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el mundo le arroja de sí desdeñoso, no se hunde en negro ataud.

erdad es que sufre tambien la inocencia, pad es que suele la infamia triunfar: pero si limpia se ve la conciencia, es la cárcel, la tumba un altar. en flébil acento mis males deploro, el surco del crimen mi frente arrugó; solo al oprobio, no al cebo del oro, al ceño del grande mi pecho tembló. aquí á mi enemigo de muy alto veo; temo su saña, ni quiero su pan,

Que duermo tranquilo en cárcel de reo,
Y á él le desvela del grande el afan.

Si el alma está pura, ¿qué importa que ciego
El mundo me mande à suplicio cruel?
Mas vale que un trono la horca de Riego,
Mejor es que un cetro la flecha de Tell.

Y firme mi labíò, si bien la fortuna En esta morada me hundió de dolor, Dirá cual un dia clamó en la tribuna: Todo se ha perdido ménos el honor. Cuartel del regimiento lijero, á 14 de mayo de 1843. J. M. LAFRAgua.

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NDO acontece algun suceso notable y que ale del órden natural, todos hablan de él, y es materia de conversacion para un dia, una sezana ó dos ó mas, segun la importancia y duncion del tal acontecimiento; así es que una revolucion ó una accion de guerra en la capial, que dure unos cuarenta dias como es uso y costumbre entre nosotros los hijos de Adan, da materia para que charlen los elegantes y los Tiejos, y las damas y hasta los periodistas cada uno en su tecla, por un mes exacto, y esto es con razon, porque siendo frecuentes las tales cuaresmas de fuego y de sangre, ya no hacen la impresion que debieran. Pero que venga un incendio y queme una casa ó dos en la cindad, y ya verá V. al dia siguiente que los periódicos dan razon de él, y en las tertulias se cuenta el cómo, cuando y porqué del incendio con otras mil minuciosidades que inventa Pedro ó Juan, y que Diego aumenta, cesando este flujo de hablar al dia siguiente, menos por supuesto en el dueño de la casa y en los dueños de lo que en ella se quemó, porque el negocio es de tal importancia para estos, que en toda la vida dejarán de hablar. Sobre todo, es cosa sabida que cada uno habla de lo que quiere, yá mi me ha venido en deseo de contar varias Ocurrencias que me sucedieron el próximo pasado lunes 25 de marzo de 1844, en cuya narracion tendrá V. gusto, porque hay casa arruinada y hombres nadando en polvo y meditaciones filosóficas y tertulias de amigos y letanía y temblor y convite y juego y un jóven calavera y unas viejas regañonas, y la concurren

cia del Diorama, cuya mezcla me sospecho que es muy propia para un artículo de temblores y de bulla. Con que para no tener á V. mas tiempo esperando, le diré como en el referido dia á las seis de la tarde pasaba yo por una calle cuyo nombre no es interesante para V. ni para mí, y llegando á cosa de la mitad de ella me entré por una puerta zahuan, en busca de un amigo: habia yo penetrado cosa de dos pasos, cuando oi un trueno, el suelo se estremeció, y una nube de polvo me circundó de tal manera, que no pude ver nada, ni aun respirar; estaba yo nadando en polvo, y apénas pude oir un grito fúnebre, un alarido de muerte que sonó á mis oidos, como la sentencia final. No hay duda, pensé en aquel momento, esto es un sueño, una pesadilla, es la muerte.... La casa se ha caido, todos han sido despachurrados, gritaron mil femeniles voces, y contándome yo con el susto entre los averiados, tendi mis brazos, cerré los ojos y escuché el nuevo grito y los sollozos como el oficio de difuntos que se rezaba sobre mi ataud: luego vino no sé quien y cerró la puerta: la poca luz que por ella se comunicaba acabó, dejándonos en tal oscuridad, que ya no oi ni ví nada, y hubiera permanecido sin duda tragando polvo y tierra hasta la fecha, si no fuera por el alcalde del barrio que se entró con aire magistral, dicien do:,,Ya envié por auxilio, ya vendrá un piquete para llevarse á los muertos y á los heri dos, y como yo me contaba segun he dicho, entre estos, hube de creerme bajo el poder militar cuya idea me hizo volver en mi por ser grande

el horror que tengo á los bigotes y á las carabi- de las señoras, y aumentando de volúmen, no nas, y á las evoluciones militares. Y colándome despues de resuscitado tras del alcalde, me metí con suma intrepidez hasta el lugar de la tragedia, y hube de ver aunque con trabajo, el acaecimiento terrible de una pieza que cayó, y supe con placer que no había resultado muerte ninguna, y vi que se aprestaba medio para sacar á la gente de las piezas, cuya salida tenian obstruida los escombros, con cuyas noticias me salí, pensando cual seria la causa, imaginando temblores y movimientos, y temeroso de que no se repitiese el suceso, que nada de chusco ni de gracioso tenia. Fuime calle arriba meditando en la instabilidad de las cosas humanas, y en lo distante que estaria el albañil que aquello trabajó, de que mi buena persona se tragase cristianamente y sin ser miércoles de ceniza, el polvo de la tierra que sus manos convirtieron en corredor. En cuyas meditaciones y en la contemplacion de los riesgos á que está espuesta la humana naturaleza, hube de llegar á mi fin, que es como si dijéramos, que llegué á la casa de otro amigo, en la cual estaban otros varios amigos con quienes formé una tertulia amigable y deliciosa en el tiempo que medió, hasta la hora en que marchamos impertérritos al campo del honor, que es decir, que marchamos à un bailecillo, ó sarao, ó banquete, que de todo tenia, y que se hizo en honor de un chiquillo que en esta noche abjuraba al demonio y se convertia en cristiano. Volvieron de la parroquia los compadres y la partera; volvió el nuevo cristiano y el ciudadano nuevo, y empezaron las enhorabuenas y plácemes de estilo y usanza, y se dió la señal de combate, que es para ciertos golosos, el non plus ultra de la dicha humana.

Abrió la marcha.... Mire V., ántes debo contarle, como en una pieza cercana al comedor se hallaban unas señoras ancianas, que habiendo concluido con los cumplidos á la nueva madre, y cansadas de esperar, accedieron á la propuesta de un jóven alegre y bullicioso, que viendo ocasion, les propuso con todo el aire de un calavera jugar unos alburillos y ponerles el monte de no sé cuantos pesos, mientras comenzaba la verdadera fiesta y se hacia hora de cumplir con el objeto de la visita, el cual ya tengo dicho que es para unos la buena mesa y las rosquillas y las soletas y los dulces y los helados, y para otros las ocasiones y el barullo de sentarse y el gusto de servir á las jóvenes, Pusiéronse, pues, á jugar tranquilamente, y sin mas ocurrencia notable que la muy insignificante de irse quedando exhaustas las bolsas

el monte, sino la bolsa del jóven, sin que para esto obstase que Doña Rita sea muy afortunada, y Doña Juana dichosa, porque el buen hombre hacia salir el as si apuntaban al caballo, y hacia que perdieran el as y el caballo si á ambos apuntaban. Y aquí será bien notar la utilidad de los dramas o escritos dramáticos, pues es bien claro que con haber puesto á cada uno de mis párrafos su numeracion correspondiente, y la descripcion del lugar, evitaba yo decir á V. que à tal punto llegaban las jugadoras ancianas, cuando se llamó á comer, cuyo aviso se retardó por la razon natural de que los jóvenes no son afectos á las viejas: mas supuesto que ya sabe V. que por fin llegó el aviso, cesaré la digresion dramática, porque es bien que ahora sepa como dijeron las ancianas,,que iban" y continuaron jugando.-Decia yo que abrian la marcha el papá y la comadre, esto es de rigor, y seguian el compadre y la niña, y luego otros y otras, y entre todas la sobrina de un eclesiástico muy entrado en años, pariente de los amos de la casa, que estaba durmiendo sin cuidar de saraos ni de fiestas, como hombre esperimentado y desengañado de las necedades mundanales. Yo estaba por supuesto en la reunion, y acompañaba no sé si á la segunda ó á la tercera señora de la fila. Al llegar á la mesa sentimos un vaiven, un movimiento; me he mareado, dijo la señorita que iba delante de mí, y el galan caballero que la acompañaba la abrazó tiernamente para impedir que cayese; un vahido, dijo otra, y luego, Jesus, que me caigo, dijo la tercera, y los corteses mancebos abrazaron con mas ó ménos fuerza y ternura á las damiselas, declarando en su ánima que los tales abrazos eran una medida necesaria para evitar que diesen con su cuerpecillo en tierra. Esta escena, como V. supondrá, detuvo un poco la marcha y movimiento y ruido de la hermosa comparsa: todo estaba en silencio cuando una voz sepulcral dijo, tiembla, y sentimos todos el furioso balancear de el piso, tiembla, repitieron despavoridas las señoritas, Jesus, tiembla dijo el coro, y esta voz se comunicó sorda y lentamente de un ángulo al otro de la pieza, y pasó á la pieza contigna, y sonó tiembla, y las viejas huyeron clamando misericordia, y se entraron al comedor y repitieron, Jesus, que tiembla, y la gente toda se arrodillo; Jesus nos valga, Criste exaudinos, dijo el montero entrando y arrodillándose, y tiembla, Señor, dijo con tono lastimero, entrando el sacerdote de quien he hablado á V., que con la prisa con que se le

vantó de la cama, se puso el pantalon al revés, y con la delantera por la parte de atras. Y Kirie Eleison, clamó una voz chillona, y la sobrina del sacerdote que es azás serena y vivaracha, y que no tenia miedo, y que recordó al ver la grotesca figura del tio al conocido loco Santa María, que solia vestirse así, dijo refiriéndose al loco, tio Santa María, y él respondió con devocion, Ora pro nobis, hija, é insistiendo ella en su idea y en su dicho, repitió señalando risueña el pantalon, Santa Maria, tio, y el tio repitió compungido, Ora pro nobis, hija, y la gente rezaba, y unos decian sigue, y otros vamos á la plaza, y otro Jesus, y otros abajo gritaban con tales veras, que su ruido me llamó la atencion y hube de asomarme á la ventana de la casa, que por serlo de las que se llaman comunmente de vecindad, la tiene grande y compuesta de muchos artesanos y gente trabajadora, la cual temprano se recoge y echa á dormir; de aquí es que cuando tendi la vista por el ancho patio, ví mugeres en camisa arrodilladas en tierra, cuál en carnes, saliendo presurosa de su cuarto, cuál cubriéndose la cabeza con el rebozo y, dejando flotar sus escasísimas faldas, cual azorada y completamente desnuda con una frazada en las manos que no se acertaba á cobijar, y los hombres encamisados, y otro envuelto en una sábana, y todos corrian al medio del patio, y todos gritaban Jesus, y todos pedian misericordia, y sus voces sonaban en el fondo de mi alma, entristeciéndome hasta el grado de verme á punto de llorar; entonces ví salir de un cuarto, en el cual vive un militar, á un hombre completamente desnudo, bigotudo y feo, con la cara espantada, gritando Kirie Eleison, y empeñado en abrocharse el corbatin, que era la única pieza de ropa que habia tomado de la silla en que estaba el uniforme, creyendo que con eso quedaba cubierto su cuerpo, y todos oraban, y los hombres gritaban sigue, y alguno alzaba el rostro para ver si temblaba la Juna, y el temblor cesó y la gente comenzó á respirar, y entonces alzándose uno de los que estaban de hinojos en el patio, y que debia ser el mas instruido, dijo gravemente, Jesus me valga, no hay que asustarse, afortunadamente el temblor ha sido dentro de la tierra, y el vecino de la doncellita que salió desnuda se acercó á ella para advertirla de su desnudez, y en la bulla que es uso y costumbre hacer despues de un temblor, bulla en la cual se discute sobre la duracion de él y sus efectos, y se recuerdan los pasados temblores, y se empiezan espantosas historias de desastres, ocasionados por TOM. I

los terremotos, se mezclaban los hombres y las mugeres, y se agrupaban sin vergüenza aquellas desnudas gentes, dando un rato de diversion al socarron vecino que desde la puerta de su cuarto veia aquellas caricaturas tan bonitas, hasta que uno á uno, y terrorosos y compungidos iban desfilando despues de recordarse mútuamente algunas precauciones y de pedirse auxilios.

Arriba, cuando el temblor acabó despues y que concluyeron las primeras descargas de razonamientos, en los cuales se distinguió un estudiante de fisica en no sé que colegio, atribuyendo los temblores á los ganchitos de Gassendo, y un militar contando la sangre fria con que sufrió unos horribles temblores que sintió en uno de sus dilatados viages, que han sido una vez à Cuernavaca, las viejas se volvieron á la mesa del juego y se hallaron sin un ochavo, y entró luego el jóven montero y añadió esclamacion á esclamacion, y la Rita decia, yo dejé cuatro reales, y Doña Juana protestaba que habia dejado en la mesa 6, y Doña Clemencia 5, y todas lloraban sus pérdidos reales, y el socarron montero clamaba por sus 5 pesos, y caritativamente por los dineros de las ancianas, y se hacia cruces de que no estuvieran en la mesa, cuando èl se habia embolsado hasta el último cuarto de lo que allí estaba, aunque esta noticia se la comulgó. Volvieron á la mesa y con sabrosa conversacion sobre temblores y volcanes y nervios, se acabaron todo el gastronómico repuesto: mas ¡ay! que al levantarse cayó Julianita, sin sentidos y convulsa, y he ahí que el teniente del 121 regimiento y el estudiante de filosofia y el empleado D. N., se arrojaron sobre ella á contener sus movimientos para que no se hiciese daño, y Julianita que veía el entusiasmo de sus tres adoradores, hacia aumentar el mal y las convulsiones, y se estrechaba con el futuro Napoleon y con el Pitten miniatura y con el Franklin moderno y.... hubo de acabar el mal y los apretones y se repitieron los plácemes á la madre. Aquí me permitirá vd. que deje esta historia para conducir á vd. á las cadenas de la Catedral, porque con la potestad de vision que tengo, puedo mirar á un tiempo en una y en dos y en tres distintas partes, de cuya dicha haré á V. partícipe. Daban vueltas como es uso y costumbre por las noches en el tal paseo, D. Júdas el usu– rerero y el patriota D. Hilario y el romántico Anselmo, y mil calaveras odiosos de esos de desvergüenzas y puro, y trage elegante, y su pina ignorancia, veteranos graciosísimos, que se están reclinados en las cadenas mirando pasar

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á las mis bellas jovencitas que van allí á os tentar sus gracias. Allí el amartelado amante dá una esquelita á la señora de sus pensamientos, y aprovechando el ruido de los acordes sonidos de la voluptuosa música, le dice dos ó tres palabras al oido. Allí el estrecharse, al pasar, las manos, y los significativos suspiros, y á la luz de la amorosa luna, las concertadas señas y los ardientes coloquios bajo las Cruces y las suaves ondulaciones de las amorosas parejas que se mecen en las cadenas, y la gente toda se embebe en tan deliciosas ocupaciones; mas de pronto sacúdese la tierra y bamboléanse las torres de Catedral como las velas de un buque, y grita el pueblo que escuchaba la música,,,tiembla,” y se oye un rumor y se pide misericordia y cesa la música y todos claman perdon y la gente se arrodilla y suenan las campanas tocando la rogativa, y el usurero se estremece, porque la idea de la eternidad se le ha presentado, y en aquel peligro inminente el falso patriota recuerda sus maldades y sus vilezas porque sacrificó á su patria; y el romántico Anselmo siente sus entrañas desgarradas, y las hechiceras jóvenes conocen el valor de sus señas y de sus suspiros y de sus citas y de sus juramentos de amor, porque ven de cerca á la muerte, y algunos corren al medio de la plaza, y el pueblo gime é implora la piedad divina, porque á sus ojos el temblor es, lo que realmente es, un recuerdo que la Divinidad nos hace, porque vuelve sus ojos al mundo y lo ve cubierto de oprobio y de maldades, y lanza sobre él una mirada de indignacion que hace estremecer á la tierra hasta en sus cimientos. La multitud ora ante el Señor y las mil voces de esa multitud se pierden en el espacio inmenso de la plaza, produciendo al morir una sensacion fuertísima de terror; pero pasa el temblor y vuelven las señas y las medias palabras, y como el resultado de un remordimiento se oye preguntar de vez en cuando, repetirá? Dejémoslo: vamos á otra parte. En el Diorama se representaba casualmente al tiempo del temblor, el derrumbamiento de una montaña en Suiza, el paisage se vé con la luz del dia, luego anochece, el cielo se cubre de nubes negras, serpea el relámpago, suena el trueno y se oye la lluvia, cae un peñasco hunde una poblacion que convierte en lago, y cuando la tempestad cesa, la luna se divisa por entre un grupo de nubes plateando la cima de algunas rocas; mas acá se ven una casa y los pocos habitantes que se libraron de la catástrofe que van con hachas de fuego á ver la poblacion que se mira al pié de mil peñascos como

un lago inmenso y triste, tal es el cuadro del Diorama, que es hermosísimo, aunque en ver-` dad sea dicho, que la imitacion del trueno y de la llúvia no es muy buena que digamos. Sin embargo, sea lo que fuere, cuando el temblor acontenció casualmente acababa de brillar el relámpago y de sonar el trueno; los espectadores sintieron el temblor y prorrumpieron en clamores, los cuales llegaron à la parte de adentro del salon donde está la maquinaria como un ruido sordo, que el maquinista tomó por aplausos, y envanecido con tal idea repitió su relámpago y su trueno; y el temblor arrecia y la gente grita y el hombre se entusiasma y torna al relámpago y vuelve al trueno y el temblor continúa y los espectadores vuelven á clamar con mas fuerza, y el maquinista, enloquecido con su triunfo no repara en nada, y patea la hojadelata con que imita el trueno y la hiere con las manos y con un palo, y se convierte en un D. Quijote, destruyendo el cuadro de maese Pedro, y á cada nuevo clamor que á algunos espectadores arranca el miedo, que se aumenta por la oscuridad, el hombre se estremece de placer y golpea su instrumento como un espiritado, y llama en su auxilio al criado, y lo mira de rodillas, y aterrado le pregunta la causa y mira rodar la vasija de hojadelata y se queda suspenso y en silencio, siente moverse la tierra, y el criado le dice que tiembla, y en el silencio que reinaba en este intervalo percibe claramente los gritos de los espectadores que piden luces para el salon y misericordia al Señor. Y el hombre se queda confuso del chasco, y cansado de sus contorsiones.-Poco mas allá, en una calle, se oyen letanías, mezcladas con otras oraciones, y la gente pobre ha saltado de la cama desnuda y una anciana que pasaba ha hecho coro y les dice la letanía interpolada con el trisagio, á que contesta el pueblo con una salve: adelante se mira un caballero aterrorizado que no recuerda sino los Mandamientos de la ley de Dios, y reza con mucho fervor el primero amarás à Dios, el segundo.... Y en el cuartel de junto, los soldados han dejado la cama y la cuadra y hacen un ruido infernal, y en el colegio vecino, un estudiante pregunta solícito al superior si será bien vestirse el uniforme de la casa, y responde con dolor cuando le pregunta el superior para qué, para morir en comunidad, padre; y pasa el temblor, y la anciana sigue su rezo, y el caballero sus mandamientos y disputan un cuarto de hora despues, que el temblor aun no pasa, porque el miedo trastorna á las gentes y las hace incurrir en las necedades que he contado y que son

cierlísimas, pues que no sabe mentir

ANÓNIMO.

EL PORVENIR.

adversa, lo ocupa demasiado; casi siempre está fija en su pensamiento molestándolo con su tenacidad. Aun cuando quiera desprenderse de ella, afectándole en estremo, parece que le persigue y amarga, siendo en sí desconsoladora, destruye su esperanza poniéndole ante los ojos una por una las espantosas escenas que han de pasarle cuando llegue ese tiempo, si ha previsto un porvenir desfavorable.

El anciano, amortiguados sus sentimientos, entorpecidas, por decirlo así, sus potencias, se

Nada parece mas incierto y dudoso que el por- ocupa del porvenir instantáneamente como el venir; pero al travez de esta incertidumbre pue- niño; pues que en aquel verdaderamente ha de verse, si no con certeza al menos con proba- pasado ya el de su suerte, y solo lucha con el bilidad, la esperanza de lo que será. Esa inporvenir cierto de su muerte próxima. Todos certidumbre en que está envuelto, atormenta en vano ansían por descubrir su futura suerte' sin cesar al hombre cuando no entrevee mas que sin advertir que es mejor dejarla incierta y duun porvenir de llanto y de miseria, un porve- dosa como es; porque la realidad acaso nos hanir lleno de disgustos, sin poder contener los su-`ria mucho mas infelices.-M. BUENROSTRO. cesos que ha llegado à cerciorarse lo conducen á él inevitablemente. Mas el presagio que le Creo, por lo que en mi ha pasado: que la fipatentiza su desdicha en lo futuro, es una agu-losofia es tan necesaria para los goces y placeda pena mayor que la realidad; porque el hombre en vano quiere no llegar á él jamás.

Por el contrario aquel que se figura un porvenir lisongero, deseara precipitar el tiempo y adelantar su curso ordinario; pero tampoco es feliz porque sufre tambien la mortificante impaciencia de la tardanza y las ansias de no tocar tan pronto como él quisiera, lo que su imaginacion le ha hecho concebir. ¡Cuan desgraciado seria el hombre que constantemente se ocupase del porvenir! No tendria mas que martirios continuos y una mortal agonía, ya fuese propicia ó tétrica la idea que se hubiese formado de su porvenir; no encontraria sino tristes desengaños mas penosos aún, mientras mas inciertos fuesen. Si es cierto que no hay alguno que se ocupe esclusivamente del porvenir, tambien es verdad que todos consagran un momento para pensar de su futura suerte. El niño, el jóven, el anciano, todos piensan en el porvenir, aunque no con la misma duracion ni la misma manera. El niño, siendo por su edad poco reflexivo y no pudiendo apreciar en lo que valen las cosas que lo rodean, piensa poco en su porvenir y siempre se lo figura delicioso y encantador, adecuado à sus pasiones dominantes, sin reflexionar si serán ó no efectivas; pero en él este pensamiento momenta neo, no es mas que una ilusion, un ensueño

dichoso.

El joven cuanto difiere del niño! Dotado de pasiones ardientes, sin dejarse llevar de ficciones, se dedica á examinar todo como és en realidad, y la idea de su porvenir, sea favorable ó

res de la vida privada, como lo es para el estudio de las ciencias.

Jamas labrará su bien estar, ni el de la persona amada, el hombre que no sabe vencer las preocupaciones, y sobreponerse á la opinion.

Opinion es generalmente recibida por escrí→ tores españoles de la mejor nota que llegó á tal punto la superioridad temporal en que se creian los papas respecto de los demas príncipes, que á los que se sugetaban á ser coronados por ellos, les ponian la corona con los piés. Del Rey D. Pedro II. de Aragon que espontáneamente fué à Roma á ser coronado por el Papa Inocencio III dice el Cronista Gerónimo de Blancas (Coronaciones de los Sres, reyes de Aragon, lib. 1. le dar las insignias reales que son manto, colocap. 1.): El Papa le coronó luego, mandándobio, ceptro, globo y corona. Y refiere Beuter y algunos otros que esta corona era de pan.... y que se la puso el papa con sus manos al rey, con ser costumbre habella de poner con los piés. El Arzobispo de Zaragoza D. Hernando de Aragon en la vida que escribió de D. Pedro II, dice que esto de ser la corona de pan fué hecho adrede por este rey, que sabiendo ya esta ceremonia ó costumbre de que los papas acostumbraban poner las coronas á los reyes con los piés, la hizo hacer de pan cenceno, para que siquiera por la reverencia de la materia de que estaba formada la corona, que era de pan, se la hubiese de poner con las manos, y que asi se hizo. Lo mismo aseguran el jesuita Abarca en la vida de aquel príncipe, y otros historiadores nuestros.

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