de la vuestra, trabajan sin cesar para separar de Napoleon á los generales mas influentes, y como cada uno piensa en su fortuna y posicion, se han violentado en asegu

rar.... el campo de Essonne se ha levantado (1).--El duquel quedó estupefacto con semejante noticia. El emperador Alejandro le

(1) El antiguo edecan de Napoleon cuando Lodi y Arcole, el mariscal Marmont, cubria con un ejército este punto importante para las operaciones del emperador sobre Paris y otras partes. El general Lucotte, coman. dante de la reserva de Marmont reusó asociarse á esta defeccion y anunció á sus tropas su resolucion, poniendo en la orden del dia estas gloriosas palabras: Los

valientes jamas desertan: ellos deben morir en su puesto.

dió los pormenores de la defeccion de Marmont: este hombre desertaba.... el general Souhuan lo secundó, y la víspera habia pasado á pedir á Napoleon dos mil escudos!....

Caulaincourt suplicaba de nuevo á Alejandro, y le decia, que no perdia la esperanza de que el negocio se viese en el consejo: el emperador de Rusia espresaba que se habia perdido el tiempo: que tres dias en política son tres siglos; concluia con hacer notar de nuevo, que los mariscales y generales abandonaban à Napoleon: que los cortesanos no descuidaban ni un momento para introducir el desaliento y lograr el éxito en sus planes.

--El emperador Napoleon, dijo Caulaincourt, traicionado cobardemente, abandonado y entregado al vencedor por los mismos que debieron formarle una muralla con sus cuerpos y espadas.... Esto es horrible, horrible....

Alejandro vió conmovido al duque y le dijo. --Agregad que le debian todo, todo, ilustracion, fortuna.... Qué leccion para nosotros, reyes! Valor, Caulaincourt: yo estaré ántes que vos en el consejo; allí nos verémos.

Al salir el duque de ver al emperador Alejandro, se encontró con varios de los hombres que se habian quitado la máscara contra Napoleon, y que ya lo insultaban; pero el duque ni un momento dejó de humillar y reprimir á esos ingratos. Fué en seguida á buscar á Macdonald y Ney, y les impuso de lo ocurrido con Alejandro. Pasaron, pues, al consejo, y allí vieron á esos franceses, que llenos de perversidad, maquinaban contra la Francia. El emperador de Rusia hablaba con el rey de Prusia. Un general frances recien llegado, habia traido la noticia de la defeccion de Marmont. Allí estaban en un grupo Schwartzemberg, Nesselrode, Litchetenstein y Pozzo di Borgo, que siendo corzo y estando al servicio de la Rusia

discutia para que se tratase con rigor à Napoleon: al rededor de este grupo se agitaban los descarados realistas. La llegada de los plenipotenciarios hizo cesar las conversaciones particulares. El emperador de Rusia y el rey de Prusia se sentaron, junto á una mesa que estaba en medio del salon. Caulaincourt entregó á Alejandro á nombre de Napoleon su abdicacion á favor del rey de Roma, y de María Luisa. El rey de Prusia habló primero, en un tono frio y dijo, que los sucesos ocurridos no permitian á las potencias tratar con el emperador Napoleon: que los votos de la Francia se manifestaban por sus antiguos soberanos: que los aliados no podian mezclarse en los negocios franceses, y menos contrariar el

decreto del senado, en no reconocer á Napoleon como emperador, y sin derecho para disponer de la corona,

Macdonald contestó con enérgica fidelidad á favor de Napoleon, y agregó que si se le disputaba el derecho de abdicar en su hijo, sucederian grandes desgràcias: que el ejército estaba decidido por su gefe y dispuesto á derramar la última gota de su sangre para sostener los derechos de su soberano. Una sonrisa burlona acojió esta declaracion, y se anunciaba el duque de Ragusa, (Marmont) el que entró ufano, y con felicitaciones se le recibió: su presencia causó estupor en la mayoría de la asamblea; pero los intereses privados prevalecieron. Las circunstancias eran funestas, excesivamente degradantes. Todo se daba: se prostituia y se ofrecia la Francia al estrangero, y cuanto habia se dejaba á su discrecion, y hasta tal estremo, que llegó á decir un dia el emperador Alejandro, que si los aliados hubiesen querido establecer à Kutusof en el trono de Francia, se habria gritado viva Kutusof!

La llegada de Marmont al consejo, simplificó la discusion: no pudieron prevalecer las razones á favor de Napoleon, alegadas con una vehemencia y una lógica tronantes. Marmont tenia la triste celebridad de haber entregado la vanguardia en Essonne, de su general y amigo. Un ejército ruso estaba en su lugar, y

avanzaba á Fontainebleau. En esto se dice à los defensores de Napoleon que no hay mas sino la abdicacion absoluta: esta fué la declaracion última que se les hizo. En vano insistiò Ney con el mismo valor que desplegaba en los combates. Se dispuso, pues, el regreso de Caulaincourt á Fontainebleau. Napoleon estaba en una ventana que daba á un jardin. Caulaincourt entreabrió la puerta de la pieza y se anunció. Napoleon le dijo:--Ya? Y su mirada parecia querer arrancar la respuesta al duque. El emperador revelaba en su semblante, cuán grande era el desórden de sus pensa

mientos.

--La defeccion de Essonne ha servido de motivo para nuevas pretensiones? Otras condiciones? yo soy vendido, traicionado. Veamos que mas se exije de mí. Caulaincourt le hizo presente todo cuanto habia ocurrido, ménos la llegada de Marmont por no afligirlo mas. Napoleon quedó cogitabundo, y despues espresó que la guerra con sus azares era preferible á tan humillantes condiciones: sus miradas eran terribles, y fuego lanzaban sus ojos. Espresó sobre los medios de defensa que tenia todavía en su poder, y con cuanto mas contaba

para obtener el triunfo mas completo, agregaba que haria inscribir en sus banderas independencia y patria, y que sus águilas se harian temibles, y concluia.--,,Si los 'gefes del ejército que me deben su ilustracion y á mis soldados, si estos gefes quieren descansar, que se vayan: yo encontraré bajo los caponas de lana generales y mariscales.... ellos han olvidado con esos trajes guarnecidos de oro, su uniforme de paño ordinario, siendo así que en esto estaba su mas bello título de gloria!» Y cuando esto decia, se paseaba con violencia, y le dijo á Caulaincourt que escribiese á Ney y Macdonald, que se viniesen: aquel le suplicó que reflexionara antes de adoptar un partido estremo. Contestó que habia reflexionado: que ya tenia tomadas sus medidas: que renunciaba toda negociacion; y que estaba resuelto á la guerra. Despues se retiró á descansar Caulaincourt. Cuando volvió, advirtió mas los conatos de defeccion y las murmuraciones en Fontainebleau, que se aumentaban con las noticias de la aproximacion de las tropas estrangeras. Entró á ver al emperador y le impuso de todo, conjurándolo à que tomase un partido. Napoleon ántes de resolverse quiso saber de los mariscales y generales si podia contar con ellos y entonces se decidiria. Llegaron Berthier y otros mariscales, llenos de embarazo, y le dijeron que el enemigo avanzaba. Lo sé, les dijo Napoleon, en un tono seco: despues descendieron al fin que se proponian sobre asegurarse en su posicion. El emperador respondió en un lengua ge lleno de dignidad, manifestando que estaba dispuesto á tratar de la paz; pero que las condiciones no serian humillantes, y que en un caso estremo, se retiraria con su ejército à Italia, de tan gloriosos recuerdos: bablaba así al corazon y al honor de sus tenientes; pero estos con lánguido silencio acogian aquellas disposiciones. Concluyó la conferencia de los mariscales que nada tuvieron que oponer á los vehementes discursos de su gefe, quien manifestó el deseo de quedar solo. Caulaincourt se retiraba y lo detuvo. Cuando el último habia salido, le dijo al duque:

--Estos hombres no tienen ni corazon ni entrañas.... yo soy mas bien vencido por el egoismo y la ingratitud de mis compañeros de armas que por la fortuna. Esto es horroroso: todo está consumado.... partid, mi amigo... ¡Escenas terribles que destruyen toda la ilusion de los que obtienen el poder! En nuestra corta existencia política las hemos palpado, y sus recuerdos nos estremecen y llenan de rubor. Tres ilustraciones de nuestra indepen

TOM. I.

dencia, las primeras han sufrido sin piedad el rigor de la suerte, víctimas de la inconstancia de los hombres.... y la perfidia? la perfidia ha tenido la mayor parte!...

Mas volvamos al emperador de los franceses. Caulaincourt regresó á Paris con nuevas instrucciones. Aquí los aliados discutian precipitadamente sobre la suerte de Napoleon, y ya se le queria confinar á Santa Elena: merced al emperador Alejandro que apoyó á Caulaincourt, la isla de Elba fué el punto designado para la permanencia de Napoleon. Este le dirigió á aquel en veinticuatro horas siete correos, previniéndole que se volviese con la abdicacion y que no queria tratado alguno: que la parte de este que hacia relacion al numerario, le ofendia y degradaba. Llegó Caulaincourt y le instruyó no sin bastante pena de todo lo convenido: el debate fué prolongado entre el emperador y Caulaincourt. Entre tanto en el salon inmediato se agolpaban diferentes grupos de las personas que habiendo sabido los sucesos últimos de Paris, y renegaban por que Napoleon no firmaba, llegando su impudencia hasta escuchar lo que aquel hablaba con reserva. Caulincourt lo dejó solo para que leyera con meditacion el tratado, y habiendo regresado en la noche le suplicó con encarecimiento que se decidiese å tomar un pronto partido, porque las circunstancias iban alejando todo el que pudiera ser favorable.

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--Mas en fin, qué queréis que haga? le dijo al duque, dirigiéndole una triste mirada.

Cauliancourt quedó silencioso. Napoleon se paseó un rato cruzadas las manos por detras, y despues como saliendo de un sueño fatal, di jo con voz tranquila.

--Es necesario terminar esto.... así lo juzgo, mi partido está tomado. Estas palabras las pronunció con espresion espantosa, y quedó un gran rato sin hablar palabra: en seguida despidió al duque para que fucse á descansar. --Mañana nos veremos, le dijo.

El duque conoció lo que Napoleon intentaba, y quedó lleno de funestos presentimientos. Alejandro Dumas ha poetizado con una de sus sublimes inspiraciones estos momentos, diciendo que la declaracion de los aliados, que fijó sus irresoluciones, declarando que Napoleon era el único obstáculo á la paz general no le dejaban mas que dos recursos:

Salir de la vida como Anibal:
Descender del trono como Sylla.

El veneno de Cabanis (1) fué contrariado po,

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la vigilancia y oportuna asistencia de los ser- nombre que vivírá eternamente, os imponen el vidores de Napoleon.

Este tuvo que ocurrir al segundo de aquellos recursos, deponiendo el poder como el romano. Habia sufrido mucho por haber intentado el primero: su semblante estaba cubierto de una palidez livida: sus facciones habian sido terriblemente alteradas.... su mirada hacia temblar.... Se llamó á Caulaincourt, y luego que fué instruido, concibió la espantosa resolucion de su amigo, de su emperador: ocurrió, pues, á hacer cuanto pudiera para arrancarlo de los brazos de la muerte: tomó una taza de té, combinado con un antidoto y se la presentó á Napoleon, quien la rechazó.

-Voy á morir, Caulaincourt, le dijo, yo os recomiendo a mi muger y á mi hijo.... defended mi memoria.... yo no puedo mas soportar la vida.

Caulaincourt casi frenético de dolor, insistia en que Napoleon tomase el té que repelia. -Dejad.... dejad.... decia con voz balbuciente.

-Señor, le dijo el duque, exasperado, á nombre de vuestra gloria, á nombre de la Francia, renunciad á una muerte indigna de vos.

Despues de mil súplicas y enternecidos ruegos, bebió Napoleon varias tazas de té, que produjeron al fin que arrojase el infernal liquido. Napoleon estaba salvado. Se hallaba estenuado y en la tranquilidad que sucede à las grandes conmociones que se sufren, no solo en el cuerpo, sino en una alma ardiente, y que ejercia un dominio en los hombres y en las cosas como Napoleon. ¡Qué tierno y espresivo era el espectáculo que se presentaba en la alcoba del ilustre enfermo, á la pálida luz de las bugías! La agonía del grande hombre se habia anunciado! Un solemne silencio reinaba y solo era interrumpido por los prolongados y profundos suspiros que exhalaban los asistentes: no habria habido uno que no hubiese dado su vida por salvar la de aquel hombre, poco ha, lleno de vigor y de predominio, y que preferia la tumba al pacto de los aliados, que ponia la Francia á discrecion del estrangero, para vengar en ella veinticuatro años de gloria.

Vino, pues, la calma del alivio con el júbilo de los que habian quedado fieles con el corazon y con las simpatías de su alma.

-Dios no lo ha querido.... yo no he podido morir.

deber de soportar la adversidad.

Napoleon continuó lamentándose por la suerte de su hijo, y el coloso de la Europa lloraba al ver á su hijo sin porvenir....

-Señor, le dijo Caulaincourt, no deberiais morir: es necesario que la Francia os llore vivo.

-La Francia me ha abandonado.... y vos en milugar, Caulaincourt, habriais hecho lo mismo que yo: cuando todo me sonreia, ¿no he desafiado la suerte en los campos de batalla?

¡Ah! la defeccion de sus criaturas, la ingratitud de los que elevó, le disecaban el corazon y le hacian insoportable la existencia. El bardo ingles, el inspirado y ardiente lord Byron, unió sus lágrimas á las del héroe, para reprochar á la Francia y á sus hijos ese abandono, esa deslealtad en el dia que su gloria comenzó á eclipsarse. El poeta invocó á la posteridad para denunciar la estupenda ingratitud de los franceses, y la posteridad francesa ha regado con su llanto los restos del emperador de sus padres!

Tierna y poética fué, aunque no de larga duracion por su estado de debilidad, la conversacion que tuvo Napoleon con su amigo Caulaincourt y que terminó con decir que firmaria.

A otro dia, (11 de abril) mandó llamar a Caulaincourt, con quien conferenció acerca de las diversas disposiciones relativas al tratado. (1)

-Esas cláusulas, dijo, que hablan de dinero, me humillan: es necesario hacerlas desaparecer, yo no soy mas que un soldado y un luis me basta por dia. (2)

Caulaincourt se opuso á ese desprendimiento, porque entre otros males traeria el que no pudiese subsistir como soberano, y que su casa militar sufriese las mayores escaseces, que le ocasionarian grandes embarazos en su nueva situacion. Napoleon, despues de prolongados debates tuvo que ceder, no sin rubor y se resignó á firmar el tratado. Despues lo hizo con la abdicacion concebida en estos términos, llenos de noble orgullo y de dignidad que aumentaba en su desgracia.-,,Habiendo proclamado las potencias aliadas que el emperador Napoleon era el único obstáculo para el resta

[1] Este no fué cumplido despues, con excepcion

-Señor, vuestro hijo, la Francia ó vuestro de los artículos que alejaban á Napoleon de la Fraucia

de Rusia, le dió en lo reservado un pomito que contenia ǝsa mortífera sustancia.

y lo deportaban á la isla de Elba.

[2] Caulaincourt, tom. 2. -A Hugo, tom. 5. — Lallement, tom 20.

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