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da, tiene muchas, y que queda desde hoy expuesta á terribles convulsiones.-Desde el principio la Francia ha obrado contra sus verdaderos intereses, estimulando y favoreciendo esta indepen dencia: muchas veces lo he declarado á los Ministros de esta nación ¿qué podía desear mejor la Francia que el ver destruirse mútuamente á los ingleses y á los colonos en una guerra de partidos, que no podía menos que aumentar su poder y favorecer sus intereses? La antipatía que reina entre la Francia y la Inglaterra cegó al Gabinete francés olvidó que su interés consistía en permanecer tranquilo espectador de esta lucha; y una vez lanzado en la arena, nos arrastró desgraciadamente, en virtud del pacto de familia, á una guerra enteramente contraria á nuestra propia causa. -No me detendré ahora á examinar la opinión de algunos hombres de Estado, así nacionales como extranjeros, con lo que yo pienso sobre la dificultad de conservar nuestra dominación en América. Jamás unas posesiones tan extensas, colocadas á tan grandes distancias de la Metrópoli, se han conservado por mucho tiem

po.

A esta causa que comprende á todas las colonias, debemos añadir otras especiales para las posesiones españolas, á saber: la dificultad de socorrerlas cuando puedan tener necesidad: las vejaciones de algunos de los Gobernadores en los desgraciados habitantes: la distancia de la autoridad suprema, á la que tienen necesidad de recurrir para que atiendan sus quejas, lo que hace que se pasen los años antes que se haga derecho á sus reclamaciones: las venganzas á que quedan expuestos de parte de las autoridades locales en este intermedio: la dificultad de conocer

bien la verdad á tantas distancias; por último, los medios que los Vireyes y Capitanes generales, en su calidad de españoles, no pueden dejar de tener para obtener declaraciones favorables en España. Todas estas diversas circunstancias no pueden dejar de hacer mal contentos á los habitantes de la América, y de hacerles tentar esfuerzos para obtener la independencia tan luego como se les presente la ocasión. Sin entrar, pues, en ninguna de estas consideraciones, me limitaré ahora á la que nos ocupa sobre el rumor de vernos expuestos á peligros, de parte de la nueva Potencia que acabamos de reconocer, en un país en que no existe ninguna otra en estado de contener sus progresos. Esta República federal ha nacido pigmea, por decirlo así, y ha tenido necesidad del apoyo y de las fuerzas de dos Potencias tan poderosas como la España y la Francia, para conseguir su independencia. Vendrá un día en que será gigante, un coloso temible en esas comarcas. Olvidará entonces los beneficios que ha recibido de las dos Potencias, y no pensará más que en engrandecerse. La libertad de conciencia, la facultad de establecer nuevas poblaciones sobre inmensos terrenos, así como las ventajas del nuevo gobierno atraerán agricultores y artesanos de todas las naciones, porque los hombres corren siempre tras la fortuna, y en algunos años veremos con mucho dolor la existencia tiránica del coloso de que hablo.- El paso primero de esta Potencia, cuando haya llegado á engrandecerse, será apoderarse de las Floridas para dominar el golfo de Méjico, después de habernos hecho de este modo dificultoso el comercio con la nueva España, aspirará á la conquista de este vasto

imperio, que no será posible defender contra una Potencia formidable, establecida sobre el mismo continente y en su vecindad. Estos temores son muy fundados, Sr.: deben realizarse dentro de algunos años, si acaso antes no acontecen algunos trastornos todavía más funestos en nuestras Américas. Esta manera de ver está justificada por lo que ha acontecido en todos los siglos y en todas las naciones que ha comenzado á elevarse. El hombre es el mismo en todas partes la diferencia de los climas no cambia la naturaleza de nuestros sentimientos: el que encuentra una ocasión de adquirir poder y de engrandecerse, se aprovecha de ella ¿cómo podremos, pues, nosotros esperar que los americanos respeten el reino de la España, cuando tengan facilidad de apoderarse de este rico y hermoso país? Una sabia política nos aconseja tomar precauciones contra los males que pueden sobrevenir. Este pensamiento, ocupó toda mi atención después de que como Ministro Plenipotenciario de V. M., y conforme á su real voluntad y á sus instrucciones, firmé la paz de París. Consideré este importante asunto con toda la atención de que soy capaz, y después de muchas reflexiones sacadas de los conocimientos así militares como políticos que he podido adquirir en mi larga carrera, creo que no nos queda, para evitar las grandes pérdidas de que estamos amenazados, más que el medio que tengo el honor de exponer á V. M.-V. M. debe deshacerse de todas las posesiones que tiene sobre el continente de las dos Américas, conservando solamente las islas de Cuba y Puertorico en la parte setentrional, y alguna otra que pueda convenir en la parte

meridional, con el objeto de que puedan servirnos de escala de depósito para el comercio español.A fin de llevar á efecto este gran pensamiento de una manera conveniente á la España, se deben poner sus Infantes en América: el uno Rey de Méjico, el otro Rey del Perú, y el tercero de la Costa firme. V. M. tomará el título de Emperador. -- Las condiciones de esta grande cesión deben ser [V. M. y los Príncipes que ocuparán el trono español después, serán reconocidos Jefes Supremos de la familia] que el Rey de Nueva España pagase cada año, como reconocimiento por la cesión del reino, una renta anual en marcos de plata, que debería remitirse en barras para hacerlas amonedar en Madrid ó en Sevilla. El Rey del Perú debería hacer lo mismo en cuanto al oro de sus posesiones. Ede la Costa firme enviaría cada año su contribución en efectos coloniales, sobre todo en tabaco, para proveer los almacenes del Reino".

No. 2

Nombra- Nos los infrascritos diputados del miento de pueblo, atendidas las presentes crítirepresen- cas circunstancias de la Nación, detantes de claramos solemnemente haber cesado la ciudad. en sus funciones los magistrados ac

tuales de esta capital y sus provincias: en su virtud los del barrio del centro ó Catedral, elegimos y nombramos por representantes de él á los Marqueses de Selva Alegre y Solanda, y lo firmamos Manuel de Angulo, Antonio de Pine

S: Sebas

tián.

da, Manuel Cevallos, Joaquín de la Barrera, Vicente Paredes, Juan Ante y Valencia.-Los del barrio de San Sebastián elegimos y nombramos por representante de él á don Manuel Zambrano, y lo firmamos: Nicolás Veles, Francisco Romero, Juan Pino, Lorenzo Romero, Manuel Romero, Miguel Donoso.-Los S. Roque, del barrio de San Roque, elegimos y nombramos por representantes de él al Marqués de Villa Orellana, y lo firmamos: José Ribadeneira, Ramón Puente, Antonio Bustamante, José Albarez, Diego Mideros, Vicente Melo.-Los San Blas del barrio de San Blas elegimos y nombramos por representante de él á don Manuel de Larrea y lo firmamos: Juan Coello, Gregorio Flor de la Bastida, José Ponce, Mariano Villalovos, José Bosmediano, Juan Unigarro y Bonilla.-Los Santa Bár- del barrio de Santa Bárbara, elegimos bara. y nombramos de representante de él al Marqués de Miraflores, y lo firmamos: Ramón Maldonado y Ortega, Luis Vargas, Christóval Garcés, Toribio Ortega, Tadeo Antonio Arellano, Antonio San Mar de Sierra.-Los del barrio de San Mar

COS.

cos, elegimos y nombramos represente de él á don Manuel Mateu, y lo firmamos Francisco Javier de Ascásuvi, José Padilla, Nicolás Veles, Nicolás Jiménez, Francisco Villalovos, Juan BarActa de to- reto.--Declaramos que los antedichos do el pue- individuos unidos con los representantes de los cabildos de las provincias

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