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ciada la agregacion de esta provincia y que era inevitable un compromiso entre el Perú y Colombia; pues ni ésta podría desistir de su intento en que ha cifrado la parte principal de su prosperidad, ni aquel podría ver pasivamente el ultraje de un pueblo puesto bajo su proteccion.

En conclusion: salvar la division del Perú ; aumentar su fuerza; hacerla útil en la próxima campaña; precaver diferencias desagradables entre los dos Estados (cuyos resultados podrían ser una guerra civil que aumentando la desolacion de América nos desconceptuase y envileciese á los ojos de Europa); desimpresionar al Libertador de las absurdas y detestables ideas que se le han sugerido contra este Gobierno; y, en fin, evitar que los horrores de la discordia sean el fruto de los sacrificios de este pueblo por su libertad, por la de las provincias comarcanas, y por la causa americana; tales han sido los motivos poderosos que nos han obligado á creer que el señor Mariscal LaMar haría un servicio mas importante á la Patria, y al Perú, particularmente, partiendo á Quito, antes de ir á servir el destino con que acaba de honrarle su Gobierno.

Dios guarde á V. E. muchos años.

JOSÉ DE Olmedo.

Excmo. Sr. Supremo Delegado del Perú.

Bogotá, Junio de 1822.

Al Excmo. Sr. Libertador, Presidente de la República de Colombia.

Excmo. Señor :

Luego que recibí la comunicacion de V. E. fecha en el Cuartel General del Trapiche á 1.° de Junio último, tuve la honra de someterla al conocimiento y decision del Poder Ejecutivo de la República. La cuestion sobre las posesiones de Guayaquil, han parecido de tanta importancia, que ha sido necesario considerarla por todas sus faces en el Consejo de Gobierno.

Debo poner en noticia de V. E. la resolucion del Congreso relativa á esta misma materia. La consideró interesante aquel Cuerpo Legislativo en su totalidad, y convino unánimemente en que para la incorporacion de las provincias que componen la Presidencia de Quito, se emplease con preferencia el medio de una negociacion amigable, al de la fuerza.

La cuestion varía sustancialmente cuando agregada expontá neamente la mayor parte de aquella Presidencia, se trata de la parte que debe caber á una accesoría. La práctica de otras Naciones que se vanaglorían de profesar principios tan liberales como Colombia, está muy de acuerdo en que los intereses é interesados de una pequeña fraccion de la sociedad, deben su. cumbir á los de la mayoría. Las leyes del hombre en estado de naturaleza, no pueden aplicarse en manera alguna al estado so. cial, en que se renuncian muchas de aquellas para gozar de los beneficios que trae consigo el poder y la fuerza combinados. Tampoco puede existir en el seno de la sociedad el hombre de la naturaleza, sin causar á los que la componen perjuicios de la mayor consideracion. Tal sería la provincia de Guayaquil, si colocada entre el Perú y Colombia, continuase sirviendo en una especie de aislamiento desventajoso á ella misma y perjudicial á los Estados colombianos.

La exposicion que tengo la honra de acompañar á V. E., manifiesta claramente que el actual Gobierno de Guayaquil, no desconoció esos principios, cuando pudo ponerlos en práctica al tiempo de su transformacion politica. ¿Con qué derecho decretó entonces la agregacion de veinte mil almas de poblacion que componen el Canton, provincia de Porto-Viejo, contra su voluntad expresamente declarada en favor de Colombia? Este mismo es el que tenemos en el día para compeler á Guayaquil á entrar en su deber, caso que una negociacion amigable no sea capaz de producir el efecto. Este derecho es tanto mas fuerte de nuestra parte, cuanto que el Perú no puede alegar en su apoyo el menor motivo que justifique sus pretensiones, ni que pueda autorizar á su Protector á dar á V. E. consejos que no necesita. La República de Colombia tiene demasiado acreditada su moderacion para con los demas Estados americanos: sabe respetar las instituciones, cualesquiera que ellas sean y se ha abstenido de intervenir directa ó indirectamente en sus negocios domésticos. Esto al parecer nos hace acreedores á igual correspondencia, principalmente si se considera que nuestros derechos están fuera de toda duda, fundados en la pactacion y en el uti possidetis al tiempo de la fundacion de la República. Si es, pues, incuestionable, como lo es, que la bahía de Tumbes era el extremo de nuestro territorio por aquellas costas del Pacífico, y que la provincia de Guayaquil está comprendida entre nuestros límites, ningun poder extraño puede absolutamente mezclarse en la disputa con la menor apariencia de razon.

La resolucion de lo que convenga hacer en el caso presente, es por lo tanto de nuestra exclusiva incumbencia. Podemos adoptar medidas extremas, si se quiere, sin ofender á nadie.

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Pero como un Estado naciente debe obrar con la mayor circunspeccion; como el Gobierno de un pueblo libre debe contemporizar cuanto sea compatible con su dignidad en todos los casos en que su conducta pueda increparse de opresiva y tiránica; como, en fin, siempre que se trata de la suerte de una poblacion, que vá á formar perennemente con nosotros una sola familia, es conveniente conciliar las opiniones, en lugar de irritarlas, ha parecido al Poder Ejecutivo que la cuestion no debía decidirse aquí sino donde pueda emplearse con fruto la persuacion, las circunstancias y casualidades, y cuanto sea capaz de conducir las cosas á un término feliz. Muy poco se necesitaría para convencer á los partidarios del Perú en aquella provincia, que sus intereses bien entendidos están de parte de Colombia. Esta República no teniendo otros exclusivamente en el Pacífico, que los de Panamá y Guayaquil, los vería como suyos propios, los adelantaría con el mayor esmero, y los defendería con todo su poder. Muy diferente sería la suerte de aquellos pueblos si algun día recibiesen la ley de un Estado, que considerándolos como una miserable minoria, procurase siempre hacer refluir las ventajas de su comercio y de su agricultura en beneficio y engrandecimiento de sus numerosas provincias marítimas. La voz de un Diputado de Guayaquil en el Congreso del Perú, sería de muy poco influjo por los esfuerzos de sus competidores, mientras que en Colombia encontraría constantemente todo el apoyo y proteccion que podía apetecer.

Todo esto ha inducido á S. E. el Vice-presidente y al Consejo de Gobierno á creer que nadie podría resolver con tanta destreza esta cuestion, como V. E. en virtud de las facultades extraordinarias que le atribuye la ley. Se adelanta, sin embargo, á hacer simplemente á V. E. las indicaciones siguientes:

1. Que para la resolucion de la cuestion de Guayaquil, se prefiera siempre el medio de una negociacion amistosa, manejada con toda la prudencia que caracteriza á V. E.

2. Que si esta no produce efecto alguno, se ocupe inmediatamente por la fuerza el Canton provincia de Porto-Viejo y todos los pueblos de la provincia de Guayaquil que reconozcan ó estén dispuestos á reconocer expontáneamente la República de Colombia.

3. Que en las fronteras del territorio de Guayaquil, que permanezca separado de Colombia, se establezca inmediatamente una Aduana, como las de nuestros puertos marítimos, en la cual las mercaderías y frutos que se introduzcan de Guayaquil á nuestras provincias ó se extraigan de éstas, paguen los mismos derechos de introduccion y extraccion que el comercio

extranjero en artículos permitidos y que no son de contrabándo.

4. Que si en virtud de las medidas anteriores, el Gobierno de Guayaquil cometiese el menor acto de hostilidad ó violencia, las tropas de Colombia ocupen sin demora toda la provincia, quedando desde el momento agregada á la República.

Como éstas no son mas que unas meras indicaciones, el Go'bierno lo espera todo de la sabiduría y experiencia que V. E. tiene tan bien acreditadas en el curso de su vida pública.

Dios etc.

PEDRO GUAL.

Excmo. Sr:

En este momento hemos recibido la adjunta comunicacion de S. E. el Presidente de Colombia que dá á conocer sus planes sobre la conduccion de tropas al Perú por este puerto.

Parece llegado el tiempo de que el Estado del Perú manifieste en favor de esta provincia la proteccion que le tiene ofrecida, arreglando amigablemente sus negocios ó mas bien sosteniendo por su mediacion la absoluta libertad de este pueblo en un asunto que debe decidir de su suerte.

Dios guarde á V. E. muchos años.

Guayaquil, Junio 26 de 1822.

JOSÉ DE Olmedo.

Excmo. Señor Supremo Delegado del Perú.

MINISTERIO DE ESTADO

Y RELACIONES EXTERIORES,

Lima, Julio 12 de 1822.

Al Secretario de la Excma. Junta Gubernativa de Guayaquil.

Se han recibido en este Ministerio ejemplares del decreto de 19 de Junio anterior por el cual esa Excma. Junta ha tenido á bien convocar á la electoral de la provincia, con el objeto que indica US. en su nota de 24 del mismo que tengo el honor de contestar.

Aseguro etc.

REPRESENTACION.

B, MONTEAGUDO.

Excmo. Ayuntamiento:

Hasta hoy hemos dado ante toda la América las pruebas mas relevantes de nuestro amor por el órden, sosteniendo con todos nuestros esfuerzos al Gobierno constituido provisionalmente en el estatuto extraordinario, que promulgaron nuestros Representantes. V. E. ha oido el voto libre de esta Capital por su incorporacion á la República de Colombia en el Cabil. do de 31 de Agosto de 1821 á que concurrió invitado el Jefe de la Division del Sud, segun lo expresa el acta de aquel día. (1) Sin embargo de cualquiera protesta posterior del Cabildo, la opinion por la incorporacion á la citada República se difundió con tanto teson y energía, que en nada contuvo en lo sucesivo al Canton de Porto Viejo, ni al Batallon de Libertadores, para que secundasen esta misma decision. Los hechos han sido notorios: cualquier colorido que despues se les haya dado, ha sido efecto de reflexiones y opiniones particulares, que no deben entorpecer el giro en los grandes negocios de tendencia nacio

nal.

(1) Que se registra en la página 50.

TOMO III.

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