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MORALIDAD DE LOS DRAMAS.

Comunmente se declama contra el teatro moderno porque en los dramas no se procura pintar el crímen sino con coloridos hermosos que le dan realce sobre la virtud, de la que siempre se le ve triunfar. No hago, por supuesto, aprecio, como deja entenderse, de cierta clase de declamadores que nada les parece peor que nuestra época sin tener presente la suya, de aquellos hombres que exaltados por principios religiosos, cuando tienen oportunidad de asegurar su subsistencia cooperando á la construccion de un edificio destinado á representar, desean mejor morirse de hambre y coadyuvar á destruir el tal edificio, porque su conciencia se grava si de algun modo contribuyen al infame objeto de la desmoralizacion, al mismo tiempo que no escrupulizan en declarar al pariente una guerra abierta y un odio implacable porque se enlaza en matrimonio con una infeliz huerfana que tuvo la desgracia de no descender del Conde H. Estos entes miserables deben mirarse con desprecio; siguen un camino diferente del que sigue el hombre verdaderamente virtuoso

Yo escribo por ciertos hombres de la época, de instruccion y capacidad que no pueden ver sin horror la representacion de un drama, y acaso no asisten al teatro si no está anunciada en el cartel una pieza de Dumas ú otro autor de este género, y no salen satisfechos si no han visto exécutar una composicion en que á cada acto haya habido por lo menos un suicidio, un incesto y algunas otras cosas por este estilo.

Supongo, quizá camino bajo un supuesto falso, pero supongo que el teatro no es mas que la pintura fiel de las escenas del mundo, y por cierto que en este no siempre, y me atrevo á decir, que nunca se halla recompensada la virtud y rara vez se encuentra castigado el crímen. El agiotista aumentando su caudal á costa agena, dispensa una simulada, hipocrita proteccion á las personas desvalidas que tiene sumergidas en la indigencia, y goza un gran valimiento con el gobierno que arruína. El comerciante introduce grandes contrabandos y snbe el precio á los efectos por el crecido aumento de derechos. El labrador cosecha en abundancia y encarece sus frutos lamentándose del tiempo sí ha sido

lluvioso y quejandose si han escaseado las aguas. El juez vende la justicia: el abogado arruina á la parte que defiende prolongando el pleito para sacarle el jugo: el médico alarga la enfermedad para aliviar la bolsa del paciente: el gobierno oprime al pueblo y el pueblo deprime al gobierno: el padre abandona á la prostitucion y mira con desprecio y ve con horror y considera como infamadora de su familia á la hija cuyo honor no supo conservar: el hijo se halla condenado á ignorar su origen, ó por lo menos á ocultarlo, y en su frente lleva impresa la señal que lo infama del crímen de sus padres cuyos estravios no dejará de maldecir. En fin, iría recorriendo uno por uno los crímenes todos, que incesantemente y á la vista de todo el mundo se cometen en la sociedad, y siempre veriamos al agiotista, al comerciante, al labrador, al juez, al abogado, al médico y á toda la caterva de hombres criminales rodar coches, persentarse en grandes y lucidas concurrencias, dar espléndidos banquetes y regocijados festines y en todo siempre, á lo menos en la apariencia, disfrutar placer y holganza.

Si el teatro, pues, es la representacion exacta, la pintura fiel del hombre, tal cual le vemos, tal cual le conocemos y podemos juzgar, no hay duda que si el retrato debe parecerse al original, los dramas terribles, esos dramas patibularios contra los que tanto se declama, son lo que mas cumple, lo que cuadra mas perfectamente á lo que se trata de corregir, å las costumbres de los hombres.

Es cierto que á proporcion que mas vemos un crímen ménos nos horroriza y haciéndosenos mas familiar deseamos muchas veces cometerlo, pero esto sucede cuando lo vemos real y efectivamente y aun acontece que nos apoyemos en la autoridad de las personas á quienes hemos visto delinquir, mas no es asi cuando solo vemos el delito en apariencia. Entonces, especialmente contrayéndonos á nuestro caso, nos horripila y mientras dura en nosotros la ilusion de lo que acabamos de ver en la escena, nos queda una sensacion horrorosa, un sentimiento profundo por la desgracia que sucediendo á nuestra vista no hemos podido evitar, y esta sensacion, este sentimien

to escila en nosotros otros sentimientos generosos, la compasion, por ejemplo, el deseo de acudir al socorro de nuestros semejantes y evitar el mal que se les prepara: hubiéramos querido en el acto de la representacion, haber existido á tiempo que tal maldad se cometia, é impedirla; con el aliento intentamos avisar al hombre à quien se le hace traicion que se cure del traidor, que se guarde de hallarse en tal ó cual parage donde precisamente le ha de asesinar desprevenido. Notamos, pues, todo esto en la representacion teatral, permanecemos affigidos quizá una noche entera y hasta nuestro sueño turbará nuestra imaginacion con tales escenas, pero ya no olvidamos ser cautos en nuestro modo de obrar en cualquier acto de nuestra vida, y he aquí ya una leccion que nos sirve de mucho en la práctica de nuestras acciones. Una muger coqueta no procura imitar á la coqueta de la comedia, sino mas bien intenta no parecerse á ella.

Si fuera cierto que la representacion de escenas trágicas no es para nosotros una leccion sino que nos acostumbra por el contrario, al crímen, no abria religion menos dulce y pacífica que la cristiana, ni hombres mas sanguinarios que los que profesan sus dogmas.

Uno de los misterios mas célebres, el apoyo de la creencia católica es la pasion y muerte de Jesu-Cristo, y la Iglesia empeñada en que no se borre de la mente de sus hijos lo recuerda todos los dias y procura que siempre lo tengan á la vista. El tiempo mas hermoso, mas póetico y sublime del año entre los cristianos es precisamente el dedicado solo á renovar los misterios de la pasion.

La época mas grandiosa de la Iglesia, en la que brilló en todo su esplendor, en la que se hizo notar mas su mansedumbre, fué nada menos que los tres siglos de persecuciones y de martirios, de escenas sangrientas y verdaderas. En los púlpitos, en el tribunal de la penitencia y hasta en el mismo altar se nos recuerdan diariamente cstas escenas y nosotros nos las representamos vivamente ¿y por esto somos mas criminales que los hombres de diferentes sectas? no por cierto. ¿En qué, pues, consiste que no se ballen avezados al crimen hombres que solo oyen hablar de tiranos que asaban á otros hombres en parrillas, que por entre las uñas y los dedos les metian agudas espinas, que los hacian combatir con indómitas fieras, que los desollaban vivos y tanta infinidad de crueldades que se inventaron para dar muerte lenta y atroz á los mártires de la religion cristiana? ¿Será acaso porque la religion predica mansedumbre y dul

zura? luego la religion por solo sus principios, apesar de la representacion de escenas trágicas, es capaz de inpirarnos sentimientos puros y de grabar en nuestro espíritu profundamente los dogmas de una sana moral. Entonces por mas que en el teatro se nos pongan á la vista las escenas mas horrorosas nada podrá borrarnos el sentimiento religioso, la idea consoladora de virtud,ly apesar de que veamos al crimen triunfando en la escena, el pensamiento solo de un porvenir desgraciado que aguarda ¡à aquel hombre que hemos visto llegar al colmo de su engrandecimiento, basta para retraernos de siquiera intentar imitarle.

Silas sensaciones, que con dificultad se borran, que han causado en nosotros en nuestra edad pueril, las benéficas lecciones de nuestros padres son las que pueden guiarnos, como por la mano, por la senda de la virtud, entonces tampoco tenemos que temer á la representacion de un drama cuyas escenas no podrán borrar las fuertes impresiones que ya para siempre se grabaron en nosotros. He aquí en tal caso la dificil ciencia que debe conocer un padre de familia y toda otra persona encargada de la educacion de los hombres en su primera edad. De ellas y de ningun otro mas depende el bien estar de la sociedad: el cielo y los hombres tienen en ellas depositada su confianza y puestas sus mas fundadas esperanzas, el cielo y los hombres las juzgarán. No, no basta al padre haber engendrado al hijo: no basta à la madre haberle concebido, ni cumple con ha berle dado de sus pechos el alimento: no, es necesario saberle educar bien ¿de que modo? este es un problema que no he podido resolver.

De todos maneras convengamos en que con tal que nuestras inclinaciones hallan sabido estudiarse y comprenderse con tiempo y dirigirse rectamente por los que han tenido el encargo de darnos educacion, con tal que esta haya sido pura y esmerada y que se nos hallan, por último, procurado grabar sentimientos religiosos en edad tierna, en nada podrá influir cualquiera otra cosa para hacernos criminales, y si alguna vez nos precipitamos al vicio procuramos al fin separarnos de él con todo esfuerzo. Así que, la religion, la educacion y la inclinacion natural son las tres causas que nos contienen en la rectitud y la justicia; y por la inversa, la falta de las dos primeras ó el desarreglo en la tercera nos entregan al delito.

No inculpemos, "pues, á los dramas: ellos, en un hombre vicioso producirán mal efecto, es cierto, pero no será este resultado, esclusivo da

los dramas. En un hombre justo, por el contrario, escitarán su sensibilidad y le inspirarán horror y compasion al malvado y odio al mismo crímen.

No estamos ya en una época, es preciso confesarlo, en que los hombres se espantan con visiones, la misma realidad es dificil que los asombre. No es este el siglo, y acaso ninguno lo ha sido, en que el castigo atroz del delincuente pueda retraernos de cometer un crímen. Las penas mas rigorosas las vemos sufrir muchas veces con serenidad; su impresion, en la clase que mas moralidad conserva, es fuerte pero no muy duradera: los tormentos del reo en el patíbulo escitan y conmueven en gran manera nuestra sensibilidad pero no nos retraen del vicio y ciertamente que no es hoy cuando mas ejecuciones efectivas presenciamos.

cion de la ley ni en su sancion penal, solo desea mos satisfacer nuestra necesidad, llenar nuestro deseo, ó acaso nada queremos por que no somos dueños de nosotros mismos. Predicamos la virtud, declamamos contra el vicio y mientras así hablamos, pensamos y quizá nos deleitamos con el mismo crimen que impugnamos; formamos nuestro plan para irlo á ejecutar hollando la vitud que precisamente estamos encomiando. Y en todo esto ningun participio pueden tener los dramas.

Los males que cometemos son independientes de las sensaciones que nos hacen esperimentar los dramas y baste para nuestro convencimiento la sencilla reflexion de que las clases mas corrompidas, las mas criminales en la sociedad no son las que con mas frecuencia concurren á los teatros, al mismo tiempo que las mas morigeradas son las que reciben una mejor educacion, advirtiendo por conclusion que una de las mas corrompidas que asiste diariamente al teatro, no goza de la representacion distraida con otros objetos que parece son

Cuando una fatal necesidad, cuando una pasion que vista al principio con indiferencia fomentada despues insensiblemente ha tomado gran incremento, cuando un acceso violento, nos precipita á cometer un crimen, no meditamos antes en sus funestas consecuencias ni para- de su mayor interes. mos un solo momento la atencion en la prohibi

CARLOS M. SAAVEDRA.

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Con siniestro rumor zumbando el viento

Alza de polvo tormentosa nube

Que en curso arrebatado, negra sube
Hasta perderse allá en el firmamento.
Los opacos destellos de la luna
No apacible tristeza, miedo imprimen
Iluminando de Salen la frente
Manchada ya con execrable crimen.

Del Pontifice inicuo en el palacio,
Entre turba furiosa y sanguinaria,
Aguarda manso el hijo del Eterno
Fiera sentencia, que con rábia impia
Fulminarán contra el criador del dia
Las negras potestades del infierno.
Nadie consuela su mortal angustia,
Nadie le tiende compasiva mano;
Todos le befan y su rostro hieren....
Tu sangre, hijo de Dios, tu sangre quieren,
Y mientras, salvas al linage humano.

TOM. I.

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Y curiosa en su faz los ojos clava; -Tambien este hombre con Jesus estaba,

"Y Pedro lo negó.,,

El que enjugó amoroso el triste llanto De la viuda infeliz y del mendigo, Entre ansiedad mortal busca un amigo Que calme su afliccion.

"Estaba con Jesus,, otra voz dice, Y señalan á Pedro con el dedo; Amigo desleal tiembla de miedo,

"Y Pedro lo negó.,,

Como la madre al fruto de su vientre Te ama Jesus; con él morír juraste; ¿Y ya tus juramentos olvidaste, Discípulo traidor?

Mas otras voces á decirle tornan "Estaba con Jesus, es galileo;,, Pálido Pedro, cual cobarde reo,

«Perjuro lo negó.>>

De una ave el canto suena tristemente, Vuelve el amigo infiel la faz turbada, Se encuentra de Jesus con la mirada.... Ingrato, has renegado de tu Dios.

Vedle á la luz de amarillenta luna Del palacio en el pórtico arrogante, Juntas las manos, puesto de rodillas, Cual de cadáver, pálido el semblante;

Pecó contra su Dios, dolor acerbo
Como un dogal oprime su garganta,
Tristes sollozos de amargura envia
Como el anciano que perdiera al niño
Que de noche en su seno se dormia.
Vedle llorar, que mirareis mañana
Espirar entre horribles convulsiones.
Al réprobo infeliz, que temerario
Con beso de traicion sellara el rostro
De la víctima santa del calvario.

Llora sin fin; el ángel de tinieblas,
Sus alas agitó de gozo lleno,

Su diadema brilló mas encendida
Cual relámpago lívido en su frente,
Cuando negó tu labio,

De una Virgen, al hijo Omnipotente.
Las lágrimas son bálsamo divino
Con que sus llagas, Dios, al hombre cura,
Son íris apacible que conjura

De su cólera el fiero torbellino.

Ya comienza á lucir en el oriente La triste aurora del tremendo dia En que entre dos infames malhechores Ha de espirar el hijo de Maria. De espinas ceñiránle una corona, En sus hombros pondran risible manto, Odio mortal alentarán en tanto.... No gimas, Pedro, ya, que él te perdona. Abril 2 de 1844.—JUAN N. NAVARRO.

CLASICISMO.

AUNQUE siempre nos ha parecido inútil y muchas veces perjudicial querer comprender todo á fuerza de definiciones, que léjos de esplicar confunden, y en lugar de que simplifiquen complican, sin embargo, hemos gustado de esplicaciones para entender bien las cosas; pero hay algunas que si no pueden definirse, tampoco es posible esplicarlas, y esto proviene quizá de que sus autores, digo los que las clasifican, no han sabido al hacerlo marcar con exactitud sus diversas especies. Entre estas cosas se cuentan como de moda y que se hallan en bocas de todos las palabras romanticismo y clasicismo, que ni los mismos que las inventaron podrán esplicar lo que comprende cada una de ellas.

Cualquiera dice á primera vista con solo dar

una rápida ojeada á una obra, sea cual fuere el autor de esta, pertenece al género romántico ó al clásico, como sucede con otras muchas cosas aunque no las podamos esplicar, y si se pregunta por qué este autor es clásico ó romántico; porque la obra, se dice, del uno termina con matrimonio, y la del otro con muertes; porque en esta hay pasiones violentas que no dejan á los héroes ó heroinas reflexionar, y en aquella para ejecutar el héroe una accion, medita con calma si guarda ó no consecuencia al autor, porque en la segunda no se descubre el fin hasta que se concluye la obra, y en la primera se trasluce tan luego como se comienza á leer. Estos son los caracteres mas marcados que en nuestro concepto distinguen uno y otro

género. Véamos ahora cual de los dos es mas conforme á la naturaleza y cual aventaja al

otro.

Primeramente hay que notar entre los clásicos (á) clasicistas ò clasiquistas y los románticos la diferencia que parece se encuentra entre los hombres que se sujetan å reglas para escribir, y los que no guardan regla alguna, Nosotros desde luego advertimos que apenas puede concebirse cómo el entendimiento tenga que discurrir observando invariablemente ciertas leyes que deban servirle de norma, si no son únicamente las gramaticales y aun estas sacadas del uso.

Desde que comenzamos á articular sonidos claros y á nombrar las cosas somos guiados únicamente por la esperiencia, por el trato con las personas que nos rodean, y cuyas palabras aprendemos; pero no se nos marcan reglas para que espresemos nuestros conceptos, sino que formamos frases enteras segun lo que deseamos manifestar. De esta manera la práctica sola nos va perfeccionando en el idioma hasta otra edad en que á la conversacion familiar sustituimos, ó mejor dicho, acompañamos el trato con personas instruidas y la lectura de buenos, ó si se quiere tambien, de malos escritores. Cuando por una necesidad, obligados por cualquier circunstancia debemos tomar la pluma, formando préviamente nuestro plan lo desenvolvemos con facilidad oyendo á nuestra imaginacion que ordenada nos va dictando los pensamientos, y las frases con que hemos de manifestarlos al escribir. De la mayor ó menor capacidad del escritor, de su imaginacion mas ó ménos viva, mas ó mėnos afluente, y sobre todo, que importa mucho de su mayor ó menor dedicacion à la lectura de los buenos, ó de malos modelos de que haya hecho uso, dependerá la bondad de su composicion; pero no por eso deberá á cada frase que haya de poner, á cada pensamiento que le ocurra, buscar si está ó no conforme con tal ó cual regla, si estará ó no mejor usar acá ó allá esta ó esotra figura retórica, porque será poner á su desgraciada imaginacion en tortura, pasarse horas, ó tal vez dias enteros para articular una cláusula, que en un estilo cansado y fastidioso para los lectores, les revele la miseria del escritor.

Contra las composiciones dramáticas, lo decimos de paso, de los románticos se censura la falta de las tres unidades, crítica destituida absolutamente de apoyo y que la hemos visto bacer á personas afectas à las tales composiciones. Se dice que es muy inverosímil, por ejemplo, que comience la escena en Madrid y

termine en México, que pasen diez, veinte ó mas años entre dos actos y otras cosas semejantes. En efecto, es cierta la inverosimilitud de que se acusa á estas piezas porque no puede formarse idea de que estémos en México escribiendo este artículo y al mismo tiempo nos podamos hallar en Roma ú otro parage, pero adviértase que en una composicion del gusto moderno no se supone que se ejecutan dos acciones opuestas por cualquier circunstancia en un mismo acto, lo único que se hace es que rápidamente se muden las escenas y que en menos de un minuto si se quiere se casen los que apenas acaban de nacer, pero esto nada tiene de particular puesto que el que asiste á la representacion reflexiona que han trascurrido tantos años cuantos plugo al autor suponer que trascurrieran. La representacion dramática para el espectador es una ficcion, el se supone ó se le hace suponer que está en una calle de Paris, de Madrid, de Londres en tiempo de Luis XI, de Margarita de Borgoña ó en cualquier otro lugar, en cualquiera otra época y no está sino en México, y como se le violenta para trasportarlo al lugar de la escena, y contra esto no se encuentran obstáculos ni inconveniente de ningun género, de la misma manera juzgamos que se verifica en las composiciones modernas: allå se pasa del lugar donde se encuentra al lugar donde se supone la escena: en el primer caso se muda uno á una época muy atrasada, y en este á diversas, regularmente entre unos mismos personages.

Volviendo á nuestro asunto, del que juzgamos que nos hemos separado algo, hemos visto personas de gran capacidad demorarse en una composicion mucho tiempo, porque no se atreven a escribir un pensamiento sin haberle ido acomodando una por una las reglas de literaratura y examinando tambien uno por uno todos los defectos de que pudiera adolecer, de que resulta naturalmente una composicion cansada. El mayor mérito que ha tenido la obra inimitable de Cervantes, y el modelo en idioma D. Quijote, es sin duda que para escribirla solo consultó á lo que le dictaba su imaginacion; y lo incorrecta que se halla, prueba el poco cuidado con que fué escrita.

Lo mas doloroso y sensible es, que parte de nuestra juventud se encuentre alucinada con tales ideas, y tanto, que apenas, lo hemos visto, apenas se anuncia la apertura de una cátedra de bellas letras adoptándose, por supuesto, por autor á D. José Gomez Hermosilla (servil bajo todos aspectos aunque no podamos negarle

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