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fe, que le participaba hallarse detenidos en Taxco, es decir, á doscientas leguas de México, á causa de ciertas desavenencias ocurridas entre los mismos colonos, quienes alegaban que se habia faltado à las condiciones que les fueron estipuladas al engancharlos. Esto causó algun trastorno, y aun se llegaron algunos á revelar contra Saldívar, que se vió obligado á detenerse no pudiendo estrecharlos á pasar adelante. El virey envió luego á D. Lope de Ulloa, para que alentara la empresa y calmara las disenciones, y sin pérdida de tiempo lo efectuó D. Lope, haciendo cesar la discordia sin haber becho uso de la facultad que le habia sido dada de castigar á los disidentes. La espedicion continuó su viage, y sin resistencia de parte de los naturales logró entrar á Nuevo-México, de donde se volvieron muchos, descontentos de no hallar los tesoros que les prometian, y desacreditando aquellos terrenos. Saldívar á virtud de esto, pidió al virey nueva gente de guerra para poblar.

1598.-No sabemos si fundadamente, el padre Cavo sospecha que en este año mandó Zúñiga reunir en poblaciones à los mexicanos y otomites que andaban dispersos. Ya Velasco, y antes de él el arzobispo Moya, siendo virey, lo habian procurado inútilmente, porque el proyecto era perjudicial á los indios, que reunidos sufrian toda suerte de vejaciones estando á la mano para cualquier gravámen á que se les quisiera sujetar, por lo que no habian llevado al cabo sus disposiciones estos dos vireyes. Felipe II, sin embargo, repetidas veces ordenó á Zuñiga que lo pusiera en práctica, instigado por algunos españoles ricos que tendian á quedarse con sus heredades, y tambien por los cobradores de los impuestos que decian les era imposible hacerlo mientras no los tuvieran reunidos, y se pretestaba ademas que quedarian reducidos à vida civil, y no salvage, como tenian en el estado en que se hallaban; todo lo cual movió al rey y no dejó de alentar á su representante, que no penetraban las siniestras miras de tan celosos amantes de la sociedad.

El conde de Monterey nombró, pues, cien comisarios encargados de reunir las congregaciones, procurando hacerlo de manera que no perjudicaran los intereses de los indios, y colocándolos en los mejores lugares y los mas á propósito, y para esto debian intervenir los curas y los justicias respectivos, quienes habian de certificar de la conducta de los comisarios. En nada menos se pensó que en dar cumplimiento á las instrucciones del virey; los curas

y justicias juraron, por el dinero que recibie ron de los comisarios, al contento de estos, sin embargo de que los infelices y míseros indios habian sido bien molestados por ellos. El virey, á cuyos oidos llegó que contra su prevencion y á su pesar se les quitaban á los indios las sementeras para enagenarlas, publicó un bando á fin de atacar este abuso é impedir todos los males que le fuera posible evitar sobreviniesen á los indios, y aunque algunos avaros le hicieron ver que retirados en congregaciones no podrian cuidar sus tierras estando separados de ellas, y á pesar de que por este mismo estilo se le representó bastante, se mantuvo con todo inexorable y llevó al cabo su última disposicion con toda energía.

1599.--A principios de este año se recibió en México la noticia de la muerte de Felipe II, acaecida en 13 de septiembre último, y se mandó guardar luto en todo el vireinato, disponiéndose ademas la jura de Felipe III, cuya coronacion habia ya verificádose; lo que se hizo con gran pompa, con corridas de toros y otros espectáculos.

Tenia mandado Felipe II que se mudase Ve racruz, llamada hoy la antigua, por los muchos obstáculos que se presentaban al desembarco. Los buques no podian arribar hasta ella, era su clima en estremo insano, muy molesto tambien para el transporte de efectos desde Ulúa hasta los almacenes, por lo cual, y por obsequiar la órden del rey, Zúñiga hizo fundar la Veracruz que hoy conocemos y por cierto que no muy salubre, aunque sí ménos dañosa por ser ménos húmeda. Como de los comisarios encargados de las congregaciones de indios mexicanos y otomites habia desconfiado fundadamente el virey, nombró otros nuevos cien comisarios, dando á cada uno mil pesos y doscientos escribanos con quinientos pesos tambien cada uno, proveyendo algunas cosas para evitar fraudes; pero no pudo conseguirlo porque las maldades de estos nuevos comisarios excedieron con mucho á las cometidas por los otros, entre quienes habia algunos que se portaron con toda honradez.

1600-Comenzó el siglo XVII con las maldades de los comisarios, que habian demorado el negocio de las congregaciones causa de infinitas violencias y arbitrariedades cometidas contra los indios. En la estacion mas cruel en México, en el tiempo de aguas, los hacian abandonar sus hogares y esperimentaban por consiguiente el rigor del temporal sin tener donde guarecerse de la intemperie. Sus miserables chozas se les incendiaron, se les tala

ron sus campos hasta el estremo de no dejarles en poco tiempo, y poder acercarse á los aca

el abrigo siquiera de un árbol á cuya sombra pudieran arrimarse, porque todos fueron quemados, lo que dió márgen á infinidad de suicidios, ó á que huyeran á los bosques para encontrar en la soledad el asilo y proteccion que la sociedad les negaba, y hacer vida comun con las fieras para huir de los hombres. Debe tenerse en consideracion que los indios se mostraban muchas veces sumisos, y á pesar de ello se les maltrataba, ya con palabras, ya con hechos que era lo mas frecuente. Llegó á tal grado la disolucion en esto de los comisarios, que aun molestaron los pueblos pacíficos y ordenados, contra las instrucciones del conde de Monterey. Trataron de nivelar las calles, y para egecutarlo derrivaban sin prometer siquiera indemnizacion, los edificios que impedian la vista. Se cemetieron en fin, alentados inauditos que motivaron el odio implacable que de entonces á acá declararon los indios á los españoles, y á que dió ocasion el virey, á quien juzgamos causa inocente por persuadírnoslo asi, la opinion de los historiadores muy marcada en su favor. Los mexicanos y otomites desde esta época quedaron arruinados y el resultado que se esperaba no se logró al fin: los indios se escaseaban y los vecinos de la Nueva-España que nunca aprobaron la medida de las congregaciones, pidieron á Felipe III que la revocara puesto que surtia los efectos contrarios á los que se habian propuesto sus autores, y que no se conseguia la civilizacion de los indios.

En este año el 12 de septiembre se verificó la fundacion del monasterio de Santa Inés, cuyas monjas que habian permanecido en el vergel de la Concepcion, pasaron á su actual convento en número de treinta y tres capellanas, nombradas en caso de vacante por su patron Velazquez de la Cadena, secretario entonces del virey.

1601.-Cansados los indios acaxees de Topin de trabajar en las minas, lo que siempre habian repugnado, molestados bastante por los españoles, formaron un dia contra estos una conspiracion dándoles muerte á todos los que pudieron haber á las manos, y remontándose en seguida á los buques temiendo como era natural que muy luego serian acometidos. Así fué, en efecto, pues á poco tiempo se puso sobre ellos el gobernador de Durango con cuya fuerza tuvieron algunas ligeras escaramuzas. No fué tan veloz el gobernador de Durango que no diera lugar al celo y actvidad del obispo de Guadalajara D. Ildefonso de la Mota de llegar tambien

xees á quienes habló con palabras religiosas, exhortándolos á la obediencia y sumision, y al pedido de estos, en señal de que el obispo se comprometia á hacer que no se les volveria á molestar, les envió su mitra y anillo. Separado de ellos, y vuelto el obispo al campamento del gobernador, mientras ambos conferenciaban una partida de las tropas de este último se disponia á atacar á los acaxees, y estos colocaron en alto y al frente de su campo la mitra, la cual vista por los soldados sus adversarios fué reverenciada y doblando en su presencia la rodilla deponiendo las armas los españoles, ambos partidos entraron en convenios y cesaron las disensiones. El obispo en tanto por su parte habia reconciliado con el gobernador á los indios, que le habian propuesto dejara las armas bajo ciertas condiciones, las cuales les fueron otorgadas; y de esta manera, tan digno prelado logró con su mision de paz lo que en vano habria intentado conseguir el gobernador à quien recomendó muy particularmente los indios, y en seguida reencargándolos á los jesuitas, que tenian allí establecidas varias misiones, se volvió á su diócesis á dar cumplimiento á su ministerio.

Desde este año quedó en México impuesta la sisa y en lo sucesivo se nombraba, en la renovacion de ayuntamiento el primero de enero, un obrero mayor de sisa.

1602-Desde el vireinato de Enriquez se habian establecido los repartimientos de indios; mas como eran notoriamente perjudiciales y atentatorios à su libertad, el rey, à consecuencia de repetidas representaciones que se le habian hecho para que los quitara, ordenó al conde de Monterey que lo hiciera, y lo hizo en efecto en 602. Zúñiga, sin embargo, que no le parecia bien dejar á los indios tan libres para alquilarse ó no á su voluntad, queriendo tenerlos ocupados, dispuso que se reunieran todos los domingos en las plazas públicas, y que allí se ajustaran á jornal. Con intencion de evitar los fraudes que podrian cometerse, el mismo virey asistia personalmente à las plazas de S. Juan y de Santiago; pero esto ni podia suceder siempre, ni aun cuando sucediera habia de ser posible que se hallara á un tiempo en ambos lugares á presenciar los ajustes: asi es que un juez comisionado para este efecto, antiguo repartidor, que no llevaba muy á bien la nueva disposicion, procuró sacar de ella ventajas, y en efecto las sacaba: algunos tomaban mas indios de los que necesitaban y despues los alquilaban á precios mas altos.

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Los desgraciados, viendo cuan mal les iba con la nueva providencia del virey le pidieron que mejor continuaran los repartimientos que les eran menos gravosos. El conde juzgando de necesidad que alguna de las dos cosas subsistiera "como todos los vireyes" dice Torquemada "ha parecido, no porque lo es" (necesario) "sino porque así quieren que parezca" ordenó que se siguieran haciendo los reparti

mientos.

Felipe III ó porque halló entre los papeles de su padre relaciones de viageros estrangeros de hallarse un estrecho llamado Anian en el mar del Norte en la estremidad oriental de la América, ó por asegurar la navegacion del Galeon de Filipinas, quiso que se descubriera y colonizara la California y previno á Zúñiga que lo hiciera. En cumplimiento de esta disposicion Zúñiga nombró gefe de la espedicion á Sebastian Vizcaino, almirante, à Toribio Gomez Corban quien acompañado del alférez Sebastian Melendez y del piloto Antonio Flores marchó á Honduras de donde trajo ya aprestados á Acapulco los buques que necesitaban, y entre tanto Juan Acebedo marchó tambien de Acapulco á ajustar víveres. El virey mandó en México que se diera á Vizcaino la gente que pidiese.

Reunido, pues, el número necesario, y prontos ya à partir, el virey hizo llamar á su presencia á los oficiales, los exhortó al órden y subordinacion, y les prometió que sus servicios serian fielmente recompensados. Salieron de México el 7 de marzo y el dia de San José, dice Torquemada, veiente del mismo marzo llegaron á Acapulco, y en 5 de mayo se hicieron á la vela en tres navios y una barca. La espedicion sufrió desde su salida del puerto vientos recios contrarios que la impedian llegar à su destino, y despues de muchos trabajos á costa de grandes fatigas logró arribar al puerto de Monterey de Nuevo-Leon donde se fundó una colonia que se dedicó al vírey lo que ocacionó que se le diera por nombre el del título del conde. En seguida marcharon al cabo Blanco de San Sebastian poco mas allá del Mendozino. Allí les atacó un fuerte escorbuto de que murieron muchos. Solo seis estaban sanos y discretamente arrojaban al agua algunos cadáveres. La almiranta se separó en busca de víveres y las otras dos pasaron á la Paz, y no pudiendo establecerse, continuaron para Mazatlan estraviadas la una de la otra. En Mazatlan tomaron los enfermos Xocuiyextli ó piñuelas (timbirichi), con lo que quedaron completamente restablecidos y con fuerzas para seTOM. I.

guir su travesia á Acapulco, á donde llegaron por el mes de diciembre, entrando á México á principios del siguiente.

Por este año se embarcaron para México los religiosos de San Juan de Dios, que fundaron en 1604 su hospital, en donde se hallaba á los principios la alhóndiga, y despues una hermita de Ntra. Sra. de los Desamparados, llamada asi á causa de que en un torno que alli habia preparado eran espuestos los niños.

1603-Gobernaba en este año aún Zúñiga con su acostumbrado desinterés sin que ocurriera cosa alguna notable, hasta septiembre que tuvo noticia de haber sido promovido al Perú, y que se le sustituia con el marqués de Montes Claros. Luego que supo la llegada de este y de su muger, les salió al encuentro á Otumba, en donde se demoró con ellos ocho dias, recibiéndolos con un hospedage tal, que en tan corto término consumió casi la renta de un año. Al cabo de los ocho dias marchó para el Perú por la via de Acapulco. “Al salir de México, sucedió que lo acompañaran tropas de mexicanos "que henchian los aires de los alaridos en señal de sentimiento, demostracion que hasta entonces no se habia hecho con otro virey "dice Torquemada, y con casi semejantes palabras refiere el mismo hecho el P. Cavo asentando ambos, que era muy digno Zúñiga de tales muestras, no hallándole culpable mas que en el hecho de las congregaciones, al que pudiéramos muy bien agregar el de los repartimientos que debió haber quitado sin restriccion de ninguna especie. La residencia del conde de Monterey, la publicó en México su sucesor como habia él hecho con Velasco, y en ella fué condenado á pagar como inutiles y mal gastados los doscientos mil pesos que dió para las congregaciones á los comisarios y escribanos, de cuya sentencia fué absuelto en la corte para donde habia apelado.

CARLOS M. SAAVEDRA.

Para dar una idea del bello porte de las autoridades del Nuevo-México, copiamos literalmente del libro V. cap. 39 de la Monarquia Indiana del P. Torquemada, la carta que al provincial de franciscanos de Michoacan Fr. Diego Muñoz, comisario general de la órden, dirige Fr. Francisco de San Miguel hombre venerable que habia servido mucho tiempo en las misiones del Nuevo-México, y es la siguiente.

"Jesus dé á V. P. Padre nuestro, esfuerzo y su divina gracia. Habrá quince dias que escribí á V. P. dando cuenta de nuestra llegada

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