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interesa por la cuestión de Panamá; el París, en fin, que atrae millares y millares de seres de distintas razas, de distintas gerarquías y de distintas nacionalidades. Pero adoro, en cambio, el París raro, exótico, delicado, sensitivo, brillante y artificial; el París que busca sensaciones extrañas en el éter, la morfina y el haschisch; el París de las mujeres de labios pintados y de cabelleras teñidas; el París de las heroínas adorablemente perversas de Catulle Mendez y René Maizeroy; el París que da un baile rosado, en el palacio de Lady Caithnis, al espíritu de María Estuardo; el París teósofo, mago, satánico y ocultista; el París que visita en los hospitales al poeta Paul Verlaine; el París que erige estatuas á Baudelaire y á Barbey d'Aurevilly; el París que hizo la noche en el cerebro de Guy de Maupassant; el París que sueña ante los cuadros de Gustavo Moreau y de Puvis de Chavannes, los paisajes de Luisa Abbema, las esculturas de Rodin y la música de Reyer y de Mdlle. Augusta Holmes; el París que resucita al rey Luis II de Baviera en la persona del conde Roberto de Montesquieu-Fezansac; el París que comprende á Huyssmans é inspira las crónicas de Jean. Lorrain; el París que se embriaga con la poesía de Leconte de Lisle y de Stephane Mallarmé; el París que tiene representado el Oriente en Judith Gauthier y en Pierre Loti, la Grecia en Jean Moreas, y el siglo XIII en Edmond de Goncourt; el París que lee á Rachilde, la más pura de las vírgenes, pero la más depravada de las escritoras; y el París, por último, que no conocen los extranjeros y de cuya existencia no se dan cuenta tal vez.

- Y entonces, ¿porqué no te marchas?

- Porque si me fuera, yo estoy seguro de que mi ensueño se desvanecería, como el aroma de una flor cogida en la mano, hasta quedar despojado de todos sus encantos; mientras que viéndolo de lejos, creo todavía que hay algo en el mundo que endulza el mal de la vida, algo que constituye mi última ilusión, la que se encuentra siempre, como perla fina en cofre empolvado, dentro de los corazones más tristes, aquella ilusión que nunca se pierde, quizás.

JULIÁN DEL CASAL (Mejicano).

SPANISH READER

(PART 3)

TROZOS ESCOGIDOS

LA BIBLIA

Hay un libro, tesoro de un pueblo que hoy es fábula y ludibrio de la tierra, y que fué en tiempos pasados la estrella de Oriente, adonde han ido á beber su divina inspiración. todos los grandes poetas de las regiones occidentales del mundo, y en el cual han aprendido el secreto de levantar los corazones y de arrebatar las almas con sobrehumanas y misteriosas armonías. Este libro es la Biblia, el libro por excelencia.'

En él aprendió Petrarca á modular sus gemidos; en él vió Dante sus terroríficas visiones; de aquella fragua encendida. sacó el poeta de Sorrento los espléndidos resplandores de sus cantos. Sin él, Milton no hubiera sorprendido á la mujer en su primera flaqueza, al hombre en su primera culpa, á Luzbel en su primera conquista, á Dios en su primer ceño; ni hubiera podido decir á las gentes la tragedia del Paraíso, ni cantar con canto de dolor la malaventura y triste ado del humano linaje. Y para hablar de nuestra España, ¿quién enseñó al maestro Fr. Luis de León á ser sencillamente sublime? ¿De quién aprendió Herrera su entonación alta, imperiosa y robusta? ¿Quién inspirara á Rioja aquellas lúgubres lamentaciones, llenas de pompa y majestad, y

'Por excelencia-par excellence, beyond comparison.

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henchidas de tristeza, que dejaba caer sobre los campos marchitos, y sobre los mustios collados, y sobre las ruinas de los imperios, como un paño de luto? ¿En cuál escuela aprendió Calderón á remontarse á las eternas moradas sobre las plumas de los vientos? ¿Quién puso delante de los ojos de nuestros grandes escritores místicos los oscuros abismos del corazón humano? ¿Quién puso en sus labios aquellas santas armonías, y aquella vigorosa elocuencia, y aquellas tremendas imprecaciones, y aquellas fatídicas amenazas, y aquellos arranques sublimes, y aquellos suavísimos acentos de encendida caridad y de castísimo amor con que unas veces ponían espanto' en la conciencia de los pecadores, y otras levantaban hasta el arrobamiento las limpias almas de los justos? Suprimid la Biblia con la imaginación, y habréis suprimido la bella, la grande literatura española, ó la habréis despojado al menos de sus destellos más sublimes, de sus más espléndidos atavíos, de sus soberbias pompas y sus santas magnificencias.

¿Y qué mucho,' señores, que las literaturas se deslustren, si con la supresión de la Biblia quedarían todos los pueblos asentados en tinieblas y en sombra de muerte? Porque en la Biblia están escritos los anales del cielo, de la tierra y del género humano; en ella, como en la Divinidad misma, se contiene lo que fué, lo que es y lo que será: en su primera página se cuenta el principio de los tiempos y el de las cosas; en su última página, el fin de las cosas y el de los tiempos. Comienza con el Génesis, que es un idilio, y acaba con el Apocalipsis de San Juan, que es un himno fúnebre. ΕΙ Génesis es bello como la primera brisa que refrescó los mundos; como la primera aurora que se levantó en el cielo; como la primera flor que brotó en los campos; como la primera palabra amorosa que pronunciaron los hombres; como el primer sol que apareció en el oriente. El Apocalipsis de San Juan es triste como la última palpitación de la naturaleza; como el último rayo de luz; como la última mirada de un moribundo. Y entre este himno fúnebre y

'Poner espanto-to awe, to appal. 'Qué mucho?-what wonder?

aquel idilio, vense pasar unas en pos' de otras, á la vista de Dios, todas las generaciones, y unos en pos de otros todos los pueblos: las tribus van con sus patriarcas; las repúblicas, con sus magistrados; las monarquías, con sus reyes, y los imperios, con sus emperadores; Babilonia pasa con su abominación; Nínive, con su pompa; Menfis, con su sacerdocio; Jerusalén, con sus profetas y su templo; Atenas, con sus héroes; Roma, con su diadema y con los despojos del mundo. Nada está firme sino Dios: todo lo demás pasa y muere, como pasa y muere la espuma que va deshaciendo la ola.

Allí se cuentan ó se predicen todas las catástrofes, y por eso están allí los modelos inmortales de todas las tragedias; allí se hace el recuento de todos los dolores humanos: por eso las arpas bíblicas resuenan lúgubremente, dando los tonos de todas las lamentaciones y de todas las elegías. ¿Quién volverá á gemir como Job, cuando derribado en el suelo por una mano excelsa que le oprime, hinche con sus gemidos y humedece con sus lágrimas los valles de Idumea? ¿Quién volverá á lamentarse como se lamentaba Jeremías en torno de Jerusalén, abandonada de Dios y de las gentes? ¿Quién será lúgubre y sombrío como era sombrío y lúgubre Ezequiel, el poeta de los grandes infortunios y de los tremendos castigos, cuando daba á los vientos su arrebatada inspiración, espanto de Babilonia? Cuéntanse allí las batallas del Señor, en cuya presencia son vanos simulacros las batallas de los hombres; por eso la Biblia, que contiene los modelos de todas las tragedias, de todas las elegías y de todas las lamentaciones, contiene también el modelo inimitable de todos los cantos de victoria. ¿Quién cantará como Moisés, del otro lado del mar Rojo cuando cantaba la victoria de Jehová, el vencimiento de Faraón y la libertad de su pueblo? ¿Quién volverá á cantar un himno de victoira como el que cantaba Débora, la sibila de Israel, la amazona de los hebreos, la mujer fuerte de la Biblia? Y si de los himnos. de victoria pasamos á los himnos de alabanza, ¿en cuál templo resonaron jamás como en el de Israel, cuando subían

'En pos-after, following.

al cielo aquellas voces suaves, armoniosas, concertadas, con el delicado perfume de las rosas de Jericó y con el aroma del incienso de Oriente? Si buscáis modelos de la poesía lírica, ¿qué lira habrá comparable con el arpa de David, el amigo de Dios, el que ponía el oído á las suavísimas consonancias y á los dulcísimos cantos de las arpas angélicas, ó con el arpa de Salomón, el rey sabio y felicísimo, que puso la sabiduría en sentencias y proverbios, y acabó por llamar vanidad la sabiduría; que cantó el amor y sus regalados dejos, y su dulcísima embriaguez y sus sabrosos trasportes, y sus elocuentes delirios? Si buscáis modelos de la poesía bucólica, ¿en dónde los hallaréis tan frescos y tan puros como en la época bíblica del patriarcado, cuando la mujer, la fuente y la flor eran amigas, porque todas juntas y cada una de por sí eran el símbolo de la primitiva sencillez y de la cándida inocencia? ¿Dónde hallaréis sino allí los sentimientos limpios y castos, y el encendido pudor de los esposos, y la misteriosa fragancia de las familias patriarcales?

Y ved porqué todos los grandes poetas, todos los que han sentido sus pechos devorados por la llama inspiradora de un Dios, han corrido á aplacar su sed en las fuentes bíblicas de aguas inextinguibles, que ahora forman impetuosos torrentes, ahora ríos anchurosos y hondables, ya estrepitosas cascadas y bulliciosos arroyos, ó tranquilos estanques y apacibles

remansos.

DONOSO CORTÉS (Español)

EN LAS CALLES DE MADRID Á MEDIA NOCHE

En este mismo instante empezaba á nuestra espalda otra escena, que á juzgar por la obertura no podía menos de ser brillante y divertida. Una escogida orquesta de cencerros y esquilones,' almireces y regaderas, obligada de periódicos bemoles producidos por aquel instrumento grosero hasta en el nombre, formaba un estrépito original y extravagante, que contrastaba singularmente con el silencio anterior. Semejante simbólico modo de hablar tiene esto de

'Cencerros y esquilones-sleigh bells and cow bells-any objects, such as bells, horns, pans, whistles, etc., used in a charivari.

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