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de contribuciones, deseaba que bajase del poder el presidente provisional, y que entrase á regirla un hombre que arreglase los gastos á las entradas que tenia el gobierno. El dia en que se iba á saber en quien habia recaido la presidencia, llegó al fin. Era el 2 de Enero de 1844. Las galerías del congreso, destinadas al público, se veian apretadas de gente desde muy temprano. Reunidas ambas cámaras, se abrieron los pliegos enviados de los departamentos, y la eleccion cayó sobre Santa-Anna por diez y nueve departamentos, uno por D. Francisco Elorriaga y otro por el general Muzquiz. Los que creian en la legalidad de las elecciones, se admiraron de que hubiese recaido la eleccion en un hombre que tenia abrumado con empréstitos el país; pero los que no ignoraban que esas elecciones suelen ser el resultado de bastardas intrigas que con gran ventaja puede poner en juego el que se halla en el poder, vieron que se habian realizado sus temores. A las calamidades de la guerra civil, de los préstamos al gobierno y de las depredaciones de los aventureros que invadian de continuo la frontera, se agregó otra desgracia en uno de los departamentos de mas comercio: grandes inundaciones convirtieron en lagos, riquísimas haciendas de siembra y de ganado que constituian la grandeza del departamento de Durango, y un espantoso aluvion destruyó en gran parte la ciudad, difundiendo el espanto y la consternacion en sus habitantes. Fábricas, acopio de granos, presas, molinos y cuanto se encontraba al paso de las furiosas avenidas, fueron destruidos y arrastrados en sus aguas. Aquella provincia que habia sufrido siempre las devastadoras irrupciones de los indios bárbaros, se vió

reducida á la mas espantosa miseria. Un diputado de aquel departamento apellidado Hernandez, y Don Carlos María Bustamante, diputado tambien, solicitaron del gobierno que se les eximiese á los habitantes del expresado departamento del pago de todas las contribuciones, en tanto que se reponian de los quebrantos sufridos. En esos mismos dias hizo una proposicion el senador Don Manuel Gomez Pedraza, pidiendo que el general D. Valentin Canalizo, que habia quedado al frente del gobierno, por ausencia de Santa-Anna, cesase en sus funciones, toda vez que habian dejado de regir las bases de Tacubaya desde el 1. de Enero. Las galerías aplaudieron estrepitosamente la proposicion, pero no fué admitida por el resto de los se

nadores.

.1844. El 15 de Enero presentó á la cámara de diputados la comision de puntos constitucionales, la siguiente proposicion, que venia á despojar á Santa-Anna del poder casi absoluto que, por la séptima base de Tacubaya habia ejercido. «No pudiendo en el órden constitu cional ejercer el ejecutivo otras atribuciones que las que le están demarcadas, y habiendo cesado en el gobierno la facultad legislativa desde la instalacion del congreso, no puede usar de ella ni aun en virtud de autorizacion que se haya dado por decretos expedidos antes del 10 del corriente.» A la discusion de este dictámen asistió el ministro de la guerra D. José María Tornel, y defendió al gobierno de las fuertes acusaciones que se le hacian de haberse excedido en sus atribuciones, y trató de manifestar que eran infundados los temores funestos que á las córtes inspiraba. Protestó en seguida, con la elocuencia que le dis

tinguia, que las intenciones del gobierno eran las mas rectas; que jamás abrigó la indigna idea de constituirse en legislador soberano, y que no habia sido otra cosa que un reglamentador de las leyes. En el mismo mes de Enero, en la sesion del dia 27, hizo la cámara la declaracion que á continuacion consigno. «En el actual órden constitucional, ninguna de las autoridades supremas de la nacion puede ejercer facultades que las bases orgánicas consignan á otros poderes, ni aun por autorizaciones especiales que anticipadamente se hayan concedido. En consecuencia, han cesado las autorizaciones para legislar, dadas al ejecutivo por los diversos poderes legislativos de la nacion.» Pero este decreto dado para poner un valladar al poder sultánico que trataba de ejercer Santa-Anna, fué poco respetado por el hombre á quien se trataba de contener. Nada prueba mas la verdad de lo que asentado dejo, como el asunto del nombramiento de presidente interino hasta que él marchase á Méjico á empuñar el timon de la nave del Estado. Para evitar que recayese en persona que no fuese de su agrado la presidencia interina, se interesó, dẹ una manera marcada, en que se nombrase al general D. Valentin Canalizo, llegando su osadía hasta el grado de escribir, «que si el senado no le nombraba, él, por sí, le nombraria ó usaria del veto.» El resultado fué el que se habia propuesto, pues verificado á poco el expresado nombramiento de presidente interino, recayó en D. Valentin Canalizo que sacó veinticuatro votos, trece el general Muzquiz, dos el ministro de la guerra D. José María Tornel, y otros dos el general D. Manuel Rincon.

El país que habia anhelado que Santa-Anna desapare

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