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Africa, confiscacion de todos sus bienes i estrañamiento perpétuo de América, por haber traducido i publicado los Derechos del hombre, sacados de la Historia de la asamblea canstituyente; Nariño, cuyo odio contra el gobierno se habia vuelto rencoroso por los padecimientos de su larga prision durante el progreso de la causa, i por otras otras pena

lidades que le acompañaron en su viaje de a

Granada para las cárceles de Cádiz, de donde fugó i pasó á Francia para de aquí restituirse á su patria; Nariño, preso de nuevo en Santafé (1810), trasladado á Cartajena i metido en un calabozo con grillos i cadenas sin motivo alguno conocido; Nariño, repetimos, no podia ménos que desplegar, llegada la ocasion, todo el temple de su alma ultrajada, i arrojar contra sus enemigos todo ese ve neno con que le habian amargado la vida.

En medio de esto, i de la resolucion i firmeza de la junta, que parecian irrevocables en cuanto á seguir la guerra, se habria obtenido tal vez la reconciliacion con la madre patria, si el orgullo de las cortes españolas no les determinara á rechazar la mediacion que interpuso la Gran Bretaña con condiciones que nadie podrá tenerlas por exajera. das, cuanto mas inadmisibles. Suspencion de hostilidades, amnistía jeneral, confirmacion de los de rechos concedidos por las mismas cortes, comercio libre i organizacion de las municipalidades; ved ahí, en resolucion, las seguridades que se pidieron para los colonos, i ciego estaria quien no confesase que tales regalias no pudieron calificarse de inadmisibles. Las cortes, sin embargo, las conceptua ron así, i su terquedad llegó á deshermanarnos políticamente para siempre.

Poco satisfecho el gobierno de Santafé con ha

ber rechazado la reconciliacion, se determinó mui luego á desconocer la autoridad del monarca, á nombrar á Nariño teniente jeneral de ejército i, haciendo tamaños sacrificios, á proporcionarle cuantos medios estuvieron en sus manos para que emprendiese una espedicion al sur: Los republicanos de Santafé ni quisieron esperar á que Sámano llevase adelante sus proyectos de invadirlos, sino que se resolvieron á desalojarle de sus propios cuarteles.

III.

1813 Arreglada efectivamente la espedicion con la mayor presteza, se movió Nariño con direccion á Plata, que la ocupó sin oposicion el 25 de octubre con mil cuatrocientos hombres. Pasado un mes de detencion atravesó el páramo de Guanácas, i el 29 de noviembre se avistó con Sámano en Palacé, mui cerca de Popayan. Sámano, de cierto, contaba solo con setecientos hombres efectivos; mas como todos eran veteranos i acostumbrados á la pelea, no trepidó en presentarse á combate, bien que para recibir en castigo de su confianza un penoso resultado con la derrota que padeció, despues de haber sostenido gallardamente un largo tiroteo. Vióse, pues, en la necesidad de ceder Popayan á sus enemigos i de retirarse para el sur.

La retirada de Sámano fué ordenada, i no' la hizo sino hasta el Tambo, donde se detuvo como en lugar seguro hasta que le llegasen los ausilios de Patía, Pasto i Quito, i sobre todo hasta que se le incorporase la division del mayor Asin que, destacado contra los patriotas de Cali, recibió posteriormente la órden de replegar al grueso del ejér

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cito. Nariño, aunque lo intentó, no pudo estorbar esta incorporacion, porque Asin atravesó acertadamente el Palacé por la Pedregosa i consiguió reunirse con Sámano en Calivio.

1814 Detenido Nariño en el bajo Palacé aguardando á que tambien se le incorporara la division del coronel Rodríguez, se vino poco despues tras Sámano, resuelto á desalojarle de su puesto. Avistóse con él en dicho Calivio el 15 de enero de 1814, i en seguida le acometió denodada i simultáneamente por tres puntos. El triunfo de Nariño fué completo, pues puso fuera de combate trecientos sesenta soldados i nueve oficiales, i tomó ochenta prisioneros, ocho piezas de artilleria, docientos fusiles i todos los pertrechos.

El coronel Cabal persiguió á los derrotados has ta el Tambo, i Sámano, tenido como invencible por los realistas, vino de corrida para Pasto per

diendo sucesivamente en el camino unos cuantos de los suyos, i dejando en la provincia de Popayan una espantosa memoria por el exeso de los desenfrenos de sus soldados i por su propia inhumanidad (*).

Bien por falta de medios para mover el ejército, bien porque Nariño no estimó sus fuerzas suficientes para acometer á Pasto, bien porque aun tuvo

(*) «Todo proviene, dijo Móntes al gobernador de Gnayaquil, hablando de la derrota de Sámano, todo proviene de no haber observado el brigadier.... mis órdenes i prevenciones, i procedido sin política con los vecinos de un pais que se prestaron gustosos á recibirlo ántes que entrara en él, pues deseaban sacudirse de los males que sufrian. Pero han esperimentado que ha sido peor el remedio por los robos, saqueos i atropellamientos que han padecido, i sin oirles sus justas quejas i reclamos.» (Oficio de 7 de febrero de 1814.)

que andar lidiando con las pasioncillas de los federalistas de Popayan ó, en fin, por falta de conocimientos para la guerra, puesto que nunca habia servido ni como miliciano; se dejó estar en Popayan, desaprovechando así los brios que adquieren los soldados con los triunfos, i dando campo á que los enemigos se fortaleciesen con descanso i á sus anchas.

Al saber el presidente Móntes los descalabros de Sámano en Calivio, le separó del mando del ejército i, ordenándole que partiera por Barbacóas á Panamá, lo puso á órdenes del mariscal de campo, don Melchor Aimerich. Encargó á este mui encarecidamente la defensa de Pasto, i para ello le ausilió con docientos veteranos i un buen surtido de artículos de guerra. Aimerich, mui inferior á Sámano por sus conocimientos militares, bien. que de mejor índole, no tuvo necesidad ni de valor ni de talento para cumplir con el encargo. La naturaleza de las tierras, selvas, montes i rios de Pasto, i el fanático entusiasmo de sus hijos por la causa de Fernando VII fueron mas que bastantes para tener de su parte cuantas ventajas le convenian para sostener la guerra con provecho. Posesiónose del Juanambú, el formidable antenural de Pasto por el lado del norte, i encargó al injeniero espa-* ñol, Atero, que completase la defensa con el arte..

Al atravesar el brigadier Sámano su camino para Barbacoas fué tomado prisionero por una guerrilla de los insurjentes, capitaneada por don Juan Recalde, quien le conservó á vuelta de tres meses en su poder. Recalde no se apartaba del lado de Sámano, llevándole á donde él iba i trayéndole á donde venia, de páramo en páramo i de bosque en bosque, pero con mui buen tratamiento, has

ta que al cabo fué Sámano libertado en un encuentro que el primero tuvo con una partida realista. La prision de Sámano, que tal vez en otras circunstancias pudo producir algun bien para los patriotas, no enjendró entonces sino el mal de que, á esa causa, tuvo el brigadier que quedarse entre nosotros para volver despues á espantar á los pueblos con sus atrocidades.

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Nariño, como si de intento quisiera seguir los procedimientos de Sámano, cometió varias tropelias é impuso al cabildo de Popayan una contribucion de cien mil pesos. Para llevarla á ejecucion, convocó á los municipales, empleados i pudientes de la ciudad para que se reunieran en casa de él; i luego que estuvieron reunidos, les manifestó su falta de medios pecuniarios para continuar la campaña, i añadiendo que no tenia otro arbitrio que el de valerse de los concurrentes, les intimó que no debian salir de la casa hasta no completar la indicada suma. Esplicado así el objeto de la convocatoria, nombró presidente de esta como junta al gobernador, don José Maria Mosquera, i asegu rándola con una buena escolta se retiró á uno de sus cuarteles. Popayan no era ya esa rica ciudad tan afamada en otro tiempo por el oro que acuña. ba, i los contribuyentes se vieron embarazados por demas para poder satisfacer tan crecido impuesto.

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Muchos tuvieron que desprenderse de sus vajillas i alhajas, i otros consignaron el dinero que pudieron obtener, i con todo apénas alcanzaron á reunir la suma de setenta mil pesos, con los cuales, aunque de mal grado, tuvo Nariño que contentar

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