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auditor jeneral de guerra con los honores de teniente coronel.

Aun no tenian patria segura que organizar, i ya se les vino establecer, para el réjimen i despacho de justicia, un senado compuesto de dos salas; la una civil i la otra criminal. Para la primera fueron nombrados don José Javier Ascásubi, quien debia asimismo hacer de gobernador i presidir ambas salas, i don Pedro Jacinto Escobar, decano; de senadores don José Fernández Salvador, don Ignacio Tenorio i don Bernardo Leon; i de fiscal don Mariano Merizalde. Para la criminal lo fueron don Felipe Fuértes Amar como rejente, i don Luis Quijano como decano; de senadores don José del Corral, don Victor Félix de Sanmiguel i don Salvador Murgueitio; i de fiscal don Francisco Javier de Salazar (15). Como se ve, no se distinguieron colores ni banderias, i elijieron indistintamente á republicanos i realistas, á americanos i españoles. Si los nombramientos del español Fuértes Amar i del realista Sanmiguel se hubieran hecho para mantener cabal la idea de que solo se pensaba en sustraerse de la junta de España, i nunca de la dominacion del rei Fernando, tales nombramientos, á decir verdad, habrian sido políticos i acertados. Lo que hai de cierto, sin embargo, es que hubo contemporizaciones i flojedad.

La junta, eso si, publicó en el mismo dia un manifiesto, en que se espusieron las causas de la revolucion i el derecho que para ello tenian los americanos (16). Letrados acostumbrados á esclarecer el derecho entre las partes contendientes, mui buenos para formar leyes i hasta constituciones, para todo podian servir i sirvieron de hecho, ménos para obrar con la enerjia que demandaban las circunstan

cias. Se ajitaban en dar papeles i papeles, elocuentes si se quiere, que salian á luz por la prensa ó publicados por bandos; pero lo que es pensar en proceder con pujanza, en instruir oficiales, en disciplinar al soldado, en la unidad i vigor con que debia obrar el gobierno para hacer la guerra ó sostener la que habian de traerla, tal vez no pensó ninguno.

Como el marques de Selva Alegre, aunque ins truido de cuanto se pensaba hacer en la noche del 9, habia tenido á bien permanecer en su hacienda de Chillo, se le comunicaron por la posta los acontecimientos ocurridos i estado de la causa pública, suplicándole que viniera inmediatamente á posesionarse de su destino i á dar direccion á los negocios. Se prensentó en Quito al dia siguiente i entró de seguida en el ejercicio del empleo en junta de las otras autoridades.

Fueron convocados los del pueblo á un cabildo abierto para el dia diez i seis, i reunidos en efecto confirmaron i ratificaron, por medio de comicios tenidos en la sala capitular de San Agustin, cuantos actos se habian celebrado hasta entónces (17).

El 26 dispuso la junta que el presidente dirijiese oficios circulares á los vireyes de Santafé i Lima noticiándoles lo ocurrido; i á los gobernadores de las provincias dependientes de Quito i á los cabildos de las otras ciudades exitándoles á que formasen sus respectivas juntas i se rijiesen con independencia de las de España. Tenemos á la vista el dirijido al cabildo de Santafé en que se inserta el puesto para el virei, que de seguro no fué contestado, i el dirijido á los empleados subalternos; i puede comprenderse el grado de indignacion con que fueron recibidos tales oficios por las contestaciones dalas por el gobernador de Guayaquil i por el cabil

do de Popayan al de Pasto (18): en ambas, era natural, se trasluce la admiracion i rabia con que los realistas, i aun muchos que no lo eran, miraron á los insurjentes americanos. Una revolucion política en las colonias era inconcebible é inesperada que no podia oirse sin gran asombro ni ruidoso escándalo. ¿Cómo, principalmente la incomunicada i pobre provincia de Quito, habia pensado alterar el órden é instituciones de la madre patria, i desobedecer los mandatos de la junta suprema central de Esраñа?

Privadamente se dirijieron tambien los señores Montúfar i Morales, el primero á don Jacinto Bejarano, comandante de un cuerpo de milicias de Gua yaquil, i el segundo á don Vicente Rocafuerte, sobrino de Bejarano, incitándoles á que se apoderasen del gobernador i de esa plaza. El gobernador, Cucalon, tuvo de esto avisos oportunos, rodeó de soldados la casa en que vivian tio i sobrino, i aun cuando no se hallaron tales cartas ni documento alguno que los hiciere sospechosos, fueron presos uno i otro. Si el paso de apoderarse de la plaza de Guayaquil hubiera sido anticipadamente concertado i felizmente ejecutado, se habria sostenido la revolucion á lo ménos con dignidad.

Sea de esto lo que fuere, hase visto que en el estrecho espacio del 9 al 10, sin efusion de sangre ni otra ninguna violencia de las que naturalmente fluyen de las revueltas, se derribó sin conmocion ni estrépito el viejo i altivo monumento del gobierno colonial. La parte culta de Quito, participante, como dijimos, del entusiasmo de los conjurados, i la de las ciudades inmediatas se mostraron contentas de haber derrumbado aquel coloso i se esparcieron con frenesí. Saboreábanse por primera

vez con la libertad i se engreian de verse cual señores, como habian sido los vasallos de los scyris i de los incas, i como tienen derecho á serlo todos los pueblos de la tierra. El gobierno de Chile apreció tanto esta revolucion que tiempos despues, segun refiere el doctor Salazar en sus Recuerdos, ordenó se colocase en Valparaiso un faro con este mote: Quito, luz de América.

Por lo demas, el llamamiento hecho por la junta á los cabildos i hombres de cuenta de otros pueblos, á que segundasen el grito i la auxiliasen como hermanos, no tuvo, fuera de los de su provincia, eco ninguno. O no pudieron ó no quisieron repetirlo; i sola, pobre, encajonada entre las altas cordilleras, sin caminos ni puertos para hacerse de armas i dinero, i contando únicamente con que otros pueblos, dueños de mejores elementos para empresa semejante, obrarian como los de Quito, tuvo que sostener una lucha desigual i tuvo que sucumbir. Cuando otros pueblos repitieron el grito por la provocacion hecha por nuestros padres, ó porque se les presentaron coyunturas mas favorables, ya fué tarde. Apercibiéronse los gobiernos inmediatos con actividad i enerjia, acopiaron armas i dinero, llenaron los cuarteles de soldados, enviaron otros de Santafé i Popayan, de Panamá i Lima, de Guayaquil i Cuenca á combatir con nuestros artesanos i labriegos, lograron introducir la discordia entre los gobernantes; i habiendo quedado estos vencidos, deshechos, castigados, i mas bien vijilados i resguardados, aun tuvieron, despues de una penosa lucha de tres i medio años, que permanecer de espectadores pasivos i mudos, mientras por otros puntos tronaba estrepitoso el cañon de los independientes.

El presidente, marques de Selva Alegre, dió

una arenga, i Quiroga, el ministro de gracia i justicia, una proclama en los términos que se verán. Una i otra habian sido dadas á la estampa, i como serán poquísimos los que tengan noticia de ellas las insertamos íntegras por el mérito de haber escapado de las llamas á que fueron entregados por los españoles cuantos documentos se publicaron entónces, i escapado tambien de la incuria de nuestros conciudadanos. (*)

Tambien proclamó el ministro don Juan Larrea, segun se conoce por los manuscritos que tenemos á la vista, pero el tiempo nos ha defraudado de tal documento.

Casi en todas las producciones del tiempo de la revolucion se insulta la memoria de Bonaparte, ora porque realmente aborreciesen sus conquistas, ora por que entraba en la política de los disidentes aparentar que solo tenian el objeto de sustraerse de ellas;

(*) "Arenga que pronunció el marques de Selva Alegre, presidente de la suprema junta gubernativa establecida en Quito, á nombre de nuestro augusto monarca el señor don Fernando VII (que Dios guarde) en la instalacion que se celebió el dia 16 de agosto de 1809.

"Señores:

"¡Qué objetos tan grandes i sagrados son los que nos han reunido en este respetable lugar! La conservacion de la verdadera relijion, la defensa de nuestro lejítimo monarca i la propiedad de la patria. Veis aquí los bienes mas preciosos que hacen la perfecta felicidad del jénero humano. ¡Cuán dignos son de nuestro amor, de nuestro celo i veneracion! I ¿cómo no debo temblar yo al verme constituido por el voto unánime de este pueblo jeneroso, por cabeza de la suprema junta que se compone de los ciudadanos mas dignos de esta ilustre capital? Conozco, señores, que el valor de esta dignidad está unido al exacto desempeño de todas sus funciones.

"Nada mas tengo que protestaros con la sincera afeccion

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