Imágenes de páginas
PDF
EPUB

to de Portocabello dió lugar á que se le calumniase inventando que las capitulaciones ajustadas con Monteverde las habia hecho por la suma de mil onzas de oro ofrecidas por el marques de Casa Leon (*), calumnia que aun la sostienen algunos, pero sin ningun fundamento; pues las ajustó arrastrado solo por el imperio de las malas circunstancias. Las capitulaciones indignaron tanto a Bolí var i a los demas patriotas, que se resolvieron a prenderle con el fin de que participara con ellos de la suerte que temian por no tener medios de emigrar. Por fortuna, Bolívar consiguió un pasaporte para Curazao por medio del español don Francisco Iturbe, a quien, años despues, correspondió con mui leal gratitud el importantísimo servicio de entónces.

A su paso por Cartajena, ofreció sus servicios al gobierno republicano de esta plaza. Fueron aceptados, i se le destinó para la comandancia militar de Barranca. En Cartajena publicó la Memoria dirijida a los ciudadanos de la Nueva Granada, en la cual manifestó los errores que motivaron la perdicion de la causa republicana de Venezuela i los medios que debian adoptarse para evitarlos, i mantener con brío la de Nueva Granada. Esta Memoria, tan discreta i atinadamente escrita, labró la

(*) Verdad es que el marques de Casa Leon le ofreció tales mil onzas de oro; mas este ofrecimiento se lo hizo despues de la capitulacion, cuando supo que Miranda deseaba volverse para Inglaterra, i que no podia satisfacer sus deseos por falta de medios pecuniarios. En cuanto a la suerte de este jeneral, que se habia rosado con los reyes i hecho figura en Europa, fué de las mas tristes; pues llevado de calabozo en calabozo hasta parar en el arsenal de la Carraca en Cádiz, se le conservó allí con una cadena al cuello hasta el año de 1816 en que falleció.

que

reputacion de Bolívar como hombre público, pues desde entónces comenzó a cobrar aquella fama posteriormente le llevó hasta la mas elevada cumbre.

En desempeño del encargo que le confiaron, comenzó a obrar activamente contra los enemigos; abrió las operaciones de su corto ejército contra Tenerife que obstruia la libre comunicacion del Magdalena, i se hizo dueño de ese punto el 23 de diciembre de 1812. Siguió luego persiguiendo a los realistas hasta Mompos, i como esta marcha no habia sido prevenida, Labatout, el comandante en jefe, encelado ya de los triunfos del subalterno, pretendió que fuera juzgado en consejo de guerra. El gobierno de Cartajena, apreciador de los servicios que Bolívar acababa de prestar, no solo desechó tal pretencion, sino que le nombró comandante militar de Mompos, de donde pasó á invadir Ocaña, que tambien la ocupó despues del triunfo de Chiriguaná.

En seguida partió para Pamplona llevándose cuantos elementos de guerra pudo reunir; arrojó a unos enemigos de Aguada, venció a otros en Arbolédas, Yagual i Sancayetano, i puso al coronel Correa en tantos apuros, que le obligó a concentrar sus fuerzas en la villa de Cúcuta. Por febrero de 1813 mandó Correa que sus tropas acometiesen a Bolívar por retaguardia, i Bolívar burló las intenciones del enemigo con un movimiento acertadí simo. Luego, volviendo la cara por otro camino, acometió contra los reales enemigos, i los ocupó despues de cuatro horas de combate.

[ocr errors]

Ocupados ya los valles de Cúcuta por las tropas republicanas, viniéronle a Bolívar los deseos de li ́bertar a Venezuela, entónces resguardada por seis

mil hombres, comandados por el capitan jeneral don Domingo Monteverde, que vivia saboreándose con sus últimos triunfos. Ardua, por no decir descabellada, parecia esta empresa; pero Bolívar, para quien todo era hacedero, habiendo buena voluntad i resolucion, se dirijió al congreso de la Union pidiéndole su autorizacion para llevarla al cabo; i sin esperar respuesta, se puso al punto a organizar el ejército que pensaba conducir. Un desacuerdo que sobrevino entre Bolívar i el coronel Castillo detuvo por entonces la realizacion del proyecto; mas el gobierno jeneral se avino mui luego con la idea del atrevido jóven, i quedó resuelto que se verificaria la campaña. Por desgracia, Por desgracia, se le impusieron ciertas condiciones que forzosamente debian oponer estorbos a la actividad con que convenia obrar.

Bolívar ordenó a Castillo que partiese con ochocientas plazas para Grita, a donde habia ido a fortificarse el realista Correa, hecho ya brigadier; i Castillo, desalojando de su puesto al enemigo, correspondió cumplidamente a sus deberes. Bolívar, mientras Castillo desempeñaba su encargo, reunió en Bailadores quinientos cincuenta soldados de todas armas, cinco morteros, cuatro piezas de batalla i un parque de infantería compuesto de ciento cuarenta mil cartuchos embalados. Pobre i por demas era, como se ve, el tren de la espedicion que aparejaba nada ménos que para combatir contra seis mil hombres aguerridos i acaudillados por un capitan de fama, tanto por su valor como por el exeso de sus crueldades. Detenido Bolívar por estorbos que no habia entrado en cuenta, i firme en sus ideas i conviccion de que la defensa de la independencia granadina debia hacerse en Venezuela, con cuya ocupacion quedarian aseguradas las em

presas ulteriores; logró al cabo hacer participantes de igual conviccion a los que dirijian entonces los destinos de N. Granada. El señor Tórres, que estaba a la cabeza de ella, no pudo resistir a la fuerza de los razonamientos de Bolívar, i remedió como pudo sus necesidades i le proporcionó cuanto estuvo en él para que saliera con la espedicion.

Aun se presentaron dificultades de otro jénero, que al fin fueron vencidas; i Bolívar, dejando en Cúcuta una corta guarnicion de las milicias de Cartajena, se arrojó a la mar como decimos.

Entró en tierras de Venezuela, en Mérida, el 30 de mayo de 1813, donde encontró cien infantes republicanos, organizados i comandados por el capitan Campo Elias. La guerra por esas tierras habia comenzado inclemente desde que se levantó: los españoles, puestos bajo las órdenes de don Antonio Tíscar, cometian insólitas crueldades en Barínas, i el coronel Briceño (por apodo El Diablo) i otros republicanos exaltados, incurriendo, en son de represalias, en las mismas o peores demasias, devolvieron tormento por tormento (*). De aquí tomó oríjen aquel sistema de guerra a muerte que alcanzó a manchar tambien las glorias de Bolívar, aunque hasta entonces no había tenido parte ninguna en tales flaquezas. Lo cierto es que desde esta época, a ejemplo de Monteverde, la guerra, bárbara

[*] En la minuta de proposiciones que el bárbaro Briceño estendió en Cartajena para llevar la guerra a Venezuela, su patria, se hallan, entre otras, las siguientes: "Novena: para tener derecho a una recompensa o a un grado, bastará presentar cierto número de cabezas de españoles o de isleños canarios. El soldado que presente veinte será hecho abanderado en actividad: treinta valdrán el grado de teniente: cincuenta el de capitan, etc."

por solo ser guerra, fué espantosa, atroz, infernal, como las de los tiempos de Atila o Tamerlan. Lo cierto es que por graves i premiosos que hayan sido los motivos que forzaron a Bolívar á endurecer su corazon, i a esponer su propia fama i aun la de la causa americana, no debió espedir aquel espantoso decreto de guerra a muerte, fechado el 15 de julio, porque ni el ejemplo que da el enemigo ni las repeticiones de él pueden jamás autorizar ese talion de diente por diente, símbolo pregonero de la barbarie, ya caduco, proscrito i maldecido desde muchos siglos atras. "Españoles i canarios, dice este decreto, datado en Trujillo, contad con la muer te aun siendo indiferentes si no obrais activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida aun cuando seais culpables."

Harto fascinadoras son las razones que el mismo Bolívar adujo para justificar la espedicion de su decreto. La razón humana, sin embargo, tiene que rechazarlas sin meditacion ni siquiera exámen, pues hai acciones que al dejarse ver llevan consigo la condena. Que los españoles de esa época, los mas de ellos pulperos i jente sin temor de Dios ni educacion, aparecidos de entre el fango de esa revuelta jeneral, apuraran los tormentos i los asesinatos; a ellos debió dejárseles con su sistema, porque la causa de la humaniead es, en todo caso, mas elevada i veneranda

misma, ya que que toda otra, aun la de la libertad misma, ya que el término de esta debe ser asegu rar el bien i derechos de la primera.

La vanguardia de Bolívar, a órdenes del valiente Girardot, venció al realista Cañas en Aguaobispos, i le tomó cien prisioneros, sus armas i municiones. Pero ni este corto triunfo ni las elocuen

« AnteriorContinuar »