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pasados esos deben ser tratados sin la menor opresion como esta ordenado por la ley 19, libo 6o, tit. 1o he resuelto ordenaros y mandaros, como por lo presente ordeno y mando, atendais con particular cuidado al mayor alivio de los Indios y me informeis si las encomiendas de esa provincia se gozan en virtud de mi real titulo, pues no estando en esta conformidad no se debe dar lugar, ni consentir el que se continue, y si tuvieren confirmacion de ellas, se debera entender en aquellos terminos, vigor y estrechez que disponen las leyes pa la menor opresion y mayor alivio de los Indios. Y asi mismo os mando que á los encomenderos que hubieren tenido parte, tolerado, cometido en los excesos y torpezas de los Indios, los priveis por el mismo hecho de las encomiendas, aunque las tengan confirmadas, procediendo asi mismo á su castigo conforme á derecho, sobre que os encargo la conciencia y me dareis cuenta con autos de lo que en razon de esto ejecutareis. Y en cuanto al tiempo que deben vivir los Indios sin que les impongan tributo, os prevengo guardeis y cumplais lo prevenido y mandado en Cédula de seis de marzo del año de mil seiscientos y ochenta y siete que generalmente se despachó á las Indias, en que se ordenó que los Indios que se convertieran á nuestra Santa fé no tributen en veinte años en manera alguna, ni los podais repartir ni mandar servir en las haciendas si ellos volontariamente lo quisien en hacer, de que he querido remitiros copia de ella para que esteis en inteligencia de su contenido. Declarando ahora que los veinte años han de correr y contarse desde el dia en que reciben la santa agua del bautismo: que por despacho de la fecha de este prevengo á mi Gobernador de la Isla de la Trinidad, y espero de vuestro celo la puntual ejecucion de todo lo aquí espresado y que me deis cuenta en la forma prescrita de lo que en su cumplimiento ejecutereis, fecha en BuenRetiro en veinte de Setiembre de mil setecientos y diez y seis.

Par mandado del Rey nuestro Señor,

YO EL REY.

Don Francisco de CASTEJON.

REAL CÉDULA. — EL REY. Presidente y Oidores de mi Audiencia de la ciudad de Santa Fé en el nuevo Reyno de Granada. En seis de marzo de mil seiscientos y ochenta y siete, mandé dar

y dé la cédula del tenor siguiente: EL REY. Ilustre Doctor Melchor de Navarra y Rocaful Duque de la Palata Hamado nuestro de mi Consejo de Estado, Virrey Gobernador y Capitan general de las provincias del Perú. Por la ley 3a tit. 5o de la Recopilacion de las Indias se ordena, que si los Indios infelices se redujeren de su voluntad á nuestra santa fé católica y recibieren el bautismo, solamente por la predicacion del Santo Evangelio, puedan ser encomendados, ni paguen taras por diez años, ni compelidos á ningun servicio, pero que bien puedan si quieren concertarse para servir, y las justicias tengan cuidado de que no se les haga agravio; y ahora habiendose considerado en mi Consejo de las Indias lo que puede ser motivo mas eficaz para nuevas y mas copiosas conversiones y reducciones de Indios á nuestra santa fé católica, y consultandome sobre ello, he resuelto dar la presente, por la cual os mando, que los Indios que voluntariamente se redujeren á nuestra santa fé no tributen en veinte años en manera alguna, ni los podais repartir ni mandar servir en las haciendas, si ellos voluntariamente no lo quisiesen hacer, y que pasados los veinte años tributen á mi hacienda en la forma y regla que vos se las diere, y os ordeno hagais con equidad la asignacion referida, y que pasados los dichos veinte años no podais encomendar, repartir ni agregar á persona alguna los dichos Indios, sin especial orden de mi Consejo de las Indias, á donde dareis cuenta de haberse cumplido el dicho tiempo para que de lo que en esto se hubiere de observar, y hareis pregonar esta nueva deliberacion en todas las cabeceras y doctrinas de vuestra jurisdiccion para que llegue à noticia de los Indios gentiles y con este alivio se atraigan y reduzcan con mas facilidad á la religion católica, que avisareis del recibo de este despacho y de lo que en su conformidad egecutaredeis, fecha en Madrid á seis de marzo de mil seiscientos y ochenta y siete años.

Por mandado del Rey nuestro Señor,

YO EL REY.

Don Francisco de AMOLAI,

Señalado del Consejo.

Y ahora Fray Francisco de Santander del orden de Capuchinos Procurador general de las Misiones que su religion fundó en la

Isla de la Trinidad y la Guayana, me ha representado, que respecto de tener mandado por la preinserta cédula que los Indios no tributen hasta cumplir los veinte años de la reduccion de cada uno, me ha suplicado fuese servido declarar, si la dicha reduccion debe entenderse desde el dia del bautismo, ó desde el en que se cojen en el monte y llevan á poblado, y habiendose visto en mi Consejo de las Indias con lo que dijo y pidió mi Fiscal en el, he resuelto ordenaros y mandaros, como por lo presente os ordeno y mando, guardeis en todo y por todo lo contenido en la cédula aquí inserta. Y declaro que el dia desde que debe correr la ecapcion, los veinte años del tributo de los Indios se ha de entender y contar desde el dia en que se bautisen, pues desde él empiezan mas perfectamente su vecindad y poblacion, lo cual hareis guardar, cumplir y egecutar, sin que en manera alguna se falte á ello, por lo que conviene al servicio de Dios y mio, sobre que os encargo la conciencia, y de lo que en su cumplimiento egecutareis, me dareis cuenta; en inteligencia de que por despacho de la fecha de este, se previene lo mismo á mi Gobernador de la Isla de la Trinidad para su puntual egecucion en la parte que toca, fecha en Buen Retiro á veinte de setiembre de mil setecientos y diez y seis.

Por mandado del Rey nuestro Señor,

YO EL REY.

Don Francisco de CASTEJON.

COPIE D'UN MÉMOIRE remis le 20 mars 1777, pour Sa Majesté Catholique, à Don JUAN DE CATILLA, lieutenant-colonel des ingénieurs au service du Roi d'Espagne, par M. ROUME DE SAINTLAURENT, habitant de la Grenade, tous deux alors en l'île de la Trinité espagnole.

La mission de Don Juan de Catilla était de faire avec Don Augustin Cranc, brigadier général des ingénieurs, la visite des places espagnoles, depuis les bouches de l'Orénoque jusqu'à la VeraCruz.

CONSIDÉRATIONS sur l'établissement d'une colonie en l'île de la Trinité, appartenant à la cour d'Espagne.

Les colonies de la Martinique et de la Guadeloupe, de la Dominique, de Sainte-Lucie, de Saint-Vincent et de la Grenade sont toutes plus ou moins affligées par les ouragans, les fourmis, les banqueroutes, les dettes, la baisse des cafés et l'épuisement des terres; beaucoup de leurs colons ne peuvent y subsister, et beaucoup d'autres voient diminuer de jour en jour l'espérance de pouvoir continuer à entretenir leur famille; ces choses sont affligeantes, mais on ne peut se les dissimuler. Le moment fatal est venu où les victimes de tant de fléaux réunis sont forcées de finir dans la misère le cours de leurs destinées ou de s'arracher du sein de leur patrie.

La Nouvelle-Angleterre leur offre une perspective flatteuse; elles peuvent s'y retirer, y porter les débris de leur fortune avec leur industrie, leur activité et leurs connaissances perfectionnées par la suite des expériences qu'elles ont faites aux dépens de leur santé et de leur fortune.

La Confédération américaine, trop éclairée sur la nature de ses vrais intérêts, profitera avec avidité de l'époque où, sans entrer dans aucuns détours, elle pourra peupler ses terres de la Géorgie, de la Caroline et de la Floride, qui fourniront à leurs nouveaux cultivateurs des sols propres à employer leurs esclaves à des cultures qui leur seront familières.

La France y perdra des revenus réels et des capitaux énormes, sans y trouver aucune espèce de compensation en faveur de son commerce, et l'Espagne, sans perte réelle, y perdra relativement par l'augmentation de la puissance d'un gouvernement nouveau qui, peut-être avant longtemps, jouera un rôle intéressant dans la balance des pouvoirs des deux continents.

Quand même les Américains seraient forcés d'être encore quelques années sous la domination de la Grande-Bretagne, les malheureux colons des îles n'y seraient pas moins bien reçus, et l'Espagne n'y perdrait pas moins.

Le Roi d'Espagne, qui possède les sources des métaux précieux, possède aussi des richesses encore plus grandes qu'il dépend de sa volonté de faire sortir du chaos.

Le cours des événements les plus imprévus lui en offre l'occasion; les petites îles du golfe, peuplées et épuisées par les Français et les Anglais, ont démontré l'importance dont les colonies de sucre, café, coton et indigo sont dans le système commerçant du monde.

L'Espagne qui, si elle eût entrepris plus tôt de faire valoir ses îles, aurait d'abord envahi le commerce que ses voisins ont fait, et ensuite appauvri ce même commerce, en portant la somme des denrées au delà de la possibilité de leur consommation, peut aujourd'hui sans crainte offrir aux infortunés colons de l'Archipel américain les trésors qu'ils sont prêts à arracher du sol de ces îles.

L'entreprise pourrait, il est vrai, être exécutée par l'Espagne seule; mais quels changements ne faudrait-il pas opérer sur l'esprit d'une nation pour lui inspirer le goût des entreprises qu'elle a jusqu'ici dédaignées! Combien de temps pour que ces nouveaux habitans acquièrent les connaissances nécessaires pour la gestion de leurs nouvelles manufactures!

Ces motifs, qui sont évidens par eux-mêmes, prouvent que l'intérêt de l'Espagne est absolument indivisible de celui de la colonie qui se prépare à enrichir la nation chez laquelle elle se portera.

Si l'Espagne l'encourage à tourner ses pas vers ses îles, elle s'y fixera de préférence. Quelles que soient les ressources de l'Amérique du Nord, quelle que soit la situation qu'elle peut se promettre dans un pays où la constitution nouvellement formée doit enchanter l'esprit du citoyen par le fanatisme de la liberté, des habitans qui ont vécu dans un climat chaud préféreront toujours les lieux voisins qui leur offrent la même influence des saisons.

Saint-Domingo, Porto-Rico, la Marguerite et la Trinité auront toujours chez eux la préférence sur les pays des climats plus septentrionaux, et retiendront l'essaim plus près de la ruche, lorsqu'ils y trouveront des avantages certains et suffisants pour les y attirer.

L'île de la Trinité mérite surtout de fixer leur choix; ils savent que cette île est saine; que les terres y sont généralement excellentes; qu'ils y trouveront toutes les ressources dont ils auront besoin pour bâtir sur leurs nouvelles habitations; ils savent

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