Revista de Cuba: periodico mensual de ciencias, derecho, literatura y bellas artes ..., Volumen9Est. tip. de Soler, Álvarez y comp., 1881 |
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Términos y frases comunes
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Pasajes populares
Página 18 - ... borde oscuro del precipicio altísimo: mil olas, cual pensamiento rápidas pasando, chocan y se enfurecen, y otras mil y otras mil ya las alcanzan, y entre espuma y fragor desaparecen.
Página 17 - Corres sereno y majestuoso, y luego en ásperos peñascos quebrantado, te abalanzas violento, arrebatado, como el destino irresistible y ciego. ¿Qué voz humana describir podría de la sirte rugiente la aterradora faz? El alma mía en vagos pensamientos se confunde al contemplar la férvida corriente, que en vano quiere la turbada vista en su vuelo seguir al borde oscuro del precipicio altísimo...
Página 477 - ... consentimiento expreso de ambos cónyuges, y quedando á salvo á la mujer el derecho de exigir que su marido le hipoteque otros bienes, si los tuviere, en sustitución de los enajenados ó gravados, ó los primeros que adquiera cuando carezca de ellos al tiempo de verificarse la enajenación ó de imponerse el gravamen.
Página 17 - Al despeñarse el huracán furioso, al retumbar sobre mi frente el rayo, palpitando gocé: vi al océano, azotado por austro proceloso, combatir mi bajel, y ante mis plantas sus abismos abrir, y amé el peligro, y sus iras amé: mas su fiereza en mi alma no dejara la profunda impresión que tu grandeza.
Página 36 - Huracán, huracán, venir te siento, y en tu soplo abrasado respiro entusiasmado del señor de los aires el aliento. En las alas del viento suspendido vedle rodar por el espacio inmenso, silencioso, tremendo, irresistible, en su curso veloz. La tierra en calma, siniestra, misteriosa, contempla con pavor su faz terrible.
Página 37 - ¿Do está el alma cobarde que teme tu rugir? . . . Yo en ti me elevo al trono del Señor; oigo en las nubes el eco de su voz; siento a la tierra escucharle y temblar.
Página 18 - Hasta que llega el 1836. El Gobierno español ha concedido una amnistía. Pero Heredia no queda incluido en ella. No le valen palabras de amistad hacia España. Y escribe entonces su carta...
Página 37 - ¡Cuál desenvuelve su manto aterrador y majestuoso...! ¡Gigante de los aires, te saludo...! En fiera confusión el viento agita las orlas de su parda vestidura... ¡Ved...! ¡En el horizonte los brazos rapidísimos enarca, y con ellos abarca cuanto alcanzo a mirar de monte a monte! ¡Oscuridad universal...!
Página 37 - En las nubes retumba despeñado El carro del Señor, y de sus ruedas Brota el rayo veloz, se precipita, Hiere y aterra al suelo, Y su lívida luz inunda al cielo.
Página 17 - Yo digno soy de contemplarte: siempre lo común y mezquino desdeñando, ansié por lo terrífico y sublime. Al despeñarse el huracán furioso, al retumbar sobre mi frente el rayo, palpitando gocé: vi al Océano, azotado por austro proceloso, combatir mi bajel, y ante mis plantas vórtice hirviente abrir, y amé el peligro.