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ses personales. Nos anima, sin embargo, y no tenemos embozo en confesarlo, cierta esperanza vaga de que se miren con indulgencia al ménos, los penosos, desinteresados y estériles esfuerzos que un puñado de jóvenes sin valimiento ni recursos, consagra al adelantamiento de su profesion y al beneficio público.

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parte de nuestro periódico, la mas trabajosa quizá, será acaso inútil para aquellas personas que pueden por sí mismas adquirir esas noticias; pero no puede dejar de interesar vivamente á aquellas que ya por su escasa fortuna, sus pocas relaciones ó por algunos otros obstáculos, no estén en estado de proporcionarselas.

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Todos los puntos de utilidad práctica, serán asunto de nuestro papel: las especulaciones y los sistemas rara vez tendrán cabida en sus co- Entre el sin número de dichos epigramaticos lumnas. La imparcialidad al juzgar de las opi- que se cuentan del eminentísimo Sr. Espada, niones, y la buena fé al referir los hechos, se- obispo que fué muchos años de la Habana, en rán, estamos ciertos de ello, sus rasgos carac- donde los recuerdos filantrópicos que dejó esterísticos. Evitaremos esmeradamente provo- culpidos en aquella antilla à su fallecimiento car polémicas que no tengan un objeto cien- harán eterna su memoria, oi referir á uno de tifico ostensible; y en aquellas que nos ocupen, sus contemporáneos, el siguiente.-A luego reinará siempre el tono comedido y el lenguaje que este señor prohibió que en lo sucesivo hudecoroso y moderado que imperiosamente exi- biese frailes descalzos en su diócesis, se le prejen las cuestiones literarias. Este periódico sentó un carmelita de los que les comprendia no es ni debe ser la obra esclusiva de la Socie- dicha órden, en solicitud de, no sé que cosa; dad Filoiátrica: así es que aunque en sus archi- pero reparando en sus piés el obispo, y vienvos hay material suficiente para publicar el pe- do que su mandato no habia sido cumplimenriódico cuando ménos por el espacio de un año, tado por aquel religioso, le dijo con severidad: con toda puntualidad, invitamos sinceramente,¿S. R. ignora, acaso, la órden que tengo daá todos los profesores de la república á que da sobre el calzado?" A que contestó el relihonren nuestras columnas con sus produccio- gioso:-No la ignoro.-Pues luego, dijo el obisnes, que nos serán muy apreciables, y espera- po, ¿cómo tiene valor de ponerse en mi premos que así lo harán, hoy que, por la desgra- cencia hecho un Sátiro, con tamaña pezuña? ciada cesacion del periódico de la Academia sobrecogido el religioso con tal descarga, con de medicina de México, el nuestro es el único mucha humildad volvió á decir:,,Señor.... mis de su género. votos.... la penitencia à que estoy consagrado.... y.... Mas S. I. sin dejarlo concluir le replicó con presteza.,,La responsabilidad de esos votos que tanto le escrupulizan, es mia; á S. R. no le toca sino obedecer; y en cuanto à la penitencia, dueño es de hacer la mas austéra, yo no se lo impido. Desde ahora puede mandarse hacer S. R. zapatos con tres puntos menos de los que calce su pié, y será cumplido su deseo y el mio." y le volvió la espalda. El religioso confundido se retiró yendo en seguida á una zapatería á obedecer la órden del superior; la cumplió en todas sus partes, pues lo primepero es fama, (segun dijo el zapatero), que no ro que encargó el tal religioso á el macsto, fueron zapatos holgaditos y no con tres puntos ménos como le ordenó S. I.—MIMO.

Insertaremos algunas memorias inéditas, sobre puntos prácticos de la ciencia. La clínica de los hospitales de esta capital y la nuestra propia, nos suministrarán gran parte de los materiales de que se componga el periódico, porque creemos que la ciencia está todavía harto escasa de hechos escrupulosamente observados y referidos con conciencia: ya se entiende solo publicaremos aquellas observaciones clínicas que bajo cualquier aspecto sean no

que

tables.

La medicina legal tan descuidada, ó mejor dicho, tan desconocida entre nosotros, y la hi giene pública, nos ocuparán muy especial

mente.

Procuraremos dar el análisis, ó por lo ménos una idea exacta y cabal de las principales obras que se publiquen en Europa, y traduciremos ó estractaremos los articulos mas notables de los periódicos franceses é ingleses. En una palabra, nos esforzaremos por poner á nuestros lectores al corriente las invenciones, descubrimientos, innovaci es y adelantamientos que se hagan en la ciencia. Esta

Para gobernar á los hombres, es necesario estudiar primero las pasiones, conocer las que dominan á cada individuo, y saber tocarlas con habilidad: presentad los objetos à todos al travez de un lente de aumento, ó diminucion, y de esta manera los guiareis por su voluntad, y sin que lo sientan, hasta el punto deseado. M. P. DE LLANO.

GALERIA DE LOS VIREYES DE MEXICO.

DON LUIS DE VELASCO EL SEGUNDO,

CONDE DE SANTIAGO.

PRIMERA ÉPOCA

1589.—A proporcion que se aumentan las dis- ya viudo, los cuales eran D. Francisco el ma

tancias se exageran tambien las noticias, por esto la revolucion de Guadalajara tanto se desfiguró en Madrid, que se creyó evidentemente ya sublevada y próxima á perderse toda la Nueva-España. El rey desde luego pensó con scriedad en un sustituto para el Marques de Villa Manrique á quien hacian cargo de todos los trastornos ocurridos, y era necesario nombrar una persona de calidad y de muy grandes tamaños. Los mexicanos por otra parte, conociendo y apreciando bastante las bellas circunscias de D. Luis de Velasco, se lo pidieron al rey con reiteradas instancias para virey. Velasco llegado á México siendo virey su padre habia permanecido allí durante algunos años y puede decirse que era ya su patria: habia desempeñado entre otros cargos el de corregidor en Zempoala, seindo actualmente regidor en la corte de la Nueva-España, pues su plaza, aunque la dejó desde la llegada de Villa Manrique, no la habian provisto teniéndola aun por ocupada. Parece que un disgusto con el virey le hizo embarcarse para España en el mismo buque en que Manrique llegó. En la corte se le nombró Embajador á Florencia y vuelto de su mision recibió Felipe la noticia de la revolucion y á ninguno juzgó mas á propósito para calmarla que á Velasco, que conocia bien á los mexicanos cuyas represenciones tuvo tambien el soberano en consideracion y lo nombró en efecto virey, pues sabia ademas su grande amor à México. Antes de partir le entregó unos pliegos para el obispo de Tlaxcala (Puebla) al que nombraba visitador del marques, y le encargó que no desembarcase por Veracruz donde tenia muchos parciales el virey y era de temer que acaeciese algun mal por tal causa, sino que llegara mas bien por Pánuco. Se hallaban en México los hijos de Velasco, que en este época era

yorazgo, D. Antonio, D. Luis, D. Martin, una hija casada y otras dos religiosas en el convento de Regina Cæli. A estos hijos le previno el rey los enviara á la corte para que se educaran, especialmente al mayorazgo que queria tener á su servicio; y Velasco en efecto los remitió en el año próximo."

En el mes de diciembre llegó D. Luis á Tamiahua y sabedor de que podia sin riesgo desembarcar en el puerto de San Juan de Ulúa, se hizo à la vela para él, y verificó allí su desembarco. Inmediatamente puso en manos de Cristobal de Osorio los pliegos para el obispo de Tlaxcala D. Pedro Romano los cuales le fueron llevados quedando de secretario de la visita el mismo Osorio.

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1599.-El dia 17 del mes de enero entró á México el obispo Romano para cumplir su mision y los Marqueses de Villa Manrique salieron para Texcoco: en Acolman encontraron á Velasco que habiendo salido de Ulúa por el nuevo camino de Orizaba, y no por el corriente, hizo su viage hasta Puebla de donde continuó su ruta por la via ordinaria y se detuvo con Zuñiga dos horas, como deciamos, en Acolman llenándose de cumplimientos y ceremonias, vanas y esteriores mas no de corazon en espresion de Torquemada. De allí partieron los Villa Manrinque para Texcoco, y Velasco á Guadalupe, lugar en que se recibia constantemente á los vireyes, en el cual se les preparaban fiestas y al que llegó algo entrada la noche. En ella se le presentó una comision del ayuntamiento quejandose de la audiencia la cual habia acordado, para el ceremonial del dia inmediato, que los Relatores y secretarios presidieran á la ciudad contra ura real cédula que prevenia lo opuesto. Esto; ueba la grande estima en que eran te-nidor el mismo gobierno absoluto los cuer-'

pos municipales, cuando presidian, no solo á los oficiales de las secretarías, sino á los mismos Relatores y secretarios de la audiencia que formaban casi un cuerpo con ella, y la cual puede asegurarse que tenia una autoridad igual sobre poco mas o menos à la del mismo monarca. D. Luis de Velasco que contemplaba los males á que daria ocasion esta competencia no osó decidirla y suplicó á los comisionados que por bien de la paz cedieran de pronto y por aquella vez para no desazonar su entrada. Regresaron estos á México á dar cuenta al cabildo el cual habiéndolos oido protestó á salvo su derecho y acordó obsequiar los de

seos de Velasco.

El 25 de enero en la tarde fué su entrada solemne: abrian la marcha al paseo un piquete de soldados, una música militar; y en seguida, por delante iban los maceros, á continuacion los alguaciles de corte y los de la ciudad peleando la preferencia durante toda la carrera con los caballeros y la gente distinguida, des pues la ciudad, luego los relatores y secretarios y la audiencia presidida del virey, quien montaba un caballo rica y bellamente enjaezado y á cuyos lados, teniendo las riendas marchaban á la derecha el corregidor y un alcalde ordinario, y á la izquierda otro alcalde ordinario y el alguacil mayor D. Diego de Velasco. Todo el acompañamiento era cerrado por tropas de infantería y caballería. El recibimiento fué sumamente suntuoso y extraordinario, llenos de júbilo los mexicanos, que veian al virey como paisano, puesto que se habia creado entre ellos y que en México conservaba algunas casas propias y una encomienda eu Jultitlan. La entrada duró hasta la oracion de la noche yendo el virey como los anteriores debajo de palio, cuyas varas llevaban los regidores, lo que el mismo habia otras veces en iguales casos ejecutado.

Los primeros actos de su gobierno le hicieron luego aparecer como un hombre de seso y madurez, le dieron á conocer como al hijo de D. Luis de Velasco el primero. El dia primero de junio mandó por un decreto que se abriesen las fábricas de sayales y paños establecidas por Mendoza, y las cuales se habian interesado los comerciantes españoles en que se mantuvieran cerradas. Sintió, pues, una fuerte y tenaz oposicion; frívolos y especiosos pretestos se le alegaban en contra de su medida: pero él firme, arrollando toda clase de inconvenientes, previno que se impondrian severisimas penas al que de cualquier modo pusiese obstáculo á

la ejecucion de su providencia, cuyas penas no las clasifican los historiadores.

En tanto que el virey gobernaba, el rencoroso visitador de Villa-Manrique, y su implacable enemigo, el obispo D. Pedro Romano, con un furor peculiar de un visitador, indigno de su carácter, impropio de un ministro de la religion cuyo yugo es suave y su carga lijera, daba una carga pesado al desgraciado marqués. Con rabia frenética se vengó atrozmente de los resentimientos particulares que tenia y no satisfecho con haberle embargado todos sus bienes, lo hizo aun con aquellos que las leyes libertan en todo súbdito del secuestro, y se dice que hasta la ropa blanca de la marquesa su muger quedó ejecutada. El de Villa-Manrique, se demoró seis años, al cabo de los cuales obtuvo permiso de pasar á España, llevando consigo los huesos de su hija Daña Francisca, que habia muerto durante la visita en la Nueva-España. Los religiosos del orden de San Benito vinieron en este año á México, donde pasado poco tiempo, fundaron un priorato, cuya iglesia fué dedicada á nuestra Señora de Monserrate, y que hoy se conserva en el estado mas deplorable por lo respectivo á la veneracion de la imágen. Antes de darle á los Benedictinos este local servia de recogimiento de mugeres pobres.

1591.-La belícosa nacion de los Chichimecas, de que tenemos ya hecha mencion en otra parte, habia permanecido hostilmente contra los españoles, à cuyo dominio no habia podido reducirse á pesar de los grandes esfuerzos empleados para conseguirlo. Se hallaban aun con las armas en la mano y ocupaban gran porcion de las cercanías de Zacatecas, al poniente de la cual estaban esparcidos llenando un inmenso espacio. Ponian à cada momento en grandes aprietos á los habitantes de aquellos lugares, demasiado poblados por la abundancia y riqueza de las minas: ningun viajero, que eran muchos, y con mucha frecuencia los que iban allí, se encontraba seguro, pues cuando ménos lo esperaba se veia acometido, aunque llevase como era comun, poderosas escoltas. Multitud de presidios, de esforzadas guarniciones se colocaban en sus fronteras; se les declaraban guerras sangrientas, fuertes persecuciones, pero todo era inútil, con todo arrostraban sin ceder jamás un palmo. Enriquez ó Villa-Manrique, que en esto no van acordes los historiadores, trató de reducirlos al órden, ofreciéndoles estar y pasar por las condiciones que se presentaran, con tal que depusieran el carácter hostil que hasta entonces habian con

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