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Los aprestos militares que el Gobierno del Perú ha hecho sobre las fronteras, fueron obra de la imperiosa necesidad de prevenir la invasion que por ellas amenazaba, dirigida por una sola mano que la realizara al momento de tener á su favor las probabilidades del buen éxito. El Gobierno del Perú cauto y advertido, limitó sus miras á guarnecer el territorio, y á no presentar en su indefension la oportunidad de ser sojuzgado sin peligro. El largo tiempo corrido desde que empezó á organizar sus ejércitos, la actitud estacionaria en que los ha mantenido sobre la línea divisoria, y el no haber aprovechado la ocasion de ocupar los Departamentos del Sud de Colombia, cuando no había en ellos fuerza bastante á resistir, son incontrastables argumentos de que el Gobierno del Perú ha estado muy distante de turbar la paz y el reposo de Colombia, de abrigar contra ella planes hostiles y ambiciosos, y de que ha consultado únicamente su seguridad y su existencia, levantando fuerzas militares. Constantemente obedientes á las órdenes del Gobierno, los jefes que las mandan en el Norte, no han traspasado los límites de la República; y si proclamaron á sus tropas, á ellos les provocó el General Flores, haciendo á las de su mando una alocucion intempestiva insultando al Perú, ultrajando á su Gobierno, alentándolas á combatir, y prometién. doles que se enseñorearían del suelo peruano.

El ejército del Perú, acantonado en el Departamento limítrofe a Bolivia, no la ha acometido, ni obrado como enemigo ansioso de incorporarla á nuestro territorio. Mucho antes se habían percibido síntomas evidentes de una reaccion en Bolivia, de su descontento y anhelo de cambiar por un Gobierno propio el extranjero que la regía, sin que el del Perú tomase la parte que gratuitamente le atribuye S. E. el General Bolivar. Mas no pudo ensordecerse al clamor de los pueblos que le pedían ayuda para restaurar su independencia, ni debió desatenderlos, y mirar con fría indiferencia su dolorosa ansiedad y enérgicos esfuerzos, que la justicia, la humanidad y la independencia de los nuevos Estados americanos aconsejaban proteger con celeridad y eficácia. El ejército peruano los auxilió; ahorró la sangre y las calamidades de las disensiones civiles, y dejando á Bolivia en plena y absoluta libertad, ha dado á su patria la garantía que mas necesitaba para afianzar su seguridad.

Tal ha sido la pronta y circunspecta conducta del Gobierno del Perú, que afecta desconocer S. E. el General Bolivar, acumulando acusaciones infundadas, resistiéndose á la evidencia de los hechos y variando su verdadero aspecto, circunstancias é influencias, para paliar sus intenciones hostiles contra la feliz y legal trasformacion del Perú, que, no menos que Bolivia,

tiene derecho de estar en posesion de sí mismo, sea cual fuere el rango y los servicios hechos á la causa pública por las personas que quieran despojarlo de las prerrogativas esenciales á la soberanía nacional.

El Gobierno del Perú, usando de los medios indispensables para conservarse, y preparándose á repeler la fuerza con la fuerza, no ha infringido ley alguna - no ha faltado á sus deberes con Colombia - no ha violado la amistad ni inferídole agravios, cuya reparacion esté autorizado á pedir con las armas S. E. el General Bolivar; à no ser que injurie á ese pueblo heróico y magnánimo, atribuyéndole que la sumision y abajamiento de sus vecinos y aliados, es el primer interés de su política, y el fundamento de sus relaciones fraternales. Muy distante el Gobierno del Perú de concebirle poseido de sentimientos tan innobles, cree firmemente que solo aspira por jus ticia y conveniencia á proceder con el Perú, como desea que con él se comporten las demás naciones.

Por estos principios que no menos ama y se complace en ver religiosamente observados, el Gobierno del Perú, está pronto á olvidar las injurias que se le han prodigado, y restablecer la buena inteligencia y armonía con Colombia, turbada en daño de la prosperidad de ambas Repúblicas, si se le proponen racionales y decorosas bases de un avenimiento que disipe toda futura sospecha, y envuelvan en sí las garantías consoladoras de una paz inalterable y duradera que es su único voto, el ob. jeto de sus incesantes deseos, y la necesidad á que deben atender esencialmente los Estados de América.

Si las protestas pacíficas encarecidas por el señor Secretario de Relaciones Exteriores de Colombia llegan á verificarse, sentándose los preliminares de una negociacion, el Gobierno del Perú nada perdonará para acelerar el término de estas odiosas diferencias, y evitar la efusion de sangre entre los hijos de dos Repúblicas, que por su bien y su naturaleza son llamadas á permanecer unidas.

El infrascrito Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, reitera al señor Secretario de Estado del mismo Departamento en Colombia, las seguridades de su distinguida consideracion.

JUSTO FIGUEROLA,

Señor Secretario de Estado del Despacho de Relaciones Exteriores de Colombia.

MANIFIESTO

DEL GOBIERNO DEL PERÚ, EN CONTESTACION AL QUE HA DADO EL GENERAL BOLIVAR SOBRE LOS MOTIVOS QUE TIENE PARA HACERLE LA GUERRA.

Despues de haber proclamado el General Bolivar solemnemente la guerra, ha publicado el manifiesto de los fundamentos que tiene para dirigir sus armas contra esta Nacion generosa que le colmó de honores, y que cayó en la débil condescendencia de fiarle sus destinos. Es altamente satisfactorio al Gobierno del Perú, y muy honroso á los pueblos que rige, no leerse en este documento otras razones para cohonestar la agresion, que los injustos pretestos y calumniosas reclamaciones frecuentemente repetidas por algunos periódicos de Colombia, victoriosamente refutados por los que se publican en el Perú, y que completamente ha desvanecido el Ministro enviado cerca de aquella República. Las naciones de América y de Europa, que hasta ahora no habrán visto, sin sorpresa, una República naciente, levantando en sus fronteras un ejército, como si estuviera amenazada de una guerra inevitable, conocerán la prudencia y prevision del Gobierno del Perú en hacer aprestos militares, y poner á la República en actitud de no dejarse sorprender y avasallar nuevamente por la política insidiosa y la ambicion del auxiliar que en otro tiempo la tuvo en servidumbre. El Gobierno del Perú, siempre franco y leal á la verdad y á la justicia, apela al juicio de los hombres rectos, á la opinion de los pueblos celosos de su libertad, y á la triste, pero saludable experiencia que en el presente siglo ha marcado con sangre y desvastacion, un guerrero indomable, que esclavizando su patria subyugó las demás naciones.

Entre todos los pueblos del Nuevo Mundo, ninguno se ha mostrado tan amigo y estrechamente interesado, como el Perú en la próspera suerte de Colombia. Apenas se había declarado independiente una parte del territorio peruano; aún no se había organizado la fuerza bastante á destruir el poder español, cuando, olvidándose de los peligros que corriera su mal segura y reciente independencia, envía una fuerte division que afiance la de Colombia en la memorable jornada de Pichincha. La oportunidad é importancia de este auxilio, en que solo se tuvo en mira salvar á Colombia de los grandes conflictos en que se veian los pueblos del Sur, y el reparo de sus anteriores derrotas, fundó un derecho á la gratitud y reciprocidad de aquel Gobierno, que manifestó su reconocimiento y la obligacion en que se hallaba de retribuir estos servicios, remitiendo

la primera division que de esa República vino en 1822 á tener parte en la guerra de la independencia del Perú. La conducta, empero, de los jefes que la mandaban su denegacion á unirse á las fuerzas peruanas: su pretension de obrar aisladamente y ocupar una provincia de que estaban remotos los peligros: y sobre todo las onerosas é inauditas condiciones que propusieron tenazmente al Gobierno del Perú, le obligaron á despedirla como inútil y gravosa. Se trastornaron enteramente los planes de campaña, y su éxito, que con la fiel cooperacion de los auxiliares hubiera sido favorable y derribado completamente el poder español, aumentó las desgracias del país, incapaz de reponer prontamente con fuerzas propias, el vacío que dejaban los auxiliares, que habían entrado en cálculos para dar principio á las operaciones militares. Con tan desleal conducta retornaron los jefes de la division mandada por Bolivar, los costosos y heróicos sacrificios del Perú, para socorrer á Colombia en las terribles angustias de ser derrotados sus ejércitos y de haber perdido el General Bolivar una fuerte division que le era imposible rehacer.

Los españoles, entre tanto obtuvieron una victoria, que debió haber sido su total derrota, si el Gobierno del Perú hubiese podido disponer de las fuerzas auxiliares, para ocupar las provincias que el enemigo dejaba sin guarnicion y sin defensa. Terribles consecuencias de este contraste fueron no solo las pérdidas de nuestro ejército, sino tambien las convulsiones políticas que se dejaron sentir en la República y la necesidad altamente dolorosa de volver á recibir en su seno auxiliares en quienes no podia ya confiar, recelando justamente que viniesen á mandar, no á contribuir como amigos á la libertad de la Nacion. Sucesos posteriores confirmaron que tal habia sido su funesta mision. Al tocar esta época desastrosa, podría el Gobierno del Perú desenvolver los torcidos medios que puso en obra el jefe de las fuerzas colombianas para reagravar la azarosa situacion de la República y llevarla á término de tal flaqueza y disolucion, que se viese obligada á arrojarse en los brazos de un extranjero, que se allanaba de este modo los caminos, para apoderarse en paz y en guerra del supremo mando sobre pueblos oprimidos por sus satélites armados. Mas si la prodigiosa victoria, que las tropas de Colombia nos ayudaron á conseguir en Ayacucho, borró enteramente de la memoria de los peruanos tan justos motivos de resentimiento, aún cuando se les denegaba la gran porcion de gloria que adquirieron en accion tan memorable, consecuente el Gobierno del Perú á este acto inimitable de generosidad nacional, debe pasarlos en silencio, y solo á traer á cuenta la crecida lista de insultos y de ultrajes que se infirieron á la Nacion, desde el mo.

mento en que, vencidos los antiguos enemigos de su independencia, no le permitió el General Bolivar gozar de su libertad, ni regirse por otras leyes, que por las que él dictase, para sumirla en la abyeccion y en la nada, á que jamás se vió reducida ántes, á pesar de sus varios reveses en la guerra.

Concluida, con la victoria de Ayacucho, la monstruosa dictadura del General Bolivar, reunió éste el Congreso que se la había conferido, y que habiendo dado al país una Constitucion provisoria, no podía ser convocado nuevamente, por haber llenado el objeto fundamental de los poderes precarios y presuntos de que estaba investida la mayoría de sus miembros, miéntras todos los pueblos pudieran elegir por sí mismos sus legítimos representantes. A esta representacion devolvió el poder dictatorial, seguro de que lo continuaría en su persona, á pretesto de no estar aún consolidada la República, como si la organizacion social, la paz y el reposo de los pueblos pudiesen nacer de un poder que no reconoce ley alguna. Tuvieron lugar entonces escenas vergonzosas, en que el Dictador, afectando horrorizarse de este nombre, se convenía con ejercer el absolutismo, bajo una denominacion que disfrazase sus excesivas é ilegales facultades, y el título dulce y afectuoso de Libertador que designó por medio de sus agentes, encubrió la odiosa y excecrable dictadura, solo tolerada y soportable en los peligros de una situacion desesperada.

El General Bolivar, ya en pacífica posesion de un mando ilimitado, dirigió todos sus conatos á sacrificar á su interés personal la existencia y libertad del Perú. Convocó un Congreso cuya instalacion impidió despues, por no convenir á sus proyectos, intimidando á la capital con el retiro de sus tropas, y con golpes atroces de terror y sangre y asustándola con el fantasma de la anarquía, al paso mismo que sus agentes prefiriendo sus medras personales á sus deberes, infundían el desaliento con la horrible idea de la venganza que Bolivar tomaría de la injuria que juzgaban inferírsele, dejando en sus manos solamente un poder legal en vez del absoluto que ejercía. Entónces el Consejo de Gobierno, agente subalterno, y forzado á obrar en la direccion que el Dictador le daba, instigó á las corporaciones y á sus mas insignificantes funcionarios, para que humildemente pidiesen su permanencia en el Perú, aunque en nada le era necesaria, y de cuya ambicion mal disimulada ya todo era de temerse. Así se logró, al cabo, dar una falsa popularidad á las medidas que suscribió la mayoría de esa famosa representacion, que de uno en uno y separadamente se les presentaba por hombres vendidos al Dictador, que agotaban todos los recursos de la astucia, para doblegar el patriotismo de los unos, para halagar el egoismo de los otros, y para deci

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