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CAPITULO V.

Convencion de Quito.-Batalla de Miñarica.--Convencion de Ambato.-Invasion a Taura i a Esmeraldas.Otamendi en Riobamba.

I.

La convencion convocada por el gobierno de Quito se reunió el 7 de enero de 1835, a pesar del conocimiento que ya tenia de la entrada en Guaranda del ejército convencional. Talvez por esto mismo se apuraron i esforzaron los diputados en reunirse, a fin de lejitimar a su gobierno e influir así moralmente en el ánimo de los pueblos. Concurrió a la convencion cuasi lo mas escojido de los dos departamentos, con falta de pocos, pues figu ran los José Salvador, Manuel Espinoza, Merino, Saá, Benigno Malo, Gortaire, Miguel Alvarado, José Miguel Carrion, Bravo, Vicente Flor, Alvear i otros.

Si eceptuamos la aprobacion que dió a los tratados de Pasto, los trabajos de la convencion, por otros respectos, fueron ningunos. I así debió ser,

no solo por que duró mui pocos dias, mas tambien por que, en la ajitacion de que estaban dominados sus miembros, creciente hora por hora, al par con el vaiven de los ejércitos que se andaban ya tras llegar a las manos, solo emplearon el tiempo en lanzar filípicas a cual mas enconadas i ardientes contra el capitan enemigo. Hubo quien trajera a la memoria el parricida puñal de Bruto, quien ofreciera mil onzas de oro por la cabeza del César i quienes se prestaran a ponerle fuera de la lei juntamente con su ejército ¡Arranques indiscretos que solo sirvieron para apurar la vijilancia i ardides de un capitan hábil que estaba a la cabeza de soldados aguerridos, i a quien se ponia en el trance de lidiar hasta morir ántes que esponerse a la ejecu

cion de tan bárbaro decreto!

Al traslucir el jeneral Barriga la ocupacion de Guaranda hecha por el enemigo temió dejar allanado el camino para la capital, e impulsado de esta aprehension movió su ejercito i lo asentó en Ambato, garganta de la via ordinaria para Quito.

El jeneral Flóres, a su vez, sabiendo que estaba desocupada la plaza de Riobamba, destacó una partida de tropa a órdenes del coronel Uscátegui con el fin de que cambiase las autoridades, insurrec cionase la provincia i estendiese la trasformacion hasta el departamento del Azuai, cuasi desprovisto de guarnicion. De seguida salió de Guaranda el 6 de enero con rumbo para Ambato, prefiriendo el camino de Pilahuin, por el lado occidental del Chimborazo i Carhuirazo, al de la derecera de Mocha, i acampó en esa viceparroquia.

El rio Ambato, fertilizador de cuantos terrenos baña con sus aguas i que nacido de las faldas occidentales i setentrionales de esos montes, corre pri

mero de SO. a NE, se viene luego de O a E engrosándose con las vertientes que encuentra a su paso a lamer la ciudad del mismo nombre. Desde cinco o seis leguas mas abajo de sus oríjenes i desde el punto que toma la segunda direccion forma una hondonada angosta i profunda que, dejando a derecha e izquierda cuestas pendientes i elevadas, solo se abre i ensancha al acercarse a la ciudad. Sobre la cima derecha de esta hondonada se hallan situadas la aldeilla de Pilahuin, la parroquia de Santarosa i Ambato: de la primera a la segunda hai poco ménos de tres leguas de distancia, i de esta para la ciudad mui a vueltas de una; todo de un camino descendente, inclinado al principio, que se allana al entrar en Santarosa i se abate cuasi del todo en Ambato. Sobre la cima izquierda de la hondonada están situadas las parroquias de Pasa i Quisapincha cuasi a igual altura que Pilahuin, i entre una i otra corre el rio Alhajua de O NE a ESE dejando a sus lados cuestas tan altas como el Ambato hasta confluir con este i perderse en sus riberas.

Acampados el jeneral Flóres en Pilahuin, de temperamento ríjido por el frio, i el jeneral Barriga en Ambato, i suponiendo este que el otro bajaria por Santarosa, mandó situar aquí algunas avanzadas. Flóres, sin pensar en ello, movió su ejército por la noche con direccion a Pasa; esto es, dejó la cima meridional por la setentrional, i bajó por una rapidísima pendiente i subió por otra igual. De Pasa siguió para Quisapincha volviendo a vencer otras dos pendientes, de bajada i subida, cuasi tan largas i fragosas como las anteriores; de modo que si Barriga hubiera colocado cien hombres sobre

cualquiera de esas cuestas era, mas que seguro, evidente que habrian acabado con todo el ejército enemigo. O no le fueron conocidas o no las advirtió, i la campaña desde entónces cambió de perspectiva.

El jeneral Flóres descansó un dia en Quisapincha echando a volar la voz de que iba a dejar a retaguardia a su enemigo i venirse para Quito. Movió, en efecto, sus tropas por el camino de Latacunga i las hizo andar bastante largo, i despues de vencidas algunas horas, las hizo volver para Quisapincha. Como todos los pueblos de lo interior eran sus enemigos no faltó uno, cuando no muchos, que volase de esta parroquia para Ambato a noticiar al jeneral Barriga ese movimiento; i Barriga, teniéndole por efectivo, se apresuró a mover su ejército i traerle a Latacunga para impedir que el otro pasara a Quito i obligarle a combatir. Situado Flóres en las alturas de Quisapincha vió el movimiento del enemigo, i dentro de tres o cuatro horas se posesionó de Ambato, asegurando así todo su plan de campaña. Queria, a lo que parece, que sus tropas acostumbradas al calor de las tierras bajas i ahora transidas del frio de los nevados a cuyas faldas pernoctaran, descansasen, se entonasen i fortaleciesen a influjo del templado i benigno clima de Ambato. Con cielo desavahado, suelo seco, campos abiertos i ventilados, i en la estacion en que, subiendo los grados de calor, asoman sus huertos surtidos de sanos i buenos frutos; Ambato era, por cierto, el lugar mas conveniente para la convalescencia i entonacion de ellas.

Burlado el jeneral Barriga con su movimiento, contramarchó de Latacunga para Ambato. A su

entrada dió con algunos centinelas partidas del enemigo i se cruzaron unos cuantos tiros.

El jeneral Flóres no tuvo por conveniente sortear el combate dentro del poblado i, sacando su ejército de Ambato, lo situó a una media legua al sur de la ciudad, camino de Pelileo. El jeneral Barriga siguió tras él, i los ejércitos se avistaron por primera vez el 16 de enero en una gran lla

nura.

Si no la buena voluntad, lo de ordinario es que en las guerras domésticas, impulsa, cuando ménos, el deseo de mostrarse dispuesto a la paz, i se dió, en efecto, el paso de provocar a un armisticio. Por insinuaciones del coronel José Miguel Gonzales, que estaba al servicio de Flóres, convinieron los belijerantes en una suspension de armas, durante la cual podian arreglarse sus intereses i dar fin a los disturbios de una manera fraternal. Barriga, que tenia sobre sí la desconfianza de sus conmilitones, se puso de acuerdo con los jenerales Aguirre i Matheu, i fué aceptada la suspension, í el jeneral Flóres, por la tarde, partió con su ejército para Santarosa.

Esta suspension, que solo duró doce horas, se rompió al dia siguiente por el jeneral Barriga. Se le habia asegurado que los jefes de las tropas enemigas tenian puestos fuera de la lei a los diputados de la convencion, i que estaban variadas las autoridades del Chimborazo, i fundándose en estos motivos pasó el respectivo oficio declarando abiertas las hostilidades.

No sabemos si Barriga esperó o no la contestacion de Flóres que se vé al pié del mismo oficio. Si la recibió debe suponerse que fué durante la marcha de Ambato para Santarosa, pues el ejér

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