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vincial, en que dándole noticia de haber llegado á México por agosto del año antecedente el Exmo. Sr. D. Baltazar de Zúñiga, marqués de Valero, le avisaba las particulares instrucciones y encargos que aquel señor traía de la corte sobre la mision de California, y lo mucho que para su entero cumplimiento deseaba S. E. tratarle, que por tanto procu rase pasar cuanto ántes á México. El obediente padre, aunque consumido de años, enfermedades y trabajos, no deliberó un punto, y se embarcó para la Nueva-España el último dia de páscua, y de aquel mismo mes acompañado del hermano Jaime Bravo. En el camino, desde Matanchel á Tepic, se sintió gravemente fatigado de los antiguos dolores de piedra, tanto, que de allí á Guadalajara hubieron de llevarle en hombros de indios, que á porfia solicitaban hacer al padre aquel que cuasi adivinaban era el último obsequio. En efecto, agravándose mas y mas el fatal accidente, causó al buen padre mas de dos meses de martirio. El Illmo. Sr. Fr. Manuel de Mimbela, los Sres. presidente y oidores de la real audiencia y cabildo eclesiástico, le visitaron repetidas veces en su enfermedad. En casi todas las iglesias se hicieron plegarias y fervorosas oraciones por la salud del padre; pero Dios queria ya premiarle su santa vida y apostólicos trabajos con el descanso eterno. Subióse á su aposento en una devota procesion de lo mas florido de la ciudad la imágen de Loreto, á quien el padre habia fabricado casa y dado á conocer en aquel y otros muchos lugares de América. Al verla entrar, prorrumpió el devoto enfermo en la admiracion de Santa Isabel, ¿vendè hoc mihi? con tanto afecto y devocion, que apenas podian los circunstantes contener las lágrimas. Recibidos todos los sacramentos, despues de una larga agonía comenzó á rezar ya con voz muy lenta el himno Ave Maris Stella, y pronunciadas aquellas tiernísimas palabras.... Monstra te esse Matrem, dejó de vivir á las doce Muerte del horas de la mañana del sábado 18 de junio. En su entierro se vieron padre Salvalas demostraciones con que Dios ha querido que en la tierra sean honrados sus mayores siervos: se le besaban con veneracion los pies y manos: se tocaron rosarios, se le destrozaron sus vestidos y ornamentos, de modo que fué menester amortajarle de nuevo. Se le cortaron los cabellos, y hubiera procedido á mas la piedad de los fieles, si los padres no hubieran apresurado el entierro. Asistieron, sin ser convidados, entrambos cabildos, audiencia con su presidente, y el Sr. obispo que mandó colocar el cadáver en una caja de plomo hecha á sus cspensas. Toda la circunspeccion y escrupulosa igualdad con que en

tierra

vida y muerte trata la Compañía á sus hijos no pudo impedir que aquella nobilísima ciudad, hiciera de allí á pocos dias unas honras solemnes, erigiendo un suntuoso túmulo con sermon que predicó el padre Feliciano Pimentel y misa pontifical que celebró el Illmo. Sr. obis po. Despues de los trabajos, viages, diligencias y fatigas gloriosas que en cuarenta años hemos visto del padre Juan María Salvatierra, seria inútil tejer aquí algun elogio de uno de los mas insignes misioneros que ha tenido la provincia, de un siervo amantísimo de la Madre de Dios, de un apóstol de la California, á cuyo celo infatigable, heróica constancia y fortaleza, paciencia y actividad, hubieron de ceder finalmente las grandes dificultades que por mas de ciento setenta años habia hecho aquella region impenetrable á las armas de España.

El hermano Jaime Bravo, con los papeles é instrucciones del padre Salvatierra, pasó prontamente á Mexico, y presentó al Sr. virey dos escritos en que conformándose á las instrucciones de S. M., en uno daba razon de la naturaleza y cualidades del terreno, costumbres y nú. mero de sus habitantes, misiones fundadas, y su gobierno político y mi. litar: en el otro proponia diferentes medios para la conservacion y aumento de aquella cristiandad. Estos mismos asuntos promovió en diferentes secretas conversaciones con su excelencia, con tanta claridad, solidez y exactitud, que admirado el virey repitió algunas veces, que aunque debia ser muy sensible la pérdida de un varon tan grande, como se decia haber sido el padre Salvatierra, no hacia falta en el negocio presente. Los dos escritos hizo su excelencia se leyesen en una junta compuesta de dos oidores, dos contadores del tribunal de cuentas, dos oficiales reales, el fiscal de S. M., el padre provincial de la Compañía, el padre Alejandro Romano y el hermano Jaime Bravo, como procuradores de la California. En otra junta de 25 de setiembre se leyeron todos los informes, diligencias y cédulas de S. M. desde la de 26 de setiembre de 1703. Vistos, se resolvió que de cuenta del real erario se pagase en California un presidio de veinticinco soldados con su capitan, marineros y grumetes, con sus oficiales correspondientes para un barco que se hubiese de hacer proporcionado para el efecto, y otro mas pequeño para la conduccion de las memorias y bastimentos: que se pagasen los tres mil pesos, y si no fuesen suficientes, se añadie. se de la real hacienda todo lo necesario para aquella ocasion: que en la costa del mar del Sur se buscase con diligencia puerto en que pudie

se surgir seguramente y refrescar la nao de Filipinas. Conforme á este decreto se reguló la paga de los presidiarios sobre el pié de diez y ocho mil doscientos setenta y cinco pesos y cuatro reales: se compró en cuatro mil una embarcacion perulera y se mandaron_pager_tres [mil veintitres pesos, que declaró deberse el padre Salvatierra. Habian pedido fuera de esto los padres se pusiese algun presidio de pocos soldados en el puerto de la Paz: que se hiciese una especie de Seminario para la educacion de los indizuelos californios, y que las salinas de la isla del Cármen, fronteras al Real de Loreto, se diesen para el culto y fiestas de la Santísima Vírgen. Los dos últimos puntos, como regalías propias de los Sres. vireyes, se dejaron al arbitrio de su excelen. cia. Su antecesor, el Exmo. Sr. duque de Linares, manifestó por este mismo tiempo cuanto estimaba los apostólicos trabajos de la Compañía en California, y cuanto hubiera hecho por aquella mision en los años de su gobierno si le hubiesen sido mas favorables las circunstancias. Concluido su vireinato, y hallándose con entera y perfecta salud esperando ocasion de trasportarse á España, ordenó en México su testamento en 26 de marzo, disponiendo en la cláusula 17 que de sus bienes se diesen cinco mil pesos á las misiones de California para que se distribuyesen á disposicion de los padres que se hallasen en ellas, á quienes se entregarian falleciendo su excelencia en estos reinos, y si en Europa, al padre procurador, general de Indias, para su remision á estas provincias. Bajo esta disposicion falleció poco despues en México el 3 de junio. Su muerte descubrió las grandes limosnas que en vida ocultaba su industriosa humildad. Tenia pagadas en todos los barrios de México boticas para los pobres, y por mano de religiosos Muerte del graves y otras personas de conciencia, repartia mensualmente entre ver- duque de Ligonzantes cantidades muy gruesas. Aun las músicas, las óperas y otras rey de Méxi invenciones de diversion que jamás se habian visto en Nueva-España, supo convertirlas su piedad en otro género de limosnas, que derramadas tal vez con profusion y desórden, suelen ser motivo y fomento de la ociosidad é inaccion. Fué el primer prefecto secular de la congregacion de la Buena Muerte, que á su ejemplo y liberalidad, debe todo el esplendor con que se conserva hasta el presente. Era de mucha edi. ficacion la humildad con que despues de acabado su gobierno asistia á las juntas de la congregacion y sus fiestas en lugar inferior al del prefecto eclesiástico, sin querer admitir jamás otro asiento. Murió con unas disposiciones muy conformes à este arreglado modo de vida en

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nares, ex-vi.

CO.

manos del insigne padre Solchaga, que fué despues mientras vivió un contínuo panegirista de sus grandes virtudes.

A fines este año se consiguió del Exmo. Sr. marqués de Valero licencia para la fundacion de un residencial Seminario en la villa de S. Felipe el Real, ó de Chihuahua. Habia mucho tiempo que revolvia en su ánimo estos piadosos designios el ilustre Sr. D. Manuel de Santa Cruz, caballero del órden de Santiago, gobernador de la Nueva-Vizcaya, y tratado el asunto con el padre Luis Mancuso, visitador de las misiones de Tepehuanes, y por su medio con el padre provincial Gaspar Rodero, se resolvió este á mandar al padre Francisco Navarrete, que administraba la mision de S. Borja que pasase á la misma villa para acalorar la fundacion á presencia del Sr. gobernador, que actualmente se hallaba en ella. Su señoría mostró al padre la licencia del Sr. virey, fecha en 25 de noviembre, y añadió que no faltando otra cosa, eligiesen sus reverencias el sitio que les pareciese mas oportuno, sin reparar en gastos. El padre Antonio Arias de Ibarra, visitador de la Fundacion provincia de Taraumara con los padres Ignacio de Estrada y FrancisChihua co de Navarrete, agradecida al Sr. gobernador su generosa piedad, eli

del Seminario

de

hua.

gieron el sitio que les pareció mas á propósito, en que hoy está el Seminario. Se recurrió por la necesaria licencia al Illmo. Sr. D. Pedro Tapiz, obispo de Guadiana, (Durango) quien con espresiones de no menor aprecio que las de su excelencia, la concedió gustosamente. Ti ráronse los cordeles para la planta del nuevo edificio con el nombre del Seminario de nuestra Señora de Loreto el dia 24 de enero de 1718, y con toda la asistencia y aparato que permitia el lugar, se colocó la primera piedra el dia 2 de febrero. † Habíanse añadido poco ántes nuevos fondos á dicho Seminario con la donacion que de la hacienda de Santo Domingo de Tabalopa, hizo la noble señora Doña María de Apresa, por escritura firmada y aceptada por el padre Luis Mancuso en 21 de enero de este mismo año.

+ A espaldas de este edificio fueron fusilados los Sres. Hidalgo y Allende, caudillos principales de la revolucion de la independencia mexicana, el primero en 31 de julio de 1811, habiendo sido presos en las Norias de Bajan, y en 17 del mismo mes y año fueron ejecutados en la hacienda de S. Juan de Dios, inmediataá Du. rango, mandando la ejecucion el teniente graduado D. José María Allende, los sacerdotes siguientes: D. Ignacio Hidalgo, D. Mariano Balleza, Fr. Bernardo Conde, Fr. Pedro Bustamante, Fr. Cárlos Medina y Fr. Ignacio Jimenez. Consta de sus causas que original tengo á la vista. La ejecucion se hizo en secreto y en la ma. drugada porque hacia mucho miedo.-EE.

Por este tiempo se hallaba ya en Madrid de regreso de Roma el pa. dre procurador Juan Antonio de Oviedo, en ocasion que llegaron á aquella corte las noticias de la calamidad, y cuasi entera desolacion de lu ciudad de Guatemala el dia del Arcángel S. Miguel, 29 de setiembre del año antecedente, despues de espantosos ruidos subterráneos y muchas erupciones de ceniza y humo del vecino volcán que apenas dista dos leguas del lugar: comenzaron á sentirse violentos vaivenes que apenas dieron lugar á la fuga. Repitiéronse por algunas ocasiones, siempre con mayor fuerza, con mayor estrago de los edificios, y aun con muerte de algunas personas. Las mas aun de las religiosas huye. ron á las estancias del campo y pueblos vecinos. Aumentaba el horror la llúvia de piedras, ceniza y abrasado material que contínuamente eruptaba el volcán, con tanta luz, que á mas de dos leguas pudieron leerse algunas cartas en aquellas noches. Los templos y casas mas fuertes quedaron 6 arruinadas del todo, ó por mucho tiempo inhabitables á causa del peligro que amenazaban. Junto con esta funestísima relacion, llegaron á la corte de España los autos formados sobre el grande asunto de trasladar la poblacion á otro lugar ménos espuesto á las agitaciones del volcán. No era esta la primera vez que por semejante causa se trataba de mudar la ciudad, y que aun efectiva. mente habia mudado de situacion á la mitad del siglo décimosesto. La gran diversidad de pareceres é invencibles dificultades que por todas partes se ofrecian entre los mismos miembros de la república, hicieron que sin tomar partido alguno que proponer al rey se enviasen al consejo los autos, para que allá ponderadas por una y otra parte las razones, se proveyese lo mas conducente al bien público. Todo este gran peso recaia sobre los hombros del fiscal de la corona. Tenia que revolver un grueso cuerpo de autos, que confirmar dictámenes, que comparar y contrapesar las razones; y finalmente, tenia que resolver por relacion y por noticias enredosas, vagas, y tal vez ponderadas de cada cual, conforme á sus respectivos intereses en un asunto de muy peligrosas consecuencias. En este conflicto, determinó valerse de las luces, esperiencia y maduro consejo del padre procu. rador. En ningunas manos podian estar mejor los intereses de Guatemala, que en las del padre Oviedo, tiernamente apasionado de la que miraba como pátria. Vistos los principales puntos de la consulta, informó al Sr. fiscal que en ninguno de los lugares que se proponian, quedaba libre la ciudad de los mismos sustos, y para esto era menester

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