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SIMON BOLIVAR

LIBERTADOR PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE COLOMBIA, LIBERTADOR DE LA DEL PERU Y ENCARGADO DEL SUPREMO MANDO DE ELLA, ETC., ETC., ETC.

Considerando:

1.° Que el Soberano Congreso del Perú ha manifestado en sus sesiones el mas grande desprendimiento en todo lo relativo á su propia política, y á la de sus vecinos;

2.° Que su resolucion de 23 de Febrero del presente año (1) manifiesta explícitamente el respeto que profesa á los derechos de la República del Rio de la Plata, y provincias del Alto Perú;

3.° Que el Gran Mariscal de Ayacucho General en Jefe del ejército libertador, convocó al entrar en el territorio de las provincias del Alto Perú, una Asamblea de representantes ;

4.° Que el Gran Mariscal D. Juan Antonio Alvarez de Arenales, me ha manifestado que "el Poder Ejecutivo de las pro"vincias unidas del Rio de la Plata, le ha prevenido colocase "aquellas provincias en aptitud de pronunciarse libremente so"bre sus intereses, y gobierno;

5.° Que siendo el objeto de la guerra de Colombia y del Perú romper las cadenas que oprimían á los pueblos americanos, para que reasuman las augustas funciones de la soberanía, y decidan legal, pacífica y competentemente de su propia suerte.

He venido en decretar y decreto:

I. Las provincias del Alto Perú, antes españolas, se reunirán conforme al decreto del Gran Mariscal de Ayacucho, (2) en una Asamblea general para expresar libremente en ella su vo luntad sobre sus intereses y gobierno, conforme al deseo del Poder Ejecutivo de las provincias unidas del Rio de la Plata y de las mismas dichas provincias.

II. La deliberación de esta Asamblea no recibirá ninguna sancion hasta la instalacion del nuevo Congreso del Perú en el año próximo.

II Las provincias del Alto Perú, quedarán entre tanto sujetas á la autoridad inmediata del Gran Mariscal de Ayacucho General en Jefe del ejército libertador Antonio José de Sucre.

IV. La resolucion del Soberano Congreso del Perú de 23

(1) Inserta en la página 150.

(2) Que se registra en la página 145.

La Asamblea se instaló el 10 de Julio de 1825.

de Febrero citada, será cumplida en todas sus partes sin la menor alteracion.

V. Las provincias del Alto Perú, no reconocerán otro centro de autoridad por ahora, hasta la instalacion del nuevo Congreso peruano, sino la del Gobierno Supremo de esta República.

VI. El Secretario General queda encargado de la ejecucion de este decreto.

Imprímase, publiquese y circúlese.

Dado en el Cuartel general de Arequipa á 16 de Mayo de 1825-6.° y 4.°

Por órden de S. E.

JOSE GABRIEL PEREZ.

SIMON BOLIVAR.

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Al Excmo. Señor Simon Bolivar, Libertador de Colombia y del Perú, Encargado del Supremo Poder de esta.

Excmo. Señor:

Tengo el honor de dirigirme á V. E. como órgano de la Asamblea, para expresar sus sentimientos. Instalado este cuerpo de representantes el 10 del corriente mes, en el modo que convocó el Gran Mariscal de Ayacucho por su decreto de 9 de Febrero último, ha visto con emocion tierna la primera y mas augusta reunion de compatriotas que han reivindicado sus derechos. En los trasportes de su gozo bendijo mil veces el nombre famoso de V. E., por cuyo heróico esfuerzo é inefables sacrificios el aire que respiramos es ya un elemento de paz, de libertad, de esperanzas y de dicha. Recordó con entusiasmo que la espada de V. E., exterminando tiranos viles, derroca un edificio construido sobre injusticias para que se levanten otros cimentados en bases razonables, en que respire la humanidad hollada y abrumada. Pesó por fin el valor de un día en que, dando por concluida la jornada del honor, se emprende la de la gloria; que aquí empiece por un pacto nuevo.

¿Y cómo podría no suceder esto mismo? Los Departamentos que forman la Asamblea, son los que se pusieron á vanguardia en el rompimiento general contra el sistema bárbaro de su

antigua depresion : los que leyendo en el libro inmortal de la naturaleza sus sacrosantos der chos, los promulgaron á la faz de sus crueles verdugos: los que, sacrificando vidas, abandonando hogares, perdiendo propiedades y clavando en una lanza cuanto forma el encanto de la vida, empezaron á beber el cáliz amargo de las venganzas. ¡Qué contrastes, qué recuerdos! Mas no es esto todo. Ya los esforzados colombianos se hallaban en la posicion á que les destinaban sus virtudes. Los argentinos, los bajo-peruanos, los chilenos, los americanos todos tremolaban sus banderas de libertad, se miraban en el sol de las Naciones; y solamente este infortunado interior lamentaba su esclavitud. El leon de las Españas había formado aquí su guarida; con su boca ensangrentada aún amenazaba nuevas víctimas, y en este conflicto cruel una noble emulacion nos consumía. Sin duda que la sábia Providencia quiso que purgásemos las manchas contraídas en la mazmorra inmunda de la servidumbre, antes de entrar al templo santo de la libertad: que palpásemos como en última lección el oprobio de la esclavitud para apreciar nuestra emancipacion; y que la grande obra de nuestro triunfo se concluyese por un héroe tan virtuoso como V. E., para que nos guíe en las marchas de nuestro anhelo.

Esto es, Sr. Excmo., lo que hoy conoce la Asamblea. Por lo mismo, ella se acoge á la mano protectora del padre comun del Perú, del salvador de los pueblos, del hijo primogénito del Nuevo Mundo, del inmortal Bolivar. Con V. E. lo andaremos todo, todo lo seremos con su ayuda. Con esa invencible espada, nuestros antiguos tiranos huirán despavoridos para no volver á manchar nuestro sagrado suelo. Con ese tesoro de saber y de experiencia, tomaremos de su propio foco el fuego sagrado que, colocado en el altar de la patria, queme cuanto ha insultado á la humanidad; y encienda las virtudes que la ennoblecen. Con tan grande auspicio, nuestras tareas no serán en

vano.

V. E. se dignará aceptar los votos de consideracion y gratitud con que le saluda la Asamblea en su sala de sesiones,

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Con suma satisfaccion tuve la honra de recibir ayer un despacho de V. E. de 19 de Julio, por el cual me he instruido de

la instalacion del cuerpo representativo de las provincias del Alto Perú.

Al nacer esos dignos ciudadanos á la vida política, mi corazon palpita de gozo, porque ve que, en un solo día, el mundo liberal se ha aumentado con un millon de hombres.

Bien dignos eran ciertamente los hijos de la Plata y de la Paz de representar en el órden político, y de hacer uso de sus derechos, antes sumergidos en el abismo de una esclavitud inmemorial. Ya que los destinos han querido que sean los altosperuanos los últimos que en América han entrado en el dulce movimiento de la libertad, debe consolarles la gloria de haber sido los primeros que vieron, diez y siete años há, el crepúsculo que dió principio al gran día de Ayacucho.

V. E., á nombre de la Asamblea, me honra extraordinariamente, suponiéndome capaz de dar proteccion á todo un pueblo, y de servirle de guía en su nueva carrera. La bondad de esa Asamblea me humilla, no encontrando en mí esas potencias que requiere la salud de una sociedad naciente; mas cualesquiera que sean mis facultades y talentos, me emplearé todo entero en servicio del Alto Perú: porque no puedo burlar la confianza de un pueblo generoso que me cree digno de ella. El Alto Perú debe contar con mi espada, y con mi corazon... no tengo mas que ofrecer.

Sírvase V. E. manifestar á la Asamblea general que preside, los sentimientos que le profeso, y la alta consideracion con que soy de V. E. atento servidor.

BOLIVAR.

ACTA DE INDEPENDENCIA DE LAS

PROVINCIAS DEL ALTO PERÚ.

Lanzándose furioso el Leon de Iberia desde las columnas de Hércules hasta los imperios de Motezuma y de Atahualpa, es por muchas centurias que ha despedazado el desgraciado cuerpo de América y nutrídose con su sustancia. Todos los Estados del continente pueden mostrar al mundo sus profundas heridas para comprobar el dilaceramiento que sufrieron; pero el Alto Perú aún las tiene mas enormes, y la sangre que vierten hasta el día es el monumento mas auténtico de la ferocidad de aquel mónstruo.

Despues de diez y seis años que la América ha sido un campo de batalla, y que en toda su extension los gritos de libertad, repetidos por sus hijos, se han encontrado los de unos

con los de los otros, sin quedar un ángulo en toda la tierra, donde este sagrado nombre no hubiese sido el encanto del americano, y la rabia del espaiol; despues que en tan dilatada lucha, las Naciones del mundo han recibido diferentes informaciones de la justicia y legalidad con que las regiones todas de América han apelado, para salvarse, á la santa insurreccion; cuando los Génios de Junin y de Ayacucho han purgado la tierra de la raza de los déspotas; cuando, en fin, grandes naciones han reconocido ya la independencia de Méjico, Colombia y Buenos Ayres, cuyas quejas y agravios no han sido superiores á las del Alto Perú: sería supérfluo presentar un nuevo manifiesto justificativo de la resolucion que tomamos.

El mundo sabe que el Alto Perú ha sido en el continente de América el ara donde se virtió la primera sangre de los libres, y la tierra donde existe la tumba del último de los tiranos: que Charcas, Potosí, Cochabamba, La Paz y Santa Cruz han hecho constantes esfuerzos para sacudir el yugo peninsular; y que la irrefractabilidad de sus votos contra el dominio español, su heróica oposicion han detenido mil veces las impetuosas marchas del enemigo sobre regiones que, sin esto, habrian sido encadenadas, ó salvádose solo con el último y mas prodigioso de los esfuerzos.

El mundo sabe tambien que colocados en el corazon del continente, destituidos de armas y de toda clase de elementos de guerra, sin las proporciones que los otros Estados para obtenerlas en las Naciones de Ultramar, los alto-peruanos han abatido el estandarte de los déspotas en Uruhuma y la Florida, en Chiquitos, Tarabuco, Cinti, en los valles de Sicasica y Ayopaya, Tumusla y en otros puntos diferentes: que el incendio bárbaro de mas de cien pueblos, el saqueo de las ciudades, cadalzos por cientos levantados contra los libres, la sangre de miles de mártires de la patria ultimados con suplicios atroces que estremecían á los caribes, contribuciones, pechos y exacciones arbitrarias é inhumanas, la inseguridad absoluta del honor, de la vida, de las personas y propiedades, y un sistema en fin inquisitorial, atroz y salvaje, no han podido apagar en el Alto Perú el fuego sagrado de la libertad, el odio santo al poder de Iberia.

Cuando, pues, nos llega la vez de declarar nuestra indepencia de la España, y decretar nuestro futuro destino de un modo decoroso, legal y solemne, creemos llenar nuestro deber de respeto á las naciones extranjeras, y de informacion consiguiente de las razones poderosas, y justos fundamentos impulsores de nuestra conducta, reproduciendo cuanto han publi. cado los manifiestos de los otros Estados de América con respecto á la crueldad, injusticia, opresion y ninguna proteccion con que han sido tratados por el gobierno español; pero si esto y la seguridad con que protestamos á presencia del gran

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