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principales motivos de las desgracias que la patria lamenta? Y no sendo así ¿a qué ocupar con una anticipación tan chocante el pueblo de Jirón? ¿A qué exponer a dos de nuestros mejores batallones a que atacados por el enemigo y reducidos a combatir en un foso (que tal debe considerarse aquel punto, respecto a las posiciones de ambos ejércitos), perecieran, como muy bien pudo suceder?

Pero aún desechando estas importantísimas circunstancias, que tanto han influído en el éxito de la campaña, ¿podremos olvidar las noticias que el mismo General en Jefe aseguró haber recibido sobre el movimiento del campo enemigo, aun antes de que salieran de Jirón los cuerpos que condujo el General Plaza para posesionarse del Portete? ¿Por qué desatender una nueva de tamaño bulto, que se difundió al momento en todo el Ejército, y cuyo menosprecio podría atraer una desgracia por entonces irreparable, como la que tan acerbos males ha causado a la República? Nadie se atreverá a revocar en duda, que si se hubiese dado crédito a este rumor general, si se hubiera escuchado el grito de nuestros más acreditados guerreros que pretendían volar todos al Portete con el Ejército reunido; la posición no hubiera sido forzada, Flores habría recibido un duro escarmiento, si tanta hubiera sido su osadía que llevara sus soldados contra toda la masa de nuestras fuerzas, y no sólo habríamos reportado la ventaja de rechazar al enemigo, sino que pudimos también haber atravesado por el Portete hasta el gran llano, y forzado a los generales de Bolívar a una batalla no tan desigual por la fuerza numérica de ambos ejércitos, cuanto por la superioridad inmensa de nuestra caballería sobre la enemiga. ¡Ah! ¡Cuán diversa fuera hoy la suerte del Perú! Habría tal vez terminado la guerra en un combate glorioso para este mismo Ejército, que ha sufrido mal de su grado las vilipendiosas humillaciones a que tal convenio de paz le condenó, y las amargas quejas, y las bochornosas reconvenciones de toda la Nación que ha visto tan cruelmente burladas sus más queridas esperanzas, tan ignominiosamente malogrados sus generosos sacrificios, y que cree recibir de las falanges mismas a cuyas armas había confiado la defensa de sus derechos, y la restauración de la honra nacional, el pacto impío de su oprobio y de su vergüenza.

¿Se opondrán acaso dificultades para la continuación de la marcha de los cuerpos al Portete, como parece se ha hecho ya, queriendo contestar este mismo argumento? : so res dirá sin duda que era preciso que comiesen los cuerpos, y aún no faltará quien procure persua

dirnos de que la fortuna nos negó el tiempo necesario para seguir el movimiento. Pero ¿podrá creer hombre alguno dotado de sentido común, que cuerpos acostumbrados a marchar ocho y diez leguas en el día, sin reposo, que estos pueblos que habían hecho una larga mansión en el pueblo de San Fernando, disfrutando todo género de comodidades, y que apenas habían tenido que hacer una jornada de tres leguas, no pudieran seguir marchando dos otras más, que era la distancia entre Jirón y el Portete? ¿Será creíble que un Ejército no pueda caminar cinco leguas, sin tomar los dos ranchos del día, antes de llegar a su destino? Y últimamente: sobrado tiempo hubo para que nuestros soldados se recobrasen de cualquiera fatiga, y para que recibieran sus raciones; pues habiéndose alojado a la una de la tarde, cuatro horas más era lo sumo que podía emplearse en este objeto. Habría, pues, seguido el Ejército su marcha, como algunos lo indicaron entonces mismo, y se hubiera evitado de esta manera un día de luto, y de desconsuelo para los buenos patriotas, y un revés que ha llenado de soberbia a nuestros feroces enemigos.

(De Documentos Históricos del Perú" Odriozola, t. VIII, páginas 675-676).

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Gamarra abandona la posición prematuramente

"El señor general Plaza, dice éste, mandó que una compañía del mismo batallón (Callao) desplegase al frente sobre el río, y otra a "la izquierda sobre una eminencia montuosa que dominaba el Portete". ¿Pero estas órdenes fueron cumplidas? Hé aquí precisamente lo que el Boletín no ha querido descubrirnos. El general Plaza, en efecto, mandó con oportunidad por medio de su ayudante Mendiburu, que una compañía del batallón Callao situada en el centro, y al frente de la quebrada tomara su eminencia, que, para hablar con más propiedad, diremos desde ahora, no era otra que el mismo bosque de la izquierda. Poco después, hallándose este general todo ocupado en hacer personalmente que penetrara por el de la derecha la primera compañía de (1) Ayacucho, con que intentaba reemplazar a la de cazadores del

(1)—No fué una mitad de granadercs, como dice el Boletín, sino esta compañía.

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mismo cuerpo que había sido envuelta, fué advertido pór un jefe què le acompañaba, de que dos columnas enemigas poco distantes entre sí, con arma baja, y atravesando por los fuegos del centro se apresuraban a tomar el camino, que pasando cabalmente al pie del bosque de la izquierda, se hallaba también descubierto. 'He mandado mucho ha, contestó entonces el general Plaza al jefe que le hablabı, que una compañía del Callao se defienda sobre esa altura; mas, sin embargo, 'marche Ud., pida una compañía del mismo cuerpo, y sosténgase allí”. El comandante Quirós, que fué el destinado para este objeto, encontró sobre su marcha al General en Jefe que había tomado el mando, y mostrándole la dirección de las columnas le declaró la orden que traía. Pero el general apenas se dignó contestarle con un encojimiento de hombros, queriendo así manifestar que la posición, en su concepto, era ya perdida, y sin embargo pocos momentos después, la primera de las dos columnas fué desordenada por los fuegos de las compañías establecidas en las inmediaciones del río, y sobre el centro del Portete, como el mismo señor General en Jefe lo hizo observar a cuantos se hallaban a su rededor. Formaba de nuevo esta columna, y reforzada de nuevo por la segunda, continuó su movimiento hacia el camino, que después de tan largo tiempo, se hallaba abandonado todavía, y el general Gamarra suplicó entonces al comandante Quirós, buscase a sus ayudantes para que le trajeran caballos, pero dándole este jefe el que montaba, recibió en cambio la mula (2) cansada, en que el general llegó al Portete. Unos pocos cazadores tomaron a la sazón el funesto bosque que tan fácilmente podríamos haber ocupado, mataron varios caballos inmediatos, y entre ellos el que acababa de recibir el general Gamarra, que tomando al instante el del comandante Allende, se retiró porel camino, sin que el grueso de las fuerzas enemigas hubiera llegado aún. Si el General en jefe, lejos de emprender esta retirada prmatura, cuando aún combatían nuestros soldados con ardor; hubiese tomado antes las medidas que la naturaleza misma del terreno y las disposiciones del señor general Plaza la señalaban como indispensables, la posición, acaso se habría conservado el tiempo necesario para que sucesivamente llegasen los demás cuerpos, y otro fuera en ese caso el éxito de la campaña y otra la presente situación de la República.

(2) Esta mula no murió como algunos han supuesto.

Hemos llamado prematura la retirada del general Gamarra, y la hemos llamado así tanto más seguros, cuanto que esta aserción nace inmediatamente del contesto mismo del Boletín; pues que pasando el camino que baja del Portete a Jirón por el pie del bosque de la izquierda, como ya se dijo, el General en Jefe que encontró, según lo afirma el Boletín cerca del Portete al General Presidente, bajara por el bosque del centro o de la derecha, y no por este único camino, si el enemigo lo hubiera ya ocupado. Tampoco debe ser positivo, que el señor general Gamarra hubiera dado parte al General Presidente de haberse perdido la posición, porque en este caso continuar subiendo S. E. y el general Cerdeña, a quien también encontró poco después el General en Jefe, hubiera sido un paso temerario y absurdo, respecto a que si se supone al Portete tomado por el enemigo, era inaccesible para nosotros, y el general Cerdeña, con especialidad, no habría querido sacrificar su división infructuosamente, y contra la orden expresa de retirarse, que se supone haberle dado el General en Jefe; que esta idea fué la que esforzó al General Presidente, y al general Cerdeña para seguir adelante, y que reunir dispersos fué el único pretexto que alegó el señor general Gamarra para justificarse ante S. E. Ni ¿cómo podría creerse perdida la posición, cuando el Ejército entero sentía el activo fuego de nuestros soldados, decididos a sostenerse a toda costa?

Gamarra pretextó ir a reunir a los dispersos

Aunque podría creerse suficiente la reflexión que sobre el segundo período de ese capítulo del Boletín hicimos en nuestro número anterior, para mostrar que debía dudarse, cuando menos, el parte que se supone dado por el señor General Gamarra, no será demás añadir literalmente, en confirmación de nuestro voto, las expresiones con que Su Señoría terminó el discurso que sobre la marcha y con harta precipitación dirigió al General Presidente "Mi general: vea Ud. esto que yo me voy a contener los dispersos" ¿Y podrá esta cláusula conciliarse con la noticia de la pérdida del Portete que afirma el Boletín haber recibido el Presidente de la boca misma que pronunció la primera? Si no quedaba esperanza alguna de reocupar la posición, si la retirada, por tanto era ya inevitable. Su Señoría en nada menos debía ocuparse que en la reunión de atravesar el desfiladero, e incorporarse a las di

visiones que marchaban. Diremos más: aún cuando el señor general Gamarra hubiese alcanzado a ver en dispersión el resto de nuestras fuerzas suposición que no puede hacerse, porque ni tal cosa había acontecido hasta entonces, ni aún en este caso era fácil observarla desde el lugar en que encontró a S. E.— lejos de marchar a rehacer en persona los cuerpos desordenados, Su Señoría com oGeneral en Jefe del Ejército, habría debido confiar este encargo a cualquiera de tantos jefes idóneos para el objeto, y retirarse con el Presidente a tomar las disposiciones oportunas para renovar la batalla. Y bien: ¿por qué en lugar de hacer esto, abandonar a S. E. entre los mayores peligros, o por qué no indicarle siquiera las providencias que debían tomarse, ya que se entregaba a la muerte por un pretexto tan frívolo, como el de contener los dispersos de la división Plaza? Pero se nos dirá que Su Señoría manifestó al Presidente era de absoluta necesidad que el Ejército se replegara y tomase posición. Contestación es ésta muy trivial porque ċa quién parecerá creíble semejante advertencia, cuando es positivo y nadie podrá negar que S. E. permaneció mucho tiempo después de su encuentro con el General en Jefe, sin emprender su retirada?

Dejamos pues al buen juicio de nuestros lectores la investigación de las razones que pudiera tener presentes el señor general Gamarra para ordenar la marcha de estos cuerpos por un desfiladero montuoso, cuyo frente, y flancos, así como las alturas que lo dominaban, eran ya del enemigo; mientras las últimas órdenes para la continuación de la retirada, cuando ya perseguidos nuestros cuerpos en el llano, era de temer se dispersasen si seguían su contramarcha, nos hacen inferir`que desengañado el General en Jefe de su segundo error, no fué hasta entonces, cuando efectivament mandó qu retrogradasen los cuerpos. (De "Documentos Históricos del Perú" Odriozola).

Proclama de Necochea en Guayaquil contra las atrocidades cometidas por el vencedor

Soldados: Pisamos un suelo amigo que después de haber sufrido los males horrorosos del despotismo, se halla bajo de vuestra poderosa protección. Al mismo tiempo que defenderemos la Libertad, ven

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