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5 de febrero salió acompañado del padre Manuel Gonzalez, misionéro de Oposura. Llegaron en 1.o de marzo á la junta de los rios Gila y Colorado, y á una numerosa ranchería de quihuimas que llamaron de S. Rudesindo. Tomaron el rumbo derechamente al Sur registrando varios parajes para pasar las cabalgaduras que no se pudo hallar por los muchos pantanos de la orilla. El dia 11 de marzo, dice el padre Kino en su relacion, haberle salido el sol por encima del remate del mar, sin ver mas que tierra continuada por el Sur, Poniente y Norte, y solo al Oriente el mar de California. En esta situacion, cuando parecian estar mas vivas las esperanzas de concluir aquel importante descubrimiento, enfermó gravemente el padre Manuel Gonzalez. Se trató luego de dar la vuelta con prisa: no pudo ser tanto que no muriese el padre antes de llegar á los Dolores en el pueblo de Tubutama. Escribió el padre Kino al superior de la Sonora, como ocho de los naturales de aquellos paises recien descubiertos le habian seguido hasta su mision por el deseo de recibir el bautismo: que los mas que daban en muy bella disposicion para lo mismo: que en las rancherías vistas de nuevo en este último viaje habia contado cerca de cuatro mil almas: que fuera del rio Colorado desembocaba tambien, segun el testimonio de los naturales, en el Seno californio otro rio que llamaban Amarillo. Que el Gila y Colorado despues de su junta, y cerca de la embocadura se partian en dos brazos, y formaban una grande y muy amena isla. Hasta aquí la carta fecha en 2 de abril de 1702. El cariñoso recibimiento que las naciones gentiles de aquel pais hacian al padre Kino, y el deseo que tenian de tener ministros en sus tierras y recibir el bautismo, lo manifestaron bien algunos meses despues. Los quihuimas y yumas, quiere decir, las dos principales y numerosas naciones, enviaron sus mensageros al gobernodor de Sonoidac, como em. peñándolo para que pasasen padres á sus tierras. Este los condujo al padre Kino, y este celosísimo misionero pasó en persona con ellos hasta Huepaca, donde residía el padre Antonio Leal, superior de aquellas misiones. Prometióles el padre hacer cuanto pudiera para que se les diese aquel consuelo, y aun trató de que pasase á México el padre Kino para acalorar mas la negociacion. No tuvo efecto este viaje, y la fatal incredulidad con que se habian mirado siempre las cosas de la Pimería impidió depues un establecimiento que hoy habria quizá da. do al rey vastísimas provincias, y á la católica religion innmerables

almas.

:

En efecto, en mas de diez y seis años que el padre Kino habia traba. jado sin descanso en el descubrimiento de un pais tan vasto y tan poblado, no hallamos que tuviese más compañero fijo que el padre Agus. tin Campos de Campos, aunque se señalaron en diferentes tiempos al. gunos otros á fuerza de repetidos informes y protestas, ó no llegaron á ir deteniéndolos en el camino los superiores de Sonora, ó estuvieron tan poco tiempo que no hicieron cosa considerable. A principios de 1703, por los informes del padre Antonio Leal se destinaron cuatro operarios á la Pimería, con indecible consuelo del padre Kino. Ya es taban en viaje y próximos á entrar en labor de aquella viña, cuando se soltó la injuriosa voz de qué los pimas habian muerto al padre Francis. co Javier Mora, misionero de Arizpe. No habia cosa mas fácil que Por una fal- refutar aquella mentira, como se habia hecho ya con tantas otras iguallos pimas se mente groseras. Lo hizo el padre Kino con la mayor energía y evidendestinan á o- cia; pero entre tanto movidos de la primera voz los superiores habian ya tro misiones dado otro destino á los sugetos que apenas llegaron á pisar la Pimedestinadas á ría. Solo á Tubutama se consiguió que pasase el padre Gerónimo Mi. nutili, a cuya salud habia probado el temperamento de la California.

sa voz contra

tra parte cua

la Pimeria.

En esta península se intentaron algunas nuevas correrías: lą primera, ácia la contra-costa del mar del Sur, donde se descubrieron algunas nuevas rancherías y tierras á propósito para siembras. La segunda fué á la bahía de la Concepcion, cuarenta leguas mas al Norte del real de Loreto en busca de un rio de que habia alguna noticia por la lancha que llevada de una tempestad se decia haber entrado en sus ribe. ras. La distancia mayor de lo que se pensaba, y la aspereza de las sierras, hizo esta jornada enteramente inútil. A la vuelta de eɛta es pedición, juntos los padres en Loreto, celebraron con la mayor pompa y ostentacion que fué posible, la solemnidad del Corpus, tomando oca. sion de aquí para esplicar á los infieles, asombrados y atónitos, el motivo de aquella estraordinaria alegría, y la significacion de aquellas augustas ceremonias. Toda esta tranquilidad y esperanza de fruto, se desvaneció bien presto con la noticia que llegó al presidio de que el cacique y otros mal contentos de S. Javier del Viggé, habian dado cruelmente la muerte á cuantos párvulos bautizados y adultos catécú. menos pudieron haber á las manos. Era este atrevimiento consecuencia de la impunidad con que habian quedado despues de la muerte de un soldado del presidio. Por tanto, el capitan resolvió á todo trance no dejarlos sin castigo. Salió con cuanta mas gente pudo, y dió á me.

dia noche sobre los sediciosos, no con tanto silencio que no huyeran cuasi todos á lugares inaccesibles: murieron algunos, y entre ellos uno de los principales autores. El cacique cabeza del motin escapó entre los fugitivos; pero los parientes de los catecúmenos muertos lo trajeron vivo dentro de pocos dias á presencia del capitan. Confesó haber sido el gefe de cuantas conspiraciones, inquietudes y robos se habian cometido desde que entraron allí los españoles. A pesar de los ruegos é instancias de los padres fué condenado á muerte, que conforme á su no vulgar capacidad, instruido bellamente en los santos misterios, bautizado y asistido del padre Basaldúa, recibió con resignacion. En el seno de la provincia, concluido el trienio del padre Francisco Arteaga, habia tomado el gobierno el padre Ambrosio Oddon mientras llegaba el padre Manuel Piñeiro, que de actual provincial de la provincia de Toledo, venia destinado visitador y provincial de Nueva-España. El padre Arteaga descargado de este peso, se aplicó enteramente al aumento y perfeccion del Seminario de S. Ignacio, que el año antes habia fundado en Puebla. Con parte de los bienes del padre Dr. D. Nicolás Andrade, y cuatro mil pesos que añadieron los señores D. Francisco de Luna y Doña Josefa de Avila Galindo, su esposa, se fundaron este año las cuatro becas de oposicion que por presentacion del padre rector del colegio, y nombramiento del padre provincial, conforme á las cláusulas de su fundacion, se proveyeron en 6 de abril en los cuatro mas beneméritos, que lo eran D. José Tápia, D. Antonio de Olivera, D. Diego Calderon y D. Antonio de Alcántara. A principios del año siguiente de 1704 con fecha de 12 de enero, se dignó el Sr. D. Felipe Vespedir real cédula en que admite y toma bajo su real pro. teccion y patronato el dicho colegio de S. Ignacio. Sus términos son muy honoríficos para no insertarla †.

No fué esta la única señal que de su benevolencia y amor para con la Compañía de Jesus dió en esta ocasion el rey católico. Llegó ántes otra cédula despachada en 12 de junio del año anterior en que manda S. M. á su gobernador de Yucatán, y ruega y encarga al Sr. obispo de aquella diócesis, se encomienden a la Compañía la conversion y administracion de los indios del Petén, region situada entre las provin cias de Yucatán, Chiapas y Tabasco.

1704.

Reusa la com.

En consecuencia de esta real cédula, el Illmo. Sr. D. Fray Pedro pañia la adde los Reyes proveyó auto en 10 de junio de 1704, requiriendo al pa- de los curatos

+ La omite el historiador en el manuscrito que tengo á la vista. 19

TOMO III.

ministracion

de Yucatán.

dre rector de Mérida para que se encargase la Compañía de la administracion de aquellos pueblos. El padre rector respondió, que para admitir ó no dichas redacciones por via de mision 6 de cuanto excedia enteramente su jurisdiccion, era necesario esperar el dictámen del padre provincial distante muchas leguas. Se dió cuenta á México, y hablando la real cédula en términos de curatos y administracion parroquial no llegó á tener efecto, reservando dar cuenta, como se hizo, á S. M. de los motivos que obligaban á la Compañía para no tomar sobre sí semejantes cargos. A estas siguieron otras cinco cédulas del piadosísi. mo rey sobre la mision de California. Las cuatro eran dirijidas al fiscal de Guadalajara D. José Miranda, y al padre provincial de la Compañía, á D. Juan Caballero de Ocio, y á la congregacion de los Dolores del colegio de México, dándoles las gracias por la liberalidad y celo con que fomentaron aquella conquista. La última al Exmo. Sr. virey duque de Alburquerque, ya virey desde el año de 1702; tomando varias providencias para la conservacion y progresos de la colonia, mandaba que sobre los seis mil pesos señalados en 17 de julio de 1701 se le diesen otros siete mil en las reales cajas de Guadalajara, y á los misioneros jesuitas se les dé la misma limosna que en Sinaloa y Sono. ra, y que se formase una junta de personas inteligentes y misioneros para establecer un presidio. La noticia de estas cédulas llenó de gozo al padre Juan Manuel Basaldúa, que á principios de febrero habia venido de California á Guadalajara. Pasó prontamente á México; pero el virey aun obtenida favorable respuesta del fiscal, no quiso resolver cosa alguna, remitiéndose á la junta general, para la cual habia ya mandado citar á los padres Juan María Salvatierra y Francisco Piccolo. Entre tanto Propone se- era cuasi estrema la necesidad que se pasaba en California; tanto, que gunda vez el padre Salva- el padre Salvatierra hecha otra vez junta de los padres y soldados les tierra desam- pidió su dictámen sobre dejar la tierra, 6 retirarse á la costa vecina de parar la colo. nia, y costan. Sinaloa mientras de la piedad del rey se conseguia algun socorro percia de los sol- manente y fijo. En medio de la mayor consternacion fué tal el ardor

dados.

y constancia del capitan y demas soldados á su ejemplo, que gritaron todos á una voz querian morir en la demanda, y antes protestarian contra los padres si se desamparaba la provincia. Ni fueron estas voces dictadas solamente del pundonor forzado en la presente ocasion, pues saliendo poco despues la lancha al puerto de Guiamas, y dándose facultad de pasar allá 6 en el barco á Nueva-España los que quisiesen, nadie hubo que tomase aquel vergonzoso partido. A la mitad de junio

habia llegado en lugar del padre Minutili el padre Ugarte (hermano del padre Juan) no menos en la sangre que en el fervor y celo apostó lico. El padre Piccolo pasó á Yaqui en busca de algunos socorros recojidos de diversas misiones á costa de muchas fatigas; pero aun eran mayores las del padre Juan de Ugarte, que acompañado de algunos soldados é indios, salia diariamente por los montes y cañadas, y aun á las playas á recojer raices y marisco con que mantenerse á sí, y á los demas.

para ver si po

En la jornada que jamás ha

El padre Salvatierra, aunque señalado por el padre visitador y provincial Manuel Piñeiro para visitar las misiones de Sinaloa y Sonora, y llamado del Sr. virey de México; sin embargo, no le pareció poder dejar la mision en el mismo infeliz estado en que se ballaba, y ántes de ver si de Sinaloa les venia algun socorro con que poderse conservar en su ausencia. Así mientras volvia de Yaqui el padre Piccolo, pasó con el padre Pedro de Ugarte á reconocer la costa del Sur dia fundarse alguna nueva mision ácia aquella parte. se hallaron repentinamente acometidos de los salvages bian visto semejante gente; pero á un tiro de arcabuz se echan á tierra, y luego comenzaron á traer sus mugeres é hijos en señal de paz y amistad. Se les propuso el fin de aquel viage, y como aquel padre queria venirse á vivir con ellos para bautizarlos y llevarlos al cielo. En fin, regalados y bautizados por primicias algunos párvulos, volvieron á Loreto. A pocos dias volvió el padre Piccolo á Guaimas con bastantes provisiones, y dejando aseguradas muchas mas en la costa de Yaqui para otros viages. Aliviada la necesidad, determinó el padre Salvatierra su viage á Nueva-España, celebrada antes el dia 8 de setiembre la dedicacion de la nueva iglesia en el real de Loreto con el mayor regocijo y consuelo que hasta entonces se habia tenido en aquel pais. Dejó el gobierno de la mision y presidio al padre Juan de Ugarte, y en 1. de octubre salió para Matanchel. Caminando de Guadalajara á México, recibió noticia de la muerte del padre visitador Manuel Piñeiro, y como abierto el segundo pliego casu mortis se hallaba nombrado provincial de esta provincia. Esta novedad trastornaba de un golpe todas las ideas del padre Salvatierra: prosiguió su camino apresuradamente resuelto á sacudir aquella carga luego que llegase á México, no dudando que condescenderian con su dictámen los padres consultores, y que lo aprobaria el padre general. Llegó á México, y aunque representó á dichos consultores con toda la viveza y energía que le dictaba su humildad y su celo muchas y poderosas razones para

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