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pues juzgaban con acierto que, establecida una vez la junta como lejítima, solo prevaleceria despues la razon de aquel bien tras el cual andan aun los súbditos mas venturosos de las monarquias.

El principal i mayor de los embarazos que encontraban los patriotas jenuinos para el desempeño i consolidacion de su proyecto, era la ignorancia de los pueblos, á los cuales convenia hablarles á nombre de Fernando, el amado, el idolatrado, el justo, como le calificaban en España por causa de sus persecuciones i desgracias. Era pues necesario introducir de grado en grado é injeniosamente en el ánimo del pueblo algunas ideas de independencia i libertad, si no para que se aficionaran á esta, á lo ménos para que no se decidieran á combatirla con eñojo. Los pueblos aceptan pocas veces sus derechos políticos por comprension i conviccion, i hai que dárselos con prudente maña.

Los ingleses, dueños de los mares i en guerra declarada con la madre patria, no dejaban pasar buque ninguno para América, i la presidencia no conocia absolutamente los últimos sucesos de España. Mas al arribo del capitan de fragata, don José Sanllorente, comisionado por la junta de Sevilla que tocó en Cartajena por agosto de 1808, se propagaron las noticias de los asesinatos del 2 de mayo en Madrid, el armisticio celebrado con la Gran Bretaña, la victoria de Bailen, la capitulacion de Dupont i el establecimiento casi simultáneo de las juntas españolas. Entónces ya no habia cosa que aguardar, i los patriotas se apresuraron á poner por obra cuanto tenian meditado.

III.

1808. La llegada de don Manuel Urries, conde Ruiz de Castilla, que habia entrado como presidente de Quito el 19 de agosto, les proporcionó la ocasion de hacer representar en festejo suyo cuatro piezas dramáticas, intencionalmente escojidas para la época i circunstancias: las piezas fueron el Caton, la Andrómaca, la Zoraida i la Araucana (*). El pensamiento de los revolucionarios fué comprendido por la parte intelijente de la sociedad, sin que Ruiz de Castilla ni los otros gobernantes traslujeran otro interes que el deseo de celebrar la llegada del presidente i el de gozar de las satisfacciones del teatro.

Dado este paso, i cuando ya estaban instruidos los patriotas de los sucesos de España, mas tal vez que los mismos peninsulares, á quienes se ocultaba la verdad por no desalentarlos; irritados ademas porque la Junta de Sevilla se habia arrogado el título de Suprema de España é Indias i, sobretodo, por el lenguaje destemplado i hasta ofensivo que emplearan los españoles calificando á los americanos de insurjentes, añadiendo que la América española debia permanecer unida á la madre patria, sea cual fuere la suerte que esta corriese, i que el último español que quedase tenia derecho para mandar á los americanos (); se determinaron á partir por medio

(*) Bennet. Relat. Hist et. Descrip. d' une Resid. de vingt An. dans l' Amer. du sud.

(!) Restrepo. Hist. de la Revol. de Colombia, 1827 Seis años despues fué otro el lenguaje de los españoles, pues muchos de los diputados á las cortes de 1814, hombres ilustres, como

i celebrar la primera reunion el 25 de diciembre de 1808 en el obraje de Chillo, propiedad de don Juan Pio Montúfar, marques de Selva Alegre. En ella acordaron establecer la junta suprema proyectada, aparentando en todo caso, para no exasperar á los pueblos, sumas consideraciones i respetos por Fernando VII. Esta prudencia, segun ellos, era absolutamente necesaria para con un pueblo largo tiempo infatuado con el májico nombre de rei, que lo creia procedente de naturaleza divina; pues los ignorantes (añadian) no comprenden su envilecimiento, i solo por maravilla piensan en que pueden ser algo mas de lo que son. Las revoluciones, como se sabe, aparentan siempre arrimarse á la legalidad en todo caso, por torcido que sea el impulso que las mueve, i la de entónces, con mayor razon que cuantas otras han ajitado i deshonrado á la patria, debia obrar con sumo comedimiento i discrecion.

IV.

Por prudentes i cautelosos que fueron los pasos de los conjurados llegaron siempre á descubrirse. El carácter franco i confiado del capitan don Juan Salínas, i el deseo de aumentar el número de partidarios le animaron á comunicar el secreto al pa

Canga Argüelles, Martínez de la Rosa, Villanueva, Garcia Page, Calatrava, Cepero, Felier i otros, opinaban que la emancipacion de América debia considerarse á la manera de los males necesarios, i aceptarse cual se acepta la separacion de la madre que establece á su hija en el mundo, en que madre é hija continuan siempre amándose aunque vivan en casas separadas i gobernadas de diferentes modos.

dre mercenario Torresano. Este lo confió al padre Polo, de la misma Orden; Polo á don José Maria Peña; i Peña lo denunció á Mansános, asesor jeneral de gobierno. Instruyóse inmediatamente un sumario, i el 9 de marzo de 1809 fueron presos i llevados al convento de la Merced el marques de Selva Alegre, don Juan de Dios Moráles, Salínas, el doctor Manuel Quiroga, el presbítero don José Riofrio i don Nicolas Peña. Fué nombrado secretario de la causa don Pedro Muñoz, español manifiestamente prevenido contra los americanos, i los presos, á quienes se mantuvo incomunicados, tuvieron estorbos i dilaciones para su defensa.

1809. Por un acto de patriotismo bien ideado i arrojadamente desempeñado se sustrajeron todas las piezas del sumario, al tiempo que Muños daba cuenta al presidente del estado de la causa, i esto desconcertó los castigos que se preparaban contra los culpados. Estos, por su parte, habian negado acorde i contestemente la celebracion de la junta, i en consecuencia fueron puestos en libertad.

Esta simple tentativa de la emancipacion de la patria, aunque apénas ensayada i muerta al nacer, es un timbre de que mui justamente blasonan los hijos de Quito, pues son de los primeros que tuvieron tan osado i noble pensamiento. La ocultacion de un acto que se ha tratado de descubrir, burlando la pesquisa de los jueces, alienta, como enseña la esperiencia, á sus autores, i la sustraccion del sumario aumentó el coraje de los patriotas, i se resolvieron á llevar adelante la insurreccion.

Aun mucho antes de tomar esta resolucion, corria entre los patriotas, aunque con reserva, la voz de que don Antonio Ante andaba desde 1798 pre

dicando una insurreccion; de modo que al traslucir lo ocurrido en Aranjues i la cautividad del rei, la exaltacion de aquel letrado subió de punto. Con tal motivo escribió un folleto titulado Clamores de Fernando VII, una proclama i un catesismo, escritos dirijidos ostensiblemente á favorecer la causa del monarca, pero encaminados siempre á dar los primeros pasos para la independencia. El doctor don Luis Saa, Salínas, don Miguel Donoso i don Antonio Pineda, entusiasmados con tales escritos, mandaron sacar unas cuantas copias i las dirijieron anónimas á Carácas, Santafé, Lima, Santiago, Buenos Aires i á algunas otras capitales de gobierno, empeñando á sus hijos á que dieran el primer grito de insurreccion, por suponer, como era cierto, que estas ciudades contaban con mejores elementos para el buen exito. Ante i Saa pensaron partir para Lima, la ciudad mas á propósito por su opulencia para el intento; mas, apremiados por Salinas á quien incomodaban las dilaciones, i temerosos de que el gobierno penetrase tales proyectos, tuvieron que detenerse i apurar sus pasos para dar el grito en su propio suelo. En consecuencia, convocaron á sombra de tejado á los vecinos de los barrios de la ciudad, con el fin de que elijieran una persona que los representase i, concluido el acto, señalaron el dia de la insurreccion.

Efectivamente, el juéves, 9 de agosto de 1809, por la noche, se reunieron don Pedro Montúfar, hermano del marques, Moráles, Salínas, Quiroga, Matheu, Checa, Ascásubi, Ante, Zambrano, Arénas, Riofrio, Correa, Véles i otros muchos en casa de doña Manuela Canizares (hoi de los coadjutores de la catedral), mujer de aliento varonil, á cuyo influjo i temple de ánimo cedieron aun los mas

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