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tante. Hecho esto, se continuó la marcha á las siete de Huviosa. Un fuerte aguacero

la noche fué oscura y

que

se desató á las diez, convirtiendo el camino en un rio y lodazal que impedia avanzar al soldado que, mojado y en medio de la oscuridad, ignoraba la ruta que llevaba. Siendo imposible marchar de aquella manera, Santa-Anna mandó hacer alto y que, cada individuo, sobre su puesto, sufriese el agua y pasase así el resto de la noche. Al amanecer del 18 se formó la division, cuyos vestidos estaban empapados, y á las doce del dia llegó á New-Washington, donde se surtió de ropa, de harina, de jabon, tabaco y de abundantes víveres. Santa-Anna para que nada faltase al soldado, mandó al coronel D. Pedro Delgado que montara en uno de sus caballos y fuese con algunos dragones á traer reses para la tropa. La órden fué ejecutada á satisfaccion del general, pues pocos momentos despues volvió el referido coronel Delgado conduciendo mas de cien cabezas de ganado del mucho que abunda en aquel país.

1836.

Los momentos de encontrarse con el enemigo se acercaban. Santa-Anna mandó el dia 19 de Abril al capitan Barragan con una compañía de dragones á que observase los movimientos del general enemigo Samuel Houston, quedando la division en New-Washington, sin que que hubiese ocurrido novedad alguna. A las ocho de la mañana del 20, en los momentos en que la division estaba formada para emprender la marcha, «despues de haber incendiado un magnífico almacen que estaba en el muelle y todas las casas,» (1) se presentó corriendo á todo el galo

(1) Relacion del coronel D. Pedro Delgado.

pe de su caballo, el capitan Barragan, que la tarde anterior habia sido enviado á que observase los movimientos del enemigo. Agitado por la rápida marcha que habia hecho, anunció al general Santa-Anna que Houston se hallaba á la retaguardia con sus tropas á distancia muy corta, y que sus fuerzas habian hecho prisioneros á varios soldados mejicanos que se habian quedado atras. Sata-Anna hizo que la division se pusiera inmediatamente en marcha: la ciudad de New-Washington, tiene á su entrada un espeso bosque de media legua de largo, y siendo el camino un callejon muy estrecho que en muchas partes no puede pasar mas que una mula cargada ó dos hombres á caballo, temia que el enemigo les cogiera en aquella mala posicion, y queria salir lo mas pronto posible al llano. Logrado el objeto, dispuso la columna de ataque, pero de una manera precipitada, agolpando disposiciones que revelaban su impericia, y dando órdenes que mas servian para embarazar la accion que para obrar con acierto. No era Santa-Anna el general mas á propósito para aquella campaña que exigia prudencia, juicio y reflexion en las operaciones militares, desde que el ejército se internó en un país desconocido en que el mas leve descuido podia ser causa de un terrible descalabro. D. Lúcas Alaman ha descrito con exactitud, en muy breves palabras, las cualidades del jefe que me ocupa. Hé aquí como le describe: «Conjunto de buenas y malas cualidades; talento natural muy claro, sin cultivo moral ni literario; espíritu emprendedor sin designio fijo ni objeto determinado; energía y disposicion para gobernar, oscurecidas por graves defectos; acertado en los planes generales

TOMO XII

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de una revolucion ó una campaña, é infelicísimo en la direccion de una batalla.» Mil ideas con efecto se aglomeraban en su imaginacion en los momentos supremos; pero no sabiendo por cual de ellas resolverse, acababa por no dar una disposicion en órden, resultando de su atropellamiento, una confusion en las operaciones de un combate. Varios generales tenia entonces la república mejicana y jefes de vastos conocimientos militares, que reunian las

1836. cualidades necesarias para dar feliz término á aquella campaña; pero Santa-Anna que era el presidente y que aspiraba á ser el primero en gloria militar, quiso tomar á su cargo la empresa.

Habiendo salido, como queda referido, la division al llano, y dispuesta la columna de ataque, avanzaron los cuerpos con sus jefes y oficiales á la cabeza, todos á pié, al encuentro del enemigo, habiéndose destacado guerrillas á izquierda y derecha para explorar particularmente los bosques. Para evitar que las mochilas entorpeciesen las maniobras del soldado, mandó Santa-Anna que, en la misma formacion en que las tropas iban, las dejasen en la mitad del camino, lo que, efectuado, se continuó la marcha. Serian las dos de la tarde cuando los mejicanos avistaron las avanzadas de Samuel Houston, situadas á la orilla de un espeso bosque donde ocultaba el grueso de su fuerza. Las guerrillas mejicanas rompieron inmediamente el fuego sobre las contrarias, que contestaron en seguida con el suyo, aunque siempre replegándose al bosque. En esos momentos llegó Santa-Anna con el grueso de la division, con intencion de atacar; pero como el enemigo continuaba oculto y no podia, por lo mismo, conocer

por un

las posiciones que ocupaba, desistió de su intento, disponiendo únicamente que la compañía de Toluca les estuviera tiroteando á la entrada del bosque. Con el cañon situado, en una lomita se rompió el fuego á la vez, al cual contestaron inmediatamente los usurpadores, hiriendo gravemente al capitan Urriza y muerto su caballo metrallazo. En ese instante llegó Santa-Anna al sitio en que estaba el cañon, que dirigia el coronel D. Pedro Delgado, y mandó á éste que descargara allí todas las municiones que se llevaban en veinte mulas, y entregase estas al capitan Barragan para que fuese por las mochilas que se habian dejado en el camino. El coronel Delgado entregó diez y ocho mulas para lo que se le pedia y se quedó con dos, por si ocurria alguna novedad y necesitaba de ellas. Entre tanto el general Santa-Anna se marchó de allí para reconocer el terreno y acampar en punto conveniente, y se situó toda la fuerza á la orilla de la laguna de San Jacinto, á mas de una milla de distancia de donde se hallaba el coronel D. Pedro Delgado con el cañon y las municiones. Una hora despues de haber acampado, envió con el coronel Bringas una órden al referido coronel Delgado y al oficial que mandaba la compañía de Toluca, para que se incorporasen con el ejército en el campamento. Como el jefe del punto en que estaba situado el cañon tenia los cajones de municiones en el suelo, pues tengo dicho que por órden de Santa-Anna tuvo que entregar las mulas al capitan Barragan para recoger las mochilas dejadas en el camino, se vió en muy difícil situacion para poderse replegar al campamento. Las circunstancias fueron aun mas críticas, cuando la compañía de

Toluca que habia estado entreteniendo al enemigo con su tiroteo en otro punto, se replegó al campamento, obsequiando la órden recibida. El coronel D. Pedro Delgado quedó entonces solo, frente á los tejanos, con la corta fuerza que servia el cañon y con los cajones de municiones, sin tener mulas en que cargar estos. Si Santa-Anna al dar la órden de que se replegase, le hubiera enviado bestias de carga, fácil le hubiera sido verificarlo; pero retirar la corta fuerza que tiroteaba al enemigo y no enviar mulas para cargar en ellas las municiones, fué exponer á que cayesen en poder de los contrarios el único cañon que la division tenia y los medios de defensa. Y es que Santa-Anna no se acordaba en esos momentos de que habia dispuesto que las mulas se entregasen al capitan Barragan para cargar en ellas las mochilas. Este hecho, al parecer insignificante, da á conocer perfectamente, la precipitacion de Santa-Anna en dictar sus disposiciones y la falta de un plan fijo en el obrar. Por fortuna el coronel D. Pedro Delgado solo habia entregado diez y ocho mulas de las veinte que tenia, y con las dos que se habia reservado, hizo que se estuviera conduciendo las municiones al campamento, mientras él defendia el punto con el cañon. Concluida la operacion á las cinco y media de la tarde, se puso en marcha para el campamento, llevando los últimos cajones de municiones. Una fuerza de caballería enemiga se puso entonces en movimiento para ir picando la retaguardia de la corta seccion mejicana. Cuando esta se encontraba muy próxima al campamento, los dragones contrarios casi estaban encima de los que se retiraban. Santa-Anna mandó entonces al jefe de la caballería meji

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