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"Excmo. sr.-— No cumpliría con los sagrados deberes que me imponen las generales y particulares instrucciones que he conducido del gobierno, si, frio espectador de la ruina de este imperio, no avanzase mis esfuerzos á la marcha ordinaria de negocios subalternos.-Gravada en mi corazon la obligacion de expresar la verdad aun á los príncipes, nada podrá arredrarme cuando hablo á impulsos de mi conciencia. V. E. ha tenido sobrado tiempo para conocer los ardientes deseos que me animan por conseguir el objeeto de mi destino, sin que por esto me considere esento de imperfecciones.- Las encadenadas y azarozas ocurrencias han ocasionado su demora; mas desgraciadamente hemos sido conducidos al borde de peores males despues que los afanes de la diputacion de S. M. C. habia conseguido ponernos á las puertas de la paz.- Los artículos modificados de la nota que incluimos á V.E. deben ser el término de los males, y en la alternativa de la guerra o de la paz (asegurada la existencia de nuestro ejército) cualquiera otro racional sacrificio (en mi concepto) no debe ser obstáculo para logro tan venturoso.- Yo invito y confio en que V.E., con presencia de las consecuencias de una opinion generalizada, y en que siempre hemos convenido, unido al carácter de una guerra, que desgraciadamente se ha hecho personal, no dejará de conformarse á lo acordado; pero creo no debo pasar en silencio de que si por una fatalidad V. E. no tuviese á bien asentir, la junta está idspuesta á ratificar su opinion y pasarla por la diputacion á la del excmo. sr. don José de San Martin, si las razones en contrario que esponga V. E. no las estimase bastantes, asi como en la última junta no fueron suficientes para hacerle variar sobre la existencia de la junta y diputacion en la ausencia de V.E., y todos hemos estrañado que el secretario no lo hubiese estendido en acta.- La inmensa distancia á la Península nos priva del remedio de tamaños e inmediatos males, así como tambien al gobierno de las noticias exáctas de sus causas, si una multitud de personas que se disponen para navegar á Europa no fueran fieles órganos de ellas.- Permita el cielo que una paz tan suspirada ahogue todas las pasiones que se alimentan en la guerra.- Participo á V. E. que en las gacetas del gobierno español del 4 y 5 de febrero se estampa el armisticio y regularizacion de guerra de Bolivar y Morillo. —Dios guarde á V. E. muchos años. Lima 15 de agosto de 1821.- Manuel Abreu. -Excmo. sr. don José de la Serna".

También es digno de la luz pública el siguiente oficio del mismo Abreu, que por un acaso vino á nuestras manos.

"Excmo. sr.- Confieso francamente que solo tenía una remoto esperanza de que dejasen obrar á V. SE segun su corazon; pero jamas podria persuadirme hiciesen que negase los precisos alimentos y transporte al comisionado de N. M. teniendo forzosamente que mendigar estos auxilios con descrédito de V.E., trascendental á todo español. Pero lo que parece una burla es, me diga V.E. le mande copia de las instrucciones reservadas de S.M. (que ha perdido, y acaso estarán en poder del enemigo con otros muchos documentos que V.E. dejó en palacio) y de todos los oficios habidos en la diputacion, que es lo mismo que pedirme 200 pesos cuando menos. Lo que nos admira aun mas es, como se escusa al socorro de tantos infelices buenos españoles de que está hecho cargo el general Vacáro,

con la particularidad que V.E. se niega solo porque así lo quiere; pues, como es tan sabido, las riquezas de oro y plata que V.E. sacó de esta capital, y las que acaba de estraer de las minas de Pasco, no dicen que por falta de medios deja de auxiliarnos. V.E. me hace comparacion con que los semblantes son tan desiguales como las opiniones: conviniendo en lo primero, y en que no podemos hacer que varie nuestra fisionomía, estamos obligados por otra parte á anivelarnos en los sentimientos de justicia y de razon, que para eso se nos dió. V. E. debe tener presente, que no escribo sino para los que le han hecho dictar un papel que es (con los demás) nuestro verdadero proceso, y quiera nuestra suerte hayamos obrado según la fé de nuestra alma... V. E. me dice que siempre lo provocaba á que accediese á cosas contra su honor y responsabilidad: si yo no estuviera tan persuadido de lo contrario, y de que V.E. es el que ha declinado de un modo opuesto á nuestros deberes, no me atreveria á reproducírselo en toda ocasion. V. E., cuando se avistó con el general San Martin en Punchauca, con solo medio cuarto de hora que habló reservadamente con él, llamando en seguida y aparte á Llanos, La-mar, Canterac, Galdiano y á mí, nos dijo que el plan de San Martin era admirable, que lo creía de buena fé; y aunque dijo V. E. que no quería estar mandando, consintió en él, comprometiéndonos á todos, con la particularidad de haberme dicho V. E. ántes de la junta con San Martin, que pensaba poner de su acompañado en la regencia al general La-mar. ¿Quién sino el diputado español le dijo á V.E. habia opuéstole al general San Martin todas las razones y dificultades que estaban en oposicion á su plan, habiéndole dicho á V. E., y con particular secreto, despues de la junta, una circunstancia que me dijo V. E. haber advertido igualmente? ¿Y quien sino V. E. propuso á la junta pacificadora (anulado dicho plan variar el gobierno dándole diversa forma que la legítima, y de la que antes habia convenido con San Martin? ¿Y quién sino V. E. y Canterac nos escribieron en un principio que propusiésemos á Lima por ciudad anseática?: propuesta que jamas hicimos por considerarla demasiada debilidad, porque no lo habiamos acordado en junta, y porque en aquel tiempo los enemigos se daban por muy satisfechos con el real Felipe y sus dos adyacentes. Estas debilidades que alternaban con un rigorismo destemplado verdaderamente son las que nos degradaban y aun nos separaban del círculo de nuestras atribuciones: pero V. E. jamas podrá probarme otra cosa que la inclinacion á ceder algun partido ó provincia, por obtener un bien tan general, y esto solo convencido que el enemigo solo por su actitud habia de conseguir ventajas siguiendo la guerra. V. E. dice que mi lenguage parece al de un agente de los disidentes: en otro tiempo procuró desacreditarme un ayudante de V.E. bajo el mismo pretesto; y ahora siempre que lo encuentro en la calle, baja sus ojos modestos, sin embargo de la proteccion que le dispensa este gobierno por haber estado en correspondencia con él aun ántes de mi llegada al Perú. El padre del pueblo español me designó con el fin de conciliar sus hijos disidentes; yo conozco muy bien las faltas de ellos y las nuestras, y juro que he tenido mas confianza para echárselas en cara suavemente, que para decir á V. E. las nuestras: pero V. E. habiendo sido siempre impulsado á tratarlos de traidores, rateros y alevosos, no ha podido convenir con la moderacion y prudencia que la diputacion se propuso, evitando asi el rompimiento escandaloso á que V.E. nos provocó, exigiéndonos pasásemos á S. Martin

su original oficio, que V.E. sabe no se le dió curso, y por cuyos antecedentes permítaseme pregunte ¿por qué habiendo tenido la diputacion la usual y prudente precaucion de lacrar y con variacion sellar cuanta correspondencia ha tenido, ahora solo me haya mandado V.E. la suya con solo una porosa oblea? No lo sé, ni ya es tiempo de saberlo; pues que paso inmediatamente á la Península.- Dios guarde á V.E. muchos años. Lima 12 de noviembre de 1821.- Excmo. sr.- Manuel Abreu.- Excmo. sr. virey del Perú".

La carrespondencia oficial entre el excmo. sr. general don José de San Martín y el general la Mar, y las proposiciones hechas á este gefe por medio del coronel don Tomás Guido, durante el sitio de la plaza del Callao, se publicarán por separado.*

*Lima Independiente. Imprenta de Río, 1821.

LA CONFERENCIA DE PUNCHAUCA

TESTIMONIO DE TOMAS GUIDO

Se acordó en la misma ocasión que, ratificado que fuese el armisticio, los generales la Serna y San Martín, acompañados de sus respectivos diputados y demás personas que convinieren, tuviesen una entrevista en el día y lugar que se designare "para que vencidas las dificultades que por una y otra parte se presenten, decíase, procedan inmediatamente a ajustar el armisticio definitivo".

Habiéndose seguido las negociaciones sin interrupción en los términos de una cordial franqueza, invitaron los diputados independientes a los de la junta, el 30 de Mayo para que, de conformidad a lo acordado, tuviese lugar en la mañana del siguiente día, en la misma hacienda de Punchauca, la proyectada entrevista de los generales; anunciando al propio tiempo que el general San Martín "estaba dispuesto a concurrir a ella acompañado del jefe del Estado Mayor del ejército de su mando, de dos jefes superiores, un ayudante de campo, un oficial de ordenanzas y cuatro soldados, la misma comitiva que el señor don José de la Serna podía designar si gustase". La invitación fué en el acto aceptada. Mas sólo el 2 de Junio, a causa de una indisposición del Virrey, pudieron avistarse los campeones en cuyas manos estaba entonces la suerte del Perú.

Desde el día 1o, el General San Martín se puso en marcha para el lugar de la cita. Formaban su séquito los renombrados coroneles Las Heras, Paroissien, Necochea; los tenientes coroneles Spry, Raullet y cuatro ordenanzas: En el Campo de Carabayllo, a las cinco de la tarde, encontráronle sus diputados a quienes se había agregado el general Llano y el capitán Moar. Juntos se dirigieron al punto convenido. El día 2, a las 3 y tres cuartos, salieron a recibir al virrey del Perú -y general en jefe del ejército del rey- Llano, Las Heras, Paroissien, Necochea, Guido y Don Juan García del Río. Avistáronse con él al sud de Guacoy; venía acompañado del general la Mar, el brigadier Monet, el de igual clase Canterac, famoso por su denuedo y constancia, y los tenientes coroneles Landázuri, Ortega y Camba, el inteligente militar a cuyas memorias hemos apelado y apelaremos todavía en el curso de esta relación. La comitiva, escoltada por cuatro dragones españoles,

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llegó a las 3 y cuarto a Punchauca. Al aproximarse a la casa donde se le aguardaba, el general San Martin adelantóse al vestíbulo, y al estar al habla con los que venían y que se habían agrupado, preguntó con aire placentero quién de aquellos señores era el general la Serna. Este distinguido caballero español, de gallarda presencia y nobles modales, que traía oculta debajo de la sobrecasaca la banda carmesí, distintivo de su autoridad, diósele a conocer. Entonces se acercó a su caballo, y luego que el virrey puso el pie en tierra, lo abrazó estrechamente, saludándole con estas afectuosas palabras: "Venga para acá; están cumplidos mis deseos, general, porque uno y otro podremos hacer la felicidad de este país". La Serna le correspondió con igual cordialidad, y ambos del brazo entraron al salón, precedidos de aquellos briosos militares que por primera vez se contemplaban con mutua admiración y respeto. La primera media hora se pasó en tomar algunos refrescos y en esa conversación franca y animada, usual entre los hombres de armas de origen distinguido y culta educación. "Los protagonistas de esta escena, apartáronse durante algunos minutos y conferenciaron a solas. En seguida Sna Martín invitó a la Serna, los jefes principales y ambas diputaciones, a pasar a la pieza inmediata, en donde se reunieron presididos por uno y otro personaje. Entonces el general del Ejército Unido tomó la palabra, y dirigiéndose al caudillo español, le dijo con voz firme estos o idénticos conceptos: -"General, considero este día como uno de los más felices de mi vida. He venido al Perú desde las márgenes del Plata, no a derramar sangre, sino a fundar la libertad y los derechos de que la misma metrópoli ha hecho alarde al proclamar la constitución del año 12, que V.E. y sus generales defendieron. Los liberales del mundo son hermanos en todas partes, y si en España se abjuró después esa constitución, volviendo al régimen antiguo, no es de suponerse que sus primeros cabos en América, que aceptaron ante el mundo el honroso compromiso de sostenerla, abandonen sus más íntimas convicciones, renunciando a elevadas ideas y a la noble aspiración de preparar en este vasto hemisferio un asilo seguro para sus compañeros de creencias. Los comisionados de V.E., entendiéndose lealmente con los míos, han arribado a convenir en que la independencia del Perú no es inconciliable con los más grandes intereses de España, y que al ceder a la opinión declarada de los pueblos de América contra toda dominación extraña, harían a su patria un señalado servicio, si fraternizando con un sentimiento indomable, evitan una guerra inútil y abren las puertas a una reconciliación decorosa. Pasó ya el tiempo en que el

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