La lira granadina: Coleccion de poesias nacionales

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"El Mosaico, 1860 - 199 páginas
 

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Página 36 - ¿Conoces tú la flor de batatilla, la flor sencilla, la modesta flor? Así es la dicha que mi labio nombra; crece en la sombra mas se marchita con la luz del sol. Debe cantar el que en su pecho siente que brota ardiente su primer amor; debe cantar el corazón que, herido, llora afligido, si ha de ser inmortal su inspiración.
Página 193 - ... que mi alma buscaba hallar creí; una secreta voz del paraíso dentro de mí gritóme: Dios lo quiso; sea tuya allá y aquí! Y enajenado, ciego, delirante, tu blando cuerpo que el amor formó traje contra mi pecho palpitante. . . y en tu faz una lágrima quemante de mis ojos cayó! Ay! despertaste . . . Sobre mí pusiste tu mirada, feliz al despertar; mas tu dulce sonrisa en ceño triste cambióse al punto que mis ojos viste aguados relumbrar! De entonce acá ¡oh amante idolatrada mas sobrado...
Página 180 - ¡El pobre! Al pobre menosprecia el mundo El pobre vive mendigando el pan; Falsa piedad o ceño furibundo, Cual un favor le dan. La gloria al pobre le deniega un nombre, El poder le deniega su esplendor, La noche el sueño, su amistad el hombre, La mujer el amor. ¡Oh verdes bosques, círculo del polo, Montes, desiertos donde el rico va! ¡Mar insondable, eterno, inmenso y solo!
Página 149 - Ve a la plaza del poblado, y de la torre al costado con lisura; busca la casa de todos: la del Cura. Sobre el techo el aire mece árbol que a todos ofrece su frescura. Porque es la casa de todos la del Cura. Una cruz sobre la puerta dice a todos: "Siempre abierta, siempre pura, esta casa es la de todos: la del Cura".
Página 140 - Oir ansié tu trueno majestuoso, ¡Tremendo Tequendama! ansié sentarme A orillas de tu abismo pavoroso, Teniendo por dosel de parda nube El penacho que se alza por tu frente, Que, cual el polvo de la lid ardiente, En confundidos torbellinos sube. Quise también mezclar mi acento débil Al grande acento de tus muchas aguas, Y, respirando...
Página 184 - Aún aspiro en su botón! El mi huesa con su sombra Cubrirá; y entonces yo Dormiré mi último sueño De sus hojas al rumor. Adiós, patria!
Página 32 - ... la noche callada entre el rumor; Cual dos suspiros que al nacer se unieron en un beso castísimo de amor; como el grato perfume que esparcieron flores distantes y la brisa unió. ¡Cuánta ternura en tu semblante miro! Que te miren mis ojos siempre así! Nunca tu pecho exhale ni un suspiro, y eso me basta para ser feliz! ¡Que en el sepulcro nuestros cuerpos moren bajo una misma lápida los dos! Mas mi muerte jamás tus ojos lloren! Ni en la muerte tus ojos cierre yo!
Página 76 - ... eso del anochecer: con ella iba una perrilla...; mas sin pasar adelante, es preciso que un instante gastemos en describilla: perra de canes decana y entre perras protoperra, era tenida en su tierra por perra antediluviana; flaco era el animalejo, el más flaco de los canes, era el rastro, eran los manes de un cuasi-semi-ex-gozquejo...
Página 31 - Y como ruedan mansas, adormidas, juntas las ondas en tranquila mar, nuestras dos existencias siempre unidas por el sendero de la vida van. Tú asida de mi brazo, indiferente sigue tu planta mi resuelto pie; y de la senda en la áspera pendiente a mi lado jamás temes caer. Y tu mano en mi mano, paso a paso, marchamos con descuido al porvenir, sin temor de mirar el triste ocaso donde tendrá nuestra ventura fin.
Página 120 - Dando á los aires la robusta espalda, Sobre la arena que marcado habían De las tortugas la penosa marcha , Y del caimán la formidable cola , Y de los tigres la temible garra. Yo los he visto en derredor del fuego Danzar al eco de sonora gaita, Mientras silbaba el huracán del Norte Sobre tus olas con sañuda rabia. Yo los he visto...

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