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BELISARIO.

Les grandes vertus se cachent ou se perdent ordinairement dans la servitude; mais le gouvernement tyrannique de Justinien ne put opprimer la grandeur de cette âme, ni la superiorité de ce genie.-MONTESQUIEU.

ROMA, esa nacion privilegiada, cuya historia su juventud no ofrece ningun hecho capaz de

nos suministra tantos bechos brillantes, y nos presenta tanlos hombres esclarecidos, estaba degradada y envilecida desde que Constantino trasladó la silla imperial á Bisancio; y cuando Justiniano subió al trono, el imperio de Occidente ya no existia y el de Oriente estaba en decadencia. Los bárbaros habian invadido el Medio-dia: el Africa y la España eran presa de los vándalos y de los godos; las Gálias de los francos, de los borgoñeses y de los visigodos; la Italia, de los ostrogodos y las demas partes del Occidente, de otras hordas de bárbaros, cuyo poder se aumentaba, à medida que la grandeza de Roma se disminuia, y habian llegado á ser ya los señores de la ciudad eterna que en otro tiempo habia sido el árbitro del mundo.

Solo el imperio de Constantinopla subsistia, conservando aun el epíteto de Romano que habria debido perder con Roma para tomar el de Griego; pero despedazado y corrompido en el interior, pues no quedaban ya de las costumbres originarias de Roma mas que algunas palabras, pocos recursos, y muchos vicios; y amenazado en el esterior por los indómitos persas, sármatas y tártaros, que aprovechándose de la ruina de un imperio y de las turbaciones del otro, amenazaban sus límites asiáticos y las fronteras del Norte, y no parecia sino que el imperio de Oriente iba á desplomarse sobre las ruinas del de Occidente.

En este estado encontró Justiniano el imperio cuando ocupó la silla imperial en las Calendas del mes de agosto del año de 527 (1) de nuestra Era, y con él apareció el héroe cuyo nombre se ha hecho célebre en todas las naciones y cuyas hazañas tratamos de bosquejar.

Belisario, este capitan esclarecido, objeto de tan dignas alabanzas, nació en Trhacia, donde parece que fué educado entre los aldeanos:

(1) 1. de agosto.

ser consignado en la historia, servia en las guardias de Justiniano, y cuando este succedió á Justino, le dió el mando del ejército. Las primeras victorias de este ilustre caudillo fueron sobre los persas; y cuando estos invadieron la Siria, Belisario, con ménos de veinticinco mil hombres, humillados y poco sometidos aun á la disciplina militar, la cual, así como el valor y la audacia comenzaban á rena– cer bajo la influencia de tan esforzado guerrero, consiguió con sus sabias disposiciones, no solo contener á los enemigos del imperio, sino que los obligó á retirarse. Cada noche ocupaba el sitio en que sus enemigos habian acampado la víspera, y cual otro Flavio habria triunfado sin derramar una gota de sangre, á no haber sido por la impaciencia de los soldados, cuyo valor se menguó el dia de la batalla, pues la caballería que formaba el ala derecha del ejército, habia huido, y solo la infantería de la izquierda permanecia inmóvil en el campo de batalla. Entónces Belisario, apeándose de su caballo, manifestó á sus soldados que ya no les quedaba mas recurso que un valor audaz y desesperado; y estos, obedientes á la voz, y dóciles al ejemplo de su gefe, volvieron las espaldas al Eufrates y los rostros al enemigo, y oponiendo así un muro impenetrable á las cargas de la caballería de los persas, hasta obligarlos á retirarse ignominiosamente; y aunque el ejército de Belisario tuvo que embarcarse favorecido por las tinieblas de la noche, no por eso fué menos la gloria de este ilustre caudillo, pues que con su valor personal supo sustraer al ejército de las funestas consecuencias que le habria acarreado su temeridad.

Los preparativos de la paz con los persas, le hicieron abandonar la frontera del Oriente cuando ya el rey de los persas estaba encerrado en las antiguas posesiones de sus predecesores. Mas el ánimo de Belisario era emprendedor,

y como soldado diestro y valeroso, no podia ver con indiferencia la ruina de su patria, pues la amaba sinceramente, amaba tambien la gloria, ese bien que todos apetecen, pero que pocos saben adquirir; y desde luego concibió la gigantesca idea de restablecer el imperio de Occidente y reunirlo al de Constantinopla, idea adoptada por el emperador con tanta mayor satisfaccion, cuanto que tenia un deseo ardiente de acrecentar sus dominios, y con ellos su poder.

Semejante proyecto debia comenzarse á ejecutar por volver el Africa al dominio de los emperadores; y al concebir y ejecutar esta idea, Belisario ha sido justamente llamado el Scipion de la Roma Bizantina.

Roma iba á luchar por la última vez contra Cartago, y los preparativos de la guerra de Africa no fueron indignos de esta gran nacion.

Reinaba á la sazon en Cartago el ambicioso Gelisner, á quien el deseo de reinar lo precipitó á hacer asesinar á Hilderico para subir él al trono; cuando la política se halla interesada en un rompimiento, rara vez se encuentra de tenida para escoger un motivo ó un pretesto, asi es que Justiniano, con el de vengar á su aliado, declaró la guerra á los vándalos: hoy se diria acaso que esto era una violacion del derecho de gentes; pero en aquel tiempo el derecho de gentes no existia.

Cerca de seiscientos navíos tripulados por mas de veinte mil marineros, se preparaban en el puerto de Constantinopla, en el año sétimo del reinado de Justiniano, y hacia algun tiempo que no se veia una armada semejante. Cuando estuvo formada delante de los jardines del palacio, el patriarca le echó su bendicion, el emperador dió sus últimas órdenes y con gran pompa guerrera dió á la vela, guiada por el navío capitan, el cual de noche se distiguia por las antorchas que se colocaban en el palo mayor, y de dia por el color rojo de sus velas. Atravesó la Propóntide (1) y cuando se disponia á pasar el estrecho del Helesponto (2) un viento contrario la detuvo cuatro dias en Abydos [3]: continuó luego, y Belisario mostró durante toda la travesía del Helesponto al Peloponeso [4] su rigidez militar y su gran firmeza; y favorecida la escuadra por un viento favorable desembarca

[1] Hoy mar de Marmara.

[2] Los Dardanelos.

(3) Galipoli.

[4] La Morea.

TOM. I.

ron las tropas en Metona [5] de Mesénia [6] donde descansaron algun tiempo.

De Melona pasaron à la isla de Zacinta [7] ántes de atravesar el mar Jónico [8], donde á causa de una calma, hasta el mismo Belisario iba á ser víctima de la sed, si no hubiera contado con algunas botellas de agua que su esposa Antonina habia conservado enterradas en arena en un lugar donde no penetraban jamas los rayos del Sol; por esa Antonina favorita de la emperatriz Teodora, por esa muger de baja estraccion à quien su incontinencia le acarreó los mayores vituperios, y qué à pesar de esto dominaba enteramente á su ilustre esposo, y que si no tuvo el mérito de la fidelidad conyugal, le dió al menos grandes pruebas de amistad, acompañándolo aun en medio de todas las fatigas y peligros de sus espediciones, no sucumbió Belisario.

Hasta las costas de Sicilia no encontró la flota, favorecida por el viento, un asilo en el cual se abasteció de cuantas provisiones necesitaba, y haciéndose luego á la vela, perdió de vista dichas costas, pasó por la de Malta, descubrió los campos de Africa donde ancló por fin à cosa de cinco jornadas de Cartago.

Tres meses tan solo transcurrieron desde que el ejército salió de Constantinopla hasta su desembarco, lo cual efectuó, dejando solo cinco hombres á bordo de cada navío, y posesionándose en seguida de un campo que fué circundado por un foso y por una muralla, conforme á la costumbre de aquella época. El mayor cuidado de Belisario fué inspirar á sus soldados los principios mas sanos de equidad, moderacion y buena policía, y cualquiera que faltaba á ellos era al punto castigado, y desde luego consiguió que en el ejército romano reinase la disciplina mas severa, pues que no queria perder la buena disposicion que ácia él tenian los naturales del pais, quienes en vez de abandonar sus domicilios y de ocultar sus provisiones, abastecian con ellas el ejército de muy buena voluntad. Los empleados civiles ejercian ya sus funciones à nombre del emperador de oriente, y el clero, bien sea precisado por las inspiraciones de su conciencia, ó bien por miras de puro interés, favoreció al príncipe católico que trataba de dominar el pais.

Las ciudades de Leptis (7) y Adrumete (8) abrieron sus puertas y pasaron al dominio de

[5] Modon.

[6] La parte sudoeste de la Morea.

(7) Lébida.

(8) Ciudad de Africa que no existe.

8

Justiniano; y Belisario avanzó hasta Grassa, palacio de los reyes vándalos situado á cincuenta millas de Cartago, donde encontró resistencia. Hasta aquí el caudillo romano no tuvo que emplear en esta espedicion sus talentos militares, sino solo una política previsora y moderada, haciendo siempre respetar al laborioso artesano y al pacifico labrador.

No obstante, la inquietud y el terror se apoderaron de Gelisner cuando los romanos se aproximaron á Cartago y quiso prolongar la guerra, hasta que los veteranos que se encontraron al mando de su hermano, volvieron de la conquista de Cerdeña la que le habria convenido mas diferir para defender su persona y su reino. Los cincuenta mil vándalos que subyugaron el Africa se habian multiplicado de tal modo, que cuando Belisario invadió á Cartago, este pais contaba mas de ciento sesenta mil combatientes, y tantos guerreros no pudieron sofocar el débil ejército Bizantino. El combate fué sangriento: Gelisner se defendió con un valor heróico; pero al fin tuvo que ceder al genio eminente de Belisario, á quien volvió la espalda para irse á los desiertos abrasadores de las costas septentrionales de Africa, y el vencedor entró en Cartago el año de 533, en medio de las aclamaciones del regocijo público y desde luego fué proclamada la derrota de los vándalos, cuya dominacion habia durado doscientos cincuenta años, y la libertad de Africa. En esta circunstancia Belisario no es ya el teniente de un César del Bajo imperio, es un triunfador de la antigua Roma, es Paulo Emilio en el Palacio de Perseo; pero reaparece el héroe Bizantino cuando se mira postrado ante los restos de San Cipriano, que tanto tiempo habia estado en poder de los secuaces de Arrio.

Entretanto, Gelisner vagaba por los desiertos y por las montañas escarpadas donde se habia refugiado, sufriendo, segun refieren algunos historiadores, todos los horrores del hambre, y cuando se le propuso que se abandonara á la generosidad de su vencedor, esclamó: "La "esclavitud es peor que la muerte. No deseo "mas que un pedazo de pan, una esponja para "enjugar mis heridas y una lira para consolar"me en mis desgracias."

Todo esto le fué concedido, y al fin, bien sea obligado por la necesidad, ó bien convencido por la razon, el último príncipe de la sangre de Gensérico se puso en manos de su vencedor, prévia una solemne promesa de que su persona seria respetada y tratada de una manera digna del rey de los vándalos; y así el triunfo de Belisario fué completo.

Sin embargo, la envidia jamas duerme, y mucho menos en las cortes de los déspotas que prestan atento oido á los lisongeros consejos de sus favoritos, y Justiniano fácilmente se convenció de que Belisario no habia conquistado el Africa, sino para sí mismo; pero tan esclarecido caudillo desmintió desde luego estas infames calumnias, y su presencia en Constantinopla desvaneció tan injustas sospechas.

Belisario llevó consigo al rey prisionero, y cuando entró en Constantinopla fué recibido con los honores del triunfo, ceremonia que la ciudad de Constantino jamas habia visto, pues que hacia mucho tiempo que no estaba en uso, y que desde el reinado de Tiberio, Roma, tan solo los tenia reservados á los Césares. Pero véamos como describe tan brillante ceremonia el elocuente Gibbon. (1),,La procesion triunfal, dice, salió del palacio de Belisario, atravesó las principales calles, y se dirigió al Hipodromo. Esta memorable jornada parecia ser la venganza de las injurias de Gensérico, y la expiacion de la vergüenza de los romanos; en ella se desplegó toda la riqueza de las naciones de aquel tiempo, los trofeos de un lujo guerrero, á la vez que afeminado, las ricas armaduras, los tronos de oro y los carros de parada que habian servido à la reina de los vándalos, la vajilla macisa del banquete real, las innumerables piedras preciosas, las estátuas y los vasos de una forma elegante, los cofres llenos de oro y los ornamentos del templo judío que se depositaron despues de este largo viage en la iglesia cristiana de Jerusalen. Una larga fila de nobles vándalos manifestaron entónces á su pesar su grande estatura y su esforzada confianza. Gelisner se adelantó á paso lento, vestido con un trage de púrpura, y conservando siempre toda la dignidad de un rey, pues no se vieron derramarse las lágrimas de sus ojos, y sus suspiros no hirieron los oidos de ninguno; su orgullo y su piedad tuvieron algun consuelo con estas palabras de Salomon, que repetia frecuentemente: ¡Oh vanidad! ¡V ́anidad! ¡Todo no es mas que vanidad! Elmodesto vencedor en vez de ir sobre un carro de triunfo tirado por cuatro caballos ó por cuatro elefantes, marchaba á pić á la cabeza de sus bizarros camaradas; tal vez rehusaba por prudencia una demostracion tan brillante para un súbdito: ó tal vez su grandeza de alma desdeñaba un honor mancillado por los mas viles tiranos. Al llegar el vencedor á las puertas

(1) Historia de la decadencia y de la caida del imperio romano. C. XLI.

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