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los mayores. Se habia ya fabricado trinchera y cuanto bastaba para resistir á las débiles armas de los indios, una capilla y casas. A principios del año, llegaron cinco nuevos compañeros de las costas de Si. naloa, que voluntariamente se habian ofrecido al padre Salvatierra á seguirle en aquella empresa. Este aumento aseguraba mas la colonia; pero al mismo tiempo hacia mas escasos los alimentos, de que se comenzaba ya á tener necesidad, por falta de los socorros que se esperaban meses habia de Nueva-España. A este cuidado, se añadia otro mas ejecutivo por ciertos movimientos de inquietud que comenzaron á notarse en los indios. Dobláronse las centinelas de noche; veianse algunos fuegos á alguna distancia del Real, y aun de dia por las caña. das y cerros vecinos, se dejaban ver algunos trozos de gente armada, que tal vez llegaron á desafiar los soldados con señas y alaridos. Sin embargo de que diariamente asistia un gran número á la doctrina, solian desaparecer repentinamenie algunos caciques, y se temia no par. tiesen á convocar nuevas gentes. Con estas sospechas se vivió hasta los principios de abril, en que hubieron de manifestar sus perversos designios por un género de hostilidad, que ménos se podia temer. El dia 2 de dicho mes, á medio dia, en que creyeron mas descuidadas á nuestras gentes, robaron de la playa la pequeña canoa que dejaban por lo comun varada en tierra, y llevándola monte adentro, la hicieron pedazos con piedras. No se supo del hurto hasta las tres de la tarde, en que al punto el capitan Luis de Torres, con otros nueve hombres bien armados, salieron en busca de los agresores. Encontraron unos pocos que daban muestras de venir á las manos; pero al mismo tiempo se retiraban. Siguiéndolos, se hallaron los fragmentos de la canoa, y por órden del capitan se destacaron cuatro hombres para registrar un lado del monte, mientras él con los demas, seguia por la playa el rastro de los fugitivos. El alférez D. Isidro de Figueroa, que regia el pequeño destacamento, divisando unos cuantos indios, se empeñó en seguirlos con mas valor que prudencia. A pocos pasos dió en una emboscada de mas de cincuenta salvages, que en breve pasaron de ciento. Comenzaron á llover flechas: no era posible retroceder á juntarse con el capitan en el lugar que habian convenido, ni los tiros de fusil podian percibirse marchando los demas por la playa, donde el ruido de las olas y el viento fuerte y adverso, disipaba el sonido. En este aprieto, disparando los fusiles con buen órden, determinaron mantenerse sin dejar acercar al enemigo. Quiso la fortuna que los dos primeros tiros se

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empleasen en otros tantos bárbaros que avanzaban con mas ardor, y quedaron fuera de combate. Esto contuvo á los demas para no acercarse. Sin embargo, temian á cada paso quedar envueltos de la multitud, y comenzaban ya á escaseárseles las municiones, cuando avisa dos de un fiel californio, que acompañaba á los tres españoles, llegaron el capitan y sus gentes. Los indios mantuvieron el combate hasta el anochecer, en que con sus pitos tocaron retirada, con pérdida de seis de los suyos, y dos de los nuestros levemente heridos. Esta victoria aseguró la tranquilidad por muchos dias. Pasó todo abril y mayo, y ya era necesario alimentarse con taza, y de maiz en gran parte corrompido. Allegóse el sentimiento de ver cuasi repentinamente desaparecer los mas de los indios de la doctrina. La novedad causó no poco susto hasta que se supo ser aquella la sazon de la pitaya que iban á recoger al monte. † Los padres dispusieron hacer un novenario á la Santísima Vírgen para alcanzar por su medio el socorro de que ya en gran manera necesitaban. No quedó engañada su genial confianza. El 19 de junio vino un indio al Real, diciendo que habia visto una embarcacion grande: ni se esperaba alguna embarcacion de porte, ni el autor era muy de fiar, aunque lo repitió varias veces con grande aseveracion. A poco rato avisó el centinela que de la cañada de enfrente habia visto bajar unos hombres vestidos á la española. Dieron estos la deseada noticia del socorro que les venia en el navío del capitan D. José Manuel Gardujo, y consistia en semillas, carne y otras vituallas, con las memorias de géneros y otros utensilios necesarios que enviaba el padre procurador Juan de Ugarte, y siete españoles de la Nueva-Galicia, que venian á servir en aquella conquista. El barco estaba á tres leguas de allí en una rada, donde habian surgido por error, hasta que unos indios que llegaron allá en balsas, les dieron noticia del Real, y uno que venia, se ofreció á conducirlos, quedando los demas en rehenes. Al dia siguiente llegó la embarcacion á la ensenada de S. Dionisio, y el 21 saltó la gente en tierra. Por las cartas supo el padre Salvatierra como la liberalidad del Sr. D. Juan Caballero le franqueaba aquel barco, que se ofrecia á comprar para la mision, como efecti

+ Todavía se practica lo mismo en el departamento de S. Luis Potosí. Poblaciones enteras emigran de sus casas á los campos para alimentarse de tuna cardona que allí abunda en agosto y setiembre, y van de Guanajuato porcion de barreteros cascados del pecho á tomar colonche, bebida confeccionada de la tuna y sabrosa con que se recobran y evitan la thisis.-EE.

vamente lo compró en doce mil pesos, aunque ó por fraude, ó por ignorancia del vendedor se perdió esta suma poco despues con el barco, que gastados en su carena seis mil pesos, y perdida toda la carga de un viage, dió al través en el puerto de Acapulco. Por agosto de este mismo tiempo el tesorero D. Pedro Gil de la Sierpe dió á la mision un barco llamado S. Fermin, y una grande lancha con nombre de S. Javier, que fueron en lo de adelante de mucha utilidad. Hasta entonces, ocupados los padres en aprender la lengua del pais, y en las disposiciones necesarias para la subsistencia de la colonia, no habian bautizado sino algunos pocos párvulos y dos ó tres adultos, uno de los cuales llamado en el bautismo Lúcas, muy enfermo de asma, dejando en los pocos dias que vivió cristiano raros ejemplos de fervor y piedad, pasó de esta vida con mucho consuelo y edificacion, aun de los soldados y gente de mar, entre quienes se conservó por largo tiempo su memoria.

Muerte del Sr. arzobispo Seijas, año de

1698.

casa de mu.

geres demen.

En México falleció este año, víspera de la gloriosa Asuncion de nuestra Señora, el Illmo. Sr. D. Francisco de Aguiar y Seijas. Entre los innumerables pobres y obras de piedad que fomentaba la nunca bastantemente aplaudida liberalidad de este prelado, uno de los mas insignes y ejemplares que ha tenido esta metrópoli, era una de las principales una casa en que sustentaba á sus espensas las mugeres demen- Origen de la tes y fátuas, á quienes su enfermedad y pobreza hacian andar vagabundas, no sin mucho riesgo de su honestidad. Esta grande obra de mi- tes. sericordia emprendió el Illmo, el año de 1690, á ejemplo de un pobre oficial de carpintero. Llamábase este buen hombre José Sáyago, y comenzó por recoger en su casa á una prima de su muger, á quien aconteció este trabajo por los años de 1687. Conociendo la piadosa familia el grande obsequio que hacian en esto al Señor, se animaron á recojer otra y otras, manteniéndolas y sirviéndolas cuanto alcanzaban sus cortas fuerzas. Noticioso de un tan grande ejemplo de caridad el santo arzobispo, pasó personalmente á la casa de Sáyago, y no ménos edificado de su piedad, que lastimado de su pobreza, se ofreció á mantenerlas, pagándolas casa y alimentos. Con este socorro, el buen Sáyago se animó á tomar mayor casa, que fué enfrente de S. Gregorio, y recoger en ella á otras muchas hasta el número de sesenta y seis. Así pasaron hasta el 14 de agosto de este año, en que por la muerte del ilustrísimo y pobreza de Sáyago, parecia haberse de arruinar aque. lla buena obra. En estas circunstancias el padre Juan Martinez de la Parra, prefecto de la ilustre congregacion del Salvador con limos- de la casa de

Se hace cargo

mugeres de- nas recogidas, parte de sus congregantes, parte de otras personas de. mentes el pa- votas, se hizo cargo de mantener aquellas infelices, como lo hizo destinez de la de el mes de setiembre, hasta 1.° de marzo del siguiente año, en que

dre Juan Mar

Parra.

1699.

Muerte del

se hizo cargo de esta obra pía la venerable congregacion del Salvador. Se les compró casa propia y mas capaz, en cuyo aderezo se gastaron cerca de siete mil pesos, con reconocimiento de un censo á la ciudad, cuyo era el sitio. Este censo remitió despues la ciudad cuasi enteramente, contentándose con solo un peso cada año. Se consiguió asimismo merced de agua, y licencia para oratorio, en que se dice misa todos los dias festivos por capellanía de cuatro mil pesos, fundacion del piadoso caballero D. Márcos Perez Montalvo. Por los años de 1747 se reparó de nuevo la casa, y finalmente se aumentó considerablemente con ocasion de una epidemia del año de 1758, á solicitud de sus dos prefectos, eclesiástico y secular, en que se emplearon diez y ocho mil y cien pesos, donacion por la mayor parte del Sr. D. Miguel Francisco Gambarte, á cuya piedad, actividad y celo debe mucho lustre aquella congregacion, de que por doce años ha sido prefecto. †

Volvámos á lo que se nos queda del año de 1698. Para el dia 3 de noviembre, cumplidos los nueve años de la última congregacion provincial, citó el padre provincial Juan de Palacios á los vocales en el colegio máximo. Fué nombrado secretario el padre José de Porras, prefecto de la venerable congregacion de la Purísima, y el dia 5 elegidos para procuradores los padres Bernardo Rolandegui, rector del colegio de S. Ildefonso en Puebla, Nicolás de Vera y Francisco de Aguilar.

A principios del año siguiente entró en el gobierno de la provincia padre Nicolás el padre Francisco Arteaga. En este primer año de su provincialato Andrade, fun falleció en el noviciado de S. Andrés el padre Dr. Francisco Nicolás minario de S. Andrade, natural de la Puebla de los Angeles, que despues de haber Ignacio Puebla.

dador del Se

en ilustrado su pátria en el estado de sacerdote secular, dejando las grandes esperanzas que le daban su virtud, su literatura, su nobleza y caudal, se consagró al Señor en la Compañía, donde murió á pocos meses de novicio. Habia el padre, aun ántes de entrar en la Compañía, de

+ Esta casa existe aun en la calle de la Canoa, y conserva el nombre de Casa del Salvador; se ha reedificado, y se conserva por los esmeros del español D. J. Martinez. Está de caida en sus rentas; pero se auxilia en parte con lo que le pro. duce una rifa semanaria llamada del Divino Salvador. Tiene poco buque para las muchas locas que hay en México. EE.

seado con ansia que fuera del Seminario de S. Gerónimo se fundase en la Puebla otro colegio de estudios mayores, vecino al de S. Ildefonso, adonde les era forzoso pasar diariamente á los cursantes con notable incomodidad y detrimento de los estudios. Vecino á la muerte, hizo renuncia de todos sus bienes, dejándolos á disposicion del padre provincial Francisco de Arteaga, con quien tenia ya comunicados sus designios. Se hizo la renuncia conforme á la costumbre de la Compañía en 26 de agosto ante Francisco de Solis y Alcázar, escribano real y público.

El padre provincial, que ya desde algun tiempo ántes fomentaba los mismos pensamientos, compró con este fin algunas casas frente de S. Ildefonso, que eran del alférez D. Francisco Antonio de Ayala, é in. mediatamente se presentó por una peticion al alcalde mayor, justicia y regimiento, pidiendo su informe sobre aquel asunto. El alcalde mayor, que era entónces D. Juan de Veitia, caballero del hábito de Santiago, y singularmente afecto á la Compañía, como los demas miembros de aquel ilustre cabildo, informaron ventajosamente de la utilidad necesaria é importante de aquella fundacion. Con estos documentos se presentó el padre provincial al Exmo. Sr. virey, conde de Moctheuzoma; pasó la peticion al fiscal de la real chancillería: su respuesta hu. biera desanimado desde luego á cualquiera otro que no fuera el padre Arteaga; respondió resueltamente que S. E. no podia conceder tal licencia. El padre provincial, que habia bien previsto este golpe, se ha. bia ya prevenido escribiendo á Madrid, por medio del padre Bernardo Rolandegui, que poco antes habia partido á Europa. El feliz éxito de esta negociacion lo veremos á su tiempo.

Veracruz.

Fué este año muy funesto á la ciudad y puerto de Veracruz, y no Orígen del vó ménos glorioso á la Compañía, por lo importante y fructuoso de sus mito prieto on trabajos. Con un barco ingles que conducia una armazon de negros esclavos, se introdujo por la primera vez en aquel puerto la terrible epidemia que llaman vómito prieto. Lo rabioso, fétido y ejecutivo del accidente, llenó de espantó y confusion á los vecinos. Comien. za por una ardentísima fiebre, los ojos parecen respirar fuego y sangre: al segundo ó tercer dia exhala todo el cuerpo un pestilente hedor: sigue un delirio rabioso, unos dolorosísimos torcedores de estómago, un vómito de sangre requemada y negra, con que acaba la vida. Acomete este mal regularmente á los estrangeros, á quienes por tanto en el desamparo de los suyos es mas dificultosa la curacion, y mas meri

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