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Así el Apóstol

él, ni sus com

diciones fomentadas por ellos contra los reyes. acusado por Tertullo a Félix contestó (3) Que ni pañeros congregaron tumultuosamente jamás al pueblo. Y el Padre Tertuliano defendiendo a los cristianos (4) manifiesta: que ninguno de éstos siguió nunca el partido de Alvino, de Negro, ni de Casio. Una serie no interrumpida de hechos comprueba en todos los siglos haber conservado siempre los cristianos el mismo espíritu de obediencia a sus emperadores.

San Agustín admirado de la fidelidad que tenían los soldados católicos al emperador Juliano, a este apóstata malvado. ¿Qué es esto? exclamó (5) Cuando se trata de la causa de JesuCristo no reconoce otro Señor que el del Cielo; pero cuando les mandan vayan al combate, acometan a aquel pueblo, al instante obedecen. El mismo santo doctor da la razón: Distinguen, dice, al Señor eterno del temporal, y están no obstante sujetos a éste por amor y respeto de aquél.

Así han pensado, señores, nuestros mayores, y éstas han sido las máximas sabias y santas con que los cristianos se han conducido en todos los países donde han enarbolado el estandarte de nuestro Jesús Crucificado. Por esto es imposible, deje de ser buen vasallo, el que está perfectamente instruido en la doctrina, y moral del cristiano. Si los preceptos que recibimos en nuestra primera educación son conformes al Evangelio, nosotros seremos fieles, obedientes a Dios y al rey; nunca le negaremos al César los tributos de respeto y amor que se le deben, apenas oigamos la voz con que nos llama al combate y a la defensa de su corona, cuando apresurados correremos al campo, dispuestos a esgrimir nuestras espadas con los aleves enemigos de nuestro común padre, cual debe reputarse el rey. La educación cristiana

(3) En los hechos apostólicos se refiere que acusado San Pablo por Tertulio de que quería sublevar al pueblo, fue llevado a presencia del presidente Félix, a quien respondió que nunca le encontraron congregando tumultuosamente al pueblo: "In quibus invenerut me purificatun in templo"; "no cum turba, neque cum tumultu". Actorum Cap. 24 V. 18.

(4) "Circa majestaten Imperatoris infama” "mur, tamen nunquan Albibiani, vel Nigrani". "Vel Cassiani, inveniri poterunt Christiani". Tertul. ad Scapulam.

(5) "Ubi veniebatur ad causam Christi, non" "agnoscebant nisi cum, qui in coelis erat..." cuando "anten dicebat: producite acien, ite contra is" "tan genten; statin obtemperabant; distingue" "bant Dominum ternun a Domino temporalo; tamen subditi erant propter Dominum ternum. Domino temporali". S. Augus. in Psalm. 124.

es solamente la que da al estado vasallos fieles, y enseña a conspirar todos al buen orden y armonía de los pueblos, de ésta en fin sale el más fiel militar, y el mejor magistrado. Vedlo así comprobado por la conducta honrada de nuestro gobernador el señor don José Gabriel Moscoso.

Apenas abrió los ojos a la luz, cuando los primeros ejemplos de virtud, que le presenta su ilustre fidelidad a la corona de España, y de amor al católico abuelo del soberano, que hoy gloriosamente la ciñe, sirviendo en la expedición de Matogroso contra los Portugueses, mandada por el señor don Juan de Pestaña, presidente que fue de la real audiencia de Charcas; y acompañando después a sus beneméritos hermanos los señores don Ramón y don José de Moscoso para conseguir la pacificación del Perú en aquella otra insurrección, suscitada por el cacique José Gabriel Túpac Amaru, haciendo entonces todos tres, servicios muy señalados a la Majestad católica y al reino. La ilustre sangre que circulaba por sus venas, dulcemente le impelía a mirar estos modelos, que le dieron su padre y tíos, como otras tantas obligaciones que gravitaban sobre sus hombros, para defender en todos tiempos los derechos sagrados de la religión, del rey y de la sociedad.

La viveza de su ingenio, y la bondad de corazón con que el cielo pródigo quiso enriquecer a este joven, que había de ser el acérrimo defensor de la soberanía del católico monarca, conmovieron la ternura con que su virtuoso y respetable tío el Ilustrísimo Señor don Angel Mariano de Moscoso, obispo del Tucumán le miraba, después que tuvo la desgracia de perder en su primera edad a su amable padre. Este dignísimo prelado constituyendose Mecenas de su desamparado sobrino a la moral cristiana, y a los sentimientos de fidelidad que en herencia había recibido en el número de sus familiares, continúa enseñándole las importantes doctrinas del catolicismo, y le manifiesta las grandes obligaciones con que nace el hombre.

Yo me figuro, le diría, en tanto es apreciable esta vida, en cuanto con ella podemos ser útiles a nuestros semejantes, por amor del que nos la dio. Si deseas ser feliz, procura siempre tener el temor de Dios, y obedecer al príncipe, pues obliga en conciencia, según dice S. Pablo. Estas y otras muchas lecciones de virtud que frecuentemente oía, a este pastor digno de regir las primeras iglesias, acompañadas del ejemplo de lealtad que le da

ba, insensiblemente fueron encendiendo su corazón en vivos deseos de servir al soberano.

Así resuelto a seguir la honrosa carrera militar, conducido en las alas del amor y respeto al trono, el coronel don José Moscoso. El bizarro cuerpo de guardias de corps, es el que elige para su servicio, y la segunda brigada de la compañía americana que vistió la casaca de guardia.

Ya tenemos señores a Moscoso puesto bajo el estandarte español; su fidelidad le ha hecho surcar los mares, separarse de su Ilustrísimo tío protector, y dejar a su cara familia. No es un entusiasmo pueril el que le lleva hasta la Corte, no es la gloria la que le ciñe la espada; es sí la religión que con sus dulces consejeros, tiempo ha agitaba su corazón, para que emplease los días de su vida en el servicio de su rey natural como lo hizo el buen vasallo Urías, cuando vio la arca de Dios todo Israel y Judá que estaban bajo de las tiendas, juzgando ser cosa indigna descansar en su casa, cuando todos se empleaban en la defensa del rey David (6).

Por esto es, que deseoso de hacerse un oficial útil, el tiempo que regularmente emplea la juventud en diversiones y pasatiempos, él lo dedica al estudio de la táctica militar; el fruto corresponde a sus desvelos y trabajos, y adquiere un pleno conocimiento en el arte de la guerra. Con éste se presenta en el campo contra la república francesa. ¿Qué vigor no toma su espíritu combatir contra el Galo Revolucionario? Mira en él un impío filósofo destructor de los tronos; un sacrílego regicida; un ciudadano que pidiendo la libertad e independencia de los pueblos, no hacía más en esto, que renovar las doctrinas de Tomás Muncero y Nicolás Storck principales discípulos del Heresiarca Lutero, y patronos de los Anabaptistas (7) ¿Qué sentimientos de religión no le agi

(6) Et ait Urias ad David. Ares Dei, et Israel, et Juda. Habitant in papilionibus, et Dominus meus Joab, et servi Domini nei super faciem terr manent; et ego ingrediar domun meam, ut comedam, et biban, et dormian cum uxormea? Per saluten tuan, et per salutem amine in non facian rem". Lib. 2. Reg. cap. 11 v. 11.

(7) Dos de los principales discípulos de Lutero y Nicolás Storck, abandonando a su maestro se hicieron patrones de los Anabaptistas, y enseñaban que la escritura santa interpretada a su antojo era la guía de las acciones, según las luces que recibían en la oración. Por medio de un exterior devoto y mortificado, de una barba larga, de una taciturnidad melancólica, de una ropa de lana grosera, y de una asquerosidad displicente, inspiraban un sumo desprecio a todas las leyes, así políticas como eclesiás

tan, cuando ve la ignominiosa paz, que el plenipotenciario de España trata con los franceses en Basilea, bajo la dirección del ministro de estado duque de Acudia?

Desde aquel momento ya pudo sospechar de la ineptitud de Godoy; ni los honores de grande que se le habían concedido, ni el sacrilego título de príncipe de la Paz con que se le condecora, son capaces de arredrar el magnánimo corazón de don José Gabriel Moscoso. No son las honras y realces mundanos los que arrebatan su espíritu; así aunque por conformarse en lo exterior obedeciese a Godoy; pero siempre adicto a los derechos de la corona, mira con respeto y un amor singular al señor don Carlos IV; quien satisfecho de los buenos servicios militares de este su vasallo americano, le concede la gracia del hábito de Alcántara. El penetraba hasta donde se extendían las malignas intrigas del generalísimo; la inocencia de Fernando iba a ser la presa que saciase ese corrumpido corazón, el Guardia de Corps Moscoso, que merecía la confianza de nuestro rey, empezó por eso a ser el blanco del despotismo del pérfido ministro; pues en la horrorosa y vil calumnia que éste forjó contra el candor de nuestro amado Fer

ticas, una aversión declarada a los magistrados, a la nobleza, a todas las potestades, y a todo género de superioridad. Querían que todos los bienes fuesen comunes, todos los hombres libres e independientes, y prometían un imperio donde reinarían solos en una felicidad perfecta, después de haber exterminado a todos los impíos, es decir, todos aquellos que no habrían abrazado su impiedad homicida. Hist. Ecles. por el Abad BeraultBercastel T-17 1. 59. No menos siguen los amantes de la libertad las abominables doctrinas del jefe de los incrédulos modernos Mr. Rousseau. Este impío filósofo tiene sembradas en sus obras doctrinas opuestas a la tranquilidad y felicidad del género humano. "Abre con sus máximas, dice el sabio Heydeck, una puerta franca a la mayor confusión y anarquía; hace que los buenos ciudadanos degeneren en fieras, en monstruos, en irracionales, levanta su filosofía impía los hijos contra sus padres, y éstos contra ellos; siembra con sus consejos inicuos la desolación y destrucción por todas partes donde le siguen; rompe con sus infames aserciones el nudo que enlaza y estrecha los mortales, y con inspirar a sus secuaces las ideas más abominables de una libertad quimérica (que en verdad no es más que el desenfreno y la opresión), baña los pueblos y riega los campos con la sangre de sus habitantes, tales frutos produjo con sus obras el oráculo de los incrédulos modernos". Defensa de la Rel. T. 2: Cart. 2: No. 5o. Comparen los amantes de la libertad las doctrinas de los Anabaptistas con las suyas; y al mismo tiempo observen que su conducta y modales han sido arreglados por las máximas de Rousseau, y no por las del Evangelio. ¿Y todavía creerán que sus procedimientos son cristianos? ¡Ah, insensatos!.

nando, conocida con el nombre de causa del Escorial, Moscoso en compañía de otros fieles americanos amantes de la inocencia del príncipe (8), sin más delito que el ser por obligación agradecidos a la virtuosa bondad que Fernando les dispensaba, son conducidos a un lóbrego y oscuro calabozo de la Corte, donde por muchos días experimentaron los duros efectos de la rabiosa crueldad del vil opresor. Se comprueba la inocencia; pero el odio aún dominaba el corazón de ese monstruo, y una patente de teniente de dragones de Chile fue la que separó a Moscoso de Madrid.

Aunque el deseo de verse distante de las venenosas sectas, que disparaba el insufrible capricho del príncipe de la Paz, gustoso le traía a la América; pero le era muy sensible dejar a su amado príncipe de Asturias, expuesto a sufrir los vejámenes y calumnias de aquel soberbio Amán de las Españas. Se dirige a la Coruña; apenas llega, cuando sabe que el gobernador de aquella plaza le busca, se presenta a él, y la contestación es vaya al castillo de S. Antón en calidad de preso. ¿Cuál es el crimen que ocasiona su prisión? No lo sabe, la voluntad sola de Godoy le hará padecer. Moscoso ha sido fiel al príncipe heredero, y éste es el delito imaginado que le encerrará en el fuerte, pero ¡Oh, Providencia divina! ¡Oh, Justicia de mi Dios! Ya oísteis los clamores de los españoles oprimidos, ya no podéis ver por más tiempo sofocada la inocencia del príncipe de Asturias. El ronco sonido de los grillos y cadenas que aprisionaba a los fieles vasallos del rey de las Españas, ha llegado a tus oídos, y conmovido tus piadosas entrañas.

Si, señores, el rey D. Carlos IV abdica la corona en su hijo el príncipe D. Fernando. El Bravo pueblo de Madrid no puede sufrir por más tiempo la dura opresión, en que le tiene el príncipe de la Paz, enfurecido sale por las calles, acomete al palacio del Almirante, y en un momento derriba desde sus cimientos aquella fanática grandeza.

El primer cuidado de Fernando es libertar a los que inocentemente habían padecido. Moscoso ocupa con predilección un lugar distinguido en el corazón de nuestro rey, y se le llama a la Corte. Apenas el gobernador de la plaza de la Coruña le hace saber la orden que tenía para sacarle de la prisión, cuando se pone en camino agitado su pecho por varias y diversas sensaciones. ¿Quién es capaz de explicar la alegría extraordinaria, que poseía

(8) El Coronel D. Juan Mendiburu, natural de Lima y Landázuri.

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