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daloso hubiera sido negarles la entrada en la República, como pernicioso mantener en ella á los pocos colombianos que insultaban á los particulares, promovían el descontento en los pueblos que habitaban, y cometían excesos que el Perú habría castigado severamente en sus propios hijos: aún existen en el país colombianos de los que desaprobaban las operaciones de la division auxiliar, gozando de la proteccion de las leyes, y de la consideracion que debe á todo hombre honrado y pacífico una sociedad bien constituida.

El Gobierno del Perú establecido sobre bases liberales, respeta religiosamente la libertad de la imprenta y no puede, sin quebrantar las leyes, restringir este precioso derecho reglado por un código especial que se observa puntualmente. En toda la extension de la República es libre á todos publicar sus pensamientos, y el que abusa de esta prerrogativa no puede ser reconvenido sino por autoridad competente, y en el modo designado por la ley. Habría sido un acto de monstruosa arbitrariedad, una abominable imitacion de los Gobiernos dictatoriales, prohibir los elogios prodigados á la division auxiliar, en los periódicos y otros impresos del Perú. ¿Y cuáles son los encomios que merecen censura y pueden en algnn modo justificar las quejas del General Bolivar? Los papeles públicos sin vulnerar ni deprimir á la Nacion Colombiana, se convirtieron únicamente contra los que agraviaron acerbamente al Perú, y recomendaron el noble comportamiento con que la division colombiana, pronunciándose por la Constitucion y leyes de su patria, dejó de ser un instrumento de opresion, y el custodio de la servidumbre de estos pueblos. Si ser fieles á solemnes juramentos; rehusar servir por mas tiempo á planes opresivos y velar por sostener las institucionos patrias, desgarradas por facciones es traicion, maldad y perversa conducta, el General Bolivar revela al mundo una moral que destruye los fundamentos de las sociedades, autoriza el derecho del mas fuerte, y reprueba el auxilio que deben prestar los buenos ciudadanos á su patria dilacerada y afligida.

Una política derivada de tan absurdos principios ha sugerido inculpar al Gobierno del Perú los desaciertos de los dos comisionados de Colombia al Gobierno de Bolivia que arribaron al Perú. El edecan del Vicepresidente de esa República encargado de presentar al Presidente de Bolivia la espada que le decretó el Congreso de su patria, arribó al Callao en circunstancias de haberse mandado, que ningun pasajero desembarcara sin prévia licencia del Gobierno. Se le dejó venir á Lima tan luego como se supo su llegada, estuvo en libertad, se le dispensaron consideraciones y aprecio, y si no continuó su viaje por mar, ya que le retrajeron de seguirlo por tierra los riesgos del cami

no, es la acusacion mas peregrina imputar al Perú el regreso de ese enviado, que pudo, tomando otra direccion, sustraerse á esos peligros.

Denunciada la goleta "Sirena" de tener á su bordo un valioso contrabando, la detiene el gobernador del puerto de Huacho á donde había arribado y la obliga á hacer viaje al del Ca. llao para esclarecer esta denuncia. Un oficial colombiano que en ella venía de pasaje, conduciendo pliegos para el Gobierno de Bolivia los arroja al mar; su conducta arreglada, sin duda, á las instrucciones que había recibido, ocupa ahora un lugar en la lista de los pretendidos agravios de que se queja el General Bolivar. ¿Debe acaso responder el Perú del error del comisionado de Colombia, de su precipitacion, aturdimiento, ó de que por los particulares reencargos de su jefe sospechara contenían planes hostiles al Perú las comunicaciones que se le habían entregado, y que era de su deber echarlas al agua porque su conciencia intimidada le dictara que tal era su obligacion? El Gobierno del Perú no ha dado, como otros, ejemplo alguno de violencia, para que se le hiciera la ofensa imperdonable de juzgarle capaz de violar la correspondencia entre dos Gobiernos, añadiendo el atentado de adquirirla por la fuerza y asegura confiadamente, ser una atroz calumnia, acusarle de haber querido que el oficial entregase la correspondencia que le trajo á Lima, y que de su órden hubiese en ella permanecido mucho tiempo.

Este incidente aumentó las justas sospechas de apercibirse el General Bolivar para una guerra á que, tiempo ha, incitaba á los pueblos de Colombia por medio de los periódicos que dirigía. Muy en breve se vieron confirmados recelos tan funestos. El General Bolivar en comunicaciones oficiales manifestaba al Congreso de su patria su enemistad al Perú, y la necesidad de no reducir la fuerza permanente de Colombia. El Gobierno del Perú se vió forzado á formar un ejército en las fronteras, para impedir una agresion y contener las intenciones hostiles. que ya no podían serle dudosas. Cierto es, que lo juntó con tanta eficacia, como si muy pronto debiera abrir la campaña: mas es tambien innegable que no ha internado sus fuerzas en el territorio colombiano, en el largo tiempo que ha trascurrido, sin embargo de favorecer esta empresa la superioridad numérica de sus tropas; su valor y disciplina. ¿Y es creible que el Perú animado, como gratuitamente se supone, del excecrable espíritu de conquista, consumiese inútilmente sus recursos en largos preparativos: diese tiempo al enemigo para crear nuevas fuerzas y reunir las que tuviese diseminadas; de que cesaran las divisiones, los partidos y revueltas de Colombia; y para que el General Bolivar nacionalizase una guerra, cuyos motivos solo se hallan en su genial ambicion y en su insacíable sed

de dominar? Sobrada causa ha tenido el Gobierno del Perú para atacar al de Colombia, y todas las naciones habrían considerado en este rompimiento un acto de legítima defensa. Mas el Perú no ha podido echar en olvido su antigua y estrecha amistad con aquella República, y su respeto á los derechos de un pueblo libre, sobre quien no puede, con justicia y sin crueldad, hacer que recaigan los funestos efectos de una guerra encendida y fomentada por un hombre que es, en el día, la calamidad de su patria, y la amenaza perpétua á todas las Repúblicas.

El vehemente deseo de evitar grandes desgracias, de conservar la paz, y de no presentar en América el escándalo de dos Repúblicas, derramando impíamente la sangre de sus hijos, que podría ahorrarse por transacciones amigables, movió al Gobierno del Perú á nombrar cerca del de Colombia un Enviado Extraordinario, con el solo objeto de estrechar la fraternidad y union de ambas naciones. El Perú, aunque grave. mente ofendido por Bolivar, se había abstenido de pedir reparaciones; y tan solo exigía que se le dejase en la tranquilidad que le prometían sus nuevas instituciones. El Presidente de Colombia acababa de manifestar, que el Perú había dado pruebas multiplicadas de intenciones siniestras contra Colombia; y cuando debiera haberlas detallado y reclamarlas oficialmente, observa una taciturnidad fría y desdeñosa, que daba á conocer lo infundado de su acriminación, y un alto desprecio á la Nacion y al Gobierno peruano. Creyó éste en su buena fé, que atendiendo menos á su dignidad, que á sus miras pacíficas y conciliadoras, desistiera el General Bolivar de la guerra porque se desvivía, entrando con él en negociaciones que esclareciesen solemnemente la verdad, y no dejasen á Colombia duda de la amistad y estrecha armonía que con ella se quería conservar á todo trance. Mas el Perú no atendía á que trataba con un hombre incapaz de retroceder en sus designios de conquista, y que de la misma generosidad de la Nacion Peruana y de la nobleza de su proceder, habían de sacarse armas para ofenderla y calumniarla, publicando que se quería adormecer la vigilancia del Gobierno de Colombia, mandándole un Ministro Plenipotenciario sin instrucciones ni poderes para concluir cosa alguna.

Si nada pudo concluirse, obra fué del General Bolivar, que irreconciliable con los libres del Perú, tuvo una conducta indigna del Presidente de Colombia, y una actitud altiva y amenazadora. Las primeras comunicaciones del Ministerio del General Bolivar con el Enviado del Perú, contenían condiciones de paz bajo la amenaza de una declaracion de guerra, dentro de un término muy breve y perentorio. Se negó el General Bolivar á pasar por las satisfacciones que se dieron á los supuestos

agravios; y entre sus temerarias proposiciones, designó unas contrarias á los tratados existentes entre ambas Repúblicas, y otra horriblemente injusta y apoyada en un convenio clandestino en que se halla implícitamente rechazada. Tales fueron los únicos medios con que manifestó el General Bolivar hasta qué punto llegaban sus deseos de la paz y la conciliacion.

No era llegado el caso de exigir la satisfaccion de la deuda del Perú á Colombia: estaba estipulado por el tratado de liga y confederacion de ambas Repúblicas, que se liquidasen en un convenio separado los cargos recíprocos que resultasen de subsidios prestados en la guerra, sin especial acuerdo de los dos Gobiernos. Que á esta clase pertenezcan los auxilios cuya satisfaccion se reclama, lo pone bien en claro haber estado ya navegando las tropas auxiliares antes de pedirlas el Gobierno del Perú. Tampoco era justa y racional la devolucion de las provincias de Jaen y parte de la de Maynas, sin haberse discutido y aprobado el tratado de límites que debiera arreglar los de ambas Repúblicas que habían estipulado fijarlos por una transaccion especial. Solo de este modo debieran esclarecerse los derechos de Colombia á estas provincias que eran parte del territorio peruano, y cuya posesion implícitamente se obligó á no reclamar Colombia, dejando pendiente la demarcacion de los confines. De consiguiente, el Ministro del Perú no debió llevar instrucciones ni poderes para estos dos objetos, que no podía exigir el General Bolivar sin faltar abiertamente á los anteriores compromisos de Colombia.

Quien así violaba la fé de los tratados, y osaba demandar con amenazas lo que no había obligacion de concederle, ha obrado consecuente á sus principios, reclamando cruelmente el cumplimiento de un convenio destituido de solemnidades que le den valor y subsistencia: tratado que él mismo se ha avergonzado de publicar, y cuya ratificacion jamás ha solicitado. Tal es el tratado que ha desconocido el Ministro del Perú, y por el que se reclama elireemplazo numérico de las bajas de los cuerpos colombianos. (1) Lo celebró el General Bolivar con un comisionado particular del llamado entonces Presidente del Perú, sin poderes para una negociacion inaudita é inhumana, cuyo objeto fué uno de los poderosos motivos que determinaron al Perú á despedir los primeros auxiliares venidos á su territorio despues de la famosa batalla de Pichincha. Si el Gobierno del Perú, con una barbarie que no horroriza al General Bolivar, y despreciando, como él, los derechos de la naturaleza, se hubiera avenido á tan inhumano cambio, lejos de hallarse

(1) Ese Convenio fué celebrado en Guayaquil, el 18 de Marzo de 1823. Se inserta mas adelante.

obligado, con justicia reclamara un gran residuo de los millares de peruanos arrastrados á morir en Colombia, por el General Bolivar, que redujo á cuadros los cuerpos peruanos; para que careciendo el Perú de ejército propio fuera incapaz de resistir á las fuerzas colombianas, con las que creyó establecer y consolidar su odiosa dominacion. Pero el tratado mismo en que se apoyara esta reclamacion, si fuera bueno y valedero, no la concede despues del regreso de los auxiliares á su patria. Ofrece los reemplazos peruanos, durante la guerra, con el fin de que tuviese el ejército de Colombia la fuerza necesaria para operar, y no por otra razon, que ser muy costoso y dificil á Colombia; llenar las bajas con reemplazos enviados de su territorio. La guerra ha terminado; no hay en el Perú cuerpos colombianos: ha desaparecido el objeto y el motivo único y expreso de esta obligacion y por qué se había de exigir su cumplimiento? Los auxiliares sostenían con grandes ventajas una contienda que les interesaba no menos que á los que habían venido á socorrer defendían la independencia de Colombia en el Perú. En fin, para hacer esta bárbara reclamacion es preciso ignorar hasta los rudimentos de esta clase de transacciones, que están al alcance aún de los militares menos estudiosos.

El lenguaje duro y arrogante del Ministerio del General Bolivar, movió al Enviado del Perú á no mostrarse débil y sumiso, y á responder con firmeza y moderacion, cual cumplía al Representante de una Nacion independiente, pronta á transigir amigablemente, pero sin mengua de su honor, las diferencias verdaderas ó supuestas que existían entre el Perú y el Ge- . neral Bolivar. Mas éste se ha ofendido altamente de'que nuestro Ministro no se hubiese intimidado, y le acrimina de haber prodigado injurias é insultos al Gobierno, á los Generales de Colombia, á sus tropas y á todos los colombianos; como si aún tuviera avasallado al Perú con tropas extranjeras, y no amasen sobre todo los buenos colombianos, el puro acento de la verdad, y la valerosa oposicion de un pueblo libre á los descomedimientos de un tirano. Injurias é insultos se prodigaron al Perú en la persona de su Ministro. No se le recibe en público; se le niega una audiencia con el General Bolivar, que se excusa en el día señalado por su Ministro para verificarla: no se le deja abierto otro camino para desempeñar su mision, que una correspondencia privada; y finalmente se pretestan dudas sobre la legalidad de sus poderes, cuando ya se proponían las bases de un avenimiento; y necesitado á retirarse se le expide pasaporte como á un particular, negándole lo que aún á éstos se concede, y señalándole la ruta que forzosamente debía seguir en su regreso. Así el General Bolivar, ha resistido reconocer la soberanía del Perú, la legitimidad de su Gobierno, y reduciendo á su Pleni

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