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na al mismo derecho natural, siendo un arbitrio inicuo del que no debe echarse mano, sea cual fuere la causa que lo motive; mas fué sin duda favorable à Doña Marina que encontró una ocasion para acreditar su fidelidad. Luego que, por una señora principal, que parece era la misma muger del cacique, tuvo noticia de la ocurrencia, á fin de que se salvara huyendo el peligro, sin despreciar el anuncio, comunicó inmediatamente la traicion à Cortés, quien activo en sus medidas burló los intentos de sus enemigos y castigó á los caudillos.

Ademas de la condicion natural de Doña Marina, el amor que tuvo á Cortés parece que influyó mucho en la prosperidad de este en todos los sucesos de la conquista. Deseoso de conservarse su afecto Cortés, siempre procuró portarse grande y generoso en su presencia; por eso fué que apenas se hubo separado de ella, y diera muerte infame y cruel á los soberanos de México, Acolhuacan y Tlacopan, à pesar de las súplicas de sus capitanes, que no pudieron menos de llorar á la vista del suplicio y sumision de los reos. No tuvieron mas culpa los infelices Monarcas, que haberse lamentado de su desventura: un indio infame, bajo, adulador, que bien merecia la pena que aquellos sufrieran, no satisfecho con referir á Cortés lo que les oyera, agregó calumniosamente que trataban de quitarle la vida, tramando al efecto una conspiracion que estallaria si no los castigaba de un modo ejemplar. Cortés, cansado ya sin duda, de llevar consigo aquellos reos, dispuso al momento que fuesen ahorcados en un árbol, por mas que intentaron persuadirle de su inocen

cia.

Instruidos los míseros soberanos en los dogmas de la religion del Crucificado, miembros de la comunion católica, hicieron las disposiciones espirituales propias de un hijo de la Iglesia de Cristo, y murieron con la muerte de los mártires, enterneciendo con sus actos piadosos y con la humilde resignacion peculiar de un cristiano, á los mismos soldados y á los sacerdotes españoles que los auxiliaron, y cuyo llanto fué desoido de Cortés. La sangre de estas tres inocentes víctimas ha corroido las páginas de oro, que las hazañas del conquistador le hubieran merecido. Así pues, léjos de la Malintzin, Cortés manchó siempre con actos pérfidos su nombre; estando ante ella, su conducta puede decirse, que fué irreprensible. A esto parece debe atribuirse que, despues de la toma de México, se opusiese á obsequiar los inicuos intentos de sus avaros compañeros de armas, cuando trataron de atormentar á los mismos soberanos de México, Acolhuacan y Tlacopan, paTOMO I.

ra hacer que declarasen en qué parte habian escondido el tesoro, que regalado por Mocteuzoma á los mismos españoles, estos, en su precipitada fuga no habian podido sacar del palacio de Axayacatl que les sirviera de habitacion durante su residencia en Tenochtitlan. Doña Marina fué tambien quizá causa de la indignacion del mismo Cortés, luego que supo la crueldad del bárbaro tormento que al fin se hizo sufrir à aquellos monarcas.

Cooperó tan poderosamente à la conquista la Malintzin, que sin ella acaso no se habria logrado, ó hubieran tenídose mayores obstáculos que vencer: "fué" dice Bernal Diaz del Castillo, "gran principio para nuestra conquista, y así se nos hacian las cosas, loado sea Dios, muy prósperamente." Suavizaba ella, por una parte, el carácter español, y les atraia por otra aliados, haciéndolos parecer grandes: é Doña Marina, son palabras del mismo autor refiriendo la separacion de Cortés del lado de Mocteuzoma para ir á atacar á Narvaez, "como era muy avisada, se lo decia de arte que ponia tristeza en nuestra partida...." los hacia admirar de sus enemigos; animaba en los combates á los que peleaban con ellos; así en Tlaxcallan desanimado Juich Cempoalteca y medroso, huía ya temiendo por el éxito de la campaña; mas ella le reanimó pronosticándole la victoria que en efecto se alcanzó y la tributaba él despues grandes elogios; y no solo él, los mismos españoles, y al efecto oigamos uno que dice: "y digamos como Doña Marina con ser muger de tierra que esfuerzo tan varonil tenia, que con oir cada dia que nos habian de matar y comer nuestras carnes, y habernos visto cercados en las batallas pasadas, y que ahora todos estábamos heridos y dolientes, jamas vimos flaqueza en ella, sino muy mayor esfuerzo que de muger:" descubria los planes que se formaban para destruirlos como en Cholula, de cuyo hecho he hablado ya: suavizaba las palabras ásperas de los mismos españoles que proferian ante pesonas temibles por su poder, ó que por su gerarquía debian ser acatadas, como en México cuando se trató de reducir á Mocteuzoma á prision, supo dulcificarle las voces depresivas y denigrantes á la autoridad real con que se espresaron los osados capitanes de Cortés: ella, en fin, era conducida por el amor, cuyo idioma es uno mismo entre todos los hombres.

Fué su afecto á Cortés tan estremado, que hallándose en su viage á Honduras el año de mil quinientos veinticuatro, en Tabasco, adonde por llamamiento del mismo Cortés hecho á los indios de las cercanías, se presentaron su madre

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y hermano entre otros, (su padrastro habia ya muerto en esta época) sobrecojidos de temor luego que la conocieron, ella les dijo: "que Dios le habia hecho mucha merced en quitarle de adorar ídolos agora, y cristiana, y tener un hijo de su amo y señor Cortés, y ser casada con un caballero como era su marido Juan Xaramillo, que aunque la hicieran cacica de todas cuantas provincias habia en la Nueva-España, no lo se ria, que en mas tenia servir á su marido é á Cortés que cuanto en el mundo hay: y esto," continúa Castillo autor de esta relacion, "se lo of muy certificadamente, y se lo juro, amen." Podria echársele en cara á mi heroina que hiciera mérito de sus amoríos con Cortés, en desprecio de una religion pura y santa en el mismo momento que blasonaba de haberla abrazado, y mas se la culpara atendiendo á que aun en el culto mexicano estaba condenado el adulterio; pero debe, antes de ser juzgada, considerarse en las circunstancias de la época, y tambien ha de fijarse la atencion en sus propias expresiones que de ninguna manera la presentan criminal. En ese tiempo, los mismos conquistadores que propagaban la religion evangélica, no tenian escrúpulo el mas mínimo en hacer uso de las mugeres indígenas sin unirse á ellas en matrimonio; ni podria esperarse otra cosa de la soldadesca, gente, por lo comun, sin principios morales ni políticos, que no tiene mas leyes que la ordenanza, que solo reputa crímen la violacion de esta, principalmente en casos como el de los conquistadores, en que los gefes tienen que tolerarle las mayores faltas por mantenerla grata; y sin salir de la historia de la conquista, ella nos suministra una prueba evidente de esto en la sangrienta carnicería hecha por orden de Alvarado: accion imprudente à la vez que impolítica, que pudo haber costado caro á su autor, á no llegar tan á tiempo Cortés, quien ni la mas leve reprehension hizo á Alvarado temeroso de perderle. Respecto de tomar á las Indias, tenemos como ejemplo al mismo Alvarado, al que como hemos dicho le fué dada la hija de Xicotencatl que por ser hermosa y de bellas prendas, no reusó admitir, y en la que despues de bautizada con el nombre de Luisa, tuvo algunos hijos: otro tanto sucedió con los demas capitanes y soldados, y el mismo Bernal que dice: “y era tan bueno (Mocteuzoma) que á todos nos daba joyas, á otros mantas é indias hermosas. Y como en aquel tiempo era yo mancebo, y siempre que estaba en su guarda ó posada delante de él, con grande acato, le quitaba mi bonete de armas, y aun le habia dicho el page Orteguilla que vi

ne dos veces á descubrir esta Nueva-España primero que Cortés, é yo le habia hablado al Orteguilla que le queria demandar á Mocteuzoma que me hiciese merced de una india hermosa: y como lo supo el Mocteuzoma me mandó llamar, y me dijo: Bernal Diaz del Castillo, han me dicho que teneis motolinea de oro, y ropa, yo os mandaré dar hoy una buena moza, tratalda muy bien, que es hija de hombre principal..." "y entonces" continúa mas adelante, “alcanzamos á saber que las muchas mugeres que tenia por amigas casaba dellas con sus capitanes ó personas principales muy privados, y aun de ellas dió á nuestros soldados, y la que me dió á mi era una señora de ellas, y bien se pareció en ella, (esto es, tuvo buen gusto en ella) que se dijo Doña Francisca." Y teniendo los indios á la vista tales ejemplos de sus propios maestros, no podian exigirles mejor conducta; cuando para acometer cualquier empresa los españoles invocaban el auxilio del Cielo, celebrando el sacrificio incruento de la víctima sin mancha, y no se retraian, sin embargo, de la liviandad, sus discípulos no debian mirar esta como delito.

Por otra parte, la conducta de Doña Marina no era contraria á sus leyes y costumbres patrias. Observábase por estas, entre los pueblos Aztecas, que luego que un jóven se hallaba en edad nubil, podia, queriendo, tomar muger sin desposarse con ella, en cuyo caso no estaba obligado á obtener el consentimiento paterno; pero inmediatamente que tenia un hijo en ella, los padres de esta le requerian para que la hiciese su muger legítima, ó bien la volviese á su familia, á fin de darla un marido honrado: si se decidia por el primer estremo se efectuaba el matrimonio, que no tenia otra solemnidad legal que el consentimiento mútuo; mas en caso contrario, los padres de la jóven se la llevaban á su casa sin poderse ya unir á otro, sino prévia la aprobacion paterna, y precisamente en matrimonio: otro tanto sucedia respecto del varon queriendo tomar otra muger. Estas eran las disposiciones legales de los pueblos antiguos del nuevo continente, en los que por las costumbres era licito el concubinato. Estas mismas disposiciones eran tan fuertes en lo relativo al adulterio, que à pesar de lo mucho que se economizaba la pena de muerte, tenia lugar en este delito, aplicandose, como siempre que debia hacerse por el consejo supremo, erigido en tribunal y presidido por el rey. No eran, por otra parte, mas puras en este particular las costumbres europeas, cuando prohibiéndose á los eclesiásticos el ma

trimonio á fin de que no se distrageran del ministerio divino, con los negocios familiares, se decia que les estaba permitido el concubinato que toleraron las mismas leyes hasta el Concilio de Trento, que celebrado por los años de quinientos cuarenta y nueve y cincuenta, es decir, veintinueve ó treinta despues de la conquista, cortó de raiz este abuso, y los que se cometian á cada paso por la clandestinidad del matrimonio. Ademas, Doña Marina hacia alarde de tener un hijo de Cortés, pero lo tuvo ántes de haberse ella casado. Lo único que podria deducirse de las espresiones de Doña Marina es, que no recibió México la religion en toda su puerza y candor, lo que serviria para reprender á los conquistadores que la trasmitieron acompañada de la corrupcion eu

ropea.

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feliz soberano: en el prolongado sitio de esta misma ciudad, siempre se encontró á Doña Marina cerca de Cortés, hasta concluida la conquista. La única vez que pudo haberla dejado, así lo exigian las circunstancias, fué cuando tuvo que marchar á combatir á Narvaez; mas aun en esta ocasion, à pesar de que como dicen los historiadores, procuró ir á la ligera sin llevar consigo á las mugeres, no se separó por esto de su Marina, como que ella le comunicaba movimiento en todas sus empresas; así que, le acompañó en esta, quedándose a poca distancia con el bagage en Cempollan. Grande fué su gozo cuando despues de haber salido de México huyendo de la persecucion, y aun ántes de haberse restablecido de la fuga, descubrió que habia logrado escapar salva Marina. No fué ménos el placer que esEra tan intima la union de Cortés y Doña perimentaron los soldados españoles, como lo Marina, que de los mismos indios era conoci- manifiesta un testigo ocular que representaba da, y tanto, que le daban el nombre de Malin- en la misma escena. Olvidado me he," dice, che, (Malintzin,) asegura Castillo, al dirigirle,,de escribir el contento que recibimos de ver la palabra, lo que equivalia á llamarle capitan viva á nuestra Doña Luisa, hija de Xicotende Malintzin. De este modo se espresó Xico- catl, y nuestra Doña Marina, que las escatencatl cuando en nombre de la república de paron en las puentes unos de Tlaxcallan, que Tlaxcallan aceptaba la paz que aquel la ofre- eran hermanos de Doña Luisa, que salieron de ciera, y le presentaba el don de trescientas mu- los primeros, y quedaron muertas todas las geres que el conquistador rehusó, pretestando demas Navorias que nos habian dado en Tlaxque su religion le impedia tener mas de una, callan y en México, allí quedaron en las puensiendo ya casado en España con una señora tes con las demas." principal; sin embargo, por no ofenderlos, pudiendo parecer que los desairaba, recibió algunas que le instaron tomara para el servicio de la Malintzin, y ademas otras que repartió á sus soldados. Los embajadores de Morteuzoma, en las diversas embajadas que de este monarca recibió Cortés, le dieron un trato semejante al de Xicotencatl, es decir, le llamaron de la misma manera que este respetable y distinguido senador, y no de otro modo lo hizo el mismo emperador en todo el tiempo que se comunicaron, que fué hasta su muerte.

No abandonó á Cortés la Malintzin ni en las circunstancias mas azarosas. Cuando en el tumulto de los mexicanos quiso que se asomara Mocteuzoma, á fin de que con su presencia y perorándoles se contuvieran, por obsequiar sus deseos la Malintzin, apareció con intrepidez y sinceridad delante del peligro, que fué tal, que el mismo Monarca resultó de allí lastimado, y tan gravemente, que á consecuencia de la herida, aunque no como única causa, espiró á muy pocos dias. En el ataque que dieron dentro de la capital los mexicanos á los españoles: en la precipitada fuga de estos de Tenochitlan, despues del fallecimiento del in

Ni fué menor el regocijo que causó á los mismos indios, pues de los Tlaxcaltecas,,,¡qué fiesta," dice el mismo autor,,,y alegria mostraron con Doña Marina y Doña Luisa, cuando las vieron en salvamento!"

Concluida la conquista, Cortés casó á Doña Marina con Juan Xaramillo á quien tocó, en la distribucion que se hizo de terrenos, una parte de Xilotepec. Si Xaramillo no fué uno de los capitanes que mas se distinguieron porque se ha escrito de él muy poco, no fué por cierto de los que ménos parte tomaron en las empresas de Cortés, se halló con este en sus principales escursiones, y le acompañó en los pasos mas arriesgados. Cuando tuvo que combatir á Pánfilo de Narvaez, Xaramillo llevaba el tercero ó cuarto lugar entre los gefes de la vanguardia; en colocacion semejante se encontró en la armada dispuesta para el sitio de México; en el viage à Honduras de Cortés, de que llevo hecha mencion, fué en su compañía, y así en otros encuentros y ataques del célebre capitan. El trato frecuente que la circunstancia de acompañar á Cortés proporcionaba á Xaramillo y Doña Marina, engendró en ellos el amor que dió por último resultado su matrimonio.

Acaso Cortés se habria unido á ella con este vínculo, si no lo estuviera de antemano á otra. Parece que con ocasion de haber terminado lo mas resgoso de la conquista, Cortés se vió obligado á hacer venir á Nueva España de la Habana, á su esposa, y por consecuencia, á suspender el trato ilícito que hasta entonces habia tenido con Doña Marina; de otra suerte quizá no se habria ella casado.

Durante sus relaciones con Cortés y á virtud de ellas tuvo un hijo que se llamó Martin, conservando el apellido de su padre. El rey de España le consideró mucho, y le condecoró con títulos y distinciones honoríficas. De él descienden los duques de Terranova y Monteleone, marqueses del Valle de Oajaca. En la capital y en gran porcion de la Nueva España poseia cuantiosas riquezas, y su casa fué una de las mas poderosas del reino; hoy existe radicada en Italia, y á juzgar por el nombre de familia, nadie reconocerá que habia tenido por raiz un Cortés, símbolo de la union de México y España.

Génios turbulentos y maléficos persiguieron å Don Martin algunos años despues de la conquista, por sospechas de conspiracion; de esta manera correspondian las autoridades del vireinato, á los trabajos de Cortés y de Doña Marina, que aumentaran considerablemente el brillo y estimacion de la corona de Castilla, y que les proporcionaran á ellas mismas un territorio inmenso donde estender su poder. Don Martin, pasado algun tiempo despues de esta ocurrencia en la que sufrió mucho, falleció, no sin dejar ántes sucesion.

El último viage en que parece acompañó Doña Marina á Cortés, que fué el que hizo á Hon

duras, estaba ya casada y sus relaciones con el conquistador habian cambiado de aspecto. Unido este á su muger Doña Juana Suarez, miraba á aquella con aficion, es cierto, pero solo la conservaba su aprecio y un amor puro y sincero. En este viage se dejaron ver en Doña Marina una generosidad y nobleza de espíritu inimitables; no conservaba animosidad contra sus parientes por haberla despojado de sus intereses, y privado de su señorío y del goce de su libertad; se contentó solo, al verlos, con una ligera reprension de que ya hablé en otra parte, y pidió ademas que se les conservase en la posesion de sus dominios.

Pasó Doña Marina con su esposo à la Península, en cuya corte fué tratada como una señora de distincion. Se halló colmada por el soberano, de honores en justa retribucion de sus importantes y señalados servicios. No se sabe á punto fijo el año en que dejó de existir, solo sí, que acaeció en España despues de haber brillado como una de las primeras damas de la corte. De su matrimonio, en el que siempre mantuvo una amistad constante y firme hácia su esposo, dejó algunos hijos á quienes pasó sus títulos, y que fueron el principio de las primeras casas de la Nueva España, si se exceptúan las de los marqueses del Valle, la de los condes de Mocteuzoma, descendientes del segundo monarca de este nombre, y las de los señores de Ixtlilxochill, últimos vástagos de la dinastía real de Acolhuacan. Aun hoy existen algunos restos de estas familias, y el nombre de Doña Marina se conservará indeleble, mientras no se borren del libro de los fastos del mundo los hechos de la conquista de la mejor porcion del nuevo hemisferio.-CARLOS M. SAAVEDRA.

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privilegiado, habia sentadas dos personas; una anciana respetable, baldada y taciturna, en cuyas rodillas se apoyaba la rizada cabeza de un niño.... Erames mi abuela y yo!

netra con sordo rumor, parecen mas bien des- por último, al frente de la lumbre, y en lugar tinadas à repetir los ecos robustos del harpa de Osian, los cánticos guerreros de los bardos de Morvén. ¿En donde está el inspirado vate que sobre el atrevido promontorio, que rompe con brazo de roca las espumosas ondas de la mar, cante, Homero de la edad media, las inclitas proezas de los indómitos cántabros? Aguardad á que el poder de los siglos venideros, le engendre en el fecundo seno de aquella naturaleza prodigiosa.

-Vamos, tia Ursula, un cuento de los buenos, para que despues cada mochuelo busque su agujero; porque la noche anda sin mirar atras; esclamó Juancho, el arrendador del molino.

-Si por cierto, que el otro dia (por señas de que el señor cura párroco me hizo empréstito de un libro para que leyera mi nieto Colás) llegó á mis nuevas la muy vieja de una historia de lo lindo, que pasó en parte en este mesmo pueblo allá en tiempos de antaño, no sé cuando; pero ya no habia moros en España, aunque sí quedaban brujas, judíos y gitanos. Ampárenos Dios! mas como me dé á entender mi poca cencia, contarlo hé con permiso de la señora, para divertir al chico.—

Cesó el juego de los ancianos, recojiéronse los rosarios, enmudecieron los mozos, atendimos todos, y la tia Ursula alzando del suelo el badil, con lo que hizo levantarse soñoliento al gato que junto á él dormia, y animando con senda rúbrica sobre la lumbre, el calor de la hoguera, dió principio à su cuento, que parecia ser contemporáneo de Felipe V, y que voy á narrar á mis lectores tal como lo oí, salvas algunas diferencias en el estilo de la narracion. II.

Era una noche fria del invierno del año de 182.... Asomado à una estrecha ventana de mi hogar, en la aldea de L...., niño de pocos años, paseaba mi imaginacion infantil por los apacibles vergeles de un mundo ideal, inocente y tranquilo como entonces mi espíritu, y melancólico como ahora mi corazon. Mis ojos recorrian distraidos la llanura cubierta de nieve: mis oidos escuchaban á lo léjos el son del mar que se estrellaba en la distante playa; y mis manos y mi rostro se entumecian al frio contacto del viento helado que pasaba, ó del copo de nieve que caia. A mi espalda y al rededor del chispeante fuego de la apetecible cocina, habia sentados á mas de los de una parte de mi familia, como hasta doce personages, vecinos y vecinas de la aldea. Preciso fué para apartarme de aquella ventana, desde donde tan atento veía á los esqueletos de los árboles negrear entre la blancura del llano y del montecillo, que se hablase de repartir las sabrosas castañas que acababan de asarse al rescoldo de ,,Era no sé cual año del Señor; pero si sé que la lumbre. Cerré, pues, el postigo, y miré con empezaba á amanecer la primavera, y las moindiferencia el cuadro que delante de mis ojos zas comenzaban á arreglar sus corpiños colotenia. Allá jugaban al truquiflor algunos an- rados y á aderezar sus sombrerillos para las cianos, cuya fisonomía patriarcal acertaba á futuras romerías, que fué una gracia de Dios veces á mover el módico interés que se cruza- el ver lo lucidas que estuvieron aquel año. Diba en el juego: mas inmediatas à la llama, hi- ce el tal libro, que por cierto que le escribió un laban su copo algunas rugosas y encanecidas lego del convento de San Francisco de Laredo viejas, gastando en esta operacion la poca sa- en las horas que tuvo desocupadas durante liva que les dejaba la continua conversacion so- los diez y ocho años que estuvo aprendiendo bre los milagros que obraban las mas famo- el latin; pues, como iba diciendo, reza el tal sas imágenes de las vecinas hermitas: tal cual libro que muerto el rey, que estaba endemode ellas deslizaba entre sus trémulos dedos las niado, hechizado ó qué se yo, vinieron los frangruesas cuentas de un rosario de 15 diezes, que ceses á pelearse con los tudescos, que son de rezaba entre dientes: mas distantes, algunas una tierra que está pasando la mar, sobre si personas mozas departian sencillamente acer- ellos ó estos habian de mandarnos; porque ca de la campestres diversiones del pasado do parece manía en los franceses el querernos mingo ó de la última romería; y si entre ellas dominar. Ello es que llegados los franceses, cruzaban algunas dulces miradas de inteligen- hubo sendas batallas en el reino, y mucho tucia, de cariño ó de enojo amoroso, no las perci- vimos que sentir de resultas del hechizamienbian mis ojos, porque ignoraba mi corazon la to del difunto rey; porque todos los mozos de existencia de ese sentimiento, que emana inme- los pueblos fueron á la guerra, y Dios sabe los diatamente de uno de los dos grandes instintos, que allá quedaron. Exceptuáronse los de de las dos grandes leyes de los seres animados: la vecina villa, porque matriculados entre

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