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CAPITULO V.

Estado penoso del centro del vireinato.-Expedición del general Morillo.-Encuentros de Ovejas, Pital, Mondoma, Tembladera y Palo.-Sámano á la cabeza del ejército del sur.-Batalla del Tambo.-Pacificación del vireinato.-Persecuciones en Quito.-Separación del general Montes. Llegada del general don Juan Ramírez. sinato del doctor Ante.-Los sellos reales.--Calzada en Pasto. Revolución de Guayaquil.-Motines de Latacunga y Ambato.--Combate de Huachi.-Combate de Tanizahua.

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Tanto el general Montes, como Aimerich y aun el mismo Vidaurrázaga convidaron comedida y nuevamente con la paz á los caudillos independientes que hacían la guerra en el centro del vireinato; y estos llevados del interés de coronar la independencia proclamada, la rechazaron como antes por unanimidad, por que también como antes los otros sólo ofrecían esa paz sobre la base de la absoluta sumisión al trono de Fernando. La guerra en consecuencia, continuó

las

con el mismo encarnizamiento, y esto á pesar de muy tristes circunstancias en que se hallaba el gobierno de Santa Fé.

Despedazado por facciones interiores, proveniente siempre de la desatentada división entre federalistas y centralistas, y, lo que es peor, hasta de pasioncillas nacidas de impulsos lugareños, sus males subieron de punto con la complicación de los sucesos de Cartajena, donde el coronel Castillo, de genio altanero é insubordinado, desobedecía abiertamente las órdenes del gobierno general. Y no sólo esto, sinó que cuando apenas acababa de sacudirse de esa clase de conflictos, le sobrevino otro de mayor monta con la nueva, muy efectiva, por desgracia, de que el neral español don Pablo Morillo había desembarcado en la isla Margarita con diez mil y más hombres, cosa que no se había visto nunca por América.

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Esta expedición la mayor y más formal de cuantas vinieron á las tierras coloniales desde el descubrimiento del Nuevo Mundo, se componía de diez mil seiscientos cuarenta y dos veteranos, de esos que habían alcanzado una bien justa nombradía, combatiendo por la independencia de su patria contra el supremo y mágico poder de Napoleón. Venían adjuntos un escuadrón de artillería volante, desconocida entonces para nuestros padres, servida con diez y ocho piezas, dos compañías de artillería de plaza y tres de zapado

res.

La fuerza naval, á órdenes del habanero brigadier Enrile, se componía de un navío de setenta y cuatro, tres fragatas, veinte y cinco ó treinta buques menores con cañones de á diez y ocho y veinte y cuatro, y más de sesenta para

trasportes. El general en jefe, Morillo, era de una reputación militar bien justamente adquirida, como lo demostraba su propia gerarquía, ya que, principiando la carrera desde soldado, había venido á encumbrarse á tanta altura. Morillo, según es fama, había sido recomendado á Fernando VII por lord Wellington, como el capitán más hábil y adecuado para avasallar á los colonos rebeldes.

No nos compete relatar sus movimientos, victorias, reveses, prosperidades, venganzas ni crueldad, porque la acción de Morillo nunca alcanzó á extenderse hasta la presidencia sinó de rechazo, y así no trataremos más que de cuanto emprendieron sus tenientes que, andando los tiempos, vinieron á obrar por el sur del vireinato. Al hacer memoria de Morillo no hemos tenido otro fin que apuntar el estado lastimoso del gobierno de Santa Fé cuando la aparición de aquel capitán, para que así puedan comprenderse con claridad los sucesos que, por este tiempo, ocurrían en Popayán y en lo restante del Cauca.

El coronel Carlos Montúfar que lograra fugar de los calabozos de Panamá y que, militando bajo las órdenes de Bolívar por algún tiempo, había entrado triunfante en Santa Fé por Diciembre de 1814; se hallaba al año siguiente en el Cauca activando con buen éxito, en compañía del coronel Servies, la organización de un cuerpo de ejército sobre la base de unas pocas tropas que encontraron entre Llano-grande, Palmira y otros puntos de aquel hermoso valle.

Al traslucir Vidaurrázaga la formación de ese cuerpo de ejército, pidió al punto y con empeño al general Montes que le enviase refuerzos

de gente y los demás auxilios necesarios para acometer à los republicanos del Cauca antes que se robustecieran. Montes envió, en efecto, cuantas fuerzas pudo, reservando siempre consigo las necesarias para conservar la tranquilidad de los pueblos de la presidencia; y además abundantísimos pertechos y dinero.

Cuando Vidaurrázaga conceptuó que con los mil cuatrocientos hombres que tenía, podía emprender la campaña con buen éxito se puso en movimiento y se presentó (30 de Mayo de 1815) cara á cara del republicano, teniente coronel Monsalve, que ocupaba las orillas del río Ovejas con cuatrocientos hombres. Estas fuerzas eran demasiado inferiores á las del enemigo para que pudieran resistir; y Monsalve se vió fácilmen te desalojado y vencido en el encuentro que se expuso á sostener en mala hora, Apesar de esto, como su derrota la emprendió muy ordenadamente, volvió á disputar la marcha victoriosa de Vidaurrázaga en Pital, Mondoma y la Tembladera; bien que para ser otra y otra vez derrotado.

Poco después, el coronel Cabal, comandante en jefe del ejército, al cual se incorporó Monsalve lo acampó acertadamente en el fortificado punto llamado Palo. Vidaurrázaga, siguiendo engreido las huellas de Monsalve, situó sus fuerzas al frente de las de Cabal, casi con la certeza de vencerle fácilmente. El 4 de Julio por la noche atravesaron los españoles el río Palo y al amanecer del 5 cayeron sobre ellos los independientes. "Mandaba la izquierda de estos, dice Torrente, el brigadier José Maria Cabal; fué puesta el ala derecha á las órdenes del aventurero francés Ser

vies, apoyado por un batallón de cazadores del Cauca, y sostenido por ochenta caballos que se hallaban á su vanguardia. El sedicioso Montúfar hacía las funciones de cuartel maestre general.......... El primer ataque dado á los rebeldes fué irresistible; perdieron estos su parque de artillería y quedó el campo cubierto de cadáveres."

VII.

Pero no desalienta á los republicanos este revés ni el haber perdido un atrincheramiento, sinó que, sosteniéndose impertérritos en sus puestos, se reaniman, "atacan con el mayor furor á bayoneta [continua el mismo Torrente], Servies por el centro, y Montúfar por la derecha: vacilan los realistas y llegan finalmente á desconcertarse, perdiendo del modo más impensado todo el fruto de sus primeras hazañas. La caballería enemiga. completó aquel cuadro de desolación y ruina."

Y el efecto que fué bien desastroso para los realistas el combate, pues su pérdida montó á trecientos hombres muertos, sesenta y siete heridos, quinientos prisioneros, ochocientos fusiles, cuatro piezas de artillería con todo su tren, los equipajes, tiendas y más artículos de guerra. La pérdida de los patriotas no pasó de cuarenta y nueve muertos, y ciento veintiun heridos.

Servies persiguió á los derrotados con dos mil hombres, y ocupó de seguida á Popayán sin resistencia de ninguna clase; ocupación por entonces estéril y resultado único de tan espléndida como completa victoria. La falta de medios con qué continuar la campaña, por una parte, y por otra las constantes amenazas que los españoles

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