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por su contenido quedaron de claro en claro cuantas maquinaciones intentaban los enemigos de la libertad. La noticia de esta novedad se traslujo al dia siguiente, i el secreto que se habia pensado guardar se estendió por todos los barrios de la ciudad con indecible rapidez. Algun patriota exajerado ó, lo que es mas probable, mal intencionado, quiso revelarlo de un modo solemne, i lo reveló por medio de carteles fijados en doce ó diez i seis lugares de los mas públicos.

El pueblo que, en tiempo de revoluciones, se anda como rastreando enemigos que perseguir, se puso frenético de rabia contra los realistas, i en su demencia, sin poder conservar el comedimiento que siempre lo pierde en tales circunstancias, ni deslindar al verdaderamente culpado del que no tiene sino las apariencias de serlo, se acordó al instante del anciano Ruiz de Castilla que moraba ya casi olvidado en su retiro. Atropáronse brevemente en tumulto (15 de junio) unos cuantos mestizos é indios, especialmente los del barrio de San Roque, i se encaminaron furiosos á la recoleta de la Merced. Toman allí como frenéticos al desvalido anciano, le insultan, le estropean, le hieren i llevan medio muerto hasta la plaza principal, resueltos á inmolarle. Las autoridades, á quienes llega tarde la noticia de estos desacatos, se interponen entre los amotinados i la víctima para salvarla; pero el pueblo, siempre brutal en las revueltas, insiste en sus empeños i contesta con amenazas á cuantas amonestaciones se le hacen. Los medios de salvarle se apuraron sin provecho, i fué necesario que le llevaran preso á un cuartel, haciendo la oferta de que habia de fusilársele, seguida breve i militarmente la causa

para que el pueblo se conviniera en desasirse de la víctima. Su ancianidad, las heridas, bien que leves, i maltratamientos que recibió, i su propio orgullo en no querer admitir ningun medicamento ni auxilios, rompieron el forzado pacto que celebraron las autoridades i el pueblo, pues murió á los tres dias sin que aun principiase la formacion del proceso.

Este aseninato es otro de los cargos que pesa sobre una revolucion que blasonaba principalmente de haber escusado todo derramamiento de sangre. Ruiz de Castilla estaba inocente de las tramas que fraguaban sus partidarios; i aun cuando fuera culpado, no era al pueblo á quien competia juzgar de los delitos del ex-presidente, i sí á las autoridades velar por su vida i derechos, asegurándole anticipadamente con su proteccion (*). La

(*) Tambien fué atribuido á don Nicolas de la Peña el asesinato de Ruiz de Castilla, i sin embargo no ha habido razon para semejante calumnia. En el testamento que Peña otorgó en Tumaco, cuando se hallaba ya en capilla, juntamente con su esposa, esto es en los instantes en que el hombre, olvidando las tortuosidades i engaños de la vida, se conceptúa rostro á rostio con su Criador i solo dice la verdad; en ese testamento, decimos, se lee la cláusula siguiente: “Declaro en descargo de mi conciencia i por la proximidad en que me hallo de morir, que absolutamente ni mi mujer ni yo mandamos ni sedujimos al pueblo quiteño para que matase al señor conde Ruiz de Castilla, i al contrario fué bien pública la accion de haberlo defendido de la muerte, con lo que pudo confesarse i recibir los auxilios de nuestra relijion santa, á pesar de que el pueblo enfurecido iba á destruirlo al frente del cablido. Lo cierto es que pensé ponerlo en prision, pero no llegó el caso; i lo firmo con el señor juez i testigos.-Tumaco i julio 14 de 1813." El hombre que habla cuando ya tiene por delante las ceras con que se velan los difuntos, hab'a la verdad i tiene derecho á que se le crea por solo su palabra.

flaqueza con que el anciano se dejó dominar del comisionado Montúfar, le llevó á su perdicion.

En el mismo dia prendieron á doña Maria Calisto i otros muchos hombres sospechosos, i se embargaron sus bienes como medidas de seguridad para mantenerlos á raya.

Cayeron igualmente presos don Pedro Calisto, su hijo don Nicolas i varios otros que, con algunos negros armados de lanzas i con mulas cargadas de pertrechos i dinero, pasaban por las inmedia. siones de Tusa para Pasto con el objeto que antes indicamos (*). Los presos fueron inmediatamente despachados para Quito.

(*) Parreño. Ib.

CAPITULO III.

Arribo del presidente Móntes.-Sus movimientos i los de Sámano.-Combate de Sanmiguel de Chimbo.-Combate de Mocha,-Don Cárlos Montúfar á la cabeza del ejército. Pasa Móntes por la Viudita,-Combate de Panecillo.-Combate de Sanantonio.

I.

1812. La desatentada contramarcha de Biblian dió brios á los realistas, i muchos pueblos de Guaranda, i aun algunos de Riobamba, armaron varias partidas con el fin de favorecer la invasion que se proyectaba desde la costa. El jeneral Móntes habia tocado en Guayaquil el 21 de junio, i concertándose activa i atinadamente con el brigadier don Melchor Aimerich, que estaba en Cuenca, dispuso que las fuerzas de esta ciudad, cambiando su estado de defensivas en agresoras, se alistasen para salir á campaña contra los insurjentes de Quito, á tiempo que tambien él se moveria con las suyas para Guaranda. Habia venido con Móntes el coronel don Juan Sámano,

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