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PEDRO FERMIN CEVALLOS,

Individua de la Academia Ecuatoriana ų
correspondiente de la Real Española.

«La historia no es más que la repetición de los mismos hechos aplicados á hombres y épocas diferentes. >>

CHATEAUBRIAND.-Memorias

de Ultratumba.

Segunda edición revisada por el autor.

TOMO III

GUAYAQUIL

Imprenta de La Nación, calle de la Municipalidad Núm, 11

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SA 7328.70.2

Harvard College Library
Gift of

Archibald Cary Coolidge
and

Clarence Leonard Hay

April 7, 1909.

CAPITULO I.

Primera idea de emancipación.-El doctor Espejo y el marqués de Selva Alegre.-Estado político de España en 1808. Agitación de los pueblos de la presidencia.-Arribo del presidente conde Ruíz de Castilla.-Conjuración de AgostoEl nuevo gobierno. Restablecimiento del antiguo.-El presidente Montúfar.-Arresto de los patriotas.-Su proceso y resultados.-El Comisionado regio.-Desconfianzas recíprocas del gobierno y de los pueblos.

I.

El doctor Espejo, conocido ya de los lectores, á cuyo talento despejado unía suma aplicación á las letras y deseos vivos de saber lo que generalmente ignoraban los americanos, era uno de los pocos hombres que conocían el derecho público y algunos otros ramos de las ciencias sociales. Impresionado y dolorido, más que otros de sus compatriotas, del estado de humillación de la patria, sin duda por pertenecer más inmediatamente á la raza vencida por Pizarro, echaba de cuando en cuando algunas frases punzantes, aunque indiscretas, contra el gobierno, hasta el término de haber escrito un opúsculo titulado «La Golilla. El opúsculo no se publicó; pero, echada

á volar la voz de haberse escrito, los gobernantes comenzaron á perseguirle, en són de honrarle con comisiones honoríficas, y «La Golilla» labró conocidamente sus desgracias por el delito de haber satirizado al gobierno y gobernantes.

Parece que el opúsculo fué escrito en 1787. pues por este año fué cuando principiaron á menudear la vigilancia y persecuciones contra Espejo, terminando por su destierro á Santafé, á pesar de que entonces era casi imposible que pensase en la emancipación de su patria. Muy pronto se intimó en Santafé con los literatos de mayor nombradía y con los patriotas más distinguidos, quienes, por 1790, tenían calados ya los más de los sucesos de la revolución francesa. Sus conexiones se estrecharon muy especialmente con don Antonio Nariño, republicano fogoso que, como Espejo no podía avenirse con el gobierno de los reyes.

De vuelta á Quito, después de tres años de ausencia, se encargó de la redacción del periódico titulado Primicias de la cultura de Quito, y comenzó á obrar con suma actividad por el establecimiento y conservación de la Escuela de la Concordia. Destinábala en sus adentros, de conformidad con los proyectos concertados con los señores Nariño y Zea y otros colonos de Quito y el Perú, á que sirviera de madre á otras y otras sociedades subalternas que debían establecerse en varios puntos, con el fin de instilar y difundir con prontitud y seguridad algunas ideas de independencia. Entre las cincuenta y ocho personas de que se compone la lista de sus miembros, se encuentran muchos nombres de las mismas que poco después prepararon y ejecutaron la revolución: los marqueses de Selva Alegre, Maensa, Miraflores, Vi

llaorellana y Solanda, don José Ascásubi, don José Cuero, don Gabriel Alvarez, don Pedro Montúfar, don Juan Larrea, etc., etc.; y, entre los supernumerarios, don Antonio Nariño, don Martín Hurtado, don Francisco Antonio Zea, don Ramón de Argote, don Jacinto Bejarano, etc.

Cuantos se hallaban instruidos del secreto aceptaron el proyecto con regocijo, y se determinaron á obrar con actividad y entusiasmo; mas, á la muerte del periódico y persecuciones de que fué víctima el caudillo Espejo, superó el espanto de la realización y se abatieron los ánimos. No se establecieron las sociedades, y siguió sin interrupción aquel sosiego con el cual habían nacido y estaban casi avenidos nuestros padres. El fuego revolucionario no podía surgir de aquel estado yerto de tantos y tan sosegados años, y fué necesario que la Francia conmoviese el mundo para que también América participara del cataclismo político de 1789, apenas conocido de muy pocos en la presidencia.

Cuando al amanecer del 21 de Octubre de 1794 aparecieron fijadas en algunas cruces de la ciudad unas banderillas de tafetán encarnado con Ja inscripción, por el anverso, Liberi esto. Felicitatem et Gloriam consequto; y por el opuesto una cruz de papel blanco, en cuyos brazos se leían las palabras Salva cruce; la vista de los gobernantes se clavó al principio en un pobre hombre que regía una escuela de primeras letras, llamado el maestro Marcelino, sin más ni más que por la semejanza de la letra de las banderillas con la suya, y le prendieron y se apuraron los interrogatorios, sin que por esto se descubriera el verdadero au

tor.

La sana crítica y los antecedentes de Espe

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