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fundado en aquellos y en esta, demostró que la revolución de Quito era justa, que no se debía hacer la guerra al nuevo gobierno, y que en la capital debía erigirse una junta formada por diputados de cada una de las provincias, elegidos por la libre voluntad de los pueblos..... La junta se disolvió sin haber acordado cosa alguna, é instruido el virey de la opinión de los americanos, tomó sus medidas para impedir una revolución. Determinó, pues, oponerse vigorosamente á la de Quito hacia donde envió trecientos fusileros al mando del teniente coronel español don José Dupré; ordenando también que obrara activamente el gobernador de Popayán, Tacón.»

VIL

Angustiados los patriotas por el mal éxito de las comisiones, por la contestación del virey Amar, que no sabemos cómo pudieron esperarla en otros términos, y por la infidencia de tantos de sus compatriotas, entraron en rabia, y el 6 de Octubre obligaron al presidente Montúfar á que, desalojando al conde Ruiz de Castilla del palacio, lo ocupase y se confinase á éste en Iñaquito, algo. más de legua al norte de la ciudad. Confinaron igualmente á otros españoles en diversos puntos, y á causa de estas providencias asomaron ya algunos malvados con el intento de asesinar á Ruiz de Castilla y á sus paisanos en la noche del 30, como talvez hubiera sucedido á no ser por la interposición del reverendo obispo.

La junta activó la organización de la falange que debía constar de tres mil hombres, resuelta, en medio de su aislamiento y de la discordia en

que

habían entrado los miembros, á sostener su causa. Medio organizada parte de este ejército, los más de los soldados sólo con lanzas y muy pocos fusiles, se puso á la cabeza de ellos á don Francisco Javier Ascásubi, dándole grado de teniente coronel, y ordenándole que partiera para el norte á contener la agresión que se intentaba hacer por las fuerzas de Popayán. Posteriormente se dividieron las fuerzas, dando la mitad á don Manuel Zambrano, quien, después de haber ocupado el territorio de los Pastos, fué detenido en el río Guaitara por el coronel don Gregorio Angulo que mandó cortar el puente. Ascásubi, con su gente, fué derrotado por Nieto Polo en Sapuyes y hecho prisionero, y Zambrano, situado en Cumbal y vencido también poco después, á malas penas pudo salvarse á escape. El ejército de la junta era un cuerpo de artesanos y labriegos que por primera vez ensayaban cargar y descargar un fusil ó un cañón y manejar la lanza; más bien dicho, un grueso motín en campaña bajo las órdenes de capitanes tan bisoños como los soldados de que se componía.

Asi, pues, la expedición al norte, mal dirigida y flojamente sostenida, causó el aniquilamiento de la poca opinión que todavía duraba; porque, bien á consecuencia de sus derrotas, bien porque se trasluciera la noticia, muy verídica por cierto, de las tropas que venían de Guayaquil y Cuenca, y aun de Lima, el ejército se dispersó casi del todo, siendo poquísimos los soldados que volvieron para Quito. Tras la derrota del ejército del norte, se levantaron también los pueblos de este lado en contra, á influjo de don Carlos Calisto, hijo de don Pedro, y casi de seguida, por instigaciones de

éste, los del sur; por manera que Quito quedó reducido á sus cinco leguas.

Estos desastres llegaron á ser mayores cuando las mismas tropas destinadas á contener los avances de los enemigos que venían de Cuenca y Guayaquil, después de haber perdido en el Zapotal dos cañones y treinta fusiles, que en aquel tiempo equivalían á un millar, se pasaron á los realistas y se incorporaron con sus filas: la causa de los patriotas se puso en estado de agonía. Los españoles, acostumbrados á mandar y hacerse obedecer sin contradicción, desplegaron indeciblemente su actividad y energía; impusieron gruesas contribuciones, apresaron á unos, desterraron á otros, reclutaron en todas partes. Los patricios, dándolas de moderados y morales, y queriendo defender su causa por las reglas de justicia, mira ron las exacciones con repugnancia, las violencias con terror, y natural era que cediesen á la acción de las armas y caudales de que disponían sus enemigos. Los patricios querían á todo trance hacer palpar la diferencia que va de un gobierno extraño á otro propio, fundado y dirigido por los mis mos hijos del suelo en que regía, como si esto hubiera sido posible cuando se trataba de volcar las antiguas instituciones, y tuvieron que pagar con su vida y haciendas tan candorosa manera de discurrir.

La revolución, digámoslo con lisura, obraba sin unidad, sin influjo, sin gobierno y hasta sin principios, por lo mismo de andarse contemporizando con sus enemigos, cuando una vez consumada con tan buen éxito debió obrar abiertamente y con pujanza. Presa de la ambición y consiguiente discordia de los mismos que la habían pro

clamado se debilitó y anuló al cabo de poco tiempo, exponiendo la provincia á la venganza de los ofendidos. La ambición y desacuerdo de los gobernantes pueden comprenderse por las ideas y principios de sus próceres, pues próceres hubo, como dejamos dicho, que quisieron ceñir su frente con la diadema de los reyes. La nobleza de Quito que proyectó y apadrinó la patriótica revolución de 1809, se llevó, es cierto, la honra de haberla pro movido, y es un timbre que ninguno puede disputarle; pero, contentándose con echar abajo las autoridades de entonces, y hacer perder el influjo y veneración que había adquirido el antiguo gobierno, no tuvo ni templanza para contener sus pasiones, ni habilidad para generalizarla, ni tino para dirigirla, ni pujanza para hacerla respetar y salvarla.

Don Juan Pio Montúfar, hombre de carácter indefinible, según Bennet, y hombre que no desempeñó su destino con honor, según Restrepo, era no obstante sincero amigo de la independencia, y muy erróneamente se le ha calificado de traidor. Si careció de fuerza de ánimo para dominar las circunstancias, y si la comunicación que pasó al virey del Perú manifiesta deseos de sustraerse de la responsabilidad que pesaba sobre su cabeza, no por esto hubo traición sinó flaqueza. Fué constantemente perseguido, después de haber caido, como lo fué su hermano don Javier; y el hijo mismo, don Carlos, vino poco después á dar su vida por la patria. El historiador Torrente, apasionado apologista de cuantos americanos se barajaron con los españoles, no habría dejado de incensar también á Montúfar, si, como se dice, hubiera faltado á su pundonor y patria. Sus faltas, á nues

tro ver, sólo procedieron de la educación é inclinaciones de su tiempo que le hacían mirar las cosas con otras perspectivas, y culpable sólo de una flojera que no correspondió á la tirantez de su ambición. Si esta pasión, tan dominante en él como en otros de sus colegas, hubiera sido satisfecha, lejos de ser culpable habría sido magnificado por sus contemporáneos y la posteridad. Condénense como se quiera sus yerros y flaqueza de ánimo, pero no olvidemos que un hombre acaudalado, un marqués que gozaba de la influencia de los títulos, arriesgó su hacienda, tranquilidad vida por favorecer la independencia de la patria.

y

El general Montes, venido de Lima con circunstanciadas y suficientes instrucciones del virey del Perú acerca de las personas con quienes podía contar en la presidencia, le persiguió con tenacidad cuando ya trascurría el año de 1813, como consta de sus repetidos oficios á las autoridades, redactados, con pocas variaciones, como el de 13 de Febrero al corregidor de Riobamba. (1)

Violentado, pues, Montúfar por pasiones encontradas, á cual más activas, no pudiendo lograr que prevalecieran sus opiniones por entre aquel embrollo de gobernantes que no se entendían ellos mismos, ni habiendo podido recabar arreglos provechosos con Ruiz de Castilla; se vió en la ne

(1) "Tengo prevenido á U. que el alguacil mayor de esa villa pasase con la correspondiente escolta á conducir hasta la ciudad de Loja al marqués de Selva Alegre, lo cual deberá irremisiblemente ejecutarse; y si éste hubiese retrocedido, ó biciere gestión de fuga, disculpándose con frívolos pretextos, como el de que pretenden matarlo, dispondrá que sin contemplación ni disimulo se verifique, poniéndole un par de gilios, dándome aviso puntualmente para mi inteligencia y gob

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