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la órden de que matasen á los presos al primer, movimiento que se dejara notar de parte del pueblo.

Cuando los encausados alcanzaron á trasluctr semejante órden, por demas fácil de ejecutarse, se quejaron de ello al presidente por conducto del reverendo obispo; i Barrántes, sin impresionarse ni hacer caso alguno de tal queja, confesó que la órden era efectiva condicionalmente, esto es siempre que el pueblo tratase de libertar á los presos. Arredondo sostuvo la disposicion de Barrántes como necesaria para prevenir un mal; i así, este viejo i estraviado principio de lejislacion criminal vino por remate á dar tan pésimos resultados como los habria dado el mal mismo que se trataba de cortar.

CAPITULO II.

Conspiracion del 2 de agosto.-Asalto á los cuarteles.-Asesinato de los presos.-Combates i transacciones.-Llegada del comisionado réjio i sus procedimientos.-Instalacion de una nueva junta-Reconocimiento de la suprema autoridad de la rejencia-Proclamacion de la independencia.-Retiro de Ruiz de Castilla.—Asesinatos de Fuértes i Vergara. Los comisionados Villalva i Bejarano.Campaña contra Cuenca.-Campaña contra Pasto i ocupacion de esta ciudad.-Desacuerdos de la junta.—Instalacion del congreso constituyente.-Segunda campaña contra Cuenca.-Combate de Verdeloma.-Defecciones militares.-Asesinato de Ruiz de Castilla.

I.

1810. Nunca han menester los gobiernos de mas tino i discrecion para no irse á mas de lo que es de su potestad, ni venir á ménos de lo que deben para conservar el órden i el imperio de las leyes, que en los tiempos de ajitacion i revueltas de los pueblos. Saliéndose á mas de lo que les es permitido, desaparecen los vínculos que unen á los gobernantes con los gobernados, i quedan estos sacrificados. Sí, por el contrario, pierde el gobierno su pujanza, siquiera se enflaquece,

entónces los sacrificados son los otros, i en ambos casos, por exeso ó por defecto, las consecuencias son terribles. Apenas cabe salir de estos escollos no empleando á tiempo i con la mayor cordura, bien la pujanza, bien la suavidad; i el gobierno de entónces, si por demas vigoroso al principio sacrificó á los pueblos, por flaco poco despues vino tambien á quedar sacrificado.

Echada á volar la voz de que se pensaba asesinar á los presos, se exaltaron los odios del pueblo ya tan declarados desde bien atras, i ora por orgullo, ora por piedad, ora por venganza, los pueblos pensaron á su vez en libertar á los amenazados i castigar á los amenazadores. Los perseguidos eran muchos, los mas de ellos hombres de séquito i cuantia, quien por su talento i saber, quien por su hacienda, quien por la alcurnia, llenos de conexiones i de conocida infiuencia; i no era posible que el pueblo, acostumbrado á vivir bajo la proteccion de esos hombres, viera con indolencia, cuanto mas pacientemente, las angustias en que se hallaban tales protectores. Si en 1809 se vió el pueblo apocado i vacilante, mas bien resuelto á quedarse simple espectador que en disposicion de tener parte en los negócios públicos, el año siguiente las persecuciones vinieron á sacarle de su indiferencia, i á exitar la compasion de los mas estraños en favor de los perseguidos i la rabia contra los gobernantes. Al traslucir la órden dada por Barrántes, el encono subió de punto, i el pueblo se resolvió á acometer una osada empresa.

Reuniéronse unos cuantos de los mas entendidos en tales i cuales casas, se hablaron, se animaron i quedaron concertados en asaltar los

cuarteles en hora i dia señalados. Tan cruda i poco reflexionada fué su resolucion, que ni siquiera pensaron en el caudillo que debia dirijirlos, ni en la unidad que debian tener sus operaciones. Unos debian atacar el real de Lima (el edificio que hoi sirve de casa de moneda, como dijimos), en el cual estaban los presos; otros el cuartel de Santafé, contiguo al anterior, pared en medio, i que hoi es el de artilleria; i otros el presidio, ahora propiedad de la testamentaria de Armero, donde, como tambien dijimos, estaban presos los del pueblo bajo.

La mayor parte de los conspiradores debian conservarse esparcidos por la plaza i sus cercaniás, i entre los atrios de la capilla del Sagrario i de la catedral, puntos los mas adecuados para acudir oportunamente á uno ú otro de los cuarteles inmediatos, segun lo demandasen las necesidades. Circunstancias que diremos luego hicieron precipitar estos arreglos mal preparados, i casi repentinamente se fijaron en el dia juéves, 2 de agosto, á las dos de la tarde. La consigna fué la campana de rebato que debia darse en la torre de la catedral.

La empresa, atendiendo á las fuerzas con que contaba el gobierno, era, mas que aventurada, loca, i con mayor razon cuando la vijilancia habia llegado á ser incesante desde que mucho antes de pensarse en el asalto, se tenia este por las autoridades como seguro.

"Por datos fidedignos, cuyos apuntes nos han mostrado personas de buen crédito, dice el doctor Salazar en sus Recuerdos, ascendieron á tres mil hombres bien preparados los que tenia el gobierno, inclusos los cuerpos de Panamá i Ca

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