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mente, sino que se funden en una cuenta general que lleven cada una, compensando recíprocamente, al final, las diversas partidas de esta cuenta y naciendo, sólo en aquel instante, para la parte que resulte deudora, la obligación de pagar el saldo, entonces puede decirse que aquellas dos personas están en cuenta corriente. Y por esto es, precisamente, que se añade el calificativo de corriente á la cuenta, pues, en realidad, puede decirse que corre, que, á pesar de ser muy diversas las operaciones que entre las partes tengan lugar, no da origen cada operación á una cuenta, sino que hay una sola que va corriendo y en la que vienen á fundirse todas las parciales que deberían nacer.

La denominación de esta institución ha sido por algunos autores motivo de crítica ó censura, diciendo que contiene dos palabras que se excluyen mutuamente. En efecto: cuenta, según ellos, es la fijación entre dos personas de lo que mutuamente se han dado y no puede, por tanto, existir cuenta sin que haya aquella fijación. El curso de las sucesivas operaciones que comprende la cuenta corriente, continúan, hace variar constantemente la situación de las partes, y con esta sucesiva variación no es posible, ni de hecho ni de derecho, que haya cuenta. Pero esta contradic

ción es sólo aparente y, cuando hayamos llegado al fin de este trabajo, veremos que el nombre de esta

institución responde perfectamente á lo que es en realidad.

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SUMARIO: Lógrase, con la cuenta corriente, economía de tiempo. -Evítanse los peligros y quebrantos de las frecuentes remesas de fondos.-Hace extensivos á todos los contratos los beneficios y ventajas del crédito.--Aumenta la utilidad de la apertura de crédito.-Creciente desarrollo que va alcanzando la cuenta corriente.-Palabras de Montgolfier.

Con lo dicho hasta aquí se comprende la importancia de la cuenta corriente y la utilidad grandísima que ha prestado, principalmente á los comerciantes.

En los dos primeros ejemplos puestos en el capítulo anterior, lógrase una gran economía de tiempo, pues, con una simple apuntación en sus libros, cada parte adeuda ó acredita á la otra lo que á ella envía ó de ella recibe, sin necesidad de que medie pago ó cobro de ninguna especie, con lo que se evitan también los peligros y quebrantos de las frecuentes remesas de fondos.

La tendencia moderna se dirige á la supresión de los metales en las transacciones. La plata cedió el puesto al oro, y éste va desapareciendo del comercio, quedando, como expresión casi única del dinero, la transferencia de crédito. Los fondos se remiten hoy de un extremo á otro del mundo sin el más leve movimiento de moneda (1). Esta ventaja inmensa se debe á la cuenta corriente.

En el tercero de los casos apuntados se aumenta considerablemente la utilidad que la apertura de crédito proporciona á los comerciantes, por cuanto el banquero viene á convertirse en una especie de cajero del cliente, el cual, gracias al crédito constante que tiene asegurado, puede aumentar su capital circulante y encuentra siempre disponible una reserva para el caso en que un retraso en sus cobros ú otra circunstancia imprevista cualquiera, tan frecuentes en el comercio, le pusieran en una situación apurada (2). Como veremos más adelante, todas las operacio

(1) De ahí que no sea la posesión material del dinero metálico un signo de prosperidad. Al contrario. Los países prósperos son los que menos lo necesitan y anda más escaso donde el comercio está más extendido. Vense, en cambio, en dichos países innumerables instituciones basadas en el crédito.

(2) Un ilustre economista catalán, D. Federico Rahola, ha dicho que el crédito es el descuento de la riqueza futura.

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