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complacencia el Gobierno del Perú de insultar y ultrajar al de Colombia, valiéndose de la inmunidad de que gozaba su Ministro.

Entre tanto estaba ocupado ese Gobierno en negar el paso por un punto de su territorio á las tropas que le dieron libertad y existencia, que se hallaban en Bolivia, y que deseaban volver á su patria despues de haber derramado su sangre y prodigado sus vidas por dar independencia y labrar la felici dad de esos mismos que entonces les negaban el permiso de transitar libremente por el país que fué testigo de sus glorias, y que recogió sus laureles. Esta negativa y la seduccion que al mismo tiempo se empleaba por los Generales del Perú, produjeron el movimiento de aquellas tropas en 25 de Diciembre último en la Paz, movimiento que pudo apaciguarse en el instante, pero no sin derramamiento de la sangre colombiana. El Gobierno del Perú se complació cuando lo supo: elogió en un papel oficial á sus autores; y al principal de ellos, al sarjento que lo emprendió, y que cometió las mas grandes violencias en la Paz, robando á sus vecinos, se le ha recibido en Lima con honor, y se le prodigan las mayores consideraciones. ¿Qué puede esperarse de un Gobierno para quien son desconocidos el honor, la probidad, la moral, la buena fé, que excita la traicion, que se complace en ver derramar la sangre de sus bienhechores, y cuyos pasos están marcados por la ingratitud y por la perfidia?

El ha hecho ahora invadir á Bolivia, con quien Colombia tiene las mas íntimas relaciones de amistad y fraternidad, sin haber declarado préviamente la guerra; y su general ha tenido la osadía de proclamar á las tropas colombianas, excitándolas nuevamente á que falten á sus deberes, y violen sus obligaciones. El ha resuelto remitir una escuadra para que bloquee al puerto de Guayaquil, y que su ejército estacionado en la frontera marche sobre Colombia, y á su frente el mismo Presidente del Perú: él ántes ha tolerado que un destacamento de ese mismo ejército entrara al pueblo de Zapotillo del territorio colombiano, que enarbolara allí la bandera peruana y convidara á los habitantes á la insurreccion. El ha permitido al General del mismo ejército y al Prefecto del Departamento de la Libertad que expidan proclamas amenazantes y en que se injuria é insulta atrozmente al Presidente de esta República: él ha inser. tado en sus papeles oficiales artículos ultrajantes á Colombia y á su Gobierno: él, en fin, ha empezado las hostilidades y comenzado la guerra sin respeto alguno por el Derecho de Gentes, y cuando pendían aún las negociaciones con su Enviado y no se sabía cual podría ser su término.

La guerra se ha hecho, pues, inevitable entre Colombia y el Perú, y sus consecuencias serán de cargo del que la ha provocado. El Gobierno de Colombia no la ha querido, y desearía no haberse visto nunca en la precision de emprenderla; pero ¿qué debe hacer? Se trata ya por el Perú de invadir este territorio, como ha invadido el de Bolivia: se intenta el bloqueo de sus puertos y se quiere sublevar las tropas auxiliares que aún permanecen en el mismo Bolivia. ¿Podrá ser indiferente á estos males y dejar que se verifique la conquista que se intenta? Las naciones imparciales decidirán si hasta este punto pudiera llegar su moderacion y sufrimiento.

El Gobierno de Colombia no tiene de que quejarse del pueblo del Perú: no ignora sus sentimientos y la gratitud que le anima hácia este país. La guerra no se dirije, pues, contra él, sino contra su Gobierno, autor único de ella, y de todos los ultrajes, ofensas y perfidias que ha sufrido Colombia. ¡Quiera el Cielo que sobre él únicamente y sobre sus agentes recaigan las calamidades que deben seguirse! ¡Quiera él tambien que termine muy pronto, haciendo que ese Gobierno reconozca la justicia y se prepare á dar las satisfacciones correspondientes, dejando en paz á sus vecinos y dándoles garantías de su amistad y buena fé!

Invoca el Gobierno de Colombia el testimonio de los demás Estados Americanos para acreditar sus miras pacíficas y los deseos que le asisten de que todos se estrechen por los vínculos mas fuertes de fraternidad y de alianza. Con este fin promovió la Confederacion Americana, que si existiese, evitaría ahora el extremo á que han llegado las desavenencias entre Colombia y el Perú. Ella serviría de árbitrio y mediador y su mediacion sería eficaz. pero el génio del mal ha hecho inútiles los esfuerzos para que tuviese efecto la Confederacion; y el Gobierno del Perú se ha obstinado en negarse á ella, estando comprometido por los tratados existentes. Se ha formado una política aparte para hostilizar á los otros Estados impunemente, y ha visto con horror un juez imparcial que condenaría su conducta.

El Gobierno de Colombia emprende contra su voluntad esta guerra: no quiere una victoria bañada en la sangre americana : evitará el combate mientras le fuere posible; y estará siempre dispuesto á oir proposiciones de paz conciliables con el honor y decoro de la Nacion que preside.

EL CIUDADANO MANUEL DE SALAZAR Y
BAQUIJANO

VICE-PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA.

Considerando:

I. Que el General Bolivar por su proclama suscrita en Bogotá á 3 de Julio último declara la guerra al Perú;

II. Que es un deber del Gobierno sostener la independencia é integridad de la nacion, y tomar todas las medidas que exige el derecho de la guerra para frustrar las combinaciones del enemigo y disminuir sus recursos;

Ha venido en decretar :

Art. 1. Los puertos y caletas comprendidos entre los paralelos de 3 grados 6 minutos Sur, y 9 Norte, es decir: desde Tumbes exclusive, hasta el puerto de Panamá, se declaran en riguroso estado de bloqueo.

Art. 2. Todas las naciones se considerarán suficientemente notificadas de esta declaracion vencido el término que se prefija en el artículo siguiente: no pudiendo ninguna en consecuencia traficar con los indicados puertos, sin incurrir en la responsabilidad que impone el derecho de gentes.

Art. 3.o Se prefija el término de ocho meses para las naciones europeas: Estados Unidos de América y puertos de Africa: el de cuatro para los del Brasil, Estados Unidos Mejicanos, y la República Argentina, y el de dos para los de Chile y Centro América. Este término se extenderá á un año para los establecimientos europeos del Asia y costa oriental de Africa.

Art. 4. Todo buque que tocando en los puertos bloqueados despues de concluido el término designado en el artículo anterior, condujese cualquiera clase de artículos de armamento, municiones, víveres, útiles navales y cuanta especie pueda contribuir al auxilio del enemigo y prolongacion de la guerra, será remitido al Callao para ser juzgado con arreglo á la ley de las naciones.

Art. 5.° No podrá ningun buque entrar en los puertos comprendidos en la latitud prescrita; y el comandante del bloqueo notificará, á cuantos arriben á ellos, esta declaracion, anotándola para constancia en las licencias que presenten, á fin de que sino obstante la intimacion tocaren en alguno, puedan ser remitidos al Callao para su juzgamiento.

Art. 6. Los buques que arribasen á dichos puertos sin los documentos correspondientes, ó con otros que sean simulados, quedan sujetos á lo dispuesto en el artículo 4.o

7.° Los comandantes de los buques de guerra destinados á sostener el bloqueo, intimarán á cualesquiera embarcaciones, que encontrasen ancladas en los puertos que abraza la latitud indicada, que verifiquen su salida de ellos en el término de horas que les señalen con concepto á sus circunstancias; en inteligencia que si excediesen del tiempo que se les detalle, 6 arribasen á otro, serán detenidos y mandados al Callao para ser juzgados.

Art. 8. En las licencias para salidas de buques se anotará la notificacion del bloqueo para hacer en caso de violacion, el cargo correspondiente con este documento.

El Ministro de Estado en el Departamento de Marina queda encargado de la ejecucion de este decreto.

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Imprímase, publíquese y circúlese. Dado en la Casa del Gobierno en Lima, á 9 de Setiembre de 1828. — 9.o y 7.*

MANUEL SALAZAR Y BAQUIJANO.

Por órden de S. E. Mariano Castro (1)

República Peruana.-Ministerio de Estado del Despacho de Relaciones Exteriores.—Casa del Supremo Gobierno en Lima, á 16 de Octubre de 1828-9.o

Señor:

Impuesto el Gobierno del Perú de la nota que dirigió al infrascrito el señor Secretario del Despacho de Relaciones Exteriores de Colombia, acompañándole el Manifiesto de los motivos que tiene su Gobierno para hacerle la guerra, nada ha encontrado en estos documentos que no hayan revelado ántes las comunicaciones de S. E. el General Bolivar al Congreso de Colombia, las que se pasaron al señor Villa, y la conducta que con él se ha observado.

(1) Suspendido en cuanto á la plaza de Guayaquil por decreto de 10 de Marzo de S29 y despues en el todo por los tratados con la República de Colombia, aprobados en 1.o de Marzo de 829, por el armisticio ratificado en 10 de Julio, prorrogado en 16 de Setiembre; y finalmente por los tratados de paz ratificados en 16 de Octubre y aprobados por el Congreso en 20 de Octubre de 829.

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El Gobierno del Perú siempre moderado, siempre amigo de la paz, y celoso al mismo tiempo del honor y dignidad de la República, se encuentra reducido á la dura extremidad de sostener con las armas la independencia nacional, amenazada de úna guerra á que ha sido injustamente provocado, y á desvanecer con el ingénuo lenguaje de la verdad, en el Manifiesto que de su órden incluye al señor Secretario el infrascrito, los pretendidos agravios é infundadas reclamaciones alegadas por S. E. el General Bolivar.

El Gobierno del Perú, para conservar inalterable la cordial armonía con Colombia, envió cerca del de esa República un Ministro Plenipotenciario, con solo el objeto de estrechar las relaciones que existían entre ambos. La acogida que se dió á su Representante, el procedimiento ambiguo é inaudito de entrar con él en explicaciones sin recibirle en su carácter público, segun la práctica común y uniforme de los Gobiernos, que en este acto prestan el reconocimiento de la independencia de la Nacion á que pertenece el Enviado, y el solemne testimonio de su buena y leal inteligencia, y la amenaza innecesaria de guerra con que se acompañaron las reclamaciones; todo acreditaba el invariable propósito de hacer S. E. el General Bolivar, inútil, humillante y perniciosa al Perú la mision de su Ministro, y de no ceder á la razon ni á la justicia.

El Gobierno del Perú, á pesar de hallarse agraviado por este comportamiento injurioso, estaba firmemente resuelto á echarlo en el olvido, á que ha relegado otros no menos ofensivos y odiosos que le ha inferido S. E. el General Bolivar, por evitar una contienda siempre deplorable y desastrosa; pues había de sostenerse entre pueblos amigos y hermanos, ligados por la reciprocidad de sentimientos, y obligados á guardarse una mútua gratitud por los auxilios que se prestaron en la guerra de su independencia.

Pero ni estos vínculos afectuosos y estrechos, ni la ilimitada generosidad del Gobierno del Perú, han bastado á desarmar á S. E. el General Bolivar, y retraerlo de emprender una agresion gratuita, que no pudiendo apoyar en fundamentos sólidos, quiere justificar con imputaciones siniestras y hechos improbables á que es difícil prestar fé, tan solo al contemplar que las razones presentadas por S. E. el General Bolivar, son pretestos para atacar un Gobierno nacional, alzado sobre las ruinas de su poder militar, y de su Gobierno vitalicio.

Acerba es esta declaracion: y el Gobierno del Perú jamás deseará recordar ni ofrecer á la memoria pública, sucesos de que derivan las amargas consecuencias en que se vé inocentemente envuelto.

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