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El jeneral Barriga ocupó a Babahoyo cuando el jeneral Flores tenia la mayor parte de sus fuerzas en Santalucía, en persecucion del coronel Oses. Si hubiera tenido trasportes o, mas bien, resolucion para buscar paso hacia Guayaquil por algo abajo de Daule, habría de seguro coronado su triunfo de un modo satisfactorio, porque esa plaza, por entónces, se hallaba desguarecida, i mantenia en sus entrañas muchos desafectos al gobierno. Esta falta de resolucion es falta de que no pudo absolverse al jeneral en jefe, por mas que en sus justificaciones, se arrimó a los embarazos que el mismo Flóres tuvo cuando la campaña contra los sublevados de la tercera division que ocupaba a Guayaquil, a los de Bolívar cuando la campaña de Buijo contra el ejército peruano, i a los de Flóres, por segunda vez, cuando buscó el paso por el estero Salado, cuyo buen éxito no lo atribuyó Barriga sino a la traicion de Mena.

Posesionado ya este jeneral de Babahoyo, cruzáronse de nuevo cartas particulares entre el jefe supremo del Guayas i el jefe supremo de Quito, i entre aquel i el jeneral Barriga. Cruzáronse de nuevo cartas oficiales, i luego parlamentarios i comisionados, hablando cada uno de la necesidad de restablecer la paz, quejándose todos de los derramamientos de sangre, del largo sufrir i padecer de los pueblos con tan prolongada cuanto airada lucha, i recomendando cada cual, eso si, el desinteres i buena disposicion en que estaba para sacrificarse, a trueco de restituir el reinado de la tranquilidad i el órden, i dar campo a que se reuniera una convencion. I todo esto, i mucho mas que galanamente se dijeron, venia a tener grandes dificultades, i a perderse las nobles intenciones por el modo, por la

forma o las ritualidades, por la nada, en fin; por que en el fondo de esas cartas i pliegos oficiales, i en los pechos de esos parlamentarios i comisionados se encerraban sumo capricho i sumo orgullo, una como apuesta, para hablar de claro en claro, de querer salirse cada uno con la suya i satisfacer los antojos de sus pasiones. La Nueva Granada, condolida de la mala suerte de tantos estraviados, ofreció sus buenos oficios en obsequio de la paz: ambos partidos los acojieron agradecidos, isin embargo, no es que no pudieron, no quisieron entenderse ni arreglarse.

Tan llenas estan las cartas i comunicaciones oficiales de contemplacion i respetos por el padecimiento de los pueblos, tan pagados del amor al órden, i respiran, diremos así, tanto patriotismo, que la vista recorre con gusto las proposiciones i aceptacion de que dejarian el suelo patrio los señores Rocafuerte i Flóres, Valdivieso i Merino, por tal de restablecer la paz. Pero los Arístides no salieron de Atenas, ni los Camilos de Roma. I esto ¿por qué? Por que no podia hacerse arreglo ninguno miéntras las tropas del jeneral Barriga no desocupasen el territorio del departamento del Guayas que habian ido a profanar; bien que, en el decir de los de acá, si llegó a verificarse tal profanacion, fué solo en desagravio de la invasion cometida por el coronel Otamendi a tierras de Guaranda, cuando ya este canton se hallaba adherido al gobierno de Quito. I eso ¿por qué? Por que tal o cual comisiodo de los nuevamente nombrados no era de la confianza de los gobernantes; por que la convencion, con la reunion de la cual estaban ya conformes los partidos, no debia reunirse en tal mes ni con tales condiciones, sino en tal otro i con otros; por que el

interes provincial, o sea impulso lugareño, habia venido a exaltarse con los movimientos de los ejér citos ¡Palabras i discurrir sin razon ni peso; dialéc tica estraviada, cuando no estravagante, de las malas pasiones!

Inútil nos parece, por lo mismo, detenernos en la narracion de esos proyectos de tratados, del vaiven de los comisionados, i del cruzamiento de cartas i pliegos oficiales tras una paz que los primeros empleados, ni los capitanes de cuenta [con ecepcion de Barriga] ni los que la rodeaban, la deseaban de corazon. Lo que se queria es vengar agravios i satisfacer los apetitos de la ambicion; lo que se queria es venir a las manos para salir airosos de la lucha, i dejar calmados los deseos.

El resultado es que, despues de haber permanecido el ejército restaurador cerca de un mes entre Babahoyo, Baba i sus cercanías, sin lograr por esto que se pusiera la fragata Colombia a disposicion del gobierno de Quito, en lo cual insistió repetidamente el jeneral Barriga; tuvo este que concentrar su ejército en Sabaneta, cuando supo que el jeneral Flóres venia tras él con fuerzas marítimas, pues Barriga no tenia otras con que hacerle frente. Hubo sí el particular de que el coronel Oses, que habia logrado sostenerse en la provincia de Manabí, se aprovechase de la ocupacion de Babahoyo hecha por el jeneral Barriga, i que venciendo bastantes dificultades en su largo tránsito, lograse tambien burlar las persecuciones del jeneral Flóres, i se incorporase al ejército restaurador con obra de cuatrocientos hombres. Acertados fueron de cierto los movimientos de Oses para venirse desde Manabí, e incorporarse con el ejército de Barriga; pero era de ver el aprecio i aplausos con que los apasionados

los abultaron i encarecieron, pues el rudo i corrompido africano Oses hasta fué comparado, por los periodistas de entónces, con el capitan, historiador i filósofo Jenofonte.

El jeneral Flóres, al venirse para Babahoyo, habia tenido que dejar a Guayaquil cuasi desguarecido, i mientras se posesionaba de aquel canton, se puso la segunda plaza a riesgo de perderse por un asalto a la verdad bien arrojado. El comandante Dionisio Návas, hijo de Daule, uno de los mas diestros i pertinaces guerrilleros de entónces, reunió una partida de cuarenta a cincuenta hombres de los que desde ántes andaban con él haciendo la guerra al gobierno, i el 23 de octubre cayó de sobresalto en Guayaquil, pues no se dejó advertir sino cuando ya ocupaba la sabana a espaldas de la ciudad. Graves fueron los conflictos de las autoridades con tan súbita aparicion, i quien sabe cuáles hubieran sido los resultados a no descubrírsele un poco antes de que entrara al centro de la ciudad.

El jeneral Pareja, que hacia de comandante jeneral destacó al coronel Daste con un piquete de caballeria hacia la Legua, i al coronel Uscátegui con otro de infantes por la Tarasana. Návas cerró con Daste i le obligó a retirarse hasta la plaza de la antigua Matriz; mas así como se unió este con los infantes de Uscátegui, cargaron juntos a una, i empujaron a los invasores hasta la sabana donde fueron a parar. Una segunda carga los desconcertó, i huyeron con pérdida de veinte i tantos hombres, entre muertos, los mas, heridos i algunos prisioneros, incluso en estos Oropesa, que hacia de segundo de Návas.

El jeneral Barriga, al parecer, quiso presentarse al combate el primer dia que se pusieron a su fren

te las fuerzas del jeneral Flores en un punto intermedio entre Babahoyo i Sabaneta; pero el segundo lo escusó prudentemente, porque estaba conocida la situacion ventajosa que ocupaba el otro. Poco despues se situó el jeneral Flores provechosamente en un sitio en que su caballeria, mui superior a la enemiga, podia obrar con desembarazo; i el jeneral Barriga, a su vez, tuvo tambien la prudencia de no aceptar la provocacion al combate. En seguida, movido este de reflexiones que, a su juicio, eran de mucho peso, i que las espondremos luego, tomó cuasi de súbito la resolucion de volverse para las provincias de lo interior.

Graves i aparentemente justos fueron los cargos que se le hicieron por semejante resolucion, tanto de parte de los pueblos como de los capitanes de su ejército mismo, i principalmente por los doctores i mas gregarios que andaban entrometidos. I sin embargo, en las circunstancias en que se hallaba, con órdenes precisas del gobierno de no combatir sino en teniendo todas las probabilidades del triunfo en su favor; con un crecido hospital de enfermos, sin víveres para el sustento de las tropas, porque en efecto no habia de donde pudieran irle con seguridad i en oportuno tiempo, i sin trasportes para proporcionarse entrada a Guayaquil ; creemos que la retirada fué, mas que escusable, necesaria. Muchas i largas fueron las esplicaciones que el jeneral Barriga dió a este respecto al jefe supremo en su correspondencia particular, i mu chas las quejas por la desmoralizacion de las tropas del Guayas, i principalmente por la de sus jefes. "No me es posible, dice en una carta del 19 de noviembre, datada en Babahoyo, conservar la moral i disciplina, porque los jefes, que debian dar

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